Living like a little princess {Regina}

Esta vida era como un sueño, hay que reconocerlo. Dormía en una habitación más grande que mi cabaña entera, comía como nunca en mi vida, y recibía algo parecido al amor maternal. Mi hermano, ése sí que disfrutaba. Se pegaba a las faldas de la reina como un bebé, y ni parecía acordarse de mi padre. Yo también estaba muy a gusto, pero no olvidaba su muerte ni mi plan de irnos de aquí en cuanto pudiéramos. Aunque, ¿se lo decía a la reina cuando llegase el momento? No... Heriría sus sentimientos, y no nos dejaría ir. Así que debíamos escaparnos de la fortaleza.
Mientras, éramos dos mimados, y hasta los sirvientes nos trataban con el respeto digno de príncipes. Aunque sólo llevábamos allí unos diez días, la reina se había apresurado a ponernos un tutor, y pasábamos las mañanas aprendiendo historia, aritmética, etc. Y ella, en ese rato, se ausentaba a hacer sus cosas reales, y luego volvía y nos proponía alguna actividad, siempre divertida. Esa era nuestra rutina, feliz, y por el momento no la cambiaría. Aunque la reina, a veces, en la comida cuando estábamos todos sentados a la mesa, me miraba con aire sospechoso, como si pudiera leerme la mente -seguro que podía- y supiera de mis planes de huida. Temía que se lo oliese e hiciese algo al respecto, así que intentaba no pensar en ello mientras estábamos juntos.

Regina comprendía que no iba a poder retener a una niña que no quería quedarse con ella del todo. Por muchos mimos que le daba, por muchos caprichos que le concedía, ella no dejaba de pensar en el padre que creía perdido. La había escuchado hablar con su hermano, sobre planes de huida y abandono de su castillo. Regina lo sabía bien, y se encargaría de evitarlos. Porque si existía algo más poderoso y fulminante que la determinación era el terror y la dependencia. Esos chicos eran valientes, demasiado valientes a su juicio. Eso estaba bien para los príncipes maduros, pero no para niños que aún no tenían claro querer serlo.

Y era por eso que había deslizado cierto condimento en el desayuno de la niña, un condimento que serviría para despertar en ella esa relación de dependencia que la Reina tanto estaba buscando. El miedo unía a los niños a sus padres, cuando tenían pesadillas, cuando veían monstruos bajo la cama. Ella lo sabía y se aprovecharía de ello. No la abandonarían, el miedo haría desaparecer ese deseo del corazón de la niña, y así Regina la tendría suya hasta que fuese mayor, y olvidase a su padre. Entonces el conjuro de miedo ya no sería efectivo, pero tampoco necesario.

Ahora andaba junto a ella, cerca de la linde del bosque. Calculaba que su poción no tardaría demasiado en hacer efecto. Y lo mejor de ello era que no necesitaba suministrársela más de una vez. Desde el primer trago había sido imposible esperar un resultado distinto y nada cambiaría a no ser que ella misma así lo quisiera. Pues el antídoto lo guardaba celosamente en lugar seguro, en el que nadie podría descubrirlo. Empezó a percibir los primeros síntomas en la niña, pero esperó un poco antes de sugerirle algo que sabía le negaría.

_ Dime Gretel. ¿Te apetece que demos un paseo fuera de la fortaleza? ¿Por el bosque quizás? Creo que incluso podrías guiarme.

