Tomad lo que deseéis, mis niños (Gretel)

La cena estaba servida. Platos grandes, llenos de suculentos platos de todo tipo cubrían la lujosa mesa en la que había espacio de sobra. La reina procuró hacer gala de gran ostentación esa noche, mientras se sentaba junto a los niños. Ella sabía a ciencia cierta que ellos nunca habrían comido una cena como aquella. Tomó sus cubiertos y les sonrió abiertamente.

_ Bueno chicos, supongo que debéis estar agotados. La aventura que habéis pasado con la bruja ciega ha debido ser demoledora para vuestras fuerzas._ Les observó, notando el deseo en su mirada por los alimentos que tenían delante de ellos._ Creo que ya es momento de que se repongan. No querría ver a dos niños tan guapos sentir hambre.

Su voz sonaba tan dulce como los platos que ofrecía. ¿Que podía haber de malo en ello? Lo cierto es que nada había que temer. La reina sabía bien lo que hacía. Ella tenía algo que el padre de esos pequeños nunca les había dado, y estaba bien claro que se los ganaría con ello.

Todo en aquel sitio rebosaba riqueza, algo que ni Hansel ni yo conocíamos. Nada más llegar nos miramos cómplices y sonreímos al ver lo que nos esperaba aquella noche. Sólo los sirvientes que nos quitaron los abrigos en la puerta ya era algo extrañísimo para nosotros, pero que me hizo sentir superior.
Al entrar, la reina nos guió directamente al comedor, de donde salía un suculento olor a comida. Deseé poder correr hasta allí y llenarme el estómago vacío, pues no había comido en todo el día. Aun así, me contuve hasta que nos sentamos a la mesa y me sentí ridículamente sucia, pobre y pequeña ante todos esos manjares tan lujosos.
-Yo sí lo estoy.- susurré con un hilo de voz, admirando el enorme pavo asado y con salsa que tenía delante. -Gracias, de veras.- dije sinceramente, mirándola a los ojos.
Y como mi hermano estaba casi gimiendo de ganas de comer, le hice un gesto a la reina con la cabeza. '¿Podemos?', dije en silencio con ese gesto. Ella lo entendió y asintió con una extraña sonrisa en su boca. Pero sólo podía preocuparme de comer.
Comimos hasta que los platos quedaron medio vacíos, y nuestros estómagos eran todo lo contrario. Obviamente la reina había comido con mayor educación que nosotros, pero no había niña en el mundo más satisfecha que yo en este instante.

Pudo ver los rostros complacidos de los niños. Los observó comer con mirada crítica, no tenían modales, pero desde luego aquello era lo que menos le importaba en ese momento. Sabía que con cada bocado se ganaba un poco más su confianza. Confianza que se haría plena tarde o temprano. Cuando hubieron terminado hizo retirar todos los platos con un gesto de la mano.

_ Bien, y ahora que todos hemos comido y estamos satisfechos._ dijo, con tono ligeramente teatral, mientras cogía una servilleta y limpiaba algunas manchas de la boca de Hansel, que se había olvidado de limpiarse al acabar._ Me pregunto qué os apetece hacer, pequeños. Aunque quizás os convenga asearos un poco antes de nada. ¿Qué creéis?

Libertad total de decisión, sabía que eso era lo que todo niño quería en su fuero interno, que no le impusieran límites y poder hacer todo aquello que deseara. Y ella se lo daría, pues a fin de cuentas eso era lo que ella tenía. Ambos chicos tendrían todos los juguetes que pidiesen, y Gretel no tendría que volver a llevar un vestido como ese.

