No vienes en el mejor momento [Christina]

Tranquilidad, eso es lo que había últimamente, después de un golpe tan fuerte como el que nos había dado Arciria hacía mucha falta tener algo de tranquilidad. Pero sabía que a mi no iba a durarme eternamente esa tranquilidad. Tanto Killian como yo nos estábamos adaptando a la nueva situación que suponía tener a Holly en casa, una chica de veintiún años que era nuestra hija venida del futuro y nosotros unos padres novatos que por otra parte esperaban la llegada de la misma Holly por la vía natural. 

Después de darle muchas vueltas nos hicimos a la idea de que de sopetón íbamos a ser cuatro. Por mi parte yo ya comenzaba a darme cuenta de mi estado en pequeñas cosas, pero lo más duro aún estaba por llegar. Había bajado a trabajar a la cafetería como todos los días aunque ahora mi abuela se empeñaba en tenerme más tiempo detrás de la barra, lo hacía a propósito siempre me tenía ahí detrás... menudos meses se me avecinaban. 

Por un momento pensé en mi madre... puede que me hubiera gustado compartir esto con ella no quería reconocerlo pero Anita me hacía falta. Y sí, lo más duro estaba por llegar y llegaría en tres... dos... uno... nunca había tenido que salir tan de sopetón al baño. Me faltó abrazarme a la taza del váter. Creo que vomité hasta el último recuerdo. Tiré de la cadena y me limpié la boca pero no me levanté. Me quedé sentada para recuperarme del mareo. Esto no hacía más que comenzar.

Banda sonora

Con franqueza, yo seguía pensando que llevaba razón. Los templarios siempre la habíamos llevado. La paz no puede conseguirse sin una estructura jerárquica definida. Y sin embargo allí estaba, traicionando todos mis ideales por mi familia. Aquello me hacía pensar en Lucrezia. Dudaba que Ruby me perdonase si le hacía daño. Apostaba a que quería que hiciésemos las paces.

Quería ver a mi bisnieta. Y cuando yo quería algo, lo conseguía. Me dirigí al local de la abuelita, y la vi a través del cristal. Era duro saber que no quería saber nada de mí, todo este tiempo había estado evitándome y recordándome mis errores. Pero supongo que una parte de mi era masoquista porque no le importaba que volviese a decirme de todo con tal de que me hablara.

Pero cuando la vi salir corriendo hacia el baño, un impulso se apoderó de mí, muy similar al que tiene un animal hacia sus crías. Me vi a mí misma atravesar el local, porque había oído la arcada que había tenido. Y cuando quise darme cuenta, me encontré detrás de la puerta del lavabo, desde donde ella pudiese verme.

_ Esto... Hola._ Dije, tratando inútilmente de recuperar mi compostura.

Me quedé un rato mirando el blanco techo de los lavabos del local de mi abuela. Tenía que levantarme y salir de nuevo a la barra, pero mi cuerpo no me obedecía, era la primera vez que me cogía un ataque de náuseas como ese, supongo que sería el primero de muchos. Di un suspiro sin dejar de mirar el techo con la cabeza apoyada en la pared. Me temblaban las manos y sentía que si me movía  me caería redonda otra vez. 

En cuanto bajé la mirada me encontré con alguien a quien no podría haberle venido mejor encontrarme en este momento. Christina, la que introdujo esta maldición en mi familia estaba ahí plantada. Había intentado muchas veces hablar conmigo y que yo la aceptara. Hace poco había pensado en mi madre, en que la echaba de menos y ahora más que nunca. Puede que ahora que estaba yo sensiblona y supiera el significado de tener una familia me ablandara y la aceptara. 

Me encogí de hombros y la miré -Hola Christina -dije algo mareada -no es un buen momento -esbocé una sonrisita pequeña pero que le indicaba que no iba a ponerme arisca con ella... malditas hormonas ya empezaban a tocarme las narices... y más que me las iban a tocar, estaba claro que no tenía ni idea de los meses que se me venían encima. Pero si pensaba en mi hija me daba igual lo que tuviera que pasar.