'Dime Gretel. ¿Te apetece que demos un paseo fuera de la fortaleza? ¿Por el bosque quizás? Creo que incluso podrías guiarme.'
Sonreí abiertamente, pues había visto mi oportunidad. Oh, ya lo creo que iríamos al bosque, y en cuanto ella se despistara saldría corriendo. Quizás me atrapase y me castigase, puede que incluso me fuera a matar, pero al menos así me reuniría con mi padre. Ya no contaba con mi hermano, él ahora sería el príncipe del reino y todos le amarían, sin recordar que fue aquel niño hijo del leñador. La gente se preguntaría, '¿Qué pasó con su hermana?', y contestarían: 'Desapareció con su padre, abandonando al pequeño Hansel.' Eso pasaría, y no habría remedio.
Así que asentí dócil y la cogí de la mano, como estaba cogiendo costumbre. Comenzamos a caminar por los jardines de palacio, acercándonos cada vez más a la linde del bosque. Apretaba el paso tirando de la mano de la reina, ansiaba mi libertad aunque por fuera sólo parecía que me apetecía ir al bosque. Pero, llegando ya casi al límite, me detuve en seco, mirando a la espesura de mil y un tonos de verde que se abría ante nosotras. Y sentí miedo, un miedo súbito e intenso, como nunca lo había tenido. E inesperado. ¿Por qué me sentía así? Sabía que el bosque era mi hogar, que podría volver a casa... Pero mis piernas se negaban a avanzar. Me puse blanca y me giré lentamente hacia la reina con cara de puro pavor. Ni siquiera sabía el motivo, pero no entraría en el bosque bajo ningún concepto. No hoy.
-Ma... Majestad- tragué saliva. -Pospongamos el paseo... No me encuentro muy bien.

Lo vio con claridad pasmosa. Vio el terror reflejarse en el rostro de la normalmente valiente Gretel, y supo que sería suya definitivamente. Tenía una prisión mucho más eficiente que una jaula de oro, una prisión indetectable y que no necesitaba mantenimiento. La prisión del miedo. Los miedos infantiles impedían realizar actos que a ella no le convenían. Pero aunque estaba feliz por tener éxito, por supuesto apareció la preocupación en su rostro al escuchar a su pequeña princesa decir que se encontraba bien.

_ De acuerdo Gretel. ¿Qué te ocurre? ¿Necesitas algo? ¿Deseas que llame al médico?_ Dijo, actuando como cualquier madre preocupada. Pues de no sabes exactamente lo que le pasaba probablemente lo estuviese. Abrazó a su niña con sincero afecto, mirando sus preocupados ojos. Casi lamentaba haberla asustado tanto_ Vamos a casa. ¿Vale? Y allí me lo cuentas con más calma.

La reina volvió a coger la mano de la niña y comenzó a avanzar por los jardines de vuelta a la fortaleza. Aún faltaban unas horas para las clases de los chicos pero aún así no le apetecía estar fuera. Y sabía que ahora a Gretel tampoco, pues la idea de salir al bosque la aterrorizaría hasta lo más profundo.

Negué con la cabeza cuando me propuso un médico. No necesitaba un médico, necesitaba un abrazo. Y, por suerte, ella se dio cuenta -quizás si era buena madre- y me abrazó, mientras yo seguía con la vista puesta en el bosque, los ojos dilatado, enmudecida. Y sin saber por qué. Aunque en mi cabecita se comenzaba a formar una teoría: el bosque ahora me aterraba porque ahí es donde murió mi padre. Pestañeé rápidamente para quitarme las horripilantes imágenes que me vinieron a la cabeza y le devolví el abrazo, enterrando la cabeza en su pecho.
-¿Qué me pasa?- murmuré débilmente, pero creo que no me oyó, pues estaba casi pensando en voz alta.
Tras un momento más de abrazo nos separamos, y me di cuenta de que tenía los ojos un poco húmedos, aún del miedo y de imaginar la terrible muerte de mi padre ahí dentro. Me sequé las lágrimas con el dorso de la manga y la cogí de la mano, encaminándonos al castillo. Me alegraba volver a la seguridad de allí dentro, me moría por llegar, abrazar a mi hermano y comenzar las clases, algo que me distraería de mis horribles pensamientos.

Gretel lograba conmover su frío corazón. Se sentía realmente a gusto con ella, con libertad de hablar y escuchar lo que decía. Aunque a veces se viese forzada a mentir, normalmente podía serle sincera con sus comentarios. Gretel era madura para su edad y eso la hacía su favorita. Hansel, por contra, era bastante cargante a veces, y un glotón incontrolable. Pero al menos, no daba problemas, lo cual era un verdadero alivio.

