Do not try to lie to me, because when you do it{Graham Humbert // Flashback}

Y aquel lobo me miró, con aquél ojo carmesí puesto en mí, escudriñándome, como si viese en mí algo que otros no podían apreciar. Una mirada casi humana, impropia de cualquier animal. Y no le temí, incluso me sentía seguro en su presencia, protegido. Fue al oír un aullido cuando me desperté, recordando lo que había ocurrido aquella mañana.

Llevaba días con extraños sueños relacionados con bosques y lobos, pero no había sido hasta aquella mañana cuando pude ver aquellas imágenes cobrar vida ante mis ojos, aunque fueron las escenas que vi al tocar al animal las que llevaban pasando por mi cabeza una y otra vez durante todo el día. Un puñal, Mary Margaret, más lobos, vegetación... A medida que pensaba en ello iba cobrando menos sentido. No quería dormir, no quería que volviesen los sueños, pues estaba cansado de hacerme preguntas acerca de ellos, así que le cambié el turno a Emma para estar activo y poder permanecer despierto durante la noche, pero el sueño terminó pudiendo conmigo y terminé quedándome dormido sobre el escritorio, por lo que al despertar, acelerado al volver a ver aquello, cogí el teléfono de emergencias por si había alguna llamada y dejé la comisaría, dirigiendo mis pasos hasta Granny's.

Al llegar, le pedí a Ruby un café bien cargado para mantenerme con los ojos bien abiertos y fui a sentarme en una de las mesas libres, en un rincón alejado del resto de personas que allí había, donde di un trago largo hasta que mi mirada se cruzó con la de Emma, a quien no había visto hasta el momento. Suspiré y me froté la cara, abrumado por la situación.

Notaba algo extraño en la forma en que Emma me miraba desde que casi nos descubre a Regina y a mi, aunque no lo parecía en aquel momento. Mi instinto me decía que aquello no iba a tardar en llegar. Fue entonces cuando la vi levantarse y echar a caminar hacia mí, y de manera inconsciente le dí un trago más al café. Como de costumbre, Ruby había dado en el blanco con las proporciones, pese a estar más cargado, tal y como le había pedido. Esperaba que aquello sirviese para espabilarme, pues buena falta me haría si pretendía mantenerme despierto por tiempo indefinido.

Asenti cuando me preguntó si podía sentarse conmigo, antes de beber una vez más. Emma no solía buscar mi compañía en demasiadas ocasiones, y aunque el momento no fuese el mejor, estar con ella era agradable, además de tener la esperanza de que ella podría hacerme dejar de lado el tema de los sueños y las visiones aunque fuese solo por un momento.

La miré alarmado al escuchar su pregunta. ¿Tanto se me notaba?- No, no pasa nada -usé las puntas de los dedos para frotarme los ojos- O sí , no lo se -suspiré. No tenía ganas de probar la efectividad del famoso detector de mentiras que mi ayudante llevaba de serie- Pero en cualquier caso, no es nada de lo que debas preocuparte -añadí, forzando una sonrisa, con la esperanza de que aquello le bastase.

Dediqué una sonrisa a Ruby cuando le vi acercarse para traer la hamburguesa de Emma; tampoco tenía intención de que ella se preocupase, y su instinto era capaz de eso y de más. Miré tímidamente a mi acompañante, pero cuando vi que dejaba de lado el tema que me incumbía directamente en aquel momento cualquier rastro de nerviosismo se evadió, a excepción del que me causaba el recuerdo de aquellos sueños. Pero esa satisfacción que sentí fue efímera, mucho más de lo que habría querido. Cuando me comunicó que dejaba su puesto solo pude pensar en Regina, en lo que había ocurrido entre nosotros y en lo que seguro Emma habría sido capaz de suponer. Lo sabía. Mierda.

¿Cuál si no iba a ser el motivo de su renuncia? La hostilidad que mantenía con la alcaldesa era más que sabida por todos, y probablemente no quisiese pasarse el día con alguien que había estado tan cerca de ella. Aún así, fruncí el ceño, pues no me agradaba en absoluto aquella decisión, aunque tenía la esperanza de hacerla cambiar de opinión de algún modo.

Sin embargo, no tuve tiempo de pensar en argumentos de peso, pues su siguiente frase fue como un latigazo en plena cara. Siempre había tenido la firme opinión de que era incapaz de sentir nada, y ella, una vez más, me hacía cuestionarme aquel pensamiento. Sentí como algo en el pecho se me contraía- No... -escupí sin apenas darme cuenta. Di un trago al café ara intentar hacer que aquella sensación bajase, pero no lo conseguí- No puedes irte -la miré, deseando encontrar en su rostro algo que me dijese que tan solo bromeaba- ¿Cómo vas a irte ahora? ¿Y Henry? -¿Y yo?.

