La nueva secretaria[Regina Mills]

Ely Blair era una chica cabezota. Se había habituado al pueblo lentamente y costándole asimilar las novedades tecnológicas. Cuando la Alcaldesa la aceptó en su puesto, Ely Blair se sentía feliz dado que así podría guardar el rencor que tenía continuamente hacía el mundo infantil.
El día anterior al trabajo, Ely Blair se había empollado a la perfección los diferentes modelos de cafeteras que se podía encontrar en el despacho de la Alcaldesa. Aun que la conocía muy poco, Ely Blair había hecho migas con la Abuelita, para que la ayudase un poco con algunas cosas que se podía encontrar.
Ely Blair se había puesto una falda corta, una blusa con los dos botones de arriba desabrochados, sus tacones negros, perfume y había sido eficaz de llegar antes que la Alcaldesa y dejar el café caliente sobre la mesa de su despacho. A medida que pasaba por el ayuntamiento, las miradas se clavaban sobre el trasero de la preciosa Ely Blair, quién lo movía con salero sabiendo que las miradas de muchos hombres la estaban deseando.
Simplemente Ely Blair, y había deslumbrado a algunas personas de el Ayuntamiento. Descaradamente uno de los empleados la había mirado durante unos minutos los jugosos y rojos labios que se había maquillado minutos antes frente el espejo. Cuando volvió de el baño, esperaba que la Alcaldesa hubiera probado un poco de su café... y que le mandara hacer algo.

Nunca había tenido secretaria. Pero el hecho de que aquella chica que conocí en el café apareciese solicitándolo, me dejó inquieta. Tenía curiosidad por aquella mujer. Había algo en ella que me llamaba la atención más de lo que me gustaría. Cuando llegué al despacho la observé unos instantes. Daba la impresión de ser una auténtica fenme fatale. Yo había pasado por esa fase, aunque ahora era mucho más madura.

_ Bienvenida a bordo, Ely. Veo que recuerdas cómo me gusta el café, eso es un punto a tu favor._ dije, dando otro sorbo al que me había servido. Además, había llegado pronto, lo cual me gustaba. Esperaba que se ganase el sueldo, y no fuese como esa secretarias que se dedicaban a pasarse el día jugando con el ordenador o pintándose las uñas._ Para empezar necesito que revises estos informes de urbanismo.

Notaba su mirada clavarse en mí otra vez. Volví a sentir un escalofrío involuntario antes de sentarme en mi escritorio y sacar unos papeles que tenía que revisar. Aunque no entendía por qué, no me sentía capaz de concentrarme como debiera.

Ely dijo unas palabras que no debía. Cuando las pronunció detuve lo que estaba haciendo y la atravesé con la mirada. No sé que le habían contado sobre mí, pero yo no estafaba en las cuentas. Que hubiese querido matar a Blancanieves desde que ella tenía 9 años no significaba que no tuviese escrúpulos, económicamente hablando al menos. Nunca había robado dinero de los ingresos del pueblo, como bien le había demostrado a Emma Swan cuando trató de acusarme de hacer tal cosa.

_ No sé que le habrán contado sobre mí, pero yo no robo dinero de la comunidad._ Traté de no sonar alterada, pero lo cierto es que dudo que lo consiguiese. Me encontraba muy susceptible en esos días, producto de los continuos cambios por los que estaba pasando._ Así que no, no necesitaré ayuda de ese tipo.

Me desconcentré, y tuve que volver a empezar con el último documento que estaba leyendo. No podía evitar preguntarme por qué lo contratos usaban términos tan complicados. No había parado en los últimos días. Todos querían explicaciones, querían que yo lo resolviese todo tras romperse la maldición, y no iba a poder.

Me había gustado, y eso era lo que me temía. La oscuridad de mi interior clamaba por salir, y la adoraba. Habíamos convivido muchos años y era difícil deshacerse de ella tan de repente. Siempre que había ocasión, la reina malvada trataba de salir, y destruir la nueva vida que estaba construyendo. Y yo no podía permitirlo, porque entonces Henry jamás me querría, y la gente del pueblo.

_ Me lo he ganado, no puedo culpar a la gente por hacerlo. Aunque eso no significa que no me enfade._ murmuré, llevándome la mano a la cara. Terminé todos los informes y me dejé caer sobre la silla. Quería ver a Henry, abrazarlo y decirle que le quería. Todos los días sentía ganas._ Como quieras Ely, te lo agradecería mucho. Así quizás yo pueda relajarme un poco.

Cerré los ojos un instante y me miré al espejo. La reina malvada me devolvía la mirada, como siempre. Me preguntaba cómo estaría el cachorrito que Emma y yo le habíamos regalado. Me había gustado hacerlo, y sorprendentemente me había gustado estar con Emma. El hecho de no estar enfrentadas era incluso agradable.

Cuando Ely puso sus brazos en mis hombros me tensé unos segundos, porque aquello no terminaba de gustarme. Estaba teniendo conmigo un contacto demasiado íntimo, y eso me hacía sentir como una bestia esperando el momento propicio para atacar. Sin embargo, conseguí contenerme y dejar que la bestia se quedase donde debía estar, en lo más profundo de mí misma.

_ Dudo que tengamos los mismos pensamientos, Ely. Te agradecería que no te tomases tales confianzas. Apenas me conoces, Ely._ Le dije, apartando suavemente sus manos de mis hombros. Observé el reloj y me percaté de cómo el tiempo había pasado. Finalmente podría irme a casa a descansar_ Si me disculpas, creo que hemos terminado por hoy.

Cogí mis bártulos y me dirigí hacia la salida. Deseaba más que nada llegar a mi casa, tumbarme y relajarme un poco, y esperar el siguiente día, con el objetivo de ver a Henry y abrazarlo una vez más. No me había dado cuenta de lo importante que era para mí hasta que casi lo pierdo.