I love you, my dear (Terminado)

Era la hora y él llegaría a tiempo, debía hacerlo. Regina necesitaba ver a Henry, abrazarlo, quererlo. Él era el único al que realmente podía querer, igual que lo había sido su padre tiempo atrás. Y ahora lo estaba perdiendo. No podía permitirlo, el dolor sería demasiado intenso. La simple idea de alejar a Henry de su lado era imposible de permitir.

¿Y si estaba con Emma Swan? Y si esa mujer había ido al colegio a buscarlo y ahora estaban correteando por ahí. No, no podía ser, aquello era imposible. Ella se enteraba de todo, lo habría sabido igual que sabía que había sacado a esa mujer del hostal de la abuelita. Su hijo estaba en camino, no debía ponerse nerviosa.

Suspiró de alivio al verle bajarse del autobús, y acercarse a casa. Todo iba como debiera, pero lo cierto es que esa mujer estaba consiguiendo preocuparla de verdad. Si le arrebataba a Henry no le quedaría nada, nada más que el sufrimiento de los demás. Pero empezaba a pensar que eso no sería suficiente. Por mucho que disfrutase a la gente viendo que no alcanzaban la felicidad, que permanecerían en sus tristes vidas sin finales felices, sin su propio final feliz no tenía sentido. Sin Henry, sin su presencia, sin sus risas, sin su voz, todo se perdía. Le necesitaba, más incluso de lo que necesitó a su padre, más de lo que nunca había necesitado a nadie.

Estaba aburrido con mi libro de cuentos sobre mi regazo, me preocupaba por que las cosas salieran mal, que se me dejase por loco, yo sabía a la perfección que la que era mi madre adoptiva, era en realidad la reina malvada, y que solo quería el mal en todos los habitantes de Storybrook. El autobús se paró y bajé, allí estaba mi madre, bueno Regina, ya no sabía como llamarla la verdad Tragué un poco de saliva mientras guardaba el libro de cuentos en mi mochila.

-¿Hoy también me vas a dejar encerrado en una habitación? la verdad es que últimamente no veo mucho la luz del sol.-dije algo triste, me preguntaba dónde estaría ahora y qué estaría haciendo mi verdadera madre, Emma Swan, teníamos que seguir pronto con la operación cobra, además ahora ya se acercaba la fiesta de la cosecha y bueno, toda la gente se reuniría y todos los que deberían estar juntos, no se reconocerían como David y Mary Margaret. -Supongo que también estaré en tu despacho haciendo deberes hasta que tú acabes con tu trabajo. No entiendo por qué haces las cosas como las has hecho aquí.-dije refiriéndome en cuanto a la maldición que ella había lanzado.

Cuando vio llegar a Henry sintió que su corazón se sosegaba. Su niño estaba en casa, pero no venía de bueno humor, lo sabía. Esa mujer le llenaba la cabeza de pájaros y no le ayudaba en nada. Regina lo sabía bien, pero no podía hacer mucho al respecto. Ahora era consciente de que quizás no había dedicado a su hijo suficiente tiempo como pensaba. Le observó venir alicaído y escuchó sus palabras, temía el aburrimiento que suponía pasarse el tiempo en su despacho. Y afortunadamente, eso era algo que pensaba evitar hoy.

_ No Henry, hoy he dejado el trabajo a un lado. Quiero pasar más tiempo contigo._ La alcaldesa se arrodilló para quedar a la altura del niño y lo rodeó con sus brazos. Sabía que Henry no estaba acostumbrado a aquello, y que probablemente se lo tomaría como una treta. Pero la verdad es que no lo era. Amaba a ese niño, y la idea de que la abandonase la destrozaba por dentro._ Haremos lo que tú quieras. Tú y yo. ¿Qué te parece?

Henry era su príncipe, debía serlo, como no había podido serlo Gretel en su reino. Henry daba sentido a la vida que tenía. Y quería hacerlo feliz, pero nunca había estado segura de como. Y ahora estaba asustada ante la idea de que Emma Swan tratase de robárselo. No podía permitirlo, no podía dejar que nada ni nadie lo apartase de ella.

Tragué saliva al ver que se agachaba para ponerse a mi altura, pues no sabía qué esperar de ella, de Regina, la bruja malvada que había desatado la maldición y que era su madre adoptiva. Escuché como dijo que hoy no tenía planeado trabajar, que quería pasar más tiempo conmigo. La miré extrañado y después me abrazó, no sabía como interpretar todo aquello la verdad, es que me sorprendía mucho.

