Carried away by a moonlight shadow [Garfio]

El reloj marcaba las doce de la noche. La hora de las brujas. Di las últimas pasadas a la cafetería dejándolo todo en orden para mañana por la mañana llegar y empezar a funcionar, como llevábamos haciendo durante veintiocho años, pero ahora por primera vez éramos conscientes de ello. La maldición se había roto hacía ya más de un par de semanas. Todos nuestros recuerdos habían vuelto a nosotros, habíamos recuperado nuestra identidad y aunque echaba de menos la jovialidad y la alegría de Ruby me alegraba de volver a ser Roja.

La primera luna llena de Storybrooke transcurrió algo movida, puesto que yo no me creía capaz de volver a controlarme cuando era una loba pero estaba equivocada. La loba no volvería a atacar a nadie, aunque eso era cuestionable ya que mi presencia en la lucha que emprendieron Charming y Blanca para recuperar el reino mi condición vino de perlas, así que también era un buen método de defensa.

Cerré completamente la cafetería, el corazón de este pueblo. Casi todas las cosas importantes pasaban por la cafetería de mi abuelita. Tenía algo que atraía a la gente. Era un lugar acogedor. No sé como no se nos ocurrió abrir una taberna allá en nuestro reino. Una vez estuvo todo en orden eché el cierre y salí a dar un paseo, solía hacerlo casi todas las noches. Aunque la de hoy era especial. Desde hacía unas semanas algo había cambiado. No sabía explicar el qué ni el cómo, pero estaba segura de que tranquilidad precisamente no íbamos a tener en mucho tiempo.

Caminaba por las calles desiertas de Storybrooke, no me preocupara que hubiera alguien merodeando por ahí. Pese a mis apariencias yo era mucho más rápida que cualquier otra persona y mis ojos avisaban cambiando momentáneamente del azul al ámbar... cosas de lobos.
Había algo en el aire que había cambiado, o puede que fuera mi intuición o que estaba algo cansada, aunque esa última opción la descartaba. El mar olía distinto. No era el mismo olor a salado de siempre, había algo más. No tenía ni idea y quizás debería hablar con David primero antes de ir a investigar yo sola de aventurera por la vida. Pero él acababa de pasar por un momento delicado. Había recuperado a su familia, a su hija añadiendo también a un nieto que no esperaban, el pequeño Henry, sin el cual Emma no habría llegado al pueblo y bueno... ya sabemos las consecuencias que eso hubiera traído.

Paseaba tranquilamente por el puerto, sin buscar nada ni siquiera estaba alerta. Puede que mis intuiciones no fueran más que eso. Miraba distraídamente las estrellas y escuchaba el sonido de las olas allá en la playa. Pude escuchar unos pasos no muy lejos. Puede que fuera Whale borracho como una cuba como de costumbre o alguna otra persona con ganas de pasear, como yo o puede que también fuera quien había cambiado el olor del mar. Trayendo consigo un olor más "azul". -¿Quién anda ahí?

Cora era una mujer francamente cargante si se lo proponía. Su obsesión por hacer las cosas a su manera me estaba volviendo loco. Mucho más al saber que no iba a poder acabar con el cocodrilo y obtener mi justa venganza. No después de lo mucho que había luchado por llegar hasta aquel lugar.

Aquellas noches en cubierta, con la oscuridad y las estrellas como compañeras, no hacían otra cosa que recordarme a Milah. Y con ella una vez más alimentaban la llama de la venganza que tanto tiempo me había acompañado. La causa de ese soledad que tanto tiempo me había acompañado.

Abandoné el barco para recorrer las calles, a sabiendas de que en ellas no hallaría aquello que buscaba. Aunque quizás si una dama que me hiciera olvidar, al menos por el momento, el dolor de la pérdida de Milah. Y parecía que no estaba tan errado cuando encontré a alguien escrutando la oscuridad de la que acababa de salir.

_ Tan sólo un simple marino, no os inquietéis_ dije, haciendo una reverencia.

Me sobresalté al escuchar la voz que me pedía que me tranquilizara. No sé por qué no esperaba nada bueno. Esa voz grave y áspera pertenecía a un atractivo hombre que merodeaba por el pueblo. Alto, atlético, cabellos de un negro azabache que me recordaban al pelaje que tenía transformada en loba y con el mar en los ojos. Pese a que me llamó la atención no me dejé llevar por su atractivo que no era poco. Nunca lo había visto, no lo recordaba de nuestra tierra pero no lo había visto nunca por Storybrooke, me dio pie a pensar que posiblemente fuera un extranjero... pero era imposible, un marino no habría venido nunca a Storybrooke pidiendo trabajo porque ni siquiera sabría de la existencia de este pueblo.