La escuché atentamente y medité sus palabras. ¿Qué podríamos hacer en un sitio tan desconocido como aquel castillo? No sé. Negué suavemente con la cabeza mostrando mi desconcierto y miré a mi hermano, que tenía la misma expresión.
Pensé que lo mejor era hacerle caso a la reina, pues ella sabía lo que estaba diciendo -o al menos eso creía yo-.
-¿Nos aseamos primero, Hansel?- le dije con tono dulce. Él asintió, yo sonreí y los tres nos levantamos de la mesa. La reina nos condujo escaleras arriba hasta una zona donde sólo parecía haber baños. Era demasiado.
Me metí en el que me correspondía, dejando a Hansel en el baño contiguo, y dejé que la reina me indicase dónde estaba cada cosa. Se fue y me dejó allí, delante de aquella bañera gigante. Abrí el grifo y me sumergí en el agua caliente, algo que nosotros ni siquiera teníamos en nuestra cabaña del bosque.
Estuve un buen rato allí metida, perdí la noción del tiempo embriagada por los olores de los distintos jabones que había utilizado. Pero un grito desde fuera me devolvió a la realidad: la reina me estaba llamando.
-Pase.- dije mientras me metía completamente, dejando fuera sólo la cabeza. ¿Qué querría ahora?

La reina entró en el baño de la joven con una toalla cubriendo su cuerpo. Su cabello caía desordenado sobre sus hombros, oscuro como la noche.La reina se acercó con paso silencioso y se introdujo en las aguas, liberándose de la toalla. Sin embargo, los vapores y el jabón habían imposible ver que escondían normalmente los ropajes de la reina.

_ Pensé en hacerte algo de compañía, Gretel. Lo cierto es que suelo sentirme bastante sola. Y vuestra compañía es algo que agradezco mucho. ¿Sabes?_ dijo, mientras se enjabonaba la pierna con la esponja._ Os voy a extrañar mucho cuando tengáis que iros, por eso quiero que cada instante que pases en mi castillo sea especial, y que te lleves un buen recuerdo de mí. Para que cuando vaya a visitarte me recibas con alegría.

Parte de aquello era cierto.Quería que la quisieran de verdad. De haber querido podría haberlos hechizado, pero aquello no tendría ningún valor o significado, serían sólo marionetas. Y ella quería a niños alegres, no marionetas sumisas.

Me sentí algo avergonzada al ver que la reina entraba y, con toda naturalidad, se metía conmigo en la bañera. Como si fuese lo más normal del mundo. Acerqué un poco de espuma hacia mi cuerpo infantil que no tenía realmente nada que ocultar, pero así me sentía mejor.
'Os voy a extrañar mucho cuando tengáis que iros, por eso quiero que cada instante que pases en mi castillo sea especial, y que te lleves un buen recuerdo de mí. Para que cuando vaya a visitarte me recibas con alegría.', me dijo mientras se enjabonaba y yo seguía arrinconada en una esquina de la bañera. Asimilé lentamente cada una de sus palabras antes de contestar.
-Creo que me lo llevaré, sinceramente. Todo esto es muy diferente de mi vida habitual- dije alegremente. -Oh, ¿vendrá a vernos al bosque? Vaya honor. Pero no espere que le pongamos un banquete como el que nos ha puesto usted esta noche.- dije, ahora con falsa alegría. Para empezar, nadie se creía que vendría a vernos a nuestra cochambrosa cabaña del bosque, a comer raíces hervidas y sentarse en una vasta silla de paja. Ella era de la realeza, y además no podía creerme que nos tuviera tanto cariño...

La reina observaba a la niña, era consciente de que empezaba a darse cuenta del lujo que la aguardaría mientras estuviese allí. Con el esfuerzo suficiente, podría lograr que la simple idea de ir de vuelta a casa le resultase repulsiva. Empezaba con un pequeño gesto y terminaría consiguiendo aquello que tanto deseaba.

_ En tal caso, seré yo la que os invite a cenar. Y así me aseguraré de que al menos cuando yo os visite, estaréis bien alimentados_ dijo la reina, con una sonrisa aparentemente sincera en sus labios. No quería imaginarse tener que visitar a esos chicos en una casucha deshecha. Ellos podían ser príncipes. ¿Por qué se resistían tanto a la idea de serlo?_ Que no vaya a poder adoptaros no significa que no pueda daros algún caprichito de vez en cuando. ¿No crees?

