Bajo la lluvia de un día gris {Emma}

Aquel día las nubes parecían haberse hecho con la ciudad. El cielo estaba completamente gris, y fue un trueno particularmente fuerte el que me despertó por la mañana, poco antes de que mi despertador se hiciese escuchar de forma estridente en toda la casa. Odiaba esa sensación, la de despertarme antes de lo necesario, pero decidí mirarlo con optimismo: de esa manera podría disfrutar de los pocos minutos que tuve hasta que aquel maldito cacharro empezase a sonar. No fue demasiado, pero hasta que lo hizo pude dar un par de vueltas más. Suficiente. En cuanto sonó lo apagué de un golpe y me levanté lentamente de la cama, pues no empezaba a ser persona hasta que me tomaba mi café matutino, así que me duché y me vestí con presteza para pasar por Granny's a recoger mi dosis diaria de cafeína.

No me llevó demasiado tiempo hacerme con él, y corrí de nuevo al coche para cobijarme de la lluvia que aún regaba la ciudad. Di un par de tragos y arranqué, dando así por comenzada mi ronda. Lo único entretenido de todo aquello era conducir, ya que por lo demas era un día tras otro la misma rutina, ser testigo de los mismos movimientos hechos por las mismas personas. No solo yo tenía rutina, y eso lo podía apreciar cada mañana, cuando recorría las calles de Storybrooke. A pesar de la lluvia, que había empezado a amainar un poco, los habitantes del pueblo caminaban por las aceras de camino a sus puestos de trabajo, algunos padres acompañaban a sus hijos al colegio, aunque otros lo hacían en el autobús escolar que les dejó en la puerta de éste, instantes antes de que yo lo dejase atrás. Los comercios abrían sus puertas y recibían a los primeros clientes, mientras otros, más trajeados, iban de camino al ayuntamiento. Ese era mi destino.

Había asamblea en unos minutos, y no estaba de más que procurase cierto orden por la zona, como de costumbre, así que salí del coche con mi preciado café, abrí el paraguas y caminé hasta la plaza del reloj, desde donde podía mantener la atención sin tener que estar vigilando en la puerta. Los bancos estaban mojados, así que me apoye en una farola y me mantuve refugiado bajo el paraguas, bebiendo aquella bebida aún caliente mientras veía a los funcionarios entrar y salir del ayuntamiento. Increíblemente divertido, sin duda.

Sentia el dulzor del toque de vainilla que Ruby me había echado en el café aquella mañana, como todas las demás. Aún estaba caliente, humeaba, y me ayudaba a calentarme la mano con la que lo sujetaba, mientras la otra seguía fría y aferrada al mango del paraguas, sobre el que se escuchaba aún el repiqueteo de la incesante lluvia otoñal impactando contra la tela. Otro trago más me ayudaba a entrar un poco en calor. Aún quedaba bastante hasta la llegada del invierno, pero aquel día pintaba particularmente frío, tanto que mi cazadora de cuero parecía no ser suficiente.El reloj de la torre, ese cuya maquinaria había parecido cobrar vida después de haber estado parada desde siempre, marcaba tan solo unos minutos más de las nueve, y aunque no tenía la menor idea sobre la hora a la que daría fin la asamblea, sentía que las manecillas recorrían su trayectoria con más pausa de la debida.

La plaza era transitada por bastante gente, y les seguía con la mirada cuando pasaban, fijándome en sus comportamientos. Algunos más acelerados, otros más calmados que parecían llevar tiempo de sobra, solos, acompañados, hablando por el movil, escuchando música... Aún así no fue ninguna de aquellas personas las que llamó del todo mi atención. Sí lo hizo el pequeño Beetle amarillo de la última persona en llegar a Storybrooke. Estaba claro que Emma no tenía como objetivo pasar desapercibida mientras conducía. Una sonrisa ladina apareció en mi rostro, me resultaba divertido aquel coche, por estúpido que sonase. Seguí la trayectoria de su conductora desde mi posición, viéndola abrir el paraguas y alejarse del vehículo a paso tranquilo. Pese a ello, en su rostro no había señal de esa tranquilidad con la que ahora atravesaba la plaza en la que me encontraba, lo cual me resultó curioso. Storybrooke no es un pueblo excesivamente grande, todos los secretos y entresijos terminaban saliendo a la luz, así que ¿qué tenía de malo ser yo el primer interesado?

- ¿Dando un paseo matutino, Emma? -pregunté alzando la voz para hacerme oír, aunque sin separarme de la farola. Fue un par de segundos después cuando comencé a caminar hacia ella. Fruncí el ceño al fijarme en su rostro, sin saber si aquello que mostraba con tanta claridad era preocupación u otro sentimiento diferente- ¿Un mal día? Deberías pasar por Granny's. Los cafés de allí hacen milagros... -comenté, tratando de ser amable. A nadie se le escapaba la hostilidad entre Emma y Regina, y el hecho de tener que seguir las directrices de la alcaldesa hacía que, seguramente, la primera no me tuviese en alta estima, por lo que traté de ser amable.