Mas lo que me alarmó definitivamente, era su vestimenta. Estaba claro que no mentía en relación a su oficio pues ese olor a salitre tan pegado a la piel solo podía ser de un marino. Pero la ropa que llevaba era de nuestro reino. Retrasé un paso y lo miré con el ceño fruncido, desconfiada, tenía toda la pinta de un corsario y eso solo podía tener una explicación... una explicación que parecía de locos pero ¿qué otra cosa podría ser? Parecía recién llegado de nuestra tierra, del Bosque Encantado. -¿De donde ha salido usted? Nunca lo he visto trabajando en el muelle -por supuesto que no, no parecía un simple pescador, ese hombre era algo mucho más grande.

Banda sonora
Podía notar la desconfianza en los ojos de una persona a leguas de distancia. Quizás mi paseo no había sido una gran idea después de todo. Aunque no esperaba encontrarme a nadie por aquellos lares a dichas horas intempestivas, en las que prácticamente todos los habitantes de la ciudad estaban ya en brazos de Morfeo, que prefería rehuirme por más que buscaba su consuelo.

_ Vengo de tantos sitios que sería difícil precisar cómo contestar a esa pregunta. Mas yo si albergo mis propias dudas._ Dije, con una sonrisa curiosa en mis labios. Parecía que a pesar de todo aún no había visto mi garfio, por lo que tuve el acierto de meter mi mano mala en la chaqueta, mientras hacía un gesto para despistar._ He de preguntarme que hace una joven tan encantadora dando un paseo por un lugar como estos muelles.

Poco sabía que me estaba delatando a mí mismo con aquellas palabras, puesto que en el pueblo todos conocían a la mujer que tenía delante. Ignorando aquello yo seguía con mi juego, creyendo que lograba mi objetivo, de al menos distraer su atención por un rato y conseguir zafarme sin consecuencias.

La desconfianza se hizo más presente en mi mirar, no entendía a ese hombre. Si creía que podría engatusarme con esa sonrisa y esa cara bonita iba a llevarse una gran decepción conmigo.
No obstante sonreí enigmática, él sabría igual que yo que no le seguía la corriente. Su contestación había sido de lo más enrevesada, en sus palabras no había información alguna, eran vacías dándome largas para no contestarme nada y que yo le diera la insignificante información que me pedía.

-Un simple paseo nocturno -dije manteniendo mi sonrisa e interrogándolo con la mirada -El mismo paseo que doy todas las noches por este puerto -en lugar de seguir mostrándome a la defensiva añadí algo más de calidez a mi sonrisa y aunque en un principio iba a ser fingida luego fue real ya que por un momento pensé lo desagradable que es que desconfíen de ti sin apenas conocerte, con solo una mirada. Yo sabía lo que era la gelidez de la gente cuando me miraban como si llevara escrita en la frente la palabra "licántropo".

Observé que se metió la mano izquierda en el bolsillo, esbocé media sonrisa y le tendí mi izquierda para obligarlo a sacar la que había ocultado en el bolsillo -Todos me llaman Roja -sonreí presentándome y poniéndolo en un aprieto en el caso de que no fuera de fiar

De perdidos al río, me había pillado y no ganaba nada tratando de ocultar quién era. A fin de cuentas, por mí mismo no tenía ningún peligro. La que lo entrañaba era Cora. Si me ahorraba ese detalle, podría presentarme sin más. Y cuando extendió la mano me eché a reír. Llegado a ese punto no tenía escapatoria.

_ Te daría la mano si la tuviese, preciosa._ le dije, mostrándole el garfio plateado, que resplandecía con la luz de las farolas. Roja era su nombre, un nombre curioso, a decir verdad. ¿Roja como la sangre? ¿Como el escarlata de sus labios? Debía haber algún motivo tras aquel nombre, y me juré que lo averiguaría._ Yo soy Killian Jones, aunque la gente suele conocerme como el capitán Garfio.

Expresé una sonrisa pícara, puesto que ya que había soltado la verdad me sentía mejor. No me gustaba mentir si no era necesaria, y mucho menos a una dama, cuando ellas lograban sacar siempre de mí el lado caballeroso que les guardaba sólo para ellas, igual que la sonrisa. Nadie se resiste a este pirata.