O darles todo aquello que desearan, lo cual sería mucho más sencillo si aceptaban de una vez lo que evidentemente era mejor para ellos. Su deseo de ser pobres la desconcertaba, la inquietaba más de lo imaginable.

Sonreí ante su proposición de que nos invitara de nuevo, aunque casi por compromiso. Desde luego que estaría bien volver a vivir estos momentos de lujo, y por lo que sabía Hansel estaba incluso más encantado que yo, embobado por todo esto. Éso era lo que me fastidiaba de la situación. Se podía disfrutar de todo esto con los pies en la tierra y sin olvidarnos de nuestro padre, como estaba haciendo yo; o hacer lo mismo que mi hermano: olvidarse de todo y rendirse a los encantos de la reina.
-Sí...- dije pensativa. -Todo esto está genial, aunque me sigo preguntando por qué lo hace. Es decir... ¿por qué nosotros? Hay muchos niños en el bosque, y algunos más dignos de estar con usted que nosotros. ¿Y cómo piensa encontrar a nuestro padre, si ni siquiera la brújula que él me dio puede hacerlo?- me pregunté esto último en voz alta por primera vez aunque lo tenía en la cabeza todo el día, porque seguía teniendo muchas dudas y algo de desconfianza hacia la señora que tenía enfrente, envuelta en vapor y espuma olorosa. -Usted ya sabe dónde se encuentra, ¿verdad? ¿Y por qué no me lleva con él? ¿Qué más tengo que hacer?- todo esto lo intuía yo por mi cuenta, pero estaba segura de que era cierto. Ella quería algo más de mí, y no me llevaría con mi padre hasta que no lo consiguiera.

La joven no estaba contenta, no se conformaba. Quería a su padre, por mucho que le diera no era suficiente. Una idea cruel surgió en la mente de la reina, tan enfermiza que a muchos les parecería demasiado cruel incluso para alguien como ella. Pero sabía que si lo decía conseguiría su objetivo, a pesar de que le destrozaría el corazón a la niña.

_ Tienes razón, Gretel, no he sido del todo sincera contigo, pensando que lo hacía por tu bien. Pero supongo que la verdad, aunque sea dolorosa, debe prevalecer sobre las mentiras._ La reina apartó la vista de la niña, como si lo que estaba diciendo realmente la hiciese sentir el mayor de los dolores del mundo._ Sí, sé donde está tu padre. Y la razón por la que no te llevo hasta él... es que... no puedo decirlo... es demasiado terrible.

La reina se llevó las manos al rostro mientras lloraba, lágrimas bien fingidas, sin verdadero sentimiento, pero que cualquiera sería capaz de creer. La mente enfermiza de la monarca podía fraguar lo más viles planes, las mayores argucias, pero incluso ella sentía que lo que hacía era demasiado pérfido para sí misma. La mentira que a continuación saldría de sus labios podría traumatizar a la joven para siempre, pero le aseguraría que fuese suya.

_ Gretel... vuestro padre murió...mis guardias creen que le atacó un oso.

