Carried away by a moonlight shadow [Garfio]

Me sequé las manos en la camisa que tan grande me quedaba, no sabía que acababa de ganarme mi libertad pues no me había dado cuenta de que el cinturón se había soltado y se había deslizado por mis caderas hasta llegar al suelo. Lo que acababa de decir y sentir me había puesto nerviosa porque era la primera vez en mucho tiempo que trataba así a un hombre. Con David era diferente, para mi él y Blanca eran como hermanos, mi familia, gente que no me había despreciado tras ver como había matado, aunque a decir verdad fui una buena aliada en tiempos de guerra que también prefiero olvidar.

Me quedé sorprendida al ver que mi jaula se había abierto. Mi parte más animal, la que conectaba con los instintos del lobo me instaba a salir corriendo de ese barco porque ansiaba la libertad, a pesar de haber estado poco tiempo retenida. Pero le había dicho que no lo iba a dejar solo y no quería dejarlo solo, a decir verdad no quería alejarme de él. Desvié la mirada hacia las escaleras que me darían el paso a la libertad, a volver con mi familia, pero después me giré hacia él y sonreí. Para muchos sonará como si hubiera perdido la cabeza, pero nunca había tenido tan claro donde estaba el Norte como en este momento.

Caminé hacia él y acaricié su rostro con timidez, su espesa barba me pinchaba los dedos, pero era un tacto agradable. Sonreí con timidez y le miré fijamente -Y pienso cumplirla -el tema de mi desaparición de Storybrooke ya lo trataría con él en otro momento, ahora no tenía muy claro que estaba pasando. Mi cerebro le había dado al off momentáneamente y no sé que me guiaba en estos momentos. -Siempre trato de cumplir las promesas que hago, no voy a dejarte solo... la traición no es mi estilo.

He de decir que esa mujer no dejaba de sorprenderme. Cualquier otra persona en su situación habría salido corriendo en cuanto se diese cuenta de que la situación así lo requería. Ella, en cambio, se había quedado a pesar de que era completamente libre. Y su mirada clavada en mí me estaba poniendo nervioso. Colocó las manos sobre mi rostro y por un momento me quedé congelado. Sus manos eran cálidas y suaves, en nada comparables a la mía propia, áspera como la de todos los marinos. Sin embargo no pude evitar acariciarle el suyo.

Hacía mucho que no acariciaba el rostro de una mujer, no desde que Milah estaba conmigo. Ella había sido el eje de mi vida, y ahora, sin ella, me sentía completamente vacío y desamparado. Y entonces lo sentí. Sentí un calor apoderarse de mi pecho, la llamada de que la persona que estaba delante de mí era especial. Era un sentimiento que rechazaba, pero contra el que temía no poder luchar. Ella me tenía fascinado, con su comportamiento irracional, con su innegable atractivo, con su decisión de tomar siempre la decisión correcta, y porque demostraba una lealtad que podría compararse acertadamente con la de un lobo.

_ Eso lo supe en cuanto te encontré. Pude ver que eras una buena persona._ No sabía cuánto tiempo llevábamos mirándonos, pero no podía apartar mis ojos de los suyos, y tampoco deseaba hacerlo. Mi mano seguía sobre su rostro, y no me negué el capricho de apartarle el cabello y colocárselo detrás de la oreja. Aquel era un gesto simple, banal, pero entre las muchas cosas que había hecho durante siglos, colocar el cabello detrás del cabello de una mujer no era una de ellas._ Un tipo de persona que no había visto desde hace muchos años.

Su tacto era áspero pero agradable, estaba acostumbrada a las caricias de las ásperas manos de un herrero, pero al contrario de lo que me pensaba la del marino la superaba. Sonreí sincera cuando noté el calor de su mano en mi cara. Hacía mucho tiempo que un hombre no tenía ese gesto conmigo... aunque mejor dicho no es que lo dejara. Como la Ruby maldita imagino que me habré dado el lote con alguno que otro, pero si algo sabía era que nunca había llegado al final. Peter y yo nunca llegamos a hacer nada, a parte de compartir fugaces besos en el postigo y otros más apasionados e intensos en el establo pero en aquella época éramos bastante pavitos.

Aún no sabía muy bien de que iba esto pero por primera vez en treinta años mi corazón parecía volver a inquietarse y no en el mal sentido. Eso me preocupaba bastante no por el hecho de que fuera un pirata o que probablemente estar a su lado me traería más de un dolor de cabeza y no precisamente me lo causaría él, sino porque la última vez que amé, él salió muy mal parado. Y me daba miedo volver a amar y volver a hacerle daño a alguien a quien quisiera de esa manera. Por mucho que controlara sería peligrosa siempre, aunque si no dejaba de pensar en mi como un monstruo, tal como dijo mi madre durante el poco tiempo que estuve con ella, podría perder el control de mi misma.

