La magia tiene un precio {Shadow}

Shadow Shayker, ese era su nombre. Había llegado a mis oídos que había una bruja que podría hacerme dejar de amar a Killian, hacer que ese amor se vuelva amor hacia Felípe, el hombre con el que debería estar. Tenia oído que era la mujer de Jefferson, el sombrerero loco. Ese sitio daba miedo, estaba en pleno bosque, y en una noche tormentosa como lo era aquella todo daba el triple de miedo.

Llegué a la puerta y llamé suavemente, esta se abrió sola, dándome paso a la casa. La gente decía que podía ser algo descarada, y tenían razón, entre en la casa y me puse a observara a todos lados, había objectos extraños por todas partes; cuadros polvorientos, sombreros extraños por todas partes...

Seguí andando hacia delante, por un largo e interminable pasillo.

-¿Shadow? - pregunté- ¿Estáis ahí?

Me acerqué lentamente a una habitación, cuya puerta estaba medio abierta, me asomé y la vi haciendo algún tipo de brujería. Si alguien podía ayudarme, esa era Shadow Shayker.

Pude sentir que alguien entraba en la casa en cuanto lo hizo. Su olor llenaba mis fosas nasales. Lo reconocía, aunque no sabía precisar de qué. La había perseguido. Y fue cuando entró en mi habitación cuando me di cuenta. Aurora, la princesa a la que tanto tiempo había perseguido. ¿Qué hacía en Storybrooke, estaba segura de que ella no había venido con la maldición, pues jamás la había visto, durante esos veintiocho años.

_ Creía que a la realeza se le enseñaba respeto por la privacidad de la gente. Es más propio el llamar a la puerta en lugar de atravesar la casa sin poseer permiso._ le indiqué.con voz tranquila, mientras me ponía el pie y cerraba el libro que estaba consultando. Lo coloqué en su estante y me volví hacia ella, con una mirada relajada._ Venís en un busca de un conjuro, y venís a mí no es un conjuro común.

Decididamente no podía ser algo común que Maléfica o Regina supiesen hacer. A mí sólo acudían aquellos que hablaban sobre el amor. Yo creía que Aurora era feliz para con Felipe, así que no entendía para qué había acudido a mí. El amor era algo con lo que no convenía jugar, porque las consecuencias podrían ser insospechadas.