Cuando la reina me mencionó que la verdad debe prevalecer sobre las mentiras sonreí con suficiencia, porque sabía desde un principio que estaba mintiendo. Pero sus frases siguientes me quitaron la sonrisa de la cara. ¿Qué sería tan terrible? ¿Por qué lloraba la reina? Mi cuerpo se tensó, esperando, mientras observaba impotente a la reina.
Estaba... llorando... de verdad. ¿Qué pasaba aquí? Tras un silencio bastante teatral, me reveló la peor noticia que alguien podía haberme dicho: mi padre estaba muerto, lo había atacado un oso.
Mi primera reacción fue no creérmelo; pero al observar bien las lágrimas de su Majestad me di cuenta de lo que estaba diciendo era verdad. Entonces me bloqueé, sólo se movían mis ojos. Mirando como una loca a todos lados, intentando asimilarlo del todo. Pero no podía. Entonces llegó la siguiente reacción, el enfado. Me puse de pie bruscamente sin importarme estar completamente desnuda, salí de la bañera salpicándolo todo y agarré la primera toalla que pillé. Me envolví precariamente en ella y comencé a moverme de un lado para otro, golpeando jarrones y derribando botes del gel, y dejando todo el suelo manchado de sustancias de colores.
-¿CÓMO VA A ESTAR MUERTO, EH? ¿CÓMO? ESO ES IMPOSIBLE, ES MENTIRA.- vociferé. -MI PADRE NO ES TONTO, SABE DEFENDERSE DE TODA CRIATURA. SI ESTÁ MUERTO ES PORQUE LO HAS MATADO TÚ.- al soltar aquello me quedé quieta y callada, reponiendo aire mientras la miraba con odio verdadero. No pensaba en las consecuencias de aquello que había dicho, no pensaba en que la reina me mataría enseguida, sólo por atreverme a insinuar que ella había matado a nuestro padre.
En ese momento se abrió la puerta y entró Hansel, muy limpito y en paños menores.
-Gretel, ¿qué pasa?- inquirió con voz cautelosa. Le miré, aún con odio en los ojos, y le solté:
-Padre ha muerto.- se lo dije sin más, y unos lagrimones comenzaron a caer de mis ojos azules, de los zafiros de mi padre, que para él valían más que los zafiros de verdad.

¿Se habría excedido la reina? Gente con el corazón limpio hubiese dicho que sí, que lo que acababa de hacer era una monstruosidad. Pero para ella sólo significaba mover ficha, como podía significar tirar un peón en el ajedrez, nada especial, nada realmente significativo. Con una calma siniestra se puso en pie y se volvió a vestir, mirando cuidadosamente sus guantes para que quedasen bien colocados. Luego salió por una puerta lateral, y ordenó que limpiaran todo lo que Gretel había ensuciado, y que dispusieran una habitación para ella y su hermano, y que buscasen los ropajes más finos imaginables para ambos chicos. Luego retornó al baño y salió por la puerta principal con el gesto endurecido, gesto que suavizó al ver a la niña llorar, como si realmente le conmovieran sus lágrimas.

_ Gretel, espero que comprendas que por la acusación que me has hecho habría mandado ejecutar a cualquier otra persona._ Le dijo, con la voz ligeramente tocada por la frustración, falsa frustración por supuesto, pues su negro corazón estaba disfrutando cada instante de martirio de la joven. Si hubiese sido más complaciente no hubiese tenido que escuchar esas palabras._ Créedme que lamento la muerte de vuestro padre más de lo que podéis imaginar. Y si hubiese podido hacer algo más por evitarlo os aseguro que lo hubiese hecho. Y ahora, en cualquier caso, ya es tarde. Sé que he sido egoísta al ocultároslo, pero no... no podría soportar... no puedo... soportar veros sumidos así por el dolor...

La reina se un pañuelo al rostro, que otra vez aparecía lleno de lágrimas falsas. Realmente la monarca era buena actriz. Debía serlo para haber tenido engañado al rey Leopold durante tiempo suficiente como para contraer matrimonio con él y quedarse con su reino. Sus lágrimas parecían sinceras, reales. Otro tipo distinto de hechizo, pero carente de magia.

Mi hermano no dijo nada, simplemente calló y asimiló. En eso éramos claramente diferentes, porque mientras él reaccionó y salió del baño para vestirse del todo y seguir con su vida, yo me quedé allí parada mientras algunos sirvientes limpiaban a mi alrededor. Alguien me vistió con un precioso vestido que me favorecía mucho y me hacía sentir una princesa, una princesa huérfana.
Para despertarme de mi trance en el que sólo miraba mi reflejo irreconocible entró la reina en el baño a recordarme lo que ya sabía: que por eso que le había dicho ya podría estar muerta. Y que estaba sumida en el dolor. Volvió a llorar y se ablandó un poco el corazón, y me acerqué a ella.
-Yo... lamento haberle dicho eso, majestad. De verdad, ¿podrá perdonarme? Estoy... muy sorprendida. Y dolida. No me lo puedo creer aún, mi padre ha muerto.- se me quebró la voz en el último instante, dándole un tono aún más sentimental del esperado. -Y... ¿y cuándo sucedió? Ya sabe... eso.- estaba parada, me costaba sacar las palabras y no podía respirar.

