Buscando respuesta (Regina)

Quiero respuestas, y las respuestas que busco no se encuentran a traves del telescopio, mirandola todo el día. Han pasado varios días desde aquel encuentro, varios días en los que le he dado mil y una vueltas. ¿Cómo puede ser? La maldición no podía resucitar a los seres fallecidos... ¿O sí? ¿Hasta donde llegaba la magia de Regina...?
Gracias al telescopio he podido ver que, en efecto, se relaciona con Grace en el colegio, pero madre e hija no se reconocen y solo actuan en sus roles como alumna-profesora, nada más.
Ojalá pudieran saberlo...
Decido que tengo que averiguar como ha sucedido todo y, tras levantarme de la mesa de confección, donde estoy haciendo un sombrero para Shadow. Uno especial para ella. Espero que le guste el día que se lo dé...
Finalmente, acabo de abotonarme el chaleco y encasquetarme la bufanda al cuello, ocultando como siempre la cicatriz horrenda y fea. Salgo de casa, subiendome a mi coche y conduzco hasta la casa de la alcaldesa, donde supongo que está, porque busqué su silueta a traves del telescopio en las ventanas del ayuntamiento y no la ví.

Aparco el coche y cierro la puerta de golpe. Me he puesto furioso de camino, furioso conmigo, furioso con Regina por arrebatarme a mi hija, ahora a mi esposa, por separarme de mi mundo.... Por todo lo que ha hecho... Ojalá algún día alguien le de su merecido... Ojala sienta en su carne todo el dolor que me hace sentir a mi.
Llego hasta la inmensa puerta de blanco de la casa de la alcaldesa, con la mandibula apretada con fuerza y llamo al timbre varias veces. Por suerte he ido a una hora en la que "su hijo" está en el colegio y podemos hablar con tranquilidad sobre todo esto.
Espero nervioso, esperando y rezando porque esté en casa. No pararé ni me iré sin las respuestas que he venido a buscar. Las necesito.... No puedo vivir con esta agonía.

¿Y ahora quién la molestaba? Parecía que no podía tener un sólo día de paz en Storybrooke. Seguramente sería Emma, la causante de todo aquello. Se levantó de mala gana de su escritorio y avanzó por la casa hasta abrir la puerta. Vaya, parecía increíble pero quien había tocado era incluso más molesto que la señorita Swan.

_ ¿Y qué se supone que has venido a hacer aquí?_ Con él no tenía que fingir, eso era lo bueno de que conociese la maldición que había caído sobre el reino encantado. La reina no tenía que fingir una amabilidad inexistente para con él._ ¿Acaso te ha funcionado alguno de tus sombreros? ¿O vienes a llorarme otra vez porque tu hija no te quiere?

Su voz sonó cortante, fría, letal. Hacía tiempo que no se permitía el lujo de hablar con tanta sinceridad y le gustaba hacerlo. Una sonrisa cruel adornaba su rostro. En el pasado, el sombrerero había tenido un poder que hacía poco apropiado contrariarlo. Ahora, en cambio, no tenía absolutamente nada.

Su voz, tan fria y tan cortante como el hielo, me resbala, ya no me hiere, ya estoy acostumbrado a sus burlas y a sus malos tratos. Lejos de asustarme o intimidarme, le pongo una mano en el pecho, apartandola, medio empujandola hacia un lado y me meto en su casa sin decir nada más, cerrando la puerta nada más entrar, cruzando los brzos a la altura del pecho y mirándola con seriedad, con toda la seriedad con la que soy capaz.

-No, no voy a lloriquearte porque mi hija no me reconoce. Sé que los padres de Grace en este mundo son buenos y la tratan bien, y de momento me conformo con eso, aunque no digo que me haga feliz. Vengo por otra cosa. Vengo a buscar respuestas de algo que me ha pasado estos días, algo que no esperaba... Y que vas a explicarme. No te tengo miedo, Regina. Yo no tengo nada, pero tú, tienes todavía menos.... Poco a poco Henry te está siendo arrebatado, te guste o no, y aquí no tienes magia, eres tan simple como los demás... pronuncio estas palabras con un deje de diversión y de broma ¿Cón qué puede amenazarme aquí? Ya no puede quitarme nada más porque sencillamente ya no me queda nada que perder... La observo un poco desde mis pocos centimetros de estatura que le saco y abordo el tema sin dar ningun rodeo.

-Quería saber el alcance de la maldición... Si es capaz de traer de vuelta... sin recuerdos, claro, a personas fallecidas.... apoyo la espalda en la puerta de la entrada, doblando una pierna por la rodilla y apoyandola tambien, sin apartar la mriada de sus frios y crueles ojos.

Debería temerla, quizás no tuviese su magia, pero tenía otras cosas con las que destrozarle. Decía que no tenía nada más que perder. Pero ella sabía que estaba muy equivocado. Quizás su hija no le reconociese, pero si le pasase algo sabía que lo destrozaría por completo. Aún así, tenía más interés en saber por qué hacía tal pregunta.

_ Jefferson, sabía que no eras muy inteligente, pero pensaba que no eras estúpido. El hechizo no puede resucitar a los muertos. Ninguna magia del reino encantado puede hacer eso y tú lo sabes bien._ Era por ello por lo que había tenido que utilizarlo e ir al país de las maravillas para recuperar a su padre._ ¿Por qué me haces esa pregunta? ¿Acaso has visto a alguien a quien creías en la tumba?

Regina no estaba segura, pero empezaba a atinar por donde iban los tiros.Y si no se equivocaba iba a divertirse mucho atormentando a Jefferson con aquello. Incluso más de lo que lo había hecho con su hija, porque esto era incluso mejor. Una traición previa al hechizo. Algo confirmado y por lo que no podría pedir explicaciones.