Por lo pronto le respondí al abrazo, tal vez hoy se mostraba más honesta y no quería arruinar la vida de nadie, cosa que ya había conseguido hacer sacándolos de su mágico mundo, en fin no entendía ni a las brujas malvadas ni a los adultos, y ella era ambas cosas. -Me apetece tomar chocolate en Granny's.-dije mientras me separaba del abrazo y la miraba a los ojos. -¿Por qué no trabajas hoy?-le pregunté curioso. Siempre dedciaba todo su tiempo o al trabajo o a sus cosas, lo que me hacía sospechar de ella por su repentino interés de dejar sus labores a un lado la verdad. Mientras me preguntaba cómo hacer seguir con la operación cobra, Emma me estaba ayudando por lo que era genial, pero sabía que todavía no me creía del todo.

Quería algo muy normal, tomar chocolate. Aunque lo que realmente importaba era la conversación. No, no quería nada de él, tan sólo quería pasar el rato con su hijo. Esperaba y deseaba que nada le obligase a su hijo a tener un mal recuerdo de aquel día. Mientras no se encontrase con Emma estaría bien. Esa mujer la sacaba de quicio con su sola presencia, de un modo que era difícil de describir. La quería ver muerta y enterrada, pero eso no era algo que se pudiese hacer a la ligera. Debía ser consciente de que en este mundo no se mataba con la misma facilidad que en el reino encantado.

_ Pues tomaremos chocolate entonces. ¿Por qué no subes a cambiarte y a dejar tus cosas ya? Así no perdemos tiempo._ Le dijo, con esa sonrisa que sólo para él era sincera. Él era su hijo, y aunque conocía la verdad por motivos que se escapaban a su comprensión, no iba a permitirle confirmarla. Le quería y le adoraba, pero si la verdad se supuiese sería terrible, tanto para ella como para la relación que tenía con él. Y es que la idea de perderlo generaba en ella un nuedo tan fuerte que le enfriaba el alma._ Ya te lo he dicho, quiero estar contigo, por eso no trabajo hoy. Porque te quiero.

Ella ya se había vestido para la ocasión, y anulado todas las citas pendientes. Esperaba que Henry no se escaquease, pues había supuesto para ella un intenso trabajo el día anterior, y lo supondría al día siguiente, el poder pasar ese rato con él. Pero no podía arriesgarse a tirarlo por la borda. debía mostrar a Henry que era algo más que una madre controladora y obsesiva. Debía demostrarle que lo quería y que estaba a su lado. Puesto que sin él nada tenía sentido. Por él había merecido la pena tal hechizo.

Ésta era una de las pocas veces que confiaba en Regina la verdad, pues me suele inspirar bastante desconfianza por ser quien realmente es, pero tal vez, algo la había cambiado al venir a mi mundo, lo cual yo no entendía el por qué, pero bueno, no quería llevarle hoy la contraria, por lo que asentí con una sonrisa y subí a cambiarme, me puse unos pantalones vaqueros y un jersey a rayas que ya había preparado mi madre. Luego bajé a toda prisa a donde estaba Regina.

La verdad es que tenía ganas de que fuésemos a la cafetería para poder estudiar su repentino cambio de carácter, aunque conmigo no solía mostrarse malvada la verdad, y eso escapaba de mi entendimiento, realmente... ¿me quería cómo si fuese mi madre? Le sonreí cuando llegué a su lado. -Vaya, sí que lo tenías todo bien preparado. Seguro que hoy lo pasaremos bien.-dije para que se pusiera feliz, pues sabía que aquella sinceridad bondadosa sólo la sacaba conmigo.

Caminamos juntos yo le di la mano y nos dirigimos hacia Granny's, la cafetería de Caperucita Roja y su abuela, aunque claro que ninguna de las dos recordaba quién era en su otra vida, en fin, solté un pequeño suspiro y miré a Regina. -¿Cómo te van las cosas?-pregunté con cierta curiosidad.

Afortunadamente Henry parecía dispuesto a hacer algo con ella hoy, y así olvidarse un poco de aquella mujer que quería robárselo. Henry era lo más importante, y siempre debería haberlo sido, sin importar los otros sucesos. Pensar en sí misma era fácil, pero le resultaba muy difícil desde que estaba Henry, pues su amor por él hacía que las cosas no fuesen tan sencillas como antes. Debía pasar tiempo con él y demostrarle que efectivamente le quería como el hijo que era y que sus afectos eran sinceros.

_ Eso espero Henry. Si quieres algo no dudes en pedírmelo._ dijo, sin apartar esa sonrisa de su rostro. Exactamente esa sonrisa que sólo era sincera para el chico que la acompañaba. y que quizás, en el pasado y desde que se convirtió en reina, no hubiesen visto más que algunas escasas personas. Como Gretel, por ejemplo. Se preguntaba que habría sido de ella después de todas las molestias que se había tomado para tenerla_ ¿Las cosas? Pues van bien. Ya sabes que Storybrooke no es un pueblo especialmente complicado.

