[Flashback] Negocios [Christina Auditore  ]

Los zapatos de tacón rojos brillan con cada paso en contraste con el día nublado de Storybrooke. El silencio de las calles a primera hora hacía que los tacones sonaran altos, anunciando cada uno de sus pasos. Era la misma rutina día tras día por las mañanas: Tras tomar un buen desayuno, se daba una buena ducha, se arreglaba el increíble e imposible pelo para llevarlo perfecto y se ponía un buen traje de falda no muy larga y chaqueta. Hoy había optado un un traje rojo de una tela exquisita, a juego con el maletín, zapatos y su barra de alivios. Adoraba lucir sus piernas y un escote mas que generoso, lucir sus curvas con ropas ceñidas y deslumbrar tanto a hombres con mujeres con su belleza, atractivo y elegancia natural.

Llegó al puerto, siguió hasta su empresa y fue directamente a su despacho. Dejó el maletín al lado de la silla y tomó asiento.
Debía repasar unos informes, amenazar a un par de personas, comprobar que sus empleados cumplen con su trabajo y cumplen sus expectativas... Prácticamente lo de todos los días.
Con un codo sobre la mesa de madera, apoyó la cabeza en la palma de su mano y se masajeó  las sienes al mismo tiempo que emitía un leve gemido.
Ser la dueña tenía sus ventajas, pero también era algo muy duro. Si querías que el negocio se mantuviera a flote tenías que estar en constante alerta, pero con lo bien que iba todo... era difícil imaginar que las cosas pudieran decaer. Imposible.
Se reclinó en el asiento y tomó uno de los informes que su secretaría había dejado, junto con muchos otros, sobre la mesa.
Era aburrido y nada novedoso, todos los días prácticamente lo mismo. Cuando su intercomunicador sonó, casi se alegro.
-La señorita Auditore desea verla, señora -Dijo la voz.
Cilia sonrió con sus labios rojos y dejó el informe en la mesa, acercándose a ella y poniendo las manos juntas, dando una apariencia sería.
-Que pase -Dijo, procurando que solo un leve signo de emoción se mezclara con sus palabras.

Tenía que mantener mi posición elevada. Formaba gran parte de lo que significaba ser una templaria. Aunque era difícil ser gran maestre si no había nadie a quien dar las órdenes. A pesar de todo me había hecho con contactos poderosos. Y uno de ellos era Cilia Song, la poderosa dueña de la pesquera. La primera vez que había sabido cual era su trabajo en este mundo, no había podido esbozar una sonrisa sarcástica. Conservar la memoria me había hecho darme cuenta de hasta que punto era irónico el puesto que cada uno había tomado en este mundo.

Acaricié el anillo de la orden con cierto mimo mientras esperaba que me diesen paso. No me gustaba que me hiciesen esperar. Era algo para lo que no me habían educado. Pero si quería estar preparada para mi enfrentamiento con Lucrezia, tenía que atenerme a las normas que Cilia ponía para sus visitas. Era una mujer con clase, y me gustaba su estilo. Aunque lo cierto es que con la ropa de este tiempo yo me había decantado más por prendas que me dieran más movilidad sin perder mi estilo. Había abandonado los largos estilos renacentistas y había optado por las últimas modas, que me daban la apariencia de señorita que me caracterizaba pero que, sin embargo, me permitían librarme de las faldas. Y eso incluía el uniforme policial que aquella mañana no me había puesto porque estaba de paisano a ojos de mis jefes.

_ Buenos días señorita Song. Comprendo que es usted una mujer ocupada así que iré directamente al grano. Tengo lo que me pidió._ Una sonrisa de lobo apareció en mi rostro cuando dejé aquel anillo de compromiso, que de hecho era una prueba clasificada, sobre la mesa del despacho. Yo era la única que podía conseguirle aquello y de ahí mi sonrisa. En otras ocasiones ella llevaba la ventaja, pero en esta había sido yo. la que me había hecho con ella._ Tengo entendido que una viuda está desesperada por recuperar esto. ¿Quién sería yo si no la ayudase a proporcionársela?

La sonrisa de Cilia se ensanchó al ver a la pelirroja entrando en su despacho. Era una de las pocas personas en las que Cilia podía confiar plenamente en una lista bastante corta. La primera regla en los negocios como el que ella llevaba era que nunca podías confiar en nadie, hasta tu propia sombra podría jugártela. Le llevó una considerable cantidad de tiempo aceptar que la señorita Christina Auditore era alguien de confianza. Su profesión le proporcionaba una buena ventaja.

Tomó el aniño y lo examinó detenidamente. No era una gran joya, aunque tampoco parecía bisutería barata. Sin duda se podía percibir cierto valor simbólico y sentimental.
Sonrió con grata satisfacción. Las joyas pueden comprarse y sustituirse cuando se trata de simples complementos, pero los sentimientos... la propietaria estaría dispuesta ha hacer cualquier cosa por recuperar este anillo... y cualquier cosa era lo que Cilia queria.