Todo salía según el plan, aunque debía admitir que a una parte muy acallada de su corazón le dolía ver a Gretel así.Pero se le pasaría, se aseguraría de que fuese feliz, de acallar ese dolor en su corazón. Una vez más se arrodilló para rodearla con sus brazos y reconfortarla.Su pequeño cuerpo aún le parecía sorprendentemente cálido, aunque el frío de su tristeza parecía haberlo apagado un tanto. Besó su frente y recargó la cabeza de la niña sobre su pecho.

_ Por supuesto que te perdono Gretel, comprendo por lo que estás pasando. Yo también he perdido a las personas que apreciaba._ Siguió rodeándola en ese abrazo tan maternal.Le gustaba ese candor que tenía._ No Gretel, no me pidas que te cuente eso. No soy capaz, creo que ya has sufrido bastante. Te ruego que no me pidas esto.

Ya no sabía si actuaba o no, el caso es que no se atrevía a inventarse una muerte macabra para aquel hombre y contársela a su hija cuando él estaba en sus propias mazmorras. Ni siquiera ella, con el corazón tan alejado de la bondad, se veía capaz de hacer tal cosa.

Asentí, seria. Lo comprendía y me compadecía, aunque solo fuera un poco, de la reina. Me sentí consolada por su abrazo, pero no por eso dejé de llorar. Con la cabeza apoyada en su pecho, lloré y le mojé ligeramente su precioso vestido con las lágrimas.
Entonces ella me dijo que no me lo diría, '¿Por qué?', dijo una vocecita en mi mente. Yo quería saberlo, quería verificarlo, por muy doloroso que eso fuera. Aunque, no quería rebatirle más cosas a la reina, pues demasiado bien se estaba portando ya con nosotros. Sí, durante una noche, pero ¿y después?
-¿Qué será de nosotros ahora?- murmuré aún contra su pecho, casi sin quererlo.
Y es que eso me preocupaba muchísimo. ¿Qué haríamos ahora? No podíamos sobrevivir los dos solos en el bosque. Quizás yo sola sí, pero ¿y Hansel? Él apenas sabía encender un fuego, yo era más espabilada. Y no podía mantenernos a los dos durante más de dos días.
La angustia me invadió más intensamente que antes. Íbamos a morir, a reunirnos con Padre en el cielo... ¿ese era mi destino? ¿Y si la reina se ofrecía a cuidar de nosotros, de nuevo? Esta vez no podría decirle que no, ya era cuestión de supervivencia.

Estaba hecho. Ya nada iba a impedir que se quedara con esa niña. Era tan dulce verla tan asustada, temerosa por lo que pudiese pasarle. Aún se preguntaba que iba a ser de ellos. Y ahora iba a ser su heroína, iba a salvarle la vida, tal como había planeado. Era simplemente magnífico. Había una vez más doblegado el espíritu de una persona, domándola para sí misma.

_ ¿En serio aún me haces esa pregunta Gretel? ¿No te he desmostrado ya que te aprecio y que deseo que estés conmigo? ¿Acaso crees que os podría dejar solos en el bosque?_ Besó suavemente la frente de Gretel, para reafirmar esas palabras que sonaban tan bellas y sinceras, pues no dejaban de serlo._ Yo seré vuestra madre, no dejaré que nada malo os ocurra. Os quiero Gretel, más de lo que podrías suponer.