Cuanto más la miraba más ganas me entraban de perdonarla y decirle que la necesitaba a mi lado, era mi bisabuela pero era de espíritu joven aunque fuera una anciana. Pero también era cierto que le tenía mucho reencor por lo que le hice a Peter. Aunque ahora lo veo todo con otros ojos, tengo una hija que de no ser por aquella fatídica noche no hubiera tenido nunca... era retorcido pensarlo pero era así y sin la licantropía Holly nunca podría haber vencido a Arciria.

Podría haber urdido mil excusas para justificar mi presencia allí. Pero al ver su mirada supe que debía ser sincera. Sólo así mi familia llegaría a aceptarme y a perdonar lo que les había hecho. Quizás, y sólo quizás, podría llegar a sentarme a la misma mesa que ellas y no sentir que sentían deseo de que desapareciese de la faz de la tierra.

_ Lo sé, pero quizás es por eso que estoy aquí._ Me acerqué, despacio, atenta a las reacciones que podría tener. Ante el menor síntoma de rechazo retrocedería, pero este no pareció llegar, y pude colocarme a su lado y mirarla a los ojos. Suspiré antes de hablar y decirle lo que realmente había pasado._ Mi sexto sentido me dijo que estabas en un lío y quería ayudar.

Decidí utilizar aquellas palabras porque decirle que había sentido que "mi cachorro" estaba en peligro, habría dado una impresión equivocada que lo cierto es que quería evitar. Pero estaba abiertamente nerviosa, y aunque trataba de ocultarlo, me llevaba el colgante lunar a los labios continuamente, como antes de un combate.

En la mirada de Christina pude ver el miedo al rechazo por mi parte. Ella estaba sola y la única familia que tenía le daba la espalda por que ella había obrado mal hace ya tantos años. El estar con Killian me había enseñado a que todo el mundo puede aprovechar una segunda oportunidad aunque por la experiencia de mi amiga Bella también sabía que hacía falta más de una segunda oportunidad... aunque Rumplestilskin era un caso a parte.

La miré con los ojos aún algo cansados por el mareo y lo que me dijo me hizo esbozar una sonrisa. -No estoy en ningún lío... Christ... -me quedé algo pensativa y luego la miré interrogante -¿Cómo debería llamarte? -Aunque me costaba un poco por tanto tiempo de rechazo quería que se sintiera aceptada. Killian, Holly y Bella me habían cambiado mucho al respecto. Christina y yo no habíamos empezado con buen pie... pero peor había empezado el pirata y ahora llevaba un hijo suyo en mi interior.

Mis ojos estaban en un estado semejante a cuando te vas a poner a llorar pero sin lágrimas. -Eres mi bisabuela... aunque puedas pasar por mi hermana... imagino que de alguna forma te tendré que llamar.

Mirar a sus ojos me daba cierta confianza. No imponían rechazo, al contrario, buscaban apoyo. Era una prueba, una que yo estaba dispuesta a superar. Y sus palabras, sólo me dejaban claro que por fin quería incluirme en su vida. Sentí que mis labios se curvaban en una sonrisa. Hacía siglos que no expresaba una sincera, y sin embargo ella la había hecho surgir de forma natural.

_ No me gustaría que me llamases bisabuela, eso me haría sentir muy vieja. Y abuela no sería correcto, crearía confusión con la abuelita._ Me llevé el dedo a los labios, pensativa. Me gustase o no, Lucrezia tenía exactamente ese mismo gesto y aunque tratase de quitármelo de encima, no iba a poder, era una costumbre con demasiados años de antigüedad_ ¿Qué tal en mi lengua? Podría acostumbrarme a que me llamases "Nonna"

Amplié la sonrisa, pensando en una familia, en genuino afecto, dicha plena. Algo que no había sentido desde hacía muchos años, desde que mi deseo de vengarme de Lucrezia había nublado lo demás. Era algo que no había sentido desde que había renunciado a la humanidad que siempre había estado en mí y había decidido convertirme en una bestia.

_ ¿No estás enferma? ¿Por qué estás aquí, entonces?