Instintivamente eché un paso atrás al ver el garfio que llevaba en lugar de su mano izquierda. Creí que el hombre del garfio era una leyenda para asustar a los niños. Cuando a mi abuela le daba por variar y dejar de asustarme con el lobo, para que me fuera a dormir me hablaba del peligroso pirata que surcaba los mares y no dejaba supervivientes en los puertos que atacaba. Nunca creí que fueran ciertas las leyendas, pero de serlo... ¿Cuántos años tendría? El hombre que estaba delante de mi no debería de tener más de treinta y cinco años, de ser él el Capitán Garfio debería tener por lo menos trescientos años.

Lo que más me importaba ahora era saber cómo había llegado aquí, estaba segura de que no había llegado con la maldición algo que a priori podía ser inexplicable puesto que se supone que todos habíamos venido aquí. Pero su vestimenta y sus palabras lo delataban y me decían lo imposible -¿Y como ha llegado el Capitán Garfio a Storybrooke? -pregunté distante y alerta, no me fiaba ni un pelo de él. Eso era evidente. -Tú no has llegado con la maldición -no me quedaba otra, tendría que averiguarlo por las buenas o darle la sorpresa de su vida y que una personita de cincuenta kilos lo tumbara y lo llevara a comisaría.

También era cierto que por este pueblo paseaban nada menos que el Ser Oscuro y la Reina Malvada a sus anchas y al parecer los ciudadanos nos habíamos acostumbrado a ello. No obstante seguía intrigada por el pirata, no fascinada, aunque puede que esa amargura en la mirada que profesaba el pirata tuviera algún misterio que desentrañar. ¿Qué podría haberla generado? En realidad yo conocía bien esa mirada puesto que la veía en mis ojos cada vez que me miraba en el espejo y que inevitablemente me reconducía al recuerdo de Peter y aquella fatídica noche.

Tenía que pensar deprisa. No podía dejar que esa mujer fuese por allí comentando que me había visto. La gente acabaría por hacer preguntas, y esas preguntas llegarían a conectarnos a Cora y a mí. Y entonces acabaría metido en una celda, probablemente sin mi garfio. Una situación por la que no tenía intención de tener que pasar. Tendría que aprovechar el momento oportuno.

_ Eso, preciosa... es algo que preferiría mantener en secreto._ dije, frunciéndo el ceño con aparente preocupación. Tenía que pensar rápido cómo actuar. Algo me indicaba que aquella mujer no era fácil de tumbar y que no iba a poder tomarla por sopresa con facilidad._ Quizás podamos hacer un trato si...

En ese momento la suela de mi zapato resbaló contra la madera húmeda del muelle y resbalé. Me aferré a la joven y los dos nos precipitamos hacia el mar. No era parte de mi plan, pero era un golpe de suerte que podría aprovechar para capturarla.

Se me erizó hasta el último pelo del cuerpo. Lo vi amenazador. Era el tipo de hombre que haría lo que fuera por borrar sus huellas. A pesar de que tenía cientos de preguntas en mi cabeza tras que el pirata sin palabra alguna me descubriera que el Bosque Encantado seguía existiendo y era algo que junto con su preocupante presencia iba a informar, algo que él también sabía e intentaría impedir a toda costa. No era luna llena, eso me quitaba ventaja, porque si no ya me habría convertido y lo habría llevado arrastrando cogido del pescuezo por toda la ciudad hasta llevarlo a comisaría.

Lástima que la luna me hubiera jugado una mala pasada como esa. Aunque todo ocurre por una razón, eso es algo que descubriría más adelante, ahora aún no es el momento. -Lo siento Garfio, creo que eso es algo que no vas a tener oportunidad de ocultar -dije mirándolo fijamente tratando de fijarme solo en la maldad que podría encontrar en sus ojos.

No me lo vi venir. Se acercó a mi y resbaló, si no me hubiera arrastrado con él haciéndome caer al agua me habría reído muy a gusto pero la rueda de la fortuna había girado en menos de una milésima de segundo a su favor puesto que aunque en tierra era muy veloz en agua era bastante patosa y él era un pirata, ahora yo estaba en su elemento por muy manco que fuera. No obstante nadé con la esperanza de tocar tierra firme y volver a cambiar la suerte.