- No... -dije otra vez, esta vez en un murmullo. Era ella la única persona con la que había logrado sentir algo, y no podía irse sin más- ¡Han sucedido cosas, Emma, no sólo problemas! -dije intentando mantener la voz baja, para que no me escuchase todo el local- Antes de que llegases a Storybrooke mi vida... nuestras vidas -me corregí, intentando no darle importancia- eran un maldito bucle del que no salíamos, no desde que alcanza mi memoria. Pero desde que estás aquí las cosas han cambiado, para bien o para mal, ha habido una evolución en todo y todos, y en Henry aún más.-sentencié, antes de dar otro trago. Aún estaba caliente, lo que me hizo frotarme los labios y fruncir el ceño- Él solía ser un crío solitario, rara vez entablaba conversación con alguien, y ahora no es así. ¿Por qué no intentas ver lo que has logrado en vez de los problemas que hayan podido surgir? Deja de culparte por todo. -era consciente de que podía estar hablando de más, pero no podía dejarlo estar sin más.

Suspiré. Emma tenía un aspecto más distante que de costumbre, y aquello me hacía sentir que daba igual lo que dijese, a ella le daba igual. Pero no iba a desistir tan fácilmente. Intentaba no hablar de mí, no pedirle que lo hiciese por mí y enfocarlo a otros aspectos, pero sentía que al final terminaría saliendo algo. Los sueños no me dejaban dormir, mis reflejos estaban inusualmente lentos desde mis noches de insomnio.

Mis ojos la siguieron cuando se levantó de golpe, aunque sin dejar de negar ante sus palabras. No había duda que llevaba parte de razón, pero ella sabía tan bien como cualquiera que sin su presencia no habría sido posible, de no haber venido, la vida en este pueblo habría seguido tan monótona como siempre. Vi cómo dejaba el dinero sobre la mesa y la seguí con la mirada a medida que caminaba hacia la puerta y salía de allí, dejándome aún más frustrado de lo que había entrado minutos antes, cuando pensaba que lo más extraño que podría pasarme sería tirarme el café encima.

Me terminé de un trago lo que me quedaba del café, dejé el vaso sobre la mesa y rebusqué en mis bolsillos hasta encontrar un par de dólares, que dejé en la mesa junto a mi vaso- Delicioso, Ruby. Gracias -dije sin apenas mirarla, abandonando aquel lugar siguiendo los pasos de Emma. El frío me abofeteó al salir, pero tenía mayores problemas. Aceleré el paso al verla en la esquina, esperando alcanzarla- ¿Y qué crees que va a pensar él? -insistí, consciente de lo pesado que podía resultar.- Los motivos dan igual. No puedes aparecer en la vida de alguien, cambiarla y después desaparecer sin más, como si nada.

Ya ni siquiera sabía de quién estaba hablando, e intuía que hablaba más de mí que de su hijo, pero me daba igual. El insomnio y el café habían creado en mi un extraño estado de euforia, y era así como desembocaba, como si hubiese encendido la mecha.

Continué caminando detrás de ella cuando echó a andar. Recordaba pocos episodios de mi vida, a decir verdad, pero mucho menos algún momento en que hubiese sentido una frustración mayor. Quería que se quedase, necesitaba que lo hiciera por motivos que ni yo mismo alcanzaba a conocer a ciencia cierta, y no tenía forma de hacer que cambiase de opinión. Ahogué un gruñido al ver cómo una lágrima resbalaba por su mejilla.

- Emma -dije echándome hacia delante para alcanzar su brazo y hacer que se girase para mirarme- No lo hagas, date una oportunidad, dámela a mí, a todos. Por favor... -murmuré, enjugando su lágrima con mi dedo pulgar. Al parecer todo lo que le había dicho lo había asociado a Henry, y aunque pudiese hacer el ridículo, sentía la necesidad de hacerle ver lo que sentía por ella, o al menos lo que creía sentir.

Estaba cansado, no había dormido, y llevaba tiempo luchando contra aquello, así que dejé de luchar. Si había una mínima oportunidad de poner las cartas sobre la mesa, tenía que aprovecharla, así que sin pensármelo un segundo más, la atraje hacia mí y la besé con toda la delicadeza que fui capaz de usar en aquel momento. Sabía que ella no se iba a quedar impasible ante aquello, pero antes de que pudiese divagar pensando en una posible reacción por parte de Emma, mientras continuaba con los ojos cerrados, las imágenes volvieron, aceleradas una tras otra. En un bosque, un ciervo era alcanzado por una flecha, y luego me veía a mí, que me acercaba, una manzana, un puñal... Abrí los ojos y me separé unos centímetros de Emma, con el ceño fruncido y mirando al suelo, tratando de asimilarlo todo.

