¿Qué piensas hacer si Zandra se entera? Sabes que me cargará el muerto (Aeryn)

Shadow había encontrado a Aeryn vagando, como siempre. Una cosa era la rebeldía innata que tenía y otra era el asunto que estaba llevando a cabo. A Lucrezia había tenido que dejarla en casa durmiendo la mona... otra vez. Más tarde tendría una larga charla con ella, pero por el momento estaba con su hermana en el local de Granny. Aeryn no tenía la culpa, y ella lo sabía. Era Lucrezia la que no apreciaba estar viva.

_ ¿No le han hecho nada verdad? Aparte de lo que se ha hecho a sí misma, claro._ le preguntó a la menor, nerviosa. Estaba inquieta por su niña, que aunque sólo tuviese 4 años menos que ella tenía un nivel de madurez bien distinto, lo que hacía que su rol de madre no fuese tan absurdo como aparentaba_ Porque no soportaría que... bueno, ya sabes a qué me refiero.

Shadow dio otro trago a su chocolate. Estaba asustada por lo que Aeryn podría contarle. Realmente preocupada porque su hijita no tuviese remedio, porque jamás pudiese salvarla. No podía evitar estar realmente aterrada pensando en aquello que se le venía encima. Lucrezia era una irresponsable, y ella poco podía hacer.

Cómo no, mi hermana se levantó pronto y lo que hizo fue venir a mi habitación a despertarme, por dios, sabía que había salido de noche con Lucrezia y aún así me despertaba. Abrí los ojos y le lancé una almohada en la cara.-Eres realmente aburrida y al mismo tiempo odiosa, ¿por qué me despiertas?-le dije mientras me levantaba notándome algo resacosa por la noche anterior. Ahora seguro que nos esperaba una larga charla-sermón con mi hermana, después de todo mucho mejor ella que Zandra. Shadow me dijo que nos veríamos en Granny's.

Me di una ducha rápida para despejarme y me tomé una aspirina. Me vestí con unos pantalones cortos una camiseta roja y mi chaqueta de cuero y me peiné el pelo, lo planché y quedó liso perfecto. Me miré sonriente en el espejo y me puse maquillaje para que no se notaran mis ojeras, parecía un panda entre lo pálida y las ojeras.

Salí de casa algo menos resacosa y me dirigí hacia la cafetería. Cuando vi a traés de la puerta a mi hermana ya sentada, bueno me lo pensé un par de veces respiré hondo y entré haciendo sonar la dichosa campanita de cuando entra un cliente. Me senté al lado de mi hermana y me pedí un capuccino para despejar mi mente por lo que iba a venir a continuación, -A ver, Lucre está en plena adolescencia y le cuesta mucho verte como una madre, es demasiado alocada y juerguista, le mola la fiesta, lo malo es que no sabe cuando debe parar, eso es lo que hay que enseñarle, que quiero seguir siendo la rebelde de la familia, y tranquila hermanita, si está conmigo no le pasará nada nunca.-dije mientras le abrazaba. -Solo hay que controlar un poco a Lucre nada más, no te me desesperes tanto mujer.-dije con una sonrisa de lado.3

Aeryn lo veía todo muy sencillo.En parte lo era, pero en parte no. ¿Qué iba a hacer un día se encontraba con que hija estaba embarazada a los 14 años? Podía perderlo todo en un gesto. Ella no quería ser una madre controladora, Pero tampoco quería que Lucrezia siguiese tan abordada al desastre. Se las apañaba para a pesar de que no pasase una noche sobria se mantuviese bien en los estudios. Pero eso no duraría.

_ Yo es sólo que... no quiero que le pase nada. Pero tampoco quiero que me odie como odia a Zandramas._ le dijo, mientras daba un sorbo a su chocolate. Odiaba el café, la verdad. Y no solía necesitarlo para mantenerse despierta. Al contrario, tendía a ser insomne._ Te agradezco que te preocupes por ella. Cuando va contigo me siento más tranquila. Sé que tú tienes más control, por eso te cubro las espaldas con Zandramas.

Le sonrió, pues a veces los conflictos con Zandramas eran complicados. Parecían verdaderas batallas campales. Era muy rígida y conservadora, pero su amor era innegable. Shadow sabía que las quería y por eso trataba de protegerlas, igual que ella con Lucrezia. Sin embargo, Zandramas solía excederse en su protección, y eso era un problema.

Escuché a mi hermana mientras miraba la carta de desayunos, la verdad es que me apetecía un buen café con tortitas con miel. Escuchaba a mi hermana y asentía, la entendía perfectamente, era muy joven para ser madre, por ello tendría más problemas a la hora de controlar a Lucrezia, pero no era una misión imposible. La miré y antes de hablar hice mi pedido a Ruby, la camarera.

-Hermanita, eres muy joven por lo que si te preocupas demasiado tendrás tantas arrugas como las de la alcaldesa, estoy segura que esas que tiene en la frente son porque siempre esta así de seria y amargada, al menos lo parece.-dije mientras me servían el café y yo daba un gracias. Me quedé mirando a mi hermana, no quería verla así de preocupada la verdad no me gustaba ahora en serio, no soportaba a Zandramas por lo que me convenía tener contenta a Shadow.

-Lucrezia no es mala chica, es algo salvaje pero tranquila que mientras esté conmigo, la traeré borracha sí, pero no con un bombo eso tenlo claro hermanita, no soy tan alocada y despreocupada cuando tengo a Lucrezia a mi cargo.-le dije mientras veía llegar mis tortitas.

Cuando mencionó las arrugas de la alcaldesa Shadow rió. Ciertamente hacía muy poco ella también se consideraba una niña, y sin embargo sentía la necesidad de la maternidad como si fuese algo que le hubiesen robado. Pero sola no podía con ello. Tenía suerte de contar con sus hermanas. Aunque no era lo que necesitaba, necesitaba una pareja, y eso hizo que se llevase la mano al anillo. Era un anillo de compromiso. Si tan sólo supiese quien se lo había dado.

_ Me preocupa eso. Que quede embarazada... que se ponga enferma. Mucha gente suele decir que fue antes joven, que sabe lo que ser alocado. Pero yo no lo fui. Era una niña hace apenas un par de años y nunca encontré divertidas las fiestas..._ Murmuró. Y es que el único modo que tenía el hechizo de llenar una vida tan corta en comparación con la vida extremadamente que había tenido era centrar en los puntos más importantes y compactarla en una vida sobria y muy responsable._ No sé que se puede encontrar ahí fuera, con quien...

Irónicamente en el reino encantado ella misma hubiese sido una de las cosas más peligrosas con las que hubiese podido encontrarse. Y ella era el ser más alocado y lascivo que existía en el reino. Un ser que vivía por y para el placer. Lucrezia era un angelito al lado de quien había sido ella, y sin embargo ahora le daba lecciones.