Mi plan había salido bien, y había conseguido alejarla de tierra. Y si algo se me daba bien era nadar. La aferré de la camisa por el garfio y tiré de ella hasta el barco. No fue una travesía sencilla, pues me lo estaba poniendo difícil. Era fuerte para ser una mujer. En cualquier caso, para cuando llegamos me dejé caer en cubierta casi sin fuerzas. Pero ahora estaba en casa y eso me daba ventaja.

_ Me temo que no puedo dejar que cuentes que rondo por aquí._ Dije, tomando asiento. Corté un poco de cuerda, un gancho cayó a su derecha y la cogió por la camiseta, dejándola suspendida un par de metros por encima del nivel de la cubierta._ Siento mis malos modales, pero no puedo correr riesgos.

Tenía que quedarme un instante a pensar en cómo iba a atarla desde donde estaba. Si la dejaba caer, probablemente se torciese algo o incluso se rompiese algún hueso, y eso por descontado no me interesaba. Era cruel pero no hasta tal punto, no con esa joven tan bien parecida.

No tendría que haberme confiado tanto, eso me estaba valiendo de escarmiento para la próxima vez, si es que aquel sucio pirata me dejaba ver la luz de un nuevo día. Nadé como pude, pero él me sacó ventaja. Traté de gritar pero en lugar de eso me di un trago de agua importante. Nunca había tenido la mala suerte de tragar agua salada, ahora sabía lo que era. Me costaba ver pues tampoco estaba acostumbrada al picor de la sal en los ojos y a pesar de ser un humano normal y corriente y a pesar de que yo estaba haciendo mucha fuerza, él me había ganado la batalla.

Me dolía verme derrotada, hacía mucho tiempo que no me sentía así de mal, así de humillada. Era fuerte pues me subió a cubierta en volandas y sin saber como terminé enganchada a algo y a varios metros del suelo -¡¡¡BÁJAME DE AQUÍ BASTARDO!!! -chillé con voz ronca tras varios tragos de agua salada, pero no me importó no sonar amenazadora, pocas cosas podrían amenazar a un hombre como él... ahora que si me daba la opción de sobrevivir esto duraría hasta la próxima luna llena, además tampoco tenía la caperuza que impedía que me transformara.

-¡No seas cobarde y déjame en el suelo! -lo provoqué -¡No volverás a tener un golpe de suerte como ese en tu vida! ¡Bájame y verás con quién te estás metiendo! -Dije sin dejar de gritar con la esperanza de que alguien en el pueblo oyera mis gritos llenos de palabras que al pirata no le harían ni cosquillas. -¡Vamos! ¿¡ES QUE TE DA MIEDO LUCHAR CONTRA UNA MUJER!? -No habría nadie despierto, pero no perdería nada por intentar salvar el pellejo.

Capté su juego enseguida. Estaba bien claro que su deseo era ser oída por los demás, no por mí. Y no estaba seguro de si el conjuro de Cora protegía el barco del ruido. Así que no iba a poder dejarla allí colgada hasta que se durmiese como era mi plan. Bufé, fingiendo que sus palabras me molestaban. Solté la cuerda, y ella cayó al suelo a velocidad vertiginosa, deteniéndose justo a un par de centímetros del suelo. No obstante, la cuerda hizo efecto rebote y provocó que empezase a dar vueltas.

Aproveché esa circunstancia para aferrarla y atarle las manos, aprovechándome del mareo. Aunque ella no dejó de resistirse en ningún momento durante la captura. Me sonreí, porque adoraba a las chicas peleonas. Por eso me había enamorado de Milah entre otras cosas. Aunque a ella no había tenido que atarla de pies y manos para convencerla, eso estaba claro.

_ No soy tan desalmado como para batirme con una mujer, preciosa._ le dije en un susurro, mientras la cogía en volandas de nuevo y tomaba rumbo al interior de la nave. Allí estaría seguro de que nadie oiría sus gritos, pasase lo que pasase. Esperaba no tener que llegar a lo peor. Porque aunque seguramente Cora conocía conjuros para borrar la memoria, no se molestaría en realizarlos con la joven._ Pero no puedo dejar que cuentes por ahí que he llegado a la ciudad, es algo que prefiero que el cocodrilo siga sin saber.