Sus palabras me hicieron sonreír y el gesto que tuvo al colocarme el mechón tras la oreja me hizo sonrojarme un tanto. Instintivamente giré un poco la cara y deposité un casto beso en su mano -Puede que suene como una locura... sobretodo desde mi punto de vista, pero creo que la otra noche estaba en el lugar indicado a la hora exacta... no ha sido malo del todo ser tu prisionera -bromeé un poco. Parecía mentira que la pasada noche me secuestrara y ahora con mi libertad a tan solo un par de golpes y una buena carrera me quedara ahí haciendo... no sabía muy bien que estaba haciendo.

Una parte de mí agradeció que apartara la mirada, porque estaba a punto de perder la cabeza. Lo que estaba haciendo era una completa locura y a pesar de ello, hacía tiempo que no me sentía más seguro de algo en mi vida. Yo la había apresado, pero sin embargo sentía que el que estaba atrapado era yo. Y no era algo que lamentase. En ese momento supe, que deseaba besarla, pero no podría conseguir uno de esos besos robados que tanto tiempo había estaba coleccionando durante mi periplo por los mundos. No con ella, porque sabía que entonces si que saldría mal parado.

_ O quizás estabas en el lugar menos adecuado en el momento más inoportuno, según quieras mirarlo. Aunque admito que haces que me sienta halagado._ Le confié, mientras la observaba una vez más. Sabía que pronto se iría. De una manera o de otra tendría que marcharse, puesto que si Cora la descubría, tendríamos graves problemas. Aunque estaba seguro de que tenía otras preocupaciones en aquellos momentos, unas que concernían en especial a sus hijas._ Creo que es mejor que te pongas algo más apropiado, que no te haga tropezar, preferiblemente.

Durante mucho tiempo por los mares habían circulado historias sobre mí. Y estaba seguro de que ninguna de ellas narraba nada parecido a lo que Ruby estaba contemplando. Sin embargo, mientras descendía al camarote, preguntándome si al final cambiaría de opinión y se marcharía, no dejaba de darle vueltas a todo, y eso incluía el garfio, a decir verdad. Se había salido de su eje y había tenido que ajustarlo.

Sus ojos eran un mar de amargura, lo supe desde la noche que los miré frente a frente. Pero parecía que esa amargura se aliviaba cada vez que sonreía. Una sonrisa traviesa pero a la vez encantadora. Me quise coger por los hombros y zarandearme a mi misma, lo que estaba haciendo y sintiendo era un disparate. ¿Por qué simplemente no me iba y alarmaba de que algo muy gordo estaba pasando? Desconocía lo que se estaba cociendo fuera del barco pero... no quería ni imaginar como se quedaría el hombre que estaba delante de mi, su sonrisa tras haberle dicho que no lo dejaría solo era una buena causa para quedarme junto a él.
-Depende de quién lo mire, ahora tienes un licántropo en el barco... -murmuré algo más tímida.

Tras un momento de tensión en el que de haberse acercado lo hubiera besado sin lugar a dudas agradecí que sacara la escusa de mi vestuario. Iba con uno de sus pantalones que me quedaba largo y ancho y de la camisa podría decirse lo mismo.
Escuché como le daba vueltas al garfio, parecía nervioso o pensativo... o ambas cosas. -A estas alturas mi ropa ya estará seca -comenté mientras descendíamos para romper el silencio. -No hace falta que te preocupes por mis posibles caídas, tengo buenos reflejos. -Nuevamente, cosas de lobos.

Una vez en el camarote del capitán cogí el vestido que llevaba ayer, ya estaba seco aunque algo tieso por el agua del mar, al igual que las medias negras y mis botas... bueno, creo que es algo de lo que ya me puedo olvidar, estaban siniestro total.

Banda sonora
A mí seguía sin preocuparme que ella fuese o no hija de la luna. Calculaba que aún quedaban unos cuantos días para la noche de Luna y entonces sería cuando tomase las precauciones oportunas. Dicho sea de paso, no tenía intención alguna de hacerle daño cuando eso sucediese, o al menos esperaba que no llegásemos a ese extremo. Su Chico, cuyo nombre precisamente coincidía con el de cierta criatura repelente de Nunca jamás en la que no quería pensar en demasía, porque causaría que me doliese la cabeza. Cuando vi el estado de sus prendas no pude evitar lanzar una pequeña risa.