Me quedé inmóvil durante un par de segundos, pero ninguno más, pues Emma me cogió del mentón y me obligó a mirarla. Asentí cuando preguntó si me encontraba bien. Lo estaba, tan solo tenía que procesar lo que una vez más acababa de suceder. ¿Por qué había visto aquello cuando mis labios habían tocado los suyos?

La miré sin saber qué responder. Había descartado cualquier intención de contarle lo que me sucedía, las imágenes que aparecían ante mis ojos sin motivo aparente. Creería que había perdido la cabeza y no era una idea que me resultase demasiado atractiva. Incluso yo mismo me planteaba si me estaba volviendo loco, pues al fin y al cabo no solo tenía aquellas visiones en sueños, sino que ahora también me sucedía estando perfectamente despierto. Cada vez estaba más convencido de la influencia de Emma sobre todos nosotros. Preferí obviar el tema de las imágenes de lobos, ciervos y bosques y afrontar lo que sentía por ella. Apenas me quedaban esperanzas, no creía que fuese a servir de nada, pero si se iba, tenía que hacerlo sabiendo lo que dejaba atrás, que no solo Henry la necesitaba allí.

Pero no salían las palabras, que se desvanecían en mi garganta cuando amenazaban con salir- Un motivo para quedarte aquí, eso era -dije, seguido de un profundo suspiro- No sentía nada, Emma. Afecto, rechazo, odio... Nada. Era totalmente... -hice una pausa, buscando una palabra que pudiese describirme antes de su llegada- Plano -me encogí de hombros- Soy incapaz de sentir nada por nadie y contigo... Siento algo. Me has hecho capaz de sentir -suspiré- Así que no creas que con un "no sigas" harás que deje de intentar conservar lo que siento -¿Qué sentía? El hecho de tener algún sentimiento era tan nuevo para mí que ni siquiera sabía ponerle un nombre o definir aquello

Cuando terminé de hablar no tenía la más mínima idea de cual sería la reacción de Emma, y debía reconocer que me asustaba conocerla, pero no tanto como que, aún a sabiendas de lo que sentía por ella, siguiese con la idea de dejar atrás Storybrooke y volver a Boston, eso haría que el sentimiento de desolación fuese aún mayor. Desolación, otro sentimiento más. ¿Qué me estaba pasando?

Y en efecto, fue aquello lo que ocurrió. Descubrir que lo que había surgido era mutuo hizo que algo de esperanza llegase hasta mí, pero duró tan poco como uno de los flashes que llevaba algunos días viendo, pues tal y como había temido, dejarme atrás era exactamente lo que iba a hacer. Di un paso al frente y la agarré del brazo, aunque sin llegar a resultar brusco- Conozco a Regina lo suficiente para saber que Henry es la única persona a la que no haría daño. Y a él le conoces. ¿Crees que se dará por satisfecho cuando descubra que ya no estás? -¿Crees que lo haré yo?- Se sentirá abandonado y removerá una vez más cielo y tierra para encontrarte, y no tendré ni fuerzas ni ganas de no ir tras él, aunque no con intención de impedírselo -alcé la mano y acaricié su mejilla- Si te quedas te ayudaré con lo que necesites, dejaré mi cargo, así ella no tendrá ningún poder sobre mí... -divagaba, era vergonzoso y me sentía estúpido, pero no me importaba. No cuando sentía que si no actuaba a la desesperada ella terminaría marchándose. Y entonces una idea surgió en mi cabeza, y aunque sentí que con ella iba a terminar de arrastrarme, la solté igualmente- Siempre podría ir contigo... supongo...

Negué con la cabeza en repetidas ocasiones, a cada palabra que ella decía. Estaba decidido a tomar esa medida y no iba a poder convencerme, a no ser que simplemente no me quisiera con ella, que después de lo que había dicho instantes antes terminaría por desconcertarme del todo.

- Nadie mejor que yo conoce mis prioridades, y nunca mi cargo me ha aportado lo que tú lo has hecho -mi voz se fue apagando un poco más con cada palabra, pues empezaba a ver que era inútil. Mi mano, que hasta el momento había estado reposando sobre su fría mejilla, descendió poco a poco, rozando su mano al caer. La sentía tan distante que tan solo el hecho de cogerle la mano me resultaba invasivo, así que dejé que cayera a un lado de mi cuerpo, al igual que la otra, que había descansado en su cintura. Tragué saliva, en el vano intento de que el nudo de mi garganta desapareciese, aunque fue inútil.

- ¿Por qué no quieres que vaya contigo? -pregunté tan serenamente como me fue posible, sin más rodeos, pues sabía perfectamente que era ese el motivo, aunque no sabía por qué- Si realmente sientes lo que dices sentir, ¿por qué te empeñas en dejarme aquí? Y no digas que es por mi deber. No es así. -dije con voz ronca, intentando asumir la certeza, pero prefería una respuesta clara. No la obligaría a estar conmigo de ser así, pero de lo contrario no iba a quedarme en Storybrooke simplemente por estar desatendiendo mis responsabilidades.

