Almas perdidas [Rumpelstiltskin]

Me arrepentí, segundos después, de haberle preguntado aquello. No quería escuchar su historia sobre ladrones y esas chorradas que pasaban todos los días. Quería escuchar una historia de un príncipe que pudiese ofrecerme algo a cambio de ella o de cualquier persona de interés. Bandidos violadores no eran de mi interés. Así que mientras ella hablaba, mis ojos la examinaban con meticulosidad. Era gitana, de eso me di cuenta nada más llegar, pero hasta los gitanos tenían algo que ofrecerme ¿Por qué sino me habría llamado la anciana? Si me había hecho perder el tiempo, la convertiría en un caracol.

- Qué descortés de mi parte - Me reprendí sin pena alguna. Hice una exagerada reverencia - Mi nombre es Rumpelstiltskin - Me presenté, sabiendo que con tan solo mi nombre ella, al menos, sentiría miedo. Si no era así significaba que no era de este reino, significaba que no pertenecía a estas tierras y que era una viajera de otro mundo. Sin duda alguna, eso era interesante, pero no lo suficiente. Hatter podría haberla traído, era algo común en ese hombre ¿Pero por qué?

- La anciana me ha llamado para ayudarla, Esmeralda... Pero yo no ayudo de forma gratuita - Era tan fácil saber el nombre de la gente, solía pronunciar sus nombres antes de que ellos se presentasen, como un mero teatro para hacerles saber que realmente era mago y que podía mirar dentro de su mente si así lo quería.

¿Puertas? ¿París? ¿Un soldado? Lo que ella decía me indicaba que no venía de este mundo, tampoco había sido Hatter el que la había traido y eso me hizo ponerme nervioso, excitado por este descubrimiento que había hecho la anciana que, si esto iba a buen puerto, se llevaría una gran recompensa de mi parte. Total, ella solo quería oro y yo justamente hilaba dos cestas todas las noches.

Escuché a la joven gitana con atención ¿Solo tenía que encontrar a un par de humanos perdidos? ¡Qué tarea más fácil para tan gran precio! Un nuevo mundo, ese "París", implicaba que podía ser el mundo donde estaba Bae - Nota usted bien, querida - sonreí mostrando mis dientes picados y amarillentos. Me acerqué a ella - Puedo encontrar a tus allegados... Pero a cambio de algo - dije sentándome a los pies del camastro donde se encontraba, cruzando mis piernas una sobre la otra y poniendo mis manos sobre ésta, espectante.

- ¿Tiene alguna ropa o pertenencia de uno de ellos...o de ambos? - pregunté mirándola, eso aceleraría las cosas, pero tampoco era un gran problema si ella no tenía nada de sus desaparecidos. Por fortuna, tenía más maneras para buscar a alguien. Podía incluso hacerlo yo mismo si era necesario.

Decir que estaba nervioso era quedarse corto. No tenía paciencia alguna para permanecer quieto en una habitación con una mujer que se iba a poner a llorar en cualquier momento. Y menos aún teniendo la idea en la cabeza de que su mundo me llevaría a Bae. Tardaba mucho en responderme y estuve a punto de decirle que me daba igual el objeto, pero nada más ver la alianza una sonrisa radiante apareció en mi escamado rostro.

- ¿Una alianza de matrimonio? - pregunté haciendo que dicho anillo flotase hacia mi palma extendida. Lo dejé flotando a unos centímetros de ésta, girando lentamente sobre sí mismo, examinando las propiedades del material y captando la esencia de ella y, para mi disfrute, la de él. La búsqueda iba a ser fácil para la joven, teniendo éste anillo.

El miedo inundó sus facciones nada más le comenté que había un precio, siempre disfrutaba de aquellos pequeños gestos que me regalaban sin ellos ser conscientes. Y más en personas como ella que ni siquiera habían oído de mi nombre hasta ahora. Mi sola presencia le imponía, y yo adoraba eso.

- A cambio... - llevé un dedo a mis labios y me levanté girando sobre mis talones para dar una vuelta completa, teatrero como siempre era - Me dirás como ir a tu tierra. - Me quedé mirándola mientras lloraba, sin llegar a comprender demasiado a qué se debía aquel llanto repentino. El trato era justo, beneficioso para ambos.