Can we start again? [Regina Mills]

No sabía qué estaba haciendo. Pero algo dentro de ella la impulsaba a ir a visitar a su... madrastra. Ahora que recordaba quien era, quería arreglarlo todo, poner fin a lo que una vez pudo parecer una batalla a muerte. Caminaba con paso seguro, directo, como siempre había hecho en El bosque Encantado, y como había perdido en Storybrooke. Sentaba bien volver a estar segura de sí misma.
Se paró frente a la puerta del ayuntamiento al llegar, y lo observó de arriba a abajo. Había estado antes allí, pero en ese momento le parecía totalmente distinto a como lo había visto las anteriores veces. Ella siempre confió en que Regina podía cambiar. Que aquella dulce persona que la salvó del caballo desbocado seguía en su interior. Y sabía con total certeza que no se equivocaba. Tomó aire tres veces seguidas, cada una para armarse de valor un poco más que la anterior, y llamó a la puerta, sin saber qué se encontraría en el recibimiento.
¿Regina querría verla o la mandaría marcharse? Alomejor era ella la única que quería arreglar las cosas, como tantas veces antes había ocurrido. Pero ella no se rendiría sin luchar.

Tras la ruptura de la maldición había tenido mucho trabajo que hacer, papeleo que normalmente no debía hacerse. Aunque en parte me distraía y me ayudaba a mantenerme serena. El hecho de que Ava y Nicholas hubiesen decidido quedarse conmigo me ayudaba particularmente a sentirme bien. A pesar de ser la malvada reina habían decidido darme otra oportunidad, e incluso las chicas me habían permitido salir indemne de su fiesta. No podía permitirme el lujo de recaer, o Henry no me lo perdonaría. Estaba en esos pensamientos cuando alguien tocó en mi puerta.

_ Blanca..._ murmuré al verla. Mis sentimientos hacia ella aún eran contradictorios. Por una parte estaba cansada de aquella guerra, pero por otra parte seguía echando mucho de menos a mi amado Daniel, y dudaba de que jamás pudiese volver a amar de aquel modo. No obstante, no podía dejar de pensar en Henry, y en lo que esperaba de mí._ Si he de ser sincera no esperaba que vinieses a verme. Pasa, siéntate, por favor.

Cerré la puerta tras ella y la llevé hasta mi despacho, volviendo a tomar el asiento que acababa de dejar. Era extraño, pues mi cuerpo de manera natural casi me instaba a saltarle encima y asesinarla. Se había convertido en un instinto para mí. Por ello permanecí inquieta en mi asiento.

_ ¿Y bien?

Al ver su cara a través del umbral de la puerta, no pudo por más que tensarse. Pudo ver en su cabeza como saltaba sobre ella, y rodeaba su garganta con los brazos. Incluso tuvo la sensación de que le faltaba el aire, hasta que se percató de que lo estaba conteniendo. Soltó el suspiro que tenía agazapado en la garganta de golpe, y pasó tras Regina, cuando ésta la invitó a entrar. Caminaba con pies de plomo, preguntándose si en algún momento tendría que echar a correr, o dejarla inconsciente hasta poder escapar. Pero todo parecía tranquilo. Por el ayuntamiento, no se escuchaba nada, y el despacho al que llegaron estaba impoluto, por lo que, algo reacia a sentarse, se apoyó levemente sobre el apoya brazos del propio sofá.

Notaba la tensión en el aire. Por su cabeza pasaban recuerdos, algunos buenos, otros malos, de los que había derivado esa tensión. Al escucharla, asintió. Ella tampoco pensaba ser esperada. Ni siquiera se había preparado nada para decir. Había ido en blanco, por decirlo de algún modo. Sin armas vocales, ni de ningún tipo. Exactamente igual que el día que fue citada para solucionarlo todo y se encontró mordiendo una manzana envenenada. Pero estaba convencida de que no viviría el mismo final de nuevo.
-Bueno, yo... -Murmuró, levantando la cabeza después tomando aire, con seguridad- Quiero aprovechar ésta segunda oportunidad, Regina. Quiero terminar con nuestra guerra incesante. Quiero... empezar de cero. -Lo soltó todo de golpe, rápida, como si temiese que Regina fuera a interrumpirla en medio de su discurso- Sé que ambas hemos hecho cosas de las que no nos sentimos orgullosas, y no digas que no, porque sé que aún resta algo de la Regina dulce y cándida que me salvó de aquel caballo desbocado cuando tan solo era una niña. Éramos amigas. Ibas a ser mi madrastra, y yo quería que lo fueras. Te quería, Regina. ¿No podemos volver a ese punto de nuestra historia?

Ella quería volver a empezar de nuevo, quería que yo volviese a ser para ella la sustituta de su madre que estuve a punto de ser. Y una parte de mí también deseaba aquello. Sin embargo las cosas eran más complicadas que aquello. La mujer que yo había sido había muerto con Daniel. Y la mujer que era ahora era verdaderamente distinta. Había sido algo que me había cambiado para siempre. Me retiré el aro de acero, y lo estuve paseando por mis manos. Una sonrisa ligera apareció al contemplarlo, olvidando por un instante todo cuando había pasado, todo lo que me había cambiado.

_ No soy esa mujer, Blanca. No puedo serlo sin Daniel. He cambiado, y hay cosas que por mucho que me esfuerce no van a volver a ser como eran. Llegué incluso a creer que me había convertido en mi madre, a la que tanto he odiado durante mi vida._ Hice una pausa, y volví a colocarme el aro de acero en su lugar, antes de levantar de nuevo la vista para ver el rostro de Blanca._ Durante todos estos años he necesitado culparte para poder seguir adelante. Pensé que la venganza me haría sentir mejor, que podría seguir adelante si te mataba. Me equivoqué.