Me quedé algo pensativa. Puede que dejar entrar a Christina en mi vida no fuera una mala idea, me lo pensaba mucho pero viéndola ahí me inspiraba ternura e incluso me daba rabia no haber hecho esto antes, no lo de la vomitera, eso podía quedarse a parte, si no el hecho de consentir que Christina se acercara a mi, que la dejara entrar en mi vida, puede que cuando cogiera más confianza con ella le dijera que le debía una al padre de mi criatura porque ha sido él quien ha conseguido ablandar mi corazón y hacerme más tolerante. 

-Supongo que podría llamarte así -dije encogiéndome de hombros y con una pequeña sonrisa -aunque no sé si me acostumbraré a ello. Puede que al fin y al cabo siga llamándote Christina -pero por una parte ya sabía como me referiría a ella con mi hija. 

Negué con la cabeza cuando preguntó si estaba enferma, aunque se me ocurrió una manera en la que podría aclararle por que yo ahora había entrado en razón y la dejaba entrar en mi vida -No estoy enferma, pero tampoco estoy como una persona normal -supe que ataría cabos pronto, mucho antes de que yo terminara mi explicación. -pero esto que me pasa me ha hecho abrir los ojos y por eso ahora he dejado de ser tan cazurra y he dejado de rechazar a mi familia -sonreí y la miré -una familia que va a aumentar. 

Sus palabras provocaron que durante un momento abriese mucho los ojos. Me estaba aceptando, y más que eso, me decía que iba a ser tatarabuela. Por un momento me quedé congelada, sin saber que hacer. Luego, lentamente, como atondada, me acerqué y la rodeé con los brazos. Y dejé de sentirme sola. Mi rabia y mi odio parecieron atenuarse.

Y lloré de alegría, porque la idea de pasar toda la eternidad completamente sola me aterraba. Aferré más fuerte a mi bisnieta. Sentía su aroma, su calor, puesto que al fin me lo permitía. Supe que no podría apartarme de ella, que iba a estar siempre a su lado porque era lo que más quería en el mundo. Me aparté un poco para mirarla a los ojos.

_ No tienes idea de lo feliz que me haces._ Mi acento, que normalmente moderaba, hizo acto de presencia, pues durante los años que había estado moderando mi voz, nunca había sido capaz de mostrar felicidad real, y sencillamente no quería ocultar de donde venía al sentirme tan dichosa._ Ti amo, Ruby. Amerò questo bambino con tutto il cuore. (Te quiero Ruby. Amaré a ese bebé con toda mi alma)

Estábamos las dos sentadas en el suelo del lavabo y abrazadas llorando, creo que esto se podría definir como el inicio de una gran amistad, o una gran relación entre familiares. Abracé a Christina con afecto, me había comportado de una manera horrorosa tratando de apartarla de mi vida condenándola a la vez a estar sola, sin la única familia que le quedaba. 


-Siento haberte culpado tanto tiempo y haberte apartado -dije sin soltarla y con la voz llorosa, durante mucho tiempo le había echado parte de la culpa de la muerte de Peter, aunque sabía que lo había hecho yo y era la culpable, pero ahora y por muy macabro que sonara sabía que las cosas tenían que haber sucedido así. -Pero ahora lo veo todo de otra manera, el padre de este bebé me ha hecho pensar mucho en ti, no directamente pero me ha hecho ver que hay gente que no es mala, solo necesita una segunda oportunidad.

Comencé a levantarme pues el mareo parecía haberse pasado, aunque estaba agusto hablando con Christina ahí sentada en el suelo me parecía que por lo menos sería mejor quedarnos cerca de los lavabos. Me esperé a que se levantara y me lavé las manos  me puse un poco de agua en la nuca. -Espero que me perdones por como me he comportado... no debería haber sido tan dura contigo... 

Yo negué enérgicamente cuando ella se estaba disculpando, en lo que respectaba a mí. Comprendía muy bien lo que había sentido, pues yo misma lo había sentido, y a decir verdad aún lo sentía. Dudaba que pudiese perdonar a Lucrezia por lo sucedido por nuestros padres. Y si había que buscar a un culpable de esta maldición, ella sería la persona adecuada.