No tenía ni idea de como salir de esta, para que iba a mentir. Mis ojos no dejaban de escrutar el entorno para ver de que manera podría librarme del pirata pero tampoco quería moverme con mucha brusquedad para no caerme al suelo y convertirme en tortilla de licántropo. Por mucho que saltara tendría que terminar en el agua otra vez, y estaba segura de que volvería a pillarme por muy manco que estuviera. Nunca me había sentido tan impotente. Grité con fuerza cuando noté que caía, terminaría haciéndome bastante daño, aunque eso me importaba más bien poco, pero si quería matarme lo tendría más fácil estando yo herida.

Finalmente no terminé como creía, sino parada a pocos centímetros del suelo y dando vueltas cosa que empezaba a provocarme un ligero mareo, la cosa no podía ir a peor, bueno, siempre podría ir a peor. Noté que me cogía las manos y forcejeé con él, finalmente terminó atándome aunque me resistí. No dejé de patalear ni de moverme cuando me cogió en brazos salvo en el momento en el que volvió a abrir la boca. Me quedé mirándolo muy seria y con una mueca cínica en el rostro -No te engañes, algo te dice que si no hubiera sido por tu caída ahora iría ganando yo y posiblemente habrías dado con tus huesos en una celda -ya me daba igual lo que me dijera -Eres un cobarde con todas las letras.

Estaba tan enfadada y tenía la adrenalina subida a tal nivel que no me daba cuanta de que me estaba congelando. La noche era fría y el agua del mar no estaba precisamente caliente. Ni siquiera me había dado cuenta hasta ahora de que estaba tiritando -No tardarán en echarme de menos, Garfio y te juro que me encontrarán. -ya tenía la batalla perdida pero no iba a achicarme por ello, si me iba a mantener cautiva iba a saber lo cansina que podía llegar a ser.

Desde luego para estar completamente empapada la jovencita tenía fuego en los ojos. Y como bien había dicho me encantaban las chicas difíciles. Ruby no iba a ser una excepción. Tenía que poner las cartas sobre la mesa y recordarle quién tenía el control de la situación. Ahora mismo no tenía el menor deseo de tener que tratar con una enferma. Un barco no era el lugar adecuado para tenerla.

_ Quizás te echen de menos, pero dudo que te encuentren. ¿Acaso viste mi barco al llegar a puerto?_ No esperé a que respondiese, porque sabía la respuesta. Nadie podía ver el barco sin entrar en él, ni tan siquiera yo._ Nadie va a oírte, ni va a venir a buscarte. Haznos un favor a ambos y pórtate bien porque vas a pasar mucho tiempo aquí.

Cuando terminé el nudo de sus pies la cogí en volandas y me dirigí al camarote. No era la primera vez que tenía un rehén en el barco, y probablemente no fuese la última. La dejé con delicadeza sobre un arcón y me senté en mi silla a pensar. Abrí un momento el primer cajón y cogí mi dibujo de Milah, que guardé tras observarlo con pesar unos instantes.

Estaba claro que él era el que tenía la sartén por el mango. Y con sus palabras me había dejado como un bloque de hielo ¿cómo ocultaría su barco? No lo había pensado, ni siquiera había caído en que hasta que no había estado pisando la fuerte madera del navío del capitán. Él no poseía magia, de poseerla mi captura habría tenido un carácter diferente. Pero quien quiera que haya venido con él si que sabe de magia, de hecho ha ocultado el majestuoso navío a la vista de los ciudadanos de Storybrooke.

-Hay mucha gente con magia en esta ciudad -a pesar de todo, yo seguía dura. En realidad y de manera diferente yo era un ser mágico, un licántropo que dejaba atrás su forma humana para tener la de un enorme lobo. Aunque en muchas ocasiones yo me he considerado un monstruo -No creas que eres el único que tiene recursos -estaba tan llena de ira que sin quererlo mis ojos emitieron un fugaz destello ambarino, característico de los hijos de la luna, aunque podría haber pasado desapercibido fácilmente.

Me tomó en volandas y no dejé de moverme para que me soltara, y para mi sorpresa cuando me dejó sobre un arcón lo hizo con delicadeza, nunca habría esperado ese gesto de un hombre como él. Lo observé tiritando desde mi posición. Había tomado un trozo de papel que miraba con melancolía. Puede que después de todo ese hombre lo hubiera pasado mal, tenía una mirada de añoranza que yo conocía muy bien -Si voy a estar tanto tiempo aquí como tú dices creo que no te gustará compartir estancia con una persona que está venga toser -Dije con algo de sorna.