Y la quería, o al menos algo en su interior quería creerlo. Quería creer que podía amar a una hija como no había amado a Blanca desde que la condenó de aquella manera. Con Gretel sería distinto, estaba segura. Y no pensaba dejar que nadie se lo estropeara. Todo aquel que se interpusiera sufriría las consecuencias.

Lo suponía. No quería vivir con la reina por muy bien que nos tratase, pero claro, debía hacerlo. Así que fingí alegría y la abracé.
-¿De veras hará su Majestad eso? No podré agradecérselo lo suficiente en toda mi vida.- dije intentando sonar feliz y agradecida, aunque esto último si lo estaba. -No me extraña que todos hablen de la bondad de vos, ¡todo es cierto!- mentira. Todos sabíamos que la reina era mala, todos sabíamos lo que le había hecho a su hija Blanca -la cual vi una vez de lejos en el bosque, y me alegré de que al menos estuviera viva- y todos sabíamos lo que nos haría si nos atrevíamos a replicar.
Pero en las distancias cortas la reina casi parecía buena... O actuaba muy bien. Sea lo que fuere, ella cuidaría de nosotros, y tendríamos un techo donde refugiarnos, comida que comer y ropa que ponernos. ¡Y seríamos casi unos príncipes! Aunque, ¿de qué servía todo eso si no estaban nuestros padres?
De repente di cuenta de que me faltaba algo encima de esos ropajes tan lujosos: la brújula de mi padre. Miré a mi alrededor pero no estaba, debían habérsela llevado los sirvientes.
-¿Podría recuperar mi brújula? Es el único recuerdo que ahora me queda de mi querido padre.- dije, con tono infantil y dulce sonrisa.

Gretel mentía. Ella sabía lo que en el pueblo se decía de ella. Esos rumores que no eran para nada falsos. Ella era despiadada y cruel, sin amor. Y todos en el reino lo sabían. Gretel sólo quería ahorrarse problemas, pero si le daba la razón permitiría que la niña pensase sobre ella cosas desagradables, eso no podía permitirlo.

_ Gretel no has de mentirme para que me sienta mejor, sé lo que en el pueblo opinan de mí._ Susurró en voz baja, separándose de ella y mirándola muy seria._ En el pasado hice cosas de las que me arrepiento, y es por ello que la gente me juzga con dureza. Pero no soy una mala persona, Gretel. Quizás hice cosas malas en el pasado, pero el pasado es algo que no puede cambiarse. El futuro sí. Y lo que dejamos a nuestra marcha.

Regina siempre había sido una mujer muy dada a las palabras, y es por ello que tenía facilidad para expresar frases con convicción a pesar de no sentirlas. Y en este caso, las sentía. No se arrepentía de las cosas que Gretel debía estar pensando, pero si de otras, como por ejemplo salvar la vida a Blancanieves.

-Yo... lo lamento.- me disculpé rápidamente. Ella siguió hablando, cerca de mí, y yo escuché.
-Qué bonita frase, me la apunto.- bromeé, para aliviar tensiones. -Yo la creo, Majestad. Parecéis arrepentida, sí, y estaría bien que todo el mundo lo supiera, ¿no creéis? O quizás no, mejor que nadie sepa que se dedica a "adoptar"-entrecomilé con la voz, ya que estaba algo presa de su abrazo - niños huérfanos y pobres del bosque. Aunque esos sean actos de buena fe normalmente, no creo que esté bien visto.- ciertamente, ella tenía una reputación, era la reina. No sé cómo reaccionaría el pueblo, allí éramos conocidos y apreciados, tanto mi hermano como yo, así que quizás creyeran que la reina nos estaba reteniendo contra su volvuntad, o algo así. Pero yo estaba medianamente contenta, quitando el hecho de que mi padre había fallecido. No parecía tan mala perspectiva vivir en este castillo, como una princesa, y como madre adoptiva tener a una reina arrepentida. Sólo esperaba que no nos hiciese lo mismo que a Blancanieves.