_ ¿Has conocido a la señorita Shayker, quizás?

Sus insultos ya no me ofenden, ya estoy más que acostumbrado a ellos, ya no significan nada. Pero sus palabras me hacen pensar un poco, más de lo que ya habia pensado en casa, por supuesto.

Algo en su mirada me dice que sabe a qye me refiero, y sus palabras no hacen más que confirarmelo, el caso es que no sé qué tipo de relación tenia con ella...
Anzu era mi mujer... ¿Porqué se conocian?

-Sí, la he conocido, y ha sido una verdadera sorpresa, puesto que llevaba muchos años creyendola muerta... La vi morir con mis propios ojos, Regina... Hay algo que no cuadra entonces.... Y tú sabes algo. Si el hechizo no pudo resucitarla es que ya estaba viva de antes... pero eso es imposible porque estaba muerta... empiezo a desquiciarme yo solo por momentos, y en mi cabeza eso es un sinvivir, porque me atormenta y me vuelve loco.

-No supe como actuar cuando la vi... llevaba tantos años acostumbrado a no verla.. a pensar que ya no estaba que verla frente a mi de repetente que no supe como enfrentarme.... Y por supuesto, ella no me recuerda, para colmo..

Era delicioso ver a Jefferson ahí atormentado, dudando sobre el pasado. Sabía que insultándolo no iba a conseguir nada, pero con lo venía le haría el daño más grande que podía haber sufrido en toda su vida, o eso esperaba. Se acercó a su escritorio y cogió algo del último cajón, que a juzgar por el ruido que hizo debía estar bajo un doble fondo.

_ Anzu estaba viva cuando se realizó el hechizo, bueno, todo lo viva que está alguien como lo era ella. Puesto que de hecho me ayudó a conjurarlo, precisaba de las almas más oscuras para poder completarlo. No obstante, sé que no me creerás a mí._ Se acercó y le mostró lo que había guardado en el cajón. Un sobre de pequeño tamaño, con las palabras "Para Jefferson" escritas en color rojo brillante sobre él. Esa era indudablemente la caligrafía de Anzu._ Cree sus propias palabras y entenderás. Hay muchas cosas sobre tu esposa que ella se ocupó muy bien de ocultarte.

Dejó la nota en sus manos y le observó con una sonrisa cruel, misteriosa. Tenía verdadera curiosidad por ver que contenía esa nota. El sobre estaba encantado y nadie salvo Jefferson o Anzu podrían abrirlo. Llevaba 28 años oculto en su mesilla, y pensaba que nunca iba a poder saber cuales habían sido las últimas palabras de la vampiresa.

_ Escribió esta nota y me la entregó la noche anterior a que lanzase el conjuro, a sabiendas de que yo era la única que podría recordar lo sucedido. Por algún motivo ella intuyó que tú aparecerías en este mundo. Quiso asegurarse de que te entregase la nota, y no voy a faltar a esa promesa, porque por mucho que tú me desagrades Anzu era significativa para mí.

Escucho las palabras de la reina con detenimiento.. Aunque aquí tien de Reina lo que yo de santo, nada. En mi cabeza ncen cada vez mas y más preguntas, sobre Anzu, sobre Shadow, sobre Regina y sobre la relación que mantenía con mi esposa. La sigo caminando despacio hasta su escritorio del cual saca una carta.
Reconozco de inmediato, por la letra que lleva mi nombre, que es su caligrafia, perfecta, estilizada y con esas curvas que ella solía dibujar. Escribia muy bien.

Cuando deja la nota en mis manos, en sus labios se esboza una sonrisa cruel, fria, horrible.... Odio cuando sonrie de esa manera. PEro no voy a abrir la carta aqui. Aunque me muera de ganas por leerla, por saber que es lo que Anzu escribió solo para mi, no la voy a leer aqui ante ella. No voy a darle ese gusto.

-Gracias por guardarla durante tantos años para mi, Regina.... al final resulta que si que tienes algo de decencia y en que confiar... pero solo algo. Esto no quiere decir que confie en ti... Sigues siendo la persona que me ha arrebatado todo.. Y tarde o temprano, cuando todos recuerden quien eres y lo que les has hecho, nadie te defendera y estaras sola... y yo seré el primero que estará ahi para ir contra ti... Por todo lo que me has arrebatado.. hablo con voz baja, en un tono serio, al igual que la expresión de mi rostro. Es, antes que una amenaza, una advertencia. Porque pasará.

Regina sabría lo que esa carta ponía cuando esta fuese abierta. Como también sabía que ese hombre no iba a leerla en su presencia. Pero teniendo en cuenta que su relación con Anzu había sido casi tan estrecha como la que tuvo con Maléfica, se lo debía. Incluso ella tenía algo de corazón para con las amistades. Sería capaz de romperles una pierna, pero no de faltar a una promesa que les había hecho.

_ Oh, cuando todos recordemos lo ocurrido tu esposa será la primera en defenderme, Jefferson. Eso tenlo presente._ dijo, antes de comenzar a andar por la casa en dirección a la salida. Anzu le debía demasiado como para traicionarla. A fin de cuentas eran amigas. ¿No es así?_ Y ahora márchate a tu casa olvidada y lee tu carta.

Poco le faltó para echarlo de un puntapié. No quería volver a verlo en sus dominios. Cuanto menos la molestase mejor. Cerró la puerta cuando él se fue y se metió en su despacho. Ese día no iba a trabajar, tenía que librarse de la presión en el pecho que había sentido. Anzu podría ser una enemiga peligrosa si la traicionaba.