[+18] Everything is posible in Wonderland (Cyrus)

Ambos sabíamos que de quererlo podría quitármelo de encima. Pero no lo haría aquella noche. Esta noche le debía el numerito de la doncella indefensa, aunque me moría de ganas de estamparlo contra la pared y hacer de las mías. Fingí que me resistía y que era incapaz de conseguir soltarme de sus manos. Afortunadamente tenía constancia en todo momento de que podía soltarme, porque de lo contrario, probablemente perdiese la cabeza. Me traería demasiados recuerdos.

_ Voy a vengarme por esto Cyrus... sabes que lo haré._ murmuré, emitiendo suaves gemidos al notar su tacto. Se suponía que no podía moverme, así que me quedé quieta gozando de aquel tacto mientras el calor de mi cuerpo me dominaba. Cerré mis ojos centrándome egoístamente en mi propio placer, ya que a fin de cuentas tal como estaba, poco podía hacer por el suyo._ Había olvidado lo mucho que sabes de mi cuerpo...

Eso era cierto. Durante nuestra estancia en nunca jamás él había aprendido de memoria cada centímetro de mi piel. Y mi piel no cambiaba, hiciera lo que hiciera. No frené mis gemidos, sabiendo que la habitación estaba insonorizada. Mis manos seguían moviéndose mientras fingía que intentaba escapar de su pinza. Sin embargo conseguí torcer la mano y acariciarle el pelo.

Cuando me miró, cuando aquellos ojos caramelo se cruzaron con los míos, todos los recuerdos amargos que había tenido sobre mis primeras experiencias con los hombres se volatilizaron. Porque aquello no tenía nada que ver con lo que había vivido entonces. No éramos Lucrezia y ese hombre que casi tenía permiso de su madre para violarla. Éramos Alicia y Cyrus. Erámos Elizabeth y el hombre por el que había aceptado cambiarse el apellido por tercera vez si él se lo pedía. Dos amantes, dos prometidos.

Gemía con suavidad ante sus caricias, mirándolo a los ojos fijamente. Mis manos se habían relajado. Le había prometido que le dejaría mandar esta vez, y aunque al principio me había costado, ahora ya no tanto. A pesar de todo, seguía prefiriendo llevar la delantera, pero aquello no estaba mal. Me recosté en la cama, poniéndome cómoda y acariciándole a la espalda.

_ A veces eres demasiado perfecto._ susurré, lanzando un gemido cuando noté que nos uníamos. Me mordí el labio y luego me incorporé un poco para besarlo en los labios, para mordérselos, para sentirle de la forma más perfecta y completa, porque le necesitaba tanto como necesitaba la sangre que me mantenía con vida, tanto como él necesitaba el aire que respiraba. Tanto como él me necesitaba a mí._ Te amo...