Fruncí el ceño mientras la escuchaba, sin llegar a comprender bien sus intenciones hasta que continuó explicándose. Lamentaba no haber conocido antes a Emma, no haber podido evitar ese sentimiento de abandono. Pero ahora había cambiado, ya no sería así.- No, no, no -dije acercándome a ella, esta vez sí. Quería volver a besarla de nuevo y demostrarle así que no tenía ninguna intención de repetir lo que le habían hecho hasta entonces- Emma, confía en mí. Esa parte de ti se equivoca, puedo demostrártelo. -dejé entrever una sonrisa ladina.

- Nunca he sentido nada por nadie, no sé qué es lo que siento y no puedo pedirte que tú lo hagas, porque eso sí que no sería justo, pero confía en mí Emma. Eso es todo lo que tienes que hacer -rocé una de sus manos, y entrelacé mis dedos entre los suyos- No te dejaré sola, ¿me oyes? -reí levemente dejando escapar un suspiro, recorriendo su sonrosada mejilla con una caricia- Ese es mi problema, por eso soy incapaz de darme por vencido, darme la vuelta y alejarme. No puedo dejarte sola, ni quiero hacerlo. -añadí, mirándole a los ojos.

A veces mi carencia de sentimientos me llevaba incluso a pensar que mi pecho estaba vacío, que ningún órgano latía más allá de mis costillas, pero sin duda, en aquel momento hablaba de corazón, sin pretender decir lo que ella quería oír.

Fruncí el ceño al ver cómo soltaba mi mano de pronto, y deseé que lo que presentía que iba a llegar no lo hiciese jamás. Pero lo hizo, y tanto que lo hizo. Eso que estaba esperando que no saliese salió, como un guantazo, o quizás peor, pues me temía que las consecuencias serían peores. Podía limitarme a negarlo, al fin y al cabo no tenía ninguna prueba que diese fe de ello, pero le acababa de decir que podía confiar en mí, y podía hacerlo. Era un golpe bajo, era injusto, y seguramente ella lo sabía, lo que me hacía preguntarme por qué lo había dicho.

¿Tantas ganas tenía de perderme de vista?- Había... algo, sí -no entendía por qué tenía que darle explicaciones, pero allí estaba yo, pisoteando mi dignidad para nada una vez más- Necesitaba sentir algo y lo busqué cuanto pude, Emma, aunque nunca llegué a encontrarlo, hasta ahora. Aun no te conocía cuando comenzó y... -suspiré frustrado- Pero eso no significa que no puedas confiar en mí, nunca te he mentido, ni una sola vez -insistí- y no pienso hacerlo. ¿Eres consciente de lo que estoy ofreciendo? -gruñí- Este pueblo, mi trabajo... es mi vida, Emma. No he salido nunca de aquí, y lo estoy poniendo todo en tus manos. Confía en mí como yo confío en ti -le supliqué, sin saber ya a qué más recurrir, aunque mis esperanzas de obtener una respuesta afirmativa por su parte iban dismimuyendo a cada segundo que pasaba.

Escudriñé el rostro de Emma buscando en él algún rastro de aceptación. No sabía si se conformaría con la explicación que acababa de darle, pero no tenía otra, por lo que esperaba que sí. Esperé con toda la paciencia que fui capaz de acumular, que no fue demasiada. Pero no podía hacer mucho más. No iba a obligar a Emma a cargar conmigo cuando fuese a Boston, no si ella no quería hacerlo realmente.

No fue una respuesta afirmativa lo que recibí, pero tampoco había ningún tono de negación, así que me atreví a acercarme a ella una vez más, lentamente para que no se sintiese coartada, y colocando mis manos alrededor de su cintura la besé de nuevo, aunque subí una de éstas hasta su mejilla, acariciándola con delicadeza durante el beso y encontrándola más templada de lo que lo había estado antes. Pero apenas nuestros labios llevaban unos segundos unidos cuando las imágenes volvieron a mí, esta vez de una forma aún más vívida, cómo si me hubiese transportado a otra realidad. Y entonces todo cobró sentido. El ciervo, los lobos, el bosque, Regina, la daga, a quien hasta entonces siempre había llamado Mary Margaret... Todo.

Recordaba mi pasado, recordaba lo que había ocurrido, y lo que era más importante, recordaba quién era. Sentí el cosquilleo de una lágrima por mi mejilla y me separé lentamente de Emma. Ahora sabía por qué era incapaz de sentir, y pensaba recuperar mi corazón a toda costa. Y todo gracias a ella- Gracias -murmuré, aunque estaba convencido de que le daríamos significados diferentes a aquella simple palabra.