_ Sabes que si te ocurre algo puedes contármelo, puedes confiar en mí._ le dijo Regina, con una mirada de preocupación. Era su princesa después de todo, y aunque sabía que su poción no tendría efectos colaterales, tenía que asegurarse de que estaba bien y de que su miedo al bosque no destapase algún trauma._ Sabes que haré lo que esté en mi mano por ayudarte.

Le cogió la mano y se la estrechó con un poco más de fuerza, como para trasmitirle el valor que ella sentía. Pero en el fondo, sabía que lo que eso no iba a servir, pues el terror atenazaría a su joven hija adoptiva durante bastante tiempo, al menos hasta que se olvidase de su padre definitivamente y dejase de pensar en el bosque como medida de huida.

-Es sólo...- tragué saliva, intentando reponerme del todo. -No me encuentro bien, pero no creo que sea nada grave. Gracias, de veras. Volvamos a casa, sí.- ya era 'casa', inevitablemente. Al menos, era una protección segura contra... eso; los brazos de la reina, ahora mi madre adoptiva, eran mucho más agradables.
Ella me apretó la mano y yo sonreí, conforme andábamos hacia el castillo me sentía un poco mejor. Me di la vuelta antes de entrar para mirar de nuevo el bosque, oscuro, pero no aguanté mucho antes de que me diera un escalofrío por toda la espalda. Aumenté la velocidad de mis pequeños pasos, casi tirando de la reina hacia el castillo, pensando en Hansel. Él era mucho más cobarde que yo y además estaba encantado con la situación pero ¿y si conseguía convencerlo de que saliera a dar un paseo, como yo, y consiguiera escaparse? Si llegaba al pueblo e informaba de la situación, vendrían a por nosotros. Seguro. Por mucho miedo que le tuvieran a la reina.
Al final llegamos al castillo y quise ir a la cocina a por un vaso de agua, pues la sensación anterior me había dejado la boca seca. La reina me acompañó -como siempre, no me dejaba sola- y al acabar el vaso me sentí mejor. En el silencio, se oía a mi hermano en algún dormitorio encima de nosotras, jugando.
-Ya estoy mejor, en serio. No ha sido nada, no hace falta llamar a ningún médico ni nada.- dije muy segura.

_ Si tú crees que estás bien de acuerdo. Pero si necesitas a un médico ya sabes que no tienes que temer pedir nada._ Le dijo con preocupación, al ver que se servía un vaso de agua. Su plan había tenido éxito y esperaba no tener que seguir mintiendo a la joven para retenerla. No sabía que más darle para que fuese feliz. Le había dado todo y le había arrebatado lo único que hacía el bosque deseable. Y ella, sin embargo, seguía queriendo huir. Regina no lo entendía, le era imposible. Ya le había demostrado que la trataba bien, y de hecho empezaba a quererla sinceramente._ Si te pasase algo yo no sé que haría.

La reina observaba a sus cocineros, que hacían un gran esfuerzo por seguir con su trabajo y no molestarlas. Tenían bien claro cual era su lugar y eso estaba bien. Algún día pensaba convertirse en la reina de todo el bosque encantado y todos y cada uno de los seres que allí habitaban tendrían que obedecerla. Aquel sería su final feliz y nadie se lo arrebataría.

_ Gretel, creo que hoy deberías descansar un poco. Se lo diré a tu profesor. ¿De acuerdo?_ le dijo, pensando realmente en que debía dormir un poco. Siempre había sido una niña valiente y ahora se afrontaba a un temor atroz que debía llenarla por completo, era nuevo para ella._ Y me quedaré contigo mientras tanto. Me aseguraré de que estés bien.