_ No te preocupes, te perdono. Sólo hacías lo que creías correcto. Ahora te has dado cuenta de que no soy malvada. Esa siempre ha sido una creencia errónea._ Suspiré, mientras pasaba la mano por su cabello y lo trenzaba. Sabía que no me debía ningún parecido físico, pero quería ilusionarme y buscar alguno._ Cuando me importa es que me quieras en tu vida. Tener una familia, como la tuve hace tantos años. Antes de esto...

Me llevé la mano al colgante y bufé. Había creído que había domesticado al lobo, que traía los palos que yo le enviaba y me daba la patita si lo pedía. Pero lo cierto es que éramos uno, y esa bestia en mi interior siempre había agriado mi carácter.

-Gracias Christina -Abracé a Christina impulsivamente pero una voz que llegó a mis oídos terminó por sacarme de mi mareo. Esperaba acostumbrarme a las náuseas matutinas y no terminar siempre en el suelo blanca como la leche. También tenía la esperanza de que en un par de meses cesaran. Holly estaba en el café. Cuando Killian y yo nos habíamos marchado, él a poner a punto el barco y yo a la cafetería a trabajar, aunque mi abuela ya no me dejara moverme libremente por la cafetería y me tuviera lo más quieta posible en la barra, ella aún dormía y no quisimos despertarla, había sido todo muy rápido y algo complicado de encajar así que creímos conveniente dejarla dormir hasta que ella se despertara. 

Miré a Christina y me mordí el labio inferior -Bueno, ahora viene una segunda noticia -dije mientras le indicaba que saliéramos del lavabo, me acababa de llamar "mami" y la cara de mi bisabuela era todo un poema. -Gracias a una chica venida del futuro nos libramos de Arciria y su maldición... y bueno... -en ese momento salíamos del baño y con una mano señalé a Holly. 

Me acerqué a ella y la rodeé con mis brazos -Buenos días dormilona -estaba claro que no era una niña pero me mataba saber que no podía ir al futuro que había cambiado para tener los recuerdos de una infancia con su padre y conmigo, así que no podía evitar ser cariñosa con ella. -¿Has dormido bien? - Una vez me separé de ella miré a Christina -Es mi hija, vino del futuro -dije como si eso lo explicara todo, solo tenía la esperanza de que no se desmayara como lo había hecho Killian.

Lo que sucedió a continuación me dejó un poco trastocada, la llamada a la puerta, y la repentina aparición de mi tataranieta, con una veintena de años más de los que me esperaba. Pestañeé y tardé un par de segundos en asimilarlo. Pero fue eso, tan sólo un par de segundos. Había pasado por muchas otras cosas como para que ahora eso me impresionara.

_ Estas cosas deberías decírmelas con antelación._ Dije, mientras me acercaba a la joven y le alzaba un poco el mentón. Tenía un porte guerrero, pero a la vez, regio. Parecía una dama que, en el momento adecuado, sabría desenfundar un cuchillo y clavárselo al que se le acercase._ Me presentaría, pero por cómo me has llamado creo que está demás. Eso que llevas en el cuello es mío.

Era mi colgante lunar. Sin él, no era más que una licántropa como otra cualquiera, exceptuando, por supuesto, que no perdería mi inmortalidad. Pero si podía transformarme a voluntad, era gracias a él. No se trataba de un juguete que pudiese estar regalando. Lo cual me hizo hacer dos cosas. La primera, llevarme la mano al cuello y comprobar que el mío seguía donde estaba. Y la segunda, sonreír, con orgullo.

_ Debo significar mucho para ti allí de donde vienes. Pues no te habría dado eso si no fuese así.