-Buen trabajo, querida amiga, un excelente trabajo -Dijo guardando el anillo en el cajón de su escritorio para mantenerlo a buen recaudo. -Supongo que querrás algo a cambio -Continuó, apoyando la espalda en el respaldo y acomodándose para la charla.

Aquel anillo, por algún motivo, hacía que me viniesen ideas a la cabeza, pero había decidido obviarlo porque aquello no me aportaría nada. Yo no era una persona profunda. Me gustaban las joyas, el dinero, y tener una vida acomodada. Y jamás tuve ningún reparo en hacer lo que tuviese que hacer para conseguir mis propósitos. No obstante, había algo en aquel anillo que me obligaba a mirarlo, algo familiar, casi como si fuese mío.

_ La vida es un negocio, Cilia. Ambas lo sabemos._ Le sonreí, mientras seguía acariciando aquel anillo, recorriendo la cruz blanca con mi dedo. Cada vez me parecía más familiar. Y lo que más me sorprendía era que me lo había probado y era de mi talla. No obstante Cilia esperaba que se lo entregase, pues yo misma era la que se lo había ofrecido._ ¿Tienes algo que pueda interesarme, Cilia?

Siempre había tenido algo que me gustaba cuando le traía algo, y por ello seguía haciéndolo. Vivía en una gran casa principalmente porque había hecho varios tratos con Cilia y había sacado una importante tajada con la que comprar todas aquellas cosas que había deseado.

La mujer le devolvió la sonrisa con los ojos ligeramente entrecerrados, lo que hacía que sus mejillas estuvieran mas alzadas con el mas sutil de los rubores que le daban cierta apariencia juguetona. Incluso, por un diminuto momento, inocente.

-¿Y que no es un negocio? -Preguntó retoricamente, poniéndose en pie. En la pared, bajo una gran cristalera, había una barra de mármol con una bandeja en la que había un par de copas y otra con botellas de cristal con buenos licores. Se sirvió un trago de bourbon whisky. -¿Quieres una? Podremos hablar de tu recompensa cuando me digas cuando me darás el original. -Dijo antes del primer sorbo. Si, ya de buena mañana un trago no era nada del otro mundo.

La vida es un negocio, o al menos solía serlo. Yo jugué con aquel anillo, dándole vueltas con toda la calma del mundo. Me gustaba mucho Cilia, entendía mi modo de ver la vida y con ella podía ser sincera, casi siempre. No creía que ella me considerase como su amiga, pero de haber tenido amigos alguna vez, yo la consideraría como tal. A pesar de todo, al igual que los demás, estaba maldita, e ignoraba si aquel era su verdadero carácter o sólo un producto de aquel hechizo. Lamentaría mucho que no fuese así, porque me gustaba.

Recordé donde había visto aquel anillo antes. Y era absurdo haberlo olvidado. Aquel era mi anillo de compromiso, o al menos, lo había sido. Pero no podía ser el original, de eso estaba segura, era una copia. El original se hallaría bastante más desgastado. Yo no tenía ningún afecto hacia mi compromiso, o el que había sido mi marido, por lo que no tenía ningún problema en deshacerme de aquel anillo. Aunque sí que me preguntaba quién habría copiado mi diseño.

_ Sabes como complacer a una mujer de gustos refinados Cilia._ dije, mientras miraba los licores a la luz y elegía el que sabía que me gustaría más. Extrañaba los vinos italianos y el cristal veneciano, pero lo cierto era que era algo que ya quedaba muy atrás, al menos del modo en que yo lo recordaba. Tomar una copa con aquella mujer era lo más parecido a los verdaderos bailes de aquellos tiempos en que me sentía como una reina._ Pronto querida. No queremos hacer a la gente esperar.

Era bueno tener contactos en el mundo de los negocios que actuaban a espaldas de la ley, pero si además eran aliados de confianza, entonces la cosa era mas segura y gratificante en los resultados. Cillia no aceptaba resultados mediocres; y con mediocres quería decir que no la satisficieran. Podía hacer el negocio del milenio y convertirse en la reina de todo el maldito mundo, pero si no se hacía a su manera y no le llenaba por dentro, entonces no lo disfrutaría igual.
-Hago todo lo que puedo -Dijo con un habitual tono coqueto, acompañado de un rápido guiño.
Sirvió la bebida que escogió la joven pelirroja y se la dio con una sonrisa. Alzó su propia copa, a modo de brindis; y degustó un buen sorbo que le calentó el organismo en cuestión de segundos.

-Ni a mi me gusta esperar si no soy yo quien pone la fecha, mi querida Auditore -Contestó con un tono de voz suave, pero con intenciones serias. Algo tan importante no iba tomárselo con demasiada paciencia.

Podría pasarme el día con Cilia, ella era una auténtica mujer con clase, de las que ya no quedaban. Me sentía bien hablando con ella, tenía la cabeza muy bien amueblada y sabía lo que quería. Ya no quedaban mujeres como ella en el mundo. Y las echaba de menos. En mis tiempos habíamos sido la norma. Mujeres poderosas, con decisión, que habíamos sabido manejar a nuestros maridos para que hicieran lo que nosotras quisiéramos.