La venganza no me había dado nada en absoluto. Tan sólo dolor y odio por parte del mundo, y una sensación de vacío en mi corazón. Estaba cansado de todo ello, de ser la malvada reina que había sido odiada por todos los niños de este mundo a los que contaban mi historia como un cuento de hadas. Me levanté y me senté esta vez junto a ella, mientras ponía la mano sobre su hombro.

_ Quiero intertarlo, Blanca, pero no sé que va a pasar.

Escuchó atentamente todo lo que decía. La veía dispuesta. E incluso con esperanza. ¿Por qué ella no iba a concederle la oportunidad que se merecía?
Se levantó y dejó de apoyarse en el brazo del sofá, observándola con una pose dulce, y comprensiva, aunque dura a la vez. Ahora ya no solo era Blancanieves. También era Mary Margaret. Asintió respecto a lo de Daniel. Lo entendía. Entendía que no podía cambiar de pronto, dejar de ser en lo que se había convertido de golpe. Pero la enorgullecía el hecho de que, al menos, intentase arreglarlo todo.

-Si no lo intentamos, nunca lo sabremos, Regina. -Murmuró, manteniéndole la mirada con sus ojos claros, y esbozando una suave sonrisa. Una parte de ella la había echado de menos, por mucho daño que le hubiera causado. Esa figura maternal que podía haber sido apretaba su corazón con fuerza, recordándole que pasó su vida sola. Sin nadie en quien respaldarse. Le tendió la mano, segura, esperanzada, esperando que la tomase.- ¿Empezamos de cero, pues?

Era difícil olvidar las viejas costumbres, pero quería hacerlo. No podía recuperar a Daniel, pero al estar con mis niños, había sentido en mi interior un calor parecido al que tenía estando con él. El amor era agradable, me hacía sentir particularmente bien, y entendía por qué Blancanieves había luchado tanto por conservar a su príncipe, al que no había llegado a asesinar por el hecho de recordarme a mi amado. ¿Que habría pasado si lo hubiese hecho? ¿Acaso Blancanieves habría tenido un destino similar al mío? ¿Acaso habría continuado el ciclo que había comenzado con mi madre?

_ No, desde cero no, eso sería tonto después de todo lo que hemos pasado. ¿No crees?_ Sonreí un poco rodeándola con los brazos. Recordaba ese tacto débilmente, pues no la había abrazado desde que había transcurrido el funeral de su padre. Ella me había quitado a Daniel, pero yo le había quitado a su padre. Nos habíamos hecho mucho daño, y ya era hora de acabar con aquel dolor que nos atrapaba._ Sé que nos será difícil confiar al principio. Pero espero llegar a quererte como lo hice una vez, como quiero a Henry, Ava o Nicholas.

Había leído como nos describían los cuentos infantiles, como me mostraban como una egoísta, alguien sin corazón. Era mejor que eso, y quería demostrarlo. La oscuridad seguía en mi corazón, por supuesto, pero trataría de ocultarla en las profundidades de mi ser, donde no pudiese dañar a las personas que quería, en un lugar que me permitiese continuar con mi vida.

Al sentir su abrazo, no pudo evitar estremecerse, Hacía tanto que una figura similar a la materna no estaba a su lado... La sensación era extraña, pero reconfortante a la vez. La había echado de menos. Y eso era algo que no quería ya ocultar.

Correspondió su abrazo de manera cálida y tranquila, mientras escuchaba cada una de sus palabras como si fuesen una nana, o una melodía preciosa. Todo aquello le sonaba tan bien... Volver a ser feliz, sin problemas. Casi le sonaba a cuento... aunque ella provenía de uno, así que, ¿qué importaba?
Se separó de ella, soltando el calor que le propiciaba, y la miró con una sonrisa de aprobación, cándida y calmada. Enorgullecida.

-Nuestra vida ha sido... compleja. -Le costó encontrar la palabra adecuada para describirla. Había estado llena de altibajos. Y no precisamente débiles. Se habían hecho tanto daño... No siempre de manera intencionada, pero eso no quitaba lo que había pasado entre ambas.- Pero nada de lo que no podamos recuperarnos. -Sonrió de nuevo, como si todo fuese tan simple como bajar las armas entre ambas: [i]en ese instante se lo parecía. - Yo... sé que puedo volver a quererte como la madre que debías haber sido para mí.

Realmente no estaba segura de aquella situación, pero el calor de Blancanieves era muy agradable. Supuse que podríamos intentarlo, pues a fin de cuentas yo la había querido mucho. Nada cambiaba lo que nos habíamos hecho, pero era una batalla que ninguna de las dos parecía ser capaz de ganar, y estábamos cansadas. Cansadas de meter a los demás en un conflicto que ninguna de las dos disfrutábamos en absoluto. Yo creía que lo hacía, pero no era cierto, cuando sentí que había perdido, me sentí liberada, sentí que podía volver a ser yo misma.

_ ¿Eso convierte a Henry en mi... bisnieto?_ Alcé una ceja al pensarlo, sintiéndome terriblemente vieja repentinamente. A fin de cuentas tenía más casi 70 años, pero desde luego se podría decir que me conservaba realmente bien. A pesar de todo mi vida estaba empezando ahora, y seguía teniendo treinta y nueve años de tiempo transcurrido._ No me había parado a pensar en lo larga que ha sido nuestra historia.

Le había tratado como a mi hijo, y esperaba que no cambiase nuestra relación. Si me llamaba "Abuela Regina" creo que no podría soportarlo. Parecía que había sido el día anterior cuando había besado a Daniel por primera vez, cuando cabalgábamos juntos, con el viento acariciando nuestros rostros.

_ Quiero cabalgar.