En busca de algo perdido tiempo atrás (Tom Tyler)

La maldición se había roto y todos los recuerdos habían venido a mí como si se tratara de un golpe, pero sin dolor físico, sólo un tremendo y extraño dolor psicológico al pensar en que había estado tanto tiempo separada de él, de Eugene. Pero lo que más me dolía era que lo hubiese visto por el pueblo y que no me cayese muy bien cuando realmente yo le amaba, después de todo lo que habíamos pasado y habíamos vivido juntos para tener nuestro final feliz, habíamos caído bajo... ¿una maldición? Eso no importaba en aquel momento, lo que importaba era encontrarle, pero había un problema en relación a eso: no sabía nada de él ni de su vida en Storybrooke. Bueno, sí, sabía dónde trabajaba, en el Rabbit Hole, cosa que no me hacía mucha gracia, no me gustaba ese local, varias de las personas que allí se reunían no eran tan agradables como los que nos habíamos encontrado en la taberna en nuestra otra vida. Sin embargo, eso no me ayudaba nada, porque era de día.

Había visto que la gente estaba empezando a poner carteles de búsqueda para encontrar a sus seres allegados y queridos, poniendo quiénes eran en Storybrooke y quiénes eran en nuestro mundo, así que me decidí a hacerlo mismo y escribí mi nombre de Storybrooke y también “Rapunzel”, entendiendo justo en aquel momento porque siempre escribí mi segundo nombre con zeta en vez de con ce, que era lo normal. Después de eso me fui a buscarle por mí misma, nada para mí era más importante que encontrarle. Habría cogido una foto para preguntar por él, pues seguramente alguien sabría decirme algo sobre él, pero no tenía ninguna, y tampoco sabía cuál era su nombre en Storybrooke, qué desastre... Miré en Granny’s pero allí no estaba él, y entonces pensé en algo. Corrí a mi casa y fui a la cocina, donde estaba algo que siempre me había resultado llamativo pero que me parecía fuera de lo normal como para cogerlo y usarlo, después de todo, la gente normal no iba por ahí con una sartén para defenderse. Pero en aquel momento me di cuenta de que ninguno de los que vivíamos allí era normal. Cogí la sartén y volví a salir a la calle deprisa, recorriendo el pueblo y mirando a todos lados con atención, finalmente llegué al puerto, donde me senté a descansar un poco. Suspiré pesadamente.

—Siento que no puedo esperar hasta la noche... —murmuré con algo de tristeza, impaciente porque el día se acabara.

No estaba cansada, mi recuerdo recién recuperado me decía que una vez había atravesado el bosque hasta llegar al reino, con... con él, con Flynn. Comparado con eso, el recorrido que había hecho buscándole desde que me había enterado de quiénes éramos en realidad no era nada en absoluto. Me había sentado allí no porque estuviese asfixiada o cansada de caminar, sino porque me había dado un bajón de humor y de moral. ¿Y si no le encontraba por la noche cuando fuera a aquel lugar en el que trabajaba? A lo mejor aquella noche libraba. No sabía qué hacer... algún día tendríamos que encontrarnos, ¿no? Sin embargo, llevábamos tanto tiempo sin saber que nos queríamos que sentía que no podía esperar más.

Tan pronto como pude, me repuse. No me levanté enseguida pero mis pensamientos fueron cambiando rápidamente. Gothel había muerto y yo había tenido una vida corta pero feliz junto a Flynn después de que se convirtiera en mi esposo, cuando le encontrara —porque le iba a encontrar, aunque tuviese que remover cielo y tierra— volverían a aquella vida. Agradecía que no hubiese hecho nada en Storybrooke de lo que tuviera que arrepentirse en aquel instante y sonrió al pensar que había creído que era pintora... porque, cuando vivía en la torre en la que la había encerrado Gothel, siempre pintaba lo que se imaginaba o lo que veía por la ventana, que era el único orificio que poseía aquella horrible prisión.

De repente, oí unos pasos detrás de mí, me había quedado lo suficientemente callada como para poder escuchar los sonidos que había a mi alrededor. Alguien se acerca a mí, así que me erguí un poco y agarré mi sartén con fuerza. Y, entonces, al oír a aquella persona, me levanté deprisa y alcé mi arma en el aire girándome al mismo tiempo. Pero reconocí aquella voz y escuché lo que dijo, mis ojos se abrieron de par en par por la sorpresa. Era él, era Flynn. Dijo que creía que nunca iba a encontrarme y que le había dado un susto de muerte, y en su tono podía notar la misma forma de hablar que yo recordaba de él. Mi reacción fue inmediata.

—¡Flynn! —chillé y, poniendo un pie sobre el banco, me impulsé rápidamente hacia él para abrazarle con fuerza, aunque acabamos cayendo al suelo. —¡Flynn, estás aquí! ¡Me has encontrado!