Me había olvidado de taparla. E irónicamente, estaba sobre el arcón en el que había guardado todas las mantas de mi posesión salvo la que había en mi propio lecho y la que tanto tiempo había guardado a buen recaudo. Me dirigí hacia mi cama y retiré la manta de un tirón. Dicho esto, se la eché por encima sin mucho cuidado, escuchando sus palabras, ante las que sonreí.

_ Cierto, pero estoy seguro que esa gente no va a venir a buscarte así sin más. No sé mucho de magia, mas la gente que suele llevarla consigo no suele actuar en beneficio de nadie más que de sí mismos._ Dije, con el tono ligeramente envenenado. No podía apartar de mi mente al cocodrilo, y mi deseo de venganza._ Te arrebatan todo cuanto amas y luego desaparecen sin más. Y por ello, yo en tu lugar no confiaría en que su magia me salvase.

Golpeé la mesa con el garfio, mellandola, aunque realmente no me importó en demasía. La rabia era prácticamente automática en mí, al igual que la desconfianza. No podía fiarme de absolutamente nadie después de lo sucedido. Y por ello, había tenido que preocuparme únicamente por mí mismo.

Me preocupaban sus palabras, para Gold yo era una buena arma, no todos los días te sirve un café un licántropo plenamente consciente de sus acciones en forma lobuna. Solo esperaba que no recurriesen a él para buscarme, aunque ahora estando con Bella la cosa podría ser diferente.

Ese hombre, Garfio, conocía muy bien como funcionaba la magia, y donde había magia acompañada de odio y dolor ahí estaba Rumplestilskin. Sus palabras iban impregnadas de dolor y de rabia y de ese vacío que te acompaña cuando has perdido a tu amor. Sus palabras sonaban a deseo de venganza, una persona a la que le han arrebatado el ser amado es lo único que desea... pero ¿de quién vengarse cuando has sido tú misma la que ha asesinado a su amor?

Ayudándome con los dientes ya que estaba privada del uso de mis manos me tapé todo lo que pude con la manta. Seguía teniendo frío, pues mi ropa estaba empapada, pero por lo menos ya sentía algo de calor. Lo observé notando como mi corazón ya no lo juzgaba con tanta dureza. Aún así no se me olvidaba que me tenía atada de pies y manos y que había dicho que estaría aquí mucho tiempo. -Suena como si hubieras perdido a alguien -dije con conocimiento de causa -tienes esa amargura en los ojos -en realidad me daba igual si me engarfiaba, no tenía nada que perder -es mas, suenas como si te hubiesen arrebatado a alguien

Lo cierto es que yo también estaba helado. Las noches eran frías en esa ciudad. Lancé un par de leños a la chimenea y encendí fuego, mientras abría un cajón de mi mesilla y sacaba una manta perfectamente doblada. Era la última manta en la que Milah y yo habíamos compartido el lecho. Y aunque la había lavado múltiples veces, y probablemente fuese tan sólo un pensamiento propio, siempre tenía la impresión de que aún olía a ella.

_ ¿Aunque así sea, por qué habría de importarte?_ le espeté, más llevado por el dolor que por la ira. Milah era un tema tabú para mí, algo de lo que jamás deseaba hablar. Lo único que deseaba era cerrar el capítulo de mi venganza y comenzar el siguiente, aunque no estuviese seguro de que este pudiese existir._ Lo que le ocurrió no es de tu incumbencia.

Me coloqué la manta sobre los hombros y me coloqué aquella manta por encima, mientras observaba las llamas como si realmente me hubiesen cautivado. Pero mirarlas no me haría olvidar aquella noche, al igual que no lo habían hecho las noches anteriores. Estaba solo en ello, siempre lo estaba.

El dolor de sus palabras, esa negación a hablar de lo que pasó me confirmaba mi propia corazonada. El haber perdido a su amor no justificaba lo que estaba haciendo, no sé cuando saldría de aquí. Pero si algo me había enseñado Blanca era que todos merecen una segunda oportunidad. A mi me la dio, aunque al igual que el pirata manco que estaba delante de mi en estos momentos, me sentía vacía. Nada me devolvería a Peter, él si que no tendría segunda oportunidad.

