Come on, sit here! [Fiona]

-Gracias.

Miré mi desayuno. Era un té Earl Grey- al parecer de marca Inglesa- y unos Hot Cakes con miel de arce, el desayuno que siempre pedía antes de irme a trabajar entre mis pilas de libros. Necesitaba grandes dosis de azúcar para poder pensar bien, aunque siempre tenía el risego de una Diabetes. No me importaba.

De hecho, nada me importaba mucho en ese momento, Sólo una cosa rondaba por mi mente. El hecho era que mi padre había recibido una oferta para un Seminario en Alemania, de dos semanas. Y como siempre, lo había rechazado, ante la imposibilidad de salir de Storybrooke. Me sentía bastante enfadada. ¿Para qué se vino a radicar en este pueblo si después no podía salir a hacer su trabajo? ¡Era un arqueólogo, por el amor de Dios! ¡Se supone que los arqueólogos trabajan en terreno, desenterrando cosas! Claro, mi padre alegó que en su profesión no sólo había que excavar...

En verdad, me enojaba el hecho de no poder salir de aquí. Siempre había querido ver el mundo que mi padre siempre me ilustraba, pero que nunca me mostraba en realidad. Ir a África a los Safaris, ver las hermosas construcciones de Europa, ¡Visitar mi natal Londres! Pero no. Por una u otra razón, no podíamos poner un pie fuera de Storybrooke.

Como el café estaba lleno y quería apaciguar mi enojo con una buena acción, llamé a la camarera para hacer un aviso.

-Si alguien viene y no encuentra algún asiento, dígale que la silla de aquí está disponible. No me gustaría privar a nadie de su desayuno- dije, señalando una silla en mi misma mesa, al frente mío.

Era mi buena acción del día, y me hacía sentir muchísimo mejor.

-Joanne Clevermann, un gusto.

A veces solía pensar que quizá seguía siendo demasiado inglesa para mis asuntos, aún cuando había vivido gran parte de mi vida en Storybrooke, pero era algo que simplemente me nacía desde lo más profundo. Mi padre siempre solía reírse de mí, comparándome con una señorita inglesa del siglo XIX. Y la verdad me sentía como una, sólo que muy fuera de época.

Miré a mi acompañante. La verdad no conocía demasiado a la gente de esta ciudad, encerrada como estaba entre mis libros y la biblioteca privada de mi empleador. De hecho, encima de la mesa de comer tenía un voluminoso libro de física aplicada abierto, exactamente en la mitad. Solía estudiar mientras comía. Lo cerré, para que mi acompañante no se cohibiera o me encontrara demasiado aburrida.

-Disculpa mi insolencia, pero en verdad jamás te había visto por aquí. ¿Llegaste recién?