Sonreí, aunque era consciente del sarcasmo del que iban cargadas sus palabras, más aún cuando respondió de aquel modo a una frase cordial. Era obvio que no le caía bien a Emma, aunque aún no me había dado tiempo de darle un motivo. Fruncí el ceño y tragué saliva, aunque sonreí de nuevo. La gente no solía tener mala opinión sobre mí, y no quería que aquello cambiase, así que haría que cambiase de idea, quizás no ahora, pero no me daría por satisfecho hasta que así fuera.

El repiqueteo de las gotas sobre la superficie del paraguas se fue apaciguando, y lo aparté, comprobando que apenas llovía, lo cual me hizo cerrarlo. Asenti- Definitivamente, necesitas ese café -respondí al final, sonriendo, queriendo dejar claro que estaba bromeando.- ¿Qué te ha traído por aquí? -pregunté curioso. Su turno aún no había comenzado, de hecho, acababa de empezar el mío, así que descartaba que fuese por algún asunto policial, lo que me hacía dar por hecho que obtendría un "no es asunto tuyo", "métete en tus asuntos" o algo similar.

Aún me preguntaba por qué había aceptado el puesto cuando se lo propuse, y su actitud claramente hostil hacia más no hacía otra cosa que hacerme pensar aún más en aquello. Cerré el paraguas y lo sujeté a modo de bastón, esperando una respuesta por parte de Emma.

Aunque su respuesta no fue demasiado cordial, si tenía en cuenta las anteriores había sido una clara mejora, pues su tono sonaba bastante más amable. Me alegraba, sinceramente. No estaba acostumbrado a las hostilidades, al menos no cuando se trataba de personas adultas que no fuesen los visitantes habituales de los calabozos de la oficina. Pero daba quizás más importancia a la opinión que Emma pudiese tener, y lo achacaba al hecho de que fuese mi ayudante.

Sus cualidades me habian hecho ofrecerle el puesto, y aunque tardó en decidirse, me alegró que terminase aceptando. Ella, al menos, tenía la valentía de enfrentarse a Regina, y aquello provocaba algo de admiración por mi parte, pues yo personalmente me veía incapaz de imitarla.

Enarqué una ceja al escuchar aquellas últimas palabras, curioso, eternamente curioso.- ¿Pesadillas o simple insomnio? -pregunté, antes de dar otro trago al café. El sabor de la vainilla ya se había difuminado bastante, y tan solo se percibía ya el del café, por lo que mi gesto se contrajo. Me bebí lo restante de un solo trago y lancé el vaso a una papelera cercana. En el blanco, como siempre. Algún día tendria que pararme a analizar el porqué de aquella puntería tan certera.

- Sé que no tengo por qué meterme, pero si lo necesitas podemos cambiar algunos turnos que se ajusten más a tu horario -comenté, tratando de ayudar- Creo que mi cuerpo se ha acostumbrado al horario flexible -dibujé una sonrisa ladina.- Y si no ha sido un paseo, ¿qué te trae por aquí? -preguntó mi curiosidad de nuevo. Quizás podía pensar que me estaba metiendo donde no me llamaban, pero conocía casi a la perfección los movimientos de cada habitante, sus horarios y costumbres, y una forastera, una cara nueva, hacía que quisiese conocerla tan bien como conocía a los demás.

Fruncí el ceño al escucharla hablar de pesadillas, y me sentí afortunado por no haber tenido que sufrir de esas. Sueños extraños sí, muchísimos, de hecho había un lobo que solía aparecer en ellos de forma recurrente, aunque nunca le había dado ningún sentido concreto. Pero nunca me había despertado alterado, o me habían privado de mis horas de sueño. Querría haberle podido dar algún consejo para superarlas, pero ser un completo desentendido no me dejaba en muy buena posición para poder hacerlo. Le habría sugerido comentárselo a Archie, pero podía pensar que estaba insinuando que tenía un problema más grave, y no quería hacerla molestar. Prefería llevarme bien con ella, más aún ahora que parecía que empezaba a conseguirlo.

- Como quieras -dije encogiéndome de hombros cuando me aseguró que estaba satisfecha con su turno- Pero la oferta seguirá en pie -sonreí. Llevaba siendo sheriff desde... no recordaba hacía cuanto, pero estaba seguro de que el proceso de adaptación también me habría costado a mí. De hecho, incluso ahora, había veces que mi empleo delimitaba demasiado mi día a día, y ese había sido el motivo por el que le había ofrecido a Emma el puesto de ayudante. Eso y ese extraño deseo de querer mantenerla cerca, aunque no me aventuraba aún a darle un significado a aquello.

- Regina está reunida -alcé la barbilla señalando al frente, en dirección al Ayuntamiento- Sabiendo lo bien que os lleváis, yo en tu lugar no habría elegido esta ruta para relajarme -me apresuré a añadir una sonrisa para que supiese que bromeaba- Pero me alegra que hayas pasado por aquí, la espera se hace mucho más amena -agregué, bajando por un instante la mirada al mango del paraguas.