-Pienso eso porque reconozco esa mirada -dije con sinceridad. Dejando atrás la altanería y sin restos de amenaza en mi voz. Ahora estaba ante una persona que pasaba por el mismo calvario que yo, aunque supongo que tendría la suerte de que no fuera el mismo -La veo todos los días cuando me miro en el espejo. -Doy un largo suspiro y me levanto. Me acerco dando ridículos saltitos, aunque era de la única manera que podría moverme, a la chimenea, para estar más cerca del fuego y que la ropa se secara antes.

No estaba segura de deber contarle mi historia, de saber que yo era un licántropo no sé que suerte correría, imagino que estaría relacionada con cadenas y plata a mi alrededor. -Quieres venganza -suspiré -es lo que más desea alguien a quien le han arrebatado el amor -al igual que él posé mi mirada en el fuego -te sientes vacío, el corazón te late por inercia, vives por inercia

Tenía que secuestrar, de entre todos los habitantes del pueblo, precisamente a alguien que comprendía perfectamente por lo que estaba pasando. No sé si apoyó en mí conscientemente o lo hizo sin darse cuenta, pero el caso es que se había dejado la manta atrás y aún con reticencia, la rodeé con la que en su momento había usado Milah. Me dije a mí mismo que lo hacía porque no quería tener que cargar con ella estando resfriada, aunque no me lo terminaba de creer.

_ Parece que sabes de lo que hablas. ¿A ti también te lo arrebataron, verdad?_ pregunté, sin mirarla, no me hacía falta, sabía la respuesta. Conocía bien el tono de alguien que lo había perdido todo, yo mismo lo había oído muchas veces de mis propios labios._ Rumpelstiltskin me quitó a la mujer que amaba. Y por eso no puedo dormir por las noches, pensando en darle lo que se merece. ¿Era eso lo que querías oír?

Procuré que mi voz no sonase alterada, pero no creo que lo consiguiese. Era mi destino, lo único que había perseguido durante 300 años, el motivo por el que había viajado al país de nunca jamás. Y así mismo el motivo que había llevado a Baelfire a alejarse de mí para no volver.

Sus palabras no me pillaban de sorpresa. Me quedé mirando el fuego recordando momentos vividos con Peter, con una sonrisa de añoranza, muchos besos compartidos en secreto, con todo el recato del mundo. Éramos dos tortolitos que no tenían ni idea del mundo en el que vivían, el hijo de un simple herrero y una chica con una caperuza roja a la que su abuela no le dejaba asomar la nariz al mundo.

-Me lo arrebató un monstruo -dije sin apartar la mirada del fuego. Ni siquiera había notado que él había vuelto a colocarme la manta. No me sorprendió que fuera Rumplestilskin el causante de su dolor, ya lo había escuchado hablar de la magia, y tristemente siempre estaba Rumplestilskin tras ella. Pero también había que añadir una cosa, era increíble lo que podía hacer Bella con su sola presencia, era una auténtica domadora de bestias, ya me lo había dejado bien claro aquel día que terminó atada en la biblioteca.

Escuché sus palabras, pese a todos los años que hayan podido pasar desde entonces seguía con esa herida en carne viva. Solo que, si algo había aprendido es que no siempre puedes vengarte -La venganza no es siempre la solución... luego no va a quedarte nada, Garfio -Di un suspiro y seguía casi hipnotizada por las llamas -Aquel monstruo lo miró, atado a un árbol suplicando por su vida como si aquella bestia pudiese entenderlo -mi voz sonaba sin sentimiento, resignada, la herida había sanado pero la cicatriz picaba como nunca -no dejó nada, le trituró hasta los huesos -por vez primera desvié la mirada de las llamas y clavé los ojos en él. Estos iban cambiando del azul verdoso al ámbar -no me puedo vengar de aquel monstruo, solo controlarlo.

Me había sentenciado, no había dicho mi raza con palabras pero había hecho que mis ojos cambiaran de color, el color de mis lobunos ojos. Después de saber lo que tenía metido en su camarote solo había dos opciones, la primera era que no hiciera nada, y que me encerrara bajo siete llaves la próxima luna llena porque aunque no tendría coraje de matarlo la situación cambiaría bastante y la segunda era que yo no pasara de esta noche pasando por su garfio, irónicamente, estaba en sus manos.

Había oído historias, pero no estaba seguro de que fuesen ciertas, y ahora obtenía la confirmación. Aquella chica era una mujer loba, lo que significaba que cuando saliese la luna llena se transformaría y no podría contenerla. Mi garfio recorrió su garganta, con un poco de presión podría acabar con ella. Y sin embargo no lo hice, a pesar de ser una bomba que en cualquier momento podría estallar.