Mientras apuraba el vaso de agua y me servía otro, pues estaba sedienta, oí cómo la reina decía que 'si me pasase algo no sabría que haría'. Yo sí lo sabía, no pasaría nada; yo era su juguete nuevo y reconozco que estaba contenta con ello, pero sabía que en cuanto se cansase un poco se desharía de nosotros como había intentado hacer con Blancanieves, así que intentaría ser más rápida que ella. ¿Qué me había pasado antes, en la frontera del bosque?
Luego me dijo que hoy no habría clases, y rápidamente la miré con cara de súplica. Yo quería dar clases, quería distraerme de esta maldita sensación que tenía aún en el cuerpo, quería apartar de mi mente las imágenes de mi padre mutilado y destrozado por un oso... Y quería descansar un poco de ella, de la reina, de mi 'madre'.
-¿No daré clases hoy? Oh, venga, Majestad... Ya estoy bien... ¿No podría...?- lo dejé en el aire cuando me di cuenta de que no merecía la pena insistir, de que ella ya había decidido por mí.
Aunque, ciertamente, ahora que me había relajado y lo peor había pasado, se me había quedado en el cuerpo un cansancio terrible, quizás ella tenía razón y debería descansar...
Así que bostecé y dejé que me llevase a mi cuarto, donde me puse el camisón y me acomodé en la lujosa cama, dejándome llevar por mi cansancio.
-Puede irse si lo desea... Yo voy a dormir.- dije, ya con voz de dormida.

Gretel seguía con muchos pensamientos revoloteando por su cabeza. Odia que aún la tratase de usted. Era su madre, maldita sea. ¿Por qué le era tan difícil aceptarlo? Sólo complicaba las cosas con esa actitud defensiva. Podía tener el mundo y se aferraba con uñas y dientes al rincón más alejado de él, en el que no había nada para ella. ¿Acaso tendría que darle una poción de ambición para que aceptase su lugar? No, no alteraría su carácter, la quería demasiado para eso.

_ No, no voy a dejarte sola Gretel. Te velaré mientras duermes_ Le susurró la reina, sincera. Una parte de ella lamentaba lo que había hecho, pero era fácil de acallar por la tétrica oscuridad sin fin de su corazón. Lo que había hecho le aseguraba tener a su hija con ella, que era lo importante. Más tarde se ocuparía de devolverle su valor, cuando fuese mayor y hubiese olvidado a su padre, y al bosque. Por el momento se concentró en dar un beso a su niña en la frente._ Te quiero Gretel...

Una lágrima resbaló por su mejilla al decir esas palabras. ¿Era real o acaso fingida? Ni siquiera ella podía saberlo con certeza. Quería a la niña, podía estar segura de que la quería. Pero también era cierto que tan cierto que como quería a aquella niña era que todo aquello que amaba se marchitaba en sus manos, y destrozaba su corazón. Había dejado otra vez, y si fracasaba probablemente fuese la última.

Yo ya había cerrado los ojos, haciéndome la dormida para ver si se iba de una vez; no me gustaba que estuviera tanto conmigo, así ella podría hacer sus cosas de reina, cualesquiera que fuesen.
Pero ella había decidido quedarse, tal y como dijo. 'Pues muy bien', fue lo único que se me ocurrió pensar. Y me puse boca arriba, aún con los ojos cerrados, envuelta en las lujosas mantas, a intentar descansar un poco; sin poder quitarme de la cabeza el rato anterior, me seguía atormentanto, y estaba segura de que al dormir tendría pesadillas con eso. Y no quería, pero lo intenté.
Entonces, oí cómo la reina se acercaba a mí sigilosamente y me besaba en la frente, como ya se había acostumbrado a hacer. 'Te quiero Gretel.', dijo ella; con un tono tan sincero, tan... real, que me conmovió. Ni siquiera mi padre me decía te quiero, sólo me sonreía y se negaba a darme el hacha grande, y yo lo interpretaba como cariño. Pero la reina... me quería de verdad. ¿Estaba llorando? Eso me pareció al abrir una mínima rendija los ojos. Estaba a mi lado, llorando, y el corazón se me terminó de romper. Aparté las mantas y la abracé impulsivamente tras darle un besito en la mejilla, quitándole la lágrima que tenía.
-No llores, no llores... Yo también te quiero.- dije entonces. Ni siquiera me di cuenta de que la había tratado de tú, ni que realmente sentía lo que decía... sólo me había dejado llevar por mis impulsos.

