The cake is a lie (Emma)

Esta vez me aseguraría de que Emma Swan dejase de molestarme, de que desaparecería de mi vida para siempre, y mi hijo no volvería a verla. La empanada estaba horneada con la manzana que Jefferson me había devuelto, la manzana que había arrastrado a Blancanieves por el camino de la amargura, y que ahora haría lo mismo con Emma Swan. No podía correr más riesgos con esa mujer. Porque si lo hacía apartaría a Henry de mi lado, y la simple idea de que eso ocurriese me destrozaba el alma. Pues lo que hacía lo hacía por él, porque la idea de perderlo me resultaba demasiado dolorosa como para pensarla siquiera.

Las cosas estaban claras, de un modo siniestro a mi parecer. Amaba a los hijos que mi nuevo reino me había proporcionado. Y no pensaba perderlos, ni a él ni a Ava. Y mientras aquella mujer viviese, mi maldición peligraría, y con ella mi poder sobre el pueblo. Y casi como si el destino se pusiese a mi favor, Emma Swan llamó a mi puerta, deseosa de hablar conmigo, sobre Henry. Hubiese reído a carcajadas, si fuese realmente capaz de reír.

_ Pase, señorita Swan, la escucho. ¿Qué es lo que quiere decirme?_ Le pregunté, notando su nerviosismo que me resultaba extraño. Parecía deseosa por hablar, pero al mismo tiempo parecía que no quería abrir la boca, como si tuviese temor a sus propias palabras. Aquello me inquietó, y me hizo reafirmarme en mi decisión de conseguir que se comiese mi empanada._ No creo que haya venido hasta aquí sólo para verme.

Había ganado, y sin embargo no se sentía feliz. Porque Regina no podía conformarse, no después de haber sacrificado el aro de Daniel. Emma Swan tenía que morir por aquella manzana, para asegurar un futuro en que la maldición no se rompiese, para asegurarse de que Storybrooke nunca dejase de ser lo que era, un pueblecito en mitad de un mundo sin magia. Y si ella moría por otra razón, la maldición podría romperse, y Regina perdería aquello por lo que llevaba luchando 28 años. Un tiempo de soberanía que no estaba dispuesta a perder. Y ahora tenía el modo de asegurarse de conseguir su propósito.

_ Me alegra que al fin podamos llegar a un acuerdo, señorita Swan. Estoy segura de que las dos queremos lo mejor para Henry._ Y con el tiempo él también lo entendería. Si de algo estaba segura era de que quería a su hijo. Y él se daría cuenta de que a pesar de todo aquello era cierto. Quizás le costase asumirlo, pero lo haría y eso era lo más importante. Y entonces todo volvería a ser como antes, cuando nadie se entrometía en sus vidas ni trataba de separarlos. Todo lo sería cuando Emma Swan hubiese muerto._ Y creo que podemos empezar una relación distinta siendo así. Tampoco quiero privar a Henry de su compañía, en el fondo nunca lo quise. Ni soy quien para impedirle venir a visitarlo.

A estas alturas no perdía nada en jugar sus cartas. Al día siguiente a aquella misma hora Emma estaría muerta, y se había buscado a sí misma una manera de asegurarse de que Regina se librase de toda sospecha. Estaba siendo un encanto para lo mucho que la había molestado antes de aquello, pero eso no cambiaba los planes de Regina. Había sacrificado lo último que poseía de su verdadero amor, y Emma lo pagaría con su vida.

Ese era el desenlace que esa historia debía tener. A pesar de los altibajos y las dudas. Nadie me arrebataría a mi hijo jamás, nadie volvería a hacerme pasar por el dolor de la pérdida. Habían sido demasiadas, y no pensaba anotar otra más a la lista, mucho menos la de mi hijo. Por eso mi expresión no podía dejar de ser triunfal. Había ganado esa larga y tortuosa batalla, y Emma Swan no iba a volver a molestarme. Con el tiempo Henry dejaría de intentar deshacer mi maldición, y las cosas volvería a su cauce. He de reconocer que hubo un momento en que me sentí asustada, pero había pasado, afortunadamente, y las cosas terminaban como debían terminar.

_ Bueno, si tienes prisa no te retendré, no mucho tiempo. Quisiera que te llevases algo para el camino._ Le dije, con una sonrisa que esta vez era en parte sincera, pues a fin de cuentas si algo quería era que se comiese mi empanada. Se la envolví y metí en un tuper de tamaño exacto, antes de tendérsela y colocarla entre sus manos._ Que tenga un buen viaje señorita Swan, le deseo lo mejor.

Aquella sería la última vez que la vería, y eso significaba que realmente todo había terminado. El temor a que mi maldición se rompiese, a que Henry me abandonase, se extinguía y me devolvía a la posición tranquila que me correspondía. Poco podía yo saber lo lejos de la realidad que estaba cuando aquella mujer salió de mi casa y tomó rumbo a su siguiente destino.

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