Encuentros inesperados (Sherezade)

Jade se levantó aquella mañana con la sensación de que iba a pasarle algo muy bueno. Pese a tener ya 19 años, seguía viviendo en el convento, ya que no había encontrado aún un trabajo que le permitiese tener un piso en el pueblo. Jade sabía que cuando se marchase, si lo hacía, echaría mucho de menos aquel ambiente, a los niños del orfanato y a las monjas, que tan bien se habían portado con ella desde que era una cría.

Encontró en el fondo de su armario un vestido que le habían regalado los otros niños en su 18 cumpleaños, y que hacía más de 6 meses que no se ponía. Se miró al espejo y vio que le sentaba bien, que se veía bonita. Se aplicó un poco de maquillaje y salió del convento en dirección al pueblo.
Aquel día no le apetecía caminar, así que cogió la bicicleta sentándose de tal manera que estaba literalmente sentada sobre los bajos del vestido para que al pedalear no se le viera la ropa interior.

Llegó a la plaza del reloj y aparcó la bicicleta por donde pudo. Se sentó en un banco y sacó la novela que estaba leyendo. Le gustaba leer con el bullicio de la gente del pueblo, era mucho mejor sonido que el silencio que imperaba en el convento.