Banda sonora
Era real. El cariño de Regina era tan real que le espantaba a sí misma. Pero cuando la niña abrió los ojos y la abrazó no pudo evitar romper a llorar. Era tan distinto a todo lo que le había pasado antes. Ella era tan distinta a Blancanieves y a la vez parecida. No podía evitar pensar que no debía haberle mentido. Pero si le decía la verdad, todo el cariño que le había demostrado se volatilizaría como un montón de polvo en un día ventoso. Y no iba a permitirlo, no iba a dejar que la abandonase.

_ Lloro porque estoy contenta, porque estoy feliz._ dijo, rodeando de nuevo a la niña entre sus brazos. Su cuerpecito era tan cálido y agradable que no deseaba soltarla nunca. Por más que lo intentara, ya nunca iba a poder dejar de quererla, se había condenado otra vez a amar, y sabía que eso siempre tenía consecuencias nefastas_ Hacía tantos años que nadie me decía que me quería. Yo... lo siento. Se supone que tendrías que estar descansando y yo no te dejo.

Pero es que no quería dejarla. No quería dejar a aquella que caldeaba su oscuro y frío corazón. No era capaz de abandonarla, de separarse de ella. Cuando estaba a su lado se sentía completa, feliz. El resto de cosas eran irrelevantes, superfluas. Sólo quería estar con su niña, y lo que les pasase a los demás le era irrelevante.

-Pues si estás feliz sonríe...- dije limpiándole las lágrimas de la mejilla con mi pequeña mano, a la vez que forzaba una sonrisa. Me daba tanta pena que estuviese así... y, cuando nos escapáramos de ella... lo pasaríamos fatal todos. Hansel porque le gustaba tener madre, la reina porque se volvería a sentir sola, y yo... no podría soportar ver a dos seres queridos -pues lo eran, aunque fuera sólo un poco- sufriendo así. Así que... ¿por qué no un poco de sacrificio por mi parte? Y tampoco era tan malo: cariño, comida, buena vida... Pero lo más importante era el cariño recibido, el sentirme querida.
-Oh, yo... No tengo sueño, tranquila.- la verdad es que se estaba tan a gusto en sus brazos... hasta más que entre las mantas de la cama, como estaba hacía un momento. Me quedaría así todo el día e incluso más.
Desde luego, el episodio del bosque de hacía apenas una hora me había cambiado y mucho, pues antes sólo pensaba en huir mientras que ahora realmente quería quedarme.
Papá estaba muerto, mamá estaba muerta y la reina nos estaba ofreciendo el mundo, además de una nueva oportunidad. Y ahora no iba a rechazarla. Me quedaría con ella y sería su princesa, su niña mimada, y así todos seríamos felices.

La quería. Demasiado como para seguir mintiéndole. Demasiado como para ocultarle que su padre aún seguía vivo. Demasiado como para que ella sufriera por su culpa. Debía ser su decisión. Y por una vez el oscuro corazón de la reina la instaba a ser justa. Justo sentía que podría ser feliz, ese instinto autodestructivo la instaba a ser buena y confesar que en realidad había actuado por egoísmo. No podía imaginar la vida sin Gretel, pero tampoco quería que ella viviese engañada para siempre. Pensó que ese era su deseo pero no era así.

_ Gretel..._ comenzó, pensando que palabras escogería para decirle aquello que sólo le causaría dolor una vez más. Sin embargo, antes de llegar a pensarlas un guardia irrumpió en la habitación, pidió disculpas e informó a Regina de que su padre la requería para un asunto de suma importancia. Dio un beso en la frente a la niña que tanto quería y se separó de ella lentamente._ Prométeme que descansarás, mañana será un día importante.

La reina se separó de la niña y fue hacia el guardia. Tenía tiempo para pensar que le diría a Gretel exactamente al día siguiente sobre su padre, y cómo se las apañaría para conseguir que la creyese y no volviese a odiarla. Quería que si se quedaba con ella fuese su decisión y no porque estaba engañada. Le ofrecía su amor, y eso era mucho más de lo que le había dado jamás a nadie. Antes de salir definitivamente se giró y dijo una última vez.

_ Te quiero Gretel...