[NNJ] Tan solo un momento [Garfio]

¿Achaques? Yo no tenía achaques. Y la sola idea de que los tuviese era No podía creer que se molestase siquiera el sugerirlo me resultaba completamente impensable. En lo que a mí respectaba, tendría que pasar bastante tiempo para que llegase a ese punto de mi vida. Y decididamente no quería pensar en él. A nadie le gustaba hacerlo.

_ Oh, correrá, te aseguro que correrá. Y es poco probable que consiga zafarse._ le dije, orgulloso de mí mismo y de mi forma. La observé colocarse la caperuza y chisté. Era increíble que una prenda como aquella le pudiese quedar tan bien. Realmente, al hablar de ella, el decir que cualquier cosa le quedaría bien era cierto._ Esa caperuza sólo te queda bien a ti, Rojita.

Observé las estrellas, y la Luna llena, que para mí después de conocer a Roja tenía un nuevo significado. La noche estaba en calma, y facilitaba la navegación. Me permitía pensar con calma y actuar con tiempo. podría girar el timón y hacer un giro aparentemente peligroso sin riesgo. Si no fuese por el estado de Ruby, probablemente lo hubiese hecho.

Reí al escucharlo, sabía que si algún día llegaba ese momento tendría que lidiar con un pirata celoso. Era ley de vida, pero no era momento de pensar en ello. Dejé un beso en su mejilla y lo miré –Miedo me da el señor del garfio huid posibles pretendientes de su hija –le dediqué una mirada pícara y una sonrisa lobuna. Nunca me cansaría de ese hombre, cada día lo veía más claro.


–Oh Capitán Percha –fingí enfadarme cuando me llamó Rojita. –Que sepa que le dejo seguir con vida porque es usted… y porque hay una loba que no me permitiría seguir pisando este mundo si a usted le pasara algo...  –y por supuesto era así. Como todo licántropo en mi cara humana tenía esa parte del espíritu del lobo. Fiel y leal hasta la muerte y sobretodo protegía a mi familia, mi manada… aunque a Killian no le saliera pelo y se pusiera a cuatro patas con la luna llena… vale, eso ha sonado mal, pero yo me entiendo. -Y tampoco me molesta que tú me llames Rojita... pero que nadie se entere. 


La caperuza era una prisión para el lobo pero iba a estar siempre conmigo, porque nunca sabía cuándo iba a necesitarla. Ahora estoy más tranquila porque sé que durante los meses que me quedan de embarazo voy a tener la oportunidad de no transformarme aunque eso no suponga nada para la criatura, pero prefería no hacerlo –He decidido no transformarme durante el embarazo –sabía que él se quedaba también más tranquilo, no me lo mostraba pero ahora llevaba el barco con extremada delicadeza, conocía sus maneras y parecía llevarme entre algodones… pero no iba a decírmelo, sabía que yo me opondría a que me cuidara tanto –creo que es lo mejor para los tres. 

Capitán Percha. Si otra persona me hubiese llamado así era bastante probable de que le hubiese ensartado con dicha percha, algo que más de uno había tenido que sufrir y que nadie que hubiese sufrido fuese capaz de contar. Pero Ruby podía llamarme así y conseguir una sonrisa de mi parte. Ella era la única que sabía como llegar a mí del modo correcto.

_ Si nadie se entera de que te dejo llamarme capitán percha creo que hemos llegado a un acuerdo._ Dije, dejando en claro ese pequeño pacto entre nosotros. Dejaríamos esos nombre para intimidad, ya que de lo contrario no podríamos soportarlos._ Si es lo más seguro para la pequeña, ten claro que respetaré tu decisión. Tú sabes mucho más de esto que yo.

Era un tema que, aunque no quisiera reconocer, me era desconocido. A fin de cuentas, no es que hubiese tratado con licántropos antes. Es más, roja se había esforzado en conseguir que no corriese peligro por causa de su transformación. Y Holly había hecho lo propio para que no me pasase lo mismo con ella.

Asentí y lo miré seria como el que cierra un trato importante. Como si se tratara de algo serio y no de una chorrada de enamorados. Casi cuatro meses que parecían toda una vida. Todos los días me despertaba siempre antes que él y daba gracias por poder despertarme al lado de un hombre tan especial, la vida nos había dado una segunda oportunidad a los dos, estábamos juntos y lo seguiríamos estando durante el resto de nuestras vidas. Lo miré con adoración, a veces no me eran suficientes las palabras para decirle cuanto lo quería.

–Sí, hemos llegado a un acuerdo –dije con tono pausado, otra vez volví a notar el movimiento extraño en el abdomen, sin saber por qué me entraron ganas de llorar, pero no de pena, sino por toda la emoción que estaba sintiendo. La niña moverse, la sensación de pasar un rato juntos en medio de todo este caos, el ver que ya nunca estaríamos solos añorando a esas personas que perdimos hace tantos años. –Mi perchita –bromeé–mi manquito patoso –no le diría a nadie que llamo a este fiero pirata de todas esas maneras, todos tenemos una reputación que mantener y el orgullo masculino era un tema delicado. 