Además, últimamente lo único que tenía que hacer era ponerle la vida imposible a Emma Swan, por lo que no era algo que pensase incluir en la conversación. Regina había decidido ir andando porque la cafetería no estaba muy lejos y porque realmente era algo que le apetecía, andar con su niño por la calle, sentir el viento en el rostro. Lo necesitaba, después de pasar tanto tiempo seguido en el despacho. Aquello no era bueno para ella y mucho menos para Henry.

Seguimos caminando y hablando al mismo tiempo, la verdad no es que me encantase hablar con Regina, pero era la única manera de saber cómo iban las cosas y lo que ella estuviera planeando, conmigo nunca se había mostrado malvada, pero sí lo hacía con el resto y con Emma, no soportaba ver cómo la trataba, y en la mayoría de los casos era solo porque Emma quería ayudarme, en fin, sacudí la cabeza para quitar mis pensamientos y miré a Regina.

-Para ti esto no es complicado, al menos no más complicado de lo que debe ser maldecir a un pueblo y tener a todos engañados, torturados y sufriendo sin saber el motivo, claro eso es más fácil para ti.-no podía evitar que siempre que estaba con ella, tenía que sacar el tema a coalición, pero es que era todo verdad, ella solo hacía cosas malas para vengarse de Mary Margaret y arruinar su vida, pero ella no había hecho nada malo. Abrí enfadado la puerta de la cafetería sin ni si quiera saludar a Ruby y me senté en una mesa arrinconada sin esperar a Regina.

No me importaba si venía o no, como si quería largarse, no me importaba nada, porque lo único que hacía era tratarme como a un loco en estos casos. Me quedé mirando la mesa mientras no podía evitar que una lágrima cayese por mi mejilla al ver tanto daño.

Él sabía que no iba a sacar nada de mí con aquello, pero aún así seguía insistiendo. Ya había comprobado que enfadarme y tacharle de loco no servía para nada. Quizás debía probar otra estrategia con él, y quedarme plantada delante de la puerta del local de la abuelita no era una opción a escoger. Entré y me dirigí hacia Henry, ya más calmada que cuando me había soltado aquello. Estaba solo y llorando en una esquina, lo que destrozó mi corazón. ¡Maldita Blancanieves! Una vez más quería destrozar mi vida, esta vez al regalarle ese libro a Henry.

_ Henry cariño... no llores._ Y es que no soportaba verle así. Me daba un vuelco al corazón al verle llorar porque él era mi niño, aquel al que yo más amaba. El único al que probablemente yo pudiese volver a amar. Ojalá pudiese decirle la verdad, ojala pudiese decirle que realmente tiene razón. Pero eso no puede llegar a buen término y sólo me causaría dolor. O quizás no... según las palabras que use._ Vale Henry... supongamos que te creo. Supongamos que soy realmente la reina malvada del cuento de Blancanieves. ¿Qué ganaría yo con todo esto?

Porque en cierto sentido había perdido muchas cosas. Había perdido su fortaleza, su cargo de reina y a todos sus sirvientes. Había perdido la posibilidad de pasarse el día haciendo las cosas que le gustaban en lugar de aburridos papeles de alcaldesa. Había tenido que arrancar el corazón a su propio padre. Pero por supuesto el chico que tenía delante era justo lo que compensaba todo aquello, más incluso que ver a Blancanieves sumida en la infelicidad.

Estaba sentado en la silla, probablemente, la gente de la cafetería nos estaría mirando ya que mi Regina no se dejaba ver mucho por ahí. Comenzó a decirme que no llorase, pero a lo que llegó a continuación, la verdad es que era algo que francamente no me esperaba en absoluto. Se puso a hablar de como si fuese una teoría y qué ganaría ella si dijera que era la malvada reina del cuento de Blancanieves.

-Si confesaras lo que eres, darías una mejor imagen de ti para mí, pues creería que si rompes la maldición y volvieras a poner todo como lo era antes, pensaría que hasta las peores personas pueden cambiar.-le dije en un susurro, sabía más que de sobra que ella no iba a decir nada, era alguien malvado y realmente desconfiado, parecía no afectarse ni por nada ni por nadie. -Pero no vas a hacer nada... ¿verdad?-le pregunté mientras le miraba con mis lágrimas en los ojos.

Realmente y en el fondo, pensaba que Regina era solamente una persona incomprendida, que buscaba ser algo más de lo que ya era en la vida, pero siendo como eran las cosas, realmente no sabía ni qué decir o qué demonios pensar la verdad, todo era absurdo y sabía que estaba perdiendo todo mi tiempo con ella, que no iba a hacer que cambiase nada de nada en absoluto la verdad.