_ La ropa que se hace en este mundo no sirve para darse chapuzones en el agua salada, querida._ Le recordé, mientras abría el arcón en el que la había dejando el día anterior. Aparté las sábanas y entre las ropas encontré lo que estaba buscando. Cogí las prendas con sumo cuidado y las observé unos instantes con melancolía antes de entregárselas. Eran otro recuerdo, uno del que hubiese preferido no desprenderme, pero allí estaba dándoselas a alguien que podría destrozarlas en una noche de Luna. Desde luego no lo había pensado con detenimiento._ ¿Me harás el favor de cuidarlas?

Hice la pregunta, aunque no esperaba respuesta, porque estaba seguro de que lo haría. Otra vez me había quedado atrapado en su mirada. Era como un poderoso imán que atraía mis ojos, y no podía apartarlos de ella cuando se ponía en marcha. Sabía que no iba a aguantar mucho más si seguíamos en la línea en la que estábamos. Yo no era de piedra, precisamente.

No pude evitar que me temblara el pulso cuando me ofreció aquellas ropas de mujer. Eran probablemente de su difunto amor y yo más que nada sabía lo que significaba. No podía aceptar algo así, eran un recuerdo, como un santuario para él, el recuerdo de alguien insustituible al igual que lo era Peter.

-Killian... yo -dije mirándolo con cara de circunstancia -¿Estás seguro de que quieres que lo lleve? -De un momento agradable habíamos pasado a algo más tenso. Puede que ni Peter ni su mujer fueran olvidados por nosotros, puede que algún día... y viendo como me sentía a su lado y la tensión que había en el ambiente puede que ese día no fuera muy lejano para ambos. -Es un recuerdo muy importante para ti... -murmuré algo preocupada. Puede que el mayor error que cometíamos ambos era vivir tan anclados en los recuerdos de quien no va a volver. Eso era fácil de decir en teoría pero era difícil llevarlo a la práctica.

Volví a quedarme mirándolo fijamente, esos ojos eran puro magnetismo, eran como un libro abierto para mi puede que el pirata fuese capaz de mantener su cara de póker pero sus hermosos ojos lo delataban quisiera o no. Por mucho frío que hiciera fuera yo comenzaba a sentir calor, lo achaqué a que me estaba ruborizando haciendo honor a mi nombre real... Caperucita Roja y al actual también, roja como un rubí.

Banda sonora
Era demasiado difícil tratar de mantener la compostura en esa situación. No con aquel brillo en los ojos de Ruby, no con el rubor de sus mejillas. No podía evitar lo que estaba a punto de suceder, era incapaz. Dejé las prendas de Milah en el arcón y volví a clavar mis ojos en ella. Era despampanante, y me sorprendía que nadie hubiese logrado llenar el vacío que Peter había dejado. ¿Tanto miedo tenían al lobo como para no ver a la mujer que tenían delante de sus ojos?

_ Tengo que estar loco..._ murmuré, mientras me acercaba a ella y volvía a colocar mi mano sobre su rostro. Sentí como si un rayo circulase por mi cuerpo, haciendo temblar cada fibra de mi ser. Y tomé la decisión en una millonésima de segundo. Sin riesgo, no se alcanzaba ninguna recompensa. Y estaba a punto de arriesgarme más de lo que había llegado a arriesgarme el mismo tiempo._ Perdóname, Ruby.

La rodeé con mis brazos y la observé, sintiendo su calor, su respiración. Cerré los ojos un momento. Sabía que ella seguía ruborizada, y más que lo iba a estar. Me separé y le alcé el mentón con la mano, acercando su rostro al mío. Cerré los ojos, y uní mis labios a los suyos. Aquel era un beso casto, suave, y algo impropio de mí. Era un beso que incluso desde fuera parecía muy bonito, muy tierno.

El mar de su mirada se tornó fuego, no era que sus ojos se hubieran vuelto rojos, sino que el calor que yo estaba sintiendo también lo sentía él. Era una situación que tanto él como yo sabíamos como terminaría. Por primera vez en treinta años sentí ganas de volver a besar a un hombre.

No sabía cuanto tiempo sería capaz de sostenerle la mirada sin querer besarlo. Observé como guardaba las prendas y venía hacia mi. Podría parecer aterrador ver a ese pirata, del que se contaban aterradoras leyendas,acercarse tan decididamente a uno pero a mi no me dio miedo. Nunca podría tenerle miedo.