Aunque tocando el tema de su "patosidad" porque eso era digno de estudio... aunque bueno, normalmente no era por patoso, era porque se buscaba las tortas, pero normalmente él y el suelo solían hacer buena pareja, ahora que estaba conmigo caía un poco menos... pero seguía siendo amante del suelo –Sabes quien va a cuidarme cuando me encuentre mal ¿no? –más que una pregunta era una afirmación, en realidad necesitaría muchos cuidados por su parte, más a nivel psicológico que físico. 


–Yo creo que es lo mejor, yo estaré más reposada, la niña seguirá flotando tranquilamente y tú también estarás más tranquilo  –dije haciendo referencia al tema de mis transformaciones –Sé que no es malo para ella... pero tengo miedo... prefiero estar tranquila estos meses... y la luna llena después de tener al bebé hazte cuenta de que te vas a quedar tú con la niña para que yo pueda salir un par de horas a correr por el monte –desde que estaba con él también había añadido a mis recorridos paseos tranquilos como si en lugar de un lobo fuera un perro... de grandes, GRANDES, dimensiones. 

Desde luego Roja me tenía exactamente donde quería. No podía decirle nada porque me llamase de aquellas maneras, pero me vengaría de alguna forma, eso por descontado. Y la pregunta que me hacía me daba la ocasión perfecta para hacerlo. Me quedé otra vez fingiendo que pensaba en el asunto, y esta vez decidí gastarle una broma.

_ No sé. Tu abuela... ¿Quizás? ¿Christina?_ fingí preguntar, sin mirarla. Estaba claro que en realidad iba a ayudarla en todo momento, pero no iba a ser el único. Tenía claro que Holly no iba a quedarse mirando para otro lado mientras su alter-ego nacía. A pesar de todo no quería que me dedicase una mirada asesina._ Es una broma cielo, no te sulfures.

Había llegado a puerto de nuevo, así que eché el ancla y solté el timón. Las velas se plegaron y la sujeté para que la deceleración no la hiciese caer. Estaba siendo un poco sobreprotector, y lo sabía, pero ella no podía quejarse de que estuviese preocupado por su salud, a fin de cuentas ella siempre lo estaba de mí.

Le lancé una mirada asesina... o por lo menos fingí hacerlo. Tampoco me imagino a este hombre dejando que mi abuela se encargue de mí en mi convalecencia, si con enterarse de que iba a tener un hijo suyo ya parecía que me había convertido en cristal y que había que andar con mil ojos conmigo, por no hablar de la versión futura de la que había comenzado a dar patadas. 

-Ya veo, imagino que mi abuela me cuidará porque te amenazará a punta de ballesta para que la dejes entrar -por otra parte, yo veía a mi abuela haciendo eso perfectamente, era una mujer de armas tomar... y Christina... bueno imagino que entre Christina, mi abuela y Holly iba a tener que imponerse mucho para hacerse un hueco al lado de su mujer... ironías de la vida. 

Poco a poco volvíamos a puerto, no podíamos navegar mucho por esta bahía, era pequeña y también era tarde. Ahora teníamos una casa a la que volver, con una hija veinteañera y mi bisabuela de diez años... creo que esto no es normal, pero la normalidad nunca ha estado presente en mi vida. Noté como me agarraba cuando el barco iba parándose -Cariño -lo miré con una risa -no me voy a caer, tengo el sentido del equilibrio perfectamente. -Estaba claro que por mucho que le dijera iba a sobreprotegerme hasta el final. Me separé de él un poquito y tuve la mala suerte de resbalar y de no ser porque apoyé las manos contra el suelo me habría dejado los dientes en cubierta.

Llegados a este punto, lo mejor era volver al local de la abuelita y seguir esta conversación acurrucados en la cama. En cierto sentido, no podía dejar de sentir que era como una muñequita de cristal a punto de romperse, y aquella sensación me mantenía preocupado todo el tiempo. No estaba acostumbrado a sentirme así, a sentir que debía proteger a alguien que me necesitaba de tal manera. No desde que me arrebataron a Milah.

_ Eso ya lo veremos, querida. Los veremos._ Le dije, mientras la miraba. Ella confirmó mis sospechas desplomándose contra el suelo. Reaccioné de inmediato y la ayudé a levantarse, aunque no parecía haberse hecho nada en absoluto. Era una mujer dura, eso lo sabía desde que la había conocido. La tomé de la cintura, por si acaso, y la llevé fuera del barco._ Anda, vamos a casa antes de que tengas otro accidente y esta vez te pase algo.

Habíamos tenido nuestro momento, pero teníamos que volver a la realidad. Una realidad cruel e infame que nos quería apartar de nuestra felicidad. Pero eso no se lo íbamos a permitir, éramos mejores que eso. Nada nos iba a separar, y mucho menos una maldición que empequeñeciese a nuestra familia. Entre todos los adultos que quedábamos, encontraríamos la solución.

Por mí cerrado.