Ella le había preguntado que ganaba si siendo la reina lanzaba la maldición. Él había contestado qué ganaba ella rompiendo la maldición. Y no ganaba nada, lo más mínimo. La gente seguiría odiándola y probablemente quisiesen acabar con su vida, igual que ella había deseado hacerlo con las de muchos de ellos, en especial a aquella chica que destrozó su vida con tan sólo unas palabras mal pronunciadas. Y aquello era algo que no iba a perdonar jamás. Tenía que sufrir lo que ella había sufrido, había sacrificado la vida de su padre por ello, y no pensaba deshacerlo así como así.

_ Si yo fuese esa persona no querría romper la maldición por varios motivos, seguramente. Pero ya te puedo asegurar, al margen de esta teoría, que yo jamás podría separarme de ti. De modo que si fuese la reina del cuento de hadas no rompería esa maldición._ Bajó la mirada, mientras por entre sus dedos se movía un curioso objeto, un aro de acero que normalmente llevaba en el dedo anular de la mano izquierda, tal como si fuese un anillo de compromiso._ Tú eres lo único que tengo en esta vida, y si fuese esa persona no querría perderte, pues dudo mucho que nada cambiase lo que yo siento por ti.

Aquello no era falso, en absoluto. Por encima de su deseo de torturar a todos los que se burlaban de ella con su felicidad. Por encima de su deseo de destruir a Blancanieves por haberle robado a su amor, estaba Henry. Él era real, tangible, y le quería. No podía romper la maldición por miedo a perderlo. Aunque se cansase de esa vida nueva que tenía, no podría separarse de él, no sería capaz.

_ Por tanto... aunque lo que dijeses fuese verdad, no creo que pudiese ayudarte.

Sabía que ella jamás rompería la maldición, si la había creado era porque sacaba algo del sufrimiento de los demás, aunque yo no llegaba a comprender que era lo que tanto le gustaba del echo de que los demás sufrieran.
La miré, con los ojos entre cerrados, en su respuesta estaba la verdad, ella jamás rompería el hechizo, tendría que ser Emma, mi madre de verdad, la que rompiese el hechizo y descubriese a todos la verdad y aun tenía que averiguar como hacer que me creyese.
Al pensar en ella miré a mi alrededor, pero no estaba allí. La echaba de menos, pero no creí que fuese necesario comentar esto, a Regina no le gustaría lo más mínimo. Decía que yo le importaba y que nada cambiaría lo que siente por mi.
-Si de verdad me quisieras me harías caso, si rompes el hechizo no me perderás, sigo siento tu hijo legalmente, no puedo irme sin más.-Era inútil que hiciese todo aquello. No me escucharía, no cambiaría nada, ella era la causante de todo, no rectificaría jamás, ya era demasiado tarde.
Me levanté de la mese dispuesto a salir corriendo si era necesario y la miré entre decepcionado y furioso.
-En eso si que tienes razón... hagas lo que hagas ya nada cambiará lo que siento por ti... Puede que tu digas quererme, pero yo ya no puedo hacer lo mismo.-Dicho esto, salí corriendo del local en dirección al parque, a mi castillo de juguete, a nuestro lugar, el de mi madre y mío. Donde había ido tantas veces con mi verdadera madre a hablar, entre otras cosas de la operación cobra. Ahora necesitaba estar allí, necesitaba pensar.
Acababa de estropearlo todo, Regina quería pasar el día conmigo, pero yo no podía dejar de pensar en cuál sería su intención. No debí decirle todo aquello, pero ya estaba dicho, ya no había marcha a tras.

Aquellas palabras fueron como dagas atravesando su corazón una detrás de otra. Ella no se merecía aquello, no se merecía esas palabras, ese trato. Y todo aquello era culpa de aquella mujer que le había robado lo que tantos años le había costado construir. Sólo tenía a Henry, y era lo único que le bastaba en aquella vida vacía para sentirse feliz. Pero parecía que aquellos que llevaban la sangre de Blancanieves en sus venas sólo existían para destruir su felicidad. Pero si algo había aprendido la reina en aquellos años era a conseguir convertir su tristeza en rabia, y dirigirla hacia las personas apropiadas, en este caso hacia aquella que le había robado el amor que Henry alguna vez le tuviese.

Se puso en pie y se alejó de allí, con las manos cerradas en sendos puños y la mirada llameante. Cualquier que la hubiese mirado a los ojos en aquel instante hubiese terminado por salir corriendo, o al menos hubiese evitado mantener el contacto visual más del tiempo necesario. Habían colmado su paciencia. Estaba harta de juegos con aquella mujer y en esta ocasión iba a cortar por lo sano. No importaba como ni porqué, tan sólo que sufriese de la peor de las maneras posibles y que estuviese condenada a morir sufriendo como la hacía sufrir a ella. El dolor que le había hecho pasar no merecía quedar sin castigo. Henry le rehuía por su pasado, sin siquiera pensar en todo lo que había hecho por él y lo mucho que lo había amado. Pero esta vez se aseguraría de que su cuento tuviese un final feliz, o que al menos, los demás no tuviesen el suyo.