Me noté reconfortada al estar entre sus brazos, escuchándolo respirar y oyendo como su corazón y el mío iban latiendo al mismo ritmo. Cerré los ojos cuando sus labios se posaron delicadamente sobre los mios. Lo rodeé con mis brazos y respondí a su beso de buena gana. Me sorprendió que un hombre como él pudiera dar un beso tan tierno.

Me separé unos escasos centímetros para mirarle a los ojos. No dije nada, no tenía palabras y no era necesario hablar, hay veces que una mirada y una sonrisa bastaban para decir cosas que no podían describirse con palabras. Ese pirata había conseguido algo que nadie antes había hecho en tantos años.

Habíamos iniciado algo. Algo que era realmente especial. Quería a Ruby, y ella se había quedado conmigo por la misma razón. Acaricia su cabello, sin dejar de mirarla otra vez. No eran necesarias palabras, puesto que nuestras miradas nos lo decían todo. Era un lenguaje poco conocido, pero que nosotros ahora dominábamos. Era algo dulce, especial, poco propio de un pirata.

Pero allí estaba yo, inclinándome para darle otro beso así de suave. Ella me había aceptado, y había roto un paradigma que llevaba tres siglos rondándome. Ella podría llenar el vacío de Milah, puesto que si ella no podía, es que nadie sería capaz de hacerlo. Una parte de mí debió saberlo desde el primer momento, y quizás por ello me estaba empezando a sentir culpable.

_ Supongo que sabrás que no he venido solo a esta ciudad._ susurré, sin poder mirarla. Era momento de ser sincero y decirle que todo el mundo estaba en peligro. Después de aquel beso, que ambos teníamos claro que significaba, me correspondía ser sincero con ella, al menos en eso._ Y la persona que me ha acompañado, es realmente peligrosa...

Le acaricié el pelo y le miré como si fuera un ciego que viera la luz por primera vez en muchos años, porque en cierto modo era así. Si algo había aprendido en esta vida es que todo pasa por algo. Si de algo iba a encargarme era de borrar la amargura de la soledad de ese atractivo rostro. Le sonreí con ternura y tras un segundo beso que le devolví con el hambre de treinta años me quedé con la cabeza apoyada en su pecho, abrazada a él, deseando que ese momento durara toda la vida. Peter siempre estará en mi recuerdo y en mi corazón siempre tendría un lugar porque lo amé de verdad, pero ahora le había cedido el paso al hombre que abrazaba, por el cual lucharía por un final feliz, como en los cuentos que se contaban de nosotros.

Aquí había comenzado algo que costaría de entender para el resto del mundo puede que tuviera que luchar por él y nada es más feroz que una loba luchando por lo suyo. Lo miré cuando volvió a hablar, era hora de dejar la pequeña burbuja por un momento y volver a la realidad. Sus palabras me preocupaban. Desde a noche quise saber quien lo acompañaba ya que lo único que sabía es que usaba magia, una magia que podía ocultar el barco de los demás.

-¿Quién es esa mujer? -pregunté algo asustada, pues era una noticia que tendría que avisar en el pueblo si tan peligrosa era... pero no quería dejarlo solo ni un segundo, no quería que pensara que lo estaba traicionando, si salía del barco saldría junto a él y si fuera se ponían tontos me tocaría sacar los dientes. -Deberíamos avisar en el pueblo... a David, a Blanca, a Emma... e incluso a Regina y Gold... -eso último fue más un pensamiento en voz alta que un comentario, desvié la mirada distraida mientras musitaba los nombres para luego volver -Si estamos en peligro hay que avisar

Sabía que mis palabras provocarían una reacción parecida a la que acababa de ver. Estaba seguro de que Ruby se preocuparía por sus amigos y querría contarles lo que estaba pasando. Y yo quería ayudarla, pero cuando mencionó a Gold me eché para atrás. Sabía bien quien era, y por eso mismo me eché atrás con aquella propuesta.

_ Su nombre es Cora y ella es... La madre de la reina._ Murmuré, sin mirarla. Estaba agobiado ante la perspectiva de volver a encontrarme con el cocodrilo, porque no sabía si podría responder de mis actos. No obstante, no quería acabar sólo otra vez. Así pues, no me quedaba más remedio que seguirla._ De acuerdo, pero ya te digo que si veo al cocodrilo no podré responder de mis actos.

Ahora era yo el que la seguía por el pueblo, que me parecía mucho más grande de lo que yo había pensado. Quería proteger a sus amigos, igual que yo deseaba protegerla a ella. A pesar de todo lo que más me preocupaba era que los planes de Cora tuviesen éxito y lograse reclutar a Regina, pues entonces tendríamos verdaderos problemas que dudaba que pudiésemos solventar.