_ Definitivamente tengo que estar loco para dejarte con vida._ dije, volviendo a mirar las llamas. Su carga era muy aún peor que la mía. Si hubiese matado a Milah con mis propias manos, supongo que no habría podido soportarlo. Ser la causa de tu propia destrucción era un tormento que no le deseaba a nadie._ Cargas con algo que no le deseo a nadie, y sin embargo pareces poder afrontarlo.

Lamenté cómo habían sucedido las cosas llegados a ese punto, pero no había marcha atrás. Estaba tirado allí con esa mujer atada de pies y manos, una situación bastante peliaguada a decir verdad. Su vida estaba en mis manos y había decidido salvarla. Esperaba no haber tomado la desición equivocada.

Cerré los ojos al notar el frío acero de su garfio en la garganta. Se me erizó hasta el último pelo del cuerpo al notar como iba recorriendo mi garganta, pero no daba el golpe, eso era una tortura, si iba a matarme esperaba que lo hiciera rápido... pero no lo hizo. Tenía una bomba de relojería que en dos semanas iba a estallar, aunque no pensaba matarlo, ya había matado a mucha gente y ese hombre no iba a sumarse a la lista. Era extraño pero lo miraba y no podía odiarlo. Una vez apartó el arma de mi volví a abrir los ojos y a fijarlos en la marea que eran los suyos

-No temas por tu vida -dije esbozando media sonrisa cargada de amargura -Después de ayudar a Blanca y a James a recuperar el reino no he vuelto a matar a nadie, no vas a ser el primero en treinta años. -Aparté la mirada de él y nuevamente la dirigí a las llamas. La cara de la gente cuando se enteraba de que la que le servía el café y las tortitas con una amplia sonrisa todas las mañanas era un licántropo solía ser siempre de foto, y en muchas ocasiones solía venir seguida de una mirada de desprecio. -Lo llevo porque hubo quien no me consideró un monstruo, alguien aceptó al lobo y a la chica y por supuesto ahora tengo uso de razón cuando estoy transformada.

El que Blanca confiara en mi también me había hecho ganar el respeto de los demás, estaba en el consejo de una reina que se había enfrentado a uno de los más grandes tiranos que reinara en el Bosque Encantado y a Regina, aunque a estas alturas aún no sabía muy bien que pensar de ella.
-¿Por qué me has dejado vivir?

La pregunta que le hizo era una que no tenía intención de contestar. No había razón para ello. O quizás si la hubiese, pues a fin de cuentas iba a tener que pasar un tiempo indefinido con aquella mujer. Había que tener claro que las mentiras innecesarias no venían a cuento. Tenía que proteger mi pellejo y si hacía las cosas bien, quizás llegase incluso a ganarme la confianza de aquella mujer.

_ Porque no puedo matar a una mujer tan preciosa._ dije, alzando las cejas un momento antes de volver a mirar a las llamas con una mirada profunda. Era un seductor por naturaleza, aunque la estrategia de atar a la chica de pies y manos estaba ya un poco manida, a decir verdad._ Todas las chicas tenéis días del mes en que dan ganas de encerraros.

Reí y la tapé bien con la manta, porque pensaba que aún debía tener frío. Si el comentario la enfadaba me traía sin cuidado. A fin de cuentas ella era la prisionera y yo el captor, no tenía que dar explicaciones.

Lo miré y puse los ojos en blanco, estaba claro que esa no era la razón por la que no me había clavado el garfio en el cuello. No dije nada más y volví a mirar las llamas. Estaba en una situación peliaguda, por lo visto creía que había sido capturada por el Capitán Garfio cuando en realidad mi captor era Casanova. Dejé escapar un soplido -¿No tienes una escusa mejor?

Al escuchar lo siguiente apreté los labios y escondí la cara como no lo había hecho nunca en mi vida. Estando secuestrada en el camarote de un pirata nunca me habría esperado una contestación como la que oí. Era increíble que estuviera aguantando la risa en una situación como aquella pero me había caído tan de sopetón que no pude evitarlo más y en contra de mi voluntad comencé a reír y a ponerme roja como un tomate.

No quería admitirlo, pero el pirata había tenido una caída muy buena. Me limpié una lágrima provocada por la risa como pude y agradecí que me volviera a tapar. No quería mirarlo porque lo que acababa de pasar me daba vergüenza. Esto no iba a acabar bien.