Sonreí ante la pregunta de Holly y le acaricié el pelo cuando la tenía abrazada a mi. Estaba siendo una semana dura, yo empezaba a notar los cambios, las hormonas se me iban activando, aunque aún no estaban disparadas pero ya me notaba diferente y sobretodo estaban las náuseas matutinas que sin duda era lo peor de estar en estado, pero no quería que Holly se preocupara por eso, en realidad era ella la que estaba dentro en esos momentos, la situación si se pensaba era bien extraña. -Cariño, no te preocupes, estoy embarazada y es algo normal... tampoco espero un embarazo tranquilo siendo hija de quien eres -me fijé en sus ojos, era la misma mirada que ponía su padre cuando algo no le cuadraba o le preocupaba. Puede que a ella no la conociera al dedillo pero se parecía tanto a su padre que los gestos ya los tenía cogidos. -¿Hija te pasa algo? -pregunté preocupada, sabía que algo rondaba su cabecita. 

El ver como hablaba con Christina me sorprendió aunque imagino que a Christina pocas cosas pueden sorprenderle a estas alturas de la vida. Escuché atenta la historia, por lo visto Christina también cuidó mucho de mi hija en ese futuro que nos arrebataron a mi y a Killian, solo de pensar que esa sonrisa picarona pudiera desaparecer me daba ganas de llorar. -Cariño, no pienses eso -dije cuando mencionó una posible vuelta de Arciria, me negaba a creer que pudiera volver y arrebatarnos la vida -Tú ahora vas a estar con nosotros, que aunque no sepamos ser padres esperemos que tú nos enseñes -en cierto modo necesitábamos que Holly nos enseñara a ser padres porque con ella íbamos muy perdidos.

Sabía por donde iba cuando indicó que deberíamos sentarnos, ya les dije que no quería nada de sobreprotección, pero claro, debí imaginar que mi umbral de sobreprotección es ligeramente distinto al de mi hija y su padre -No me molesta estar de pie -sabía que era inútil así que al igual que mis acompañantes me senté en una silla, preocupada por las inquietudes de mi hija.

Confieso que no me cuadraba, no me sentía capaz de entregar mi dominio a otra persona. Sin mi amuleto me sentiría desnuda, y sin embargo no podía dejar de creer su historia. Significaba que si me lo proponía podría tener éxito, que si así lo deseaba, podría llegar a integrarme en mi familia y tener una gran relación con mi tataranieta.

_ Francamente confieso que tengo curiosidad por mi futuro. Supongo que en una situación de crisis como la que vivimos todos pondríamos nuestro grano de arena._ Comenté, sin darle realmente importancia mientras tomaba asiento como Holly me había comentado._ Deberías alegrarte de que alguien se preocupase por ti. Cuando yo lo estuve mi marido pasó bastante de mí. Pero afortunadamente ese fue un problema de ayer, uno que se puede olvidar con facilidad.

No quería pensar en mi primer hijo, el descendiente de mi familia y el que llevó sobre sus hombros una pesada carga que no le correspondía. Pero eso fue hace siglos y siendo humano ya debía haber fallecido. No era bueno que pensase en aquello, tan sólo agotaría mi presente y me haría sentir triste.

_ No estaría bien que te preguntase qué le pasó a Zelda en ese futuro, ¿Verdad?_ pregunté, mirando a Holly.

Me sentía feliz de saber que Zelda había crecido bien, que no la había desatendido. Lo cierto es que necesitaba ver a su madre más a menudo. Sentía ganas de abrazarla en aquel mismo momento. Me quedé con la mirada perdida unos instantes, antes de mirar el reloj. Me puse en pie repentinamente, tambaleando. Me había vuelto a pasar.

_ Chicas, tengo que irme. Debo recoger a Zelda en el colegio. Y ya voy tarde._ dije, mirándolas. Aún me resultaba difícil creer que tuviese unas relaciones tan profundas con mi familia, hacía demasiado tiempo que no podía siquiera imaginar tal posibilidad. Y sin embargo allí estábamos de nuevo, unidas como nos correspondía._ Llamadme si me necesitáis.

Salí y me subí al coche, rumbo al colegio. No quería decepcionar a Zelda una vez más. No debía descuidarla por estar atendiendo a mio familia consanguínea. Zelda había sido la única que me había mantenido cuerda durante la maldición, y yo no se lo estaba compensando como se merecía.

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