Lamento la tardanza D:

Nah, no te disculpes

La reina escuchó sus palabras, muy maduras para una niña tan joven. Sabía lo que se cocía, y empezaba a aceptar todo lo que pasaba. Eso a Regina le encantaba, pues empezaba a aceptar su rol de princesa. Cuando aceptase la muerte de su padre podría ser inmensamente feliz. Lo único que lo alteraría sería la decisión de contarle que su padre estaba vivo, y eso era algo que Regina no pensaba hacer. Con el tiempo todo pasaría, le olvidaría.

_ Creo que por el momento es mejor que no lo conozca demasiada gente, Gretel. La gente se resiste a pensar que alguien como yo pueda cambiar para mejor, que la malicia puede desaparecer del corazón._ Dijo, separándose ligeramente de su abrazo y besando su frente, notando aún el olor de los perfumes del baño, algo que pronto se le haría muy natural._ Gretel creo que debería acompañarte a la cama. Dormir te hará bien, por la mañana estarás mejor.

Se puso en pie y cogió la mano de la niña que ahora sería su hija adoptiva, pronto tendría que encargarse de su educación, de prepararla con los mejores profesores para que se convirtiese en una princesa digna de su reino. Pero por el momento se conformaba con tenerla con ella, con dejar de sentirse tan sola.

Asentí de nuevo, de acuerdo con lo que decía. Si en el pueblo desaparecíamos los tres y no sólo mi padre, la gente pensaría que nos habíamos mudado, no que estábamos aquí, secuestrados por la reina. Pero, dadas las circunstancias, abusaría un poco más de su repentina amabilidad. Mi hermano, pobre de él, estaba completamente embaucado con las delicias de este palacio. Pero yo tenía los pies en la tierra, y no me olvidaba de mi padre. Estaríamos aquí unos tres días, hasta que se me ocurriese algo para sobrevivir en el bosque, y nos iríamos. La reina Regina lo superaría, al igual que ha superado tantos abandonos y muertes antes que el nuestro. Pero eso, más adelante. Ahora sería la princesita mimada de la reina, y disfrutaría con ello. Así que bostecé teatralmente tras su beso en la frente y dejé que me guiara de la mano por el castillo.
-¿Dónde vamos a dormir? No será enlas mazmorras, ¿no? Me dan miedo.- dije con un tono de voz entre infantil, irónico y soñoliento. Realmente, me daban mucho miedo, tan oscuras y profundas.
Quizás si supiera que mi padre estaba allí encerrado, iría corriendo. Pero, ingenua de mí, creí su muerte desde el momento en el que ese veneno salió de los labios de la reina.

Bueno, este podemos ir cerrándolo y luego te cuento cómo continuar por MP a ver que te parece

Regina estaba contenta, debía llevar a la niña a su nueva habitación, que sería grande y espaciosa por supuesto. Debía asegurarse de que sus deseos eran satisfechos uno por uno para que comprendiese que lo que ocurría era por su bien. Cuando hizo su comentario rió. No, definitivamente las mazmorras no eran para ellos. No para los nuevos príncipes del reino. No para los consentidos de la reina.

_ No, no vas a dormir en las mazmorras Gretel, vaya ocurrencia._ dijo la reina, abriendo la puerta a una gran habitación, espaciosa y bien amueblada, en la que podría haber cabido la antigua casa donde vivían y aún habría sobrado espacio._ Esta es tu habitación, contigua a la de tu hermano. Si necesitas algo de mí, estoy en el piso de arriba. Ponte cómoda Gretel, descansa. Mañana verás las cosas más claras.

Se encargaría de ello, se aseguraría de que Gretel no tuviese más ideas contraproducentes. Estaba decidida a convertirla en su princesa, lo quisiese ella o no. Pues aún no se fiaba a de ella. Temía que intentase escapar, o aún peor, que descubriese la verdad. Pero había hechizos que podía alterar eso, y ella los conocía todos.