_ He de decir que eres la única persona a la que puedo llamar amiga en esta ciudad, Cilia._ Confesé, cuando me dijo que hacía lo que podía. Si se lo decía, era porque en el fondo tenía claro que ya lo sabía. Pues, aunque mi expediente como policía estaba limpio a ojos de todos, pero eso no significaba que me quisieran, pues no les dejaba. Tenía su respeto, su miedo, pero jamás su afecto._ Mañana tendrás el anillo.

Ya me ocuparía yo de que Graham no se preocupase más de lo necesario de su desaparición pues, a fin de cuentas, yo ya sabía que poco o nada tenía que ver con el crimen que había sucedido. Pero me convenía que los casos se alargasen, porque así podía quedarme sentada sin hacer nada mientras el Sheriff trabajaba.

Cilia dio un rápido sorbo y dejo la copa sobre la encimera, junto la bandeja con donde estaban las botellas y, hasta hace un momento, las dos copas.
Apoyo las manos sobre el frió mármol y miró directamente a la pelirroja con una mirada clara, tranquila y sincera, poco frecuente en ella. Los músculos faciales se relajaron y se permitió unos momentos para ser ella misma en la mas simplicidad.
-Lo se, Christina -Respondió con una voz suave, llamándola por su nombre por primera vez en toda la reunión -Y me complace poder corresponder. Eres una de las pocas personas a las que les tengo plena confianza y puedo considerar una amiga.

La sonría de Cilia se ensancho al oír que mañana mismo tendría aquel valioso objeto. Podía esperar 24h sin ningún problema, así disponía de tiempo organizar y planear todos sus asuntos.
-Es es música para mis oídos. -Respondió con un tono meloso antes de humedecerse los labios. Nada alegraba mejor las mañanas que un buen negocio entre manos.

No pude evitar sonreír un poco al escuchar aquellas palabras. Los templarios no solemos tener verdaderos amigos. Aliados, compañeros, quizá podríamos llamarlo de ese modo. Pero nunca amigos. Eso era algo que estaba fuera de nuestro entendimiento, pues teníamos una causa, una misión. Y era lo único por lo que luchábamos. No importaba quien cayese por el camino, o los tormentos a los que se viese sometido. Ahora vivía en un mundo, en que parecía que la causa había alcanzado su cenit. En Storybrooke, el control estaba en manos de determinadas personas. Cilia era mi amiga, y además, una de esas personas, alguien con quien podía contar.

_ Lo cierto es que si fuese por mí me pasaría todo el día en este despacho. Pero supongo que tienes cosas que hacer, y yo llego tarde a ese infierno en el que se supone que me pagan un sueldo._ Dije, poniendo especial desgana a lo último que dije. No me gustaba mi trabajo, y si lo había aceptado era sólo porque me daba poder, eso estaba claro. Yo era una dama, una señorita de refinadas costumbres, no me gustaba tener que "poner mi vida en peligro" todos los días._ Además, tengo que encargarme del anillo, así que es mejor que me vaya cuanto antes.

Me acerqué, y le di dos besos en las mejillas. Estaba agradecida de su sinceridad, y sólo lamentaba que estuviese maldita igual que los demás, ya que me hubiese gustado compartir con ella experiencias de mi verdadero pasado. Acaricié mi propio anillo mientras salía. Echaba de menos al resto de caballeros templarios. Echaba de menos mi causa. Pero sobretodo, lo que echaba de menos, era la posibilidad de vengarme de Lucrezia.

OFF:

Cillia se dirigió a las puertas del balcón que se encontraba a la izquierda de su escritorio. A través de ella podía verse el mal, incluso se podía aspirar el aroma salado.
Desde que tenía memoria se había sentido atraída por el mar y los misterios que la rodeaban, como si fuera un segundo hogar. Se podía decir que se sentía como pez fuera del agua cuando estaba mas en tierra.
-Tienes mi despacho para tu entera disposición, aunque preferiría que estuviera mas cerca del mar, puede que incluso bajo el agua ¿No sería precioso? -El tono de su voz había cambiado notoriamente. Había cariño en sus palabras y su mirada azul reflejó las olas del gran azul y su espuma. Podía oírlas rompiendo sobre la arena en su cabeza, como las tuviera oyendo bajo sus pies.

-Si, yo también debería ocuparme de esta aburrida empresa -Dijo depositando el vaso a medio beber en el escritorio. El poder era atractivo, el papeleo aburrido.
Le devolvió los dos besos y la despidió y no apartó los ojos de ella hasta que salió del despacho por educación. El día había empezado animado y ahora preveía continuar aburrido. Ahora que había estado pensando en el mar y el océano deseaba entrar en sus aguas, tomarse un día de descanso y mezclarse con el que ella llamaba "su elemento", pero debía de mantener el negocio viento en popa para mantenerlo como tapadera para sus verdaderos ingresos.