Una nueva amistad (Julia)

Necesitaba aire. Sólo eso. Ni comida ni bebida. Bueno, reconozcía que una pequeña ansiedad por emborracharme sí que tenía después de un día nonstop en la biblioteca. Malditos exámenes. Mi culo plano y mi gozo en un pozo. Era una dosis de alcohol o hacer bungee jumping sin cuerda. Dos opciones, cada una más alentadora que la anterior. Yupi.

Después de estar media hora leyendo la misma línea de uno de los capítulos de la biblia de Neonatología, decidí salir de ese infierno temporal y perderme en la tranquilidad que la calle principal del pueblo podía ofrecerme. Encogí el cuello, escondiendo parte de mi cara en la ropa y mis manos en los bolsillos del abrigo. El frío inherente de aquel mortecino día me daba otra razón de peso para calentarme con ese elixir etílico.

Mis pies acabaron tomando esa decisión por mí y, a la altura de Granny's, giraron, traspasando el umbral del local. Al menos, dentro se estaba más calentito. Me dirigí a la barra notando esas miradas de los más curiosos al pasar. Mientras aún rondaba en mi cabeza la difícil decisión de cenar o pasar a los cubatas, escuché a la chica que sería mi compañera de barra esa noche-. No creo que te dé mucho tiempo hoy ya -contesté sin poder reprimirme, al tiempo de sentarme a su lado y alzar el dedo hacia Granny para que me sumase al pedido-. ¿Te importa si te acompaño un rato?

Me quedé especialmente sorprendida cuando descubrí que me conocía. Más cuando mencionó que me admiraba-. Oh, vaya. Gracias, supongo -articulé con una sonrisa en sintonía con la suya, a modo de afirmación-. No estoy muy acostumbrada a que me reconozcan.. para bien -suspiré una risa mientras fruncía el ceño, haciendo memoria-. La mayoría de las veces tenía que salir corriendo para evitar las consecuencias de mis actos. -añadí, a sabiendas que, si me conocía, era gracias a la ayudita visual del Sheriff. Menuda manera de hacerme publicidad. Podía haberse dedicado a bajar esa panza que lo envolvía de costado a costado en vez de tocarme las pelotas y no dejarme hacer. No le habría sido tan difícil atraparme y mi fama no habría sido tal. No me gustó nunca llamar tanto la atención. Me encogí de hombros sin dejar de sonreír-. Y ya me sorprende que puedas reconocerme. Esos carteles no me hacían justicia. -le devolví la afinidad en la mirada, dándome cuenta de la melancolía que impregnaba la suya. Veía demasiado desamparo contenido en esa chica. Torcí la sonrisa ante el pensamiento de que otra copa más para ella, en compañía, le vendría bien-. Aquí me llaman Juls.

Asentí a su petición, un tanto incómoda: tenía la peculiar manía de no dejar que me invitasen. Pero bueno, por tener los sentidos embotados por tanta teoría y agobio, podía dejarla pasar esta vez. Sólo esta vez. Granny no tardó en reaparecer con esas dos copas, haciéndome desviar la mirada un segundo para pillar una y llevármela a la boca. El primer trago me supo a gloria. Ah, ansiado quitapenas. Me vi admitiendo que lo echaba en falta, antes de girarme hacia ella de nuevo-. Bueno, ¿hay algo que tengas en mente preguntarme? -inquirí. Por algo había que empezar y, para ser sincera, no tenía ni puñetera idea de lo que podía contarle. Mi vida no había sido de cuento: ni príncipes azules que me salvase de las garras de un abotargado dragón, ni malvados personajes que me impedían llegar a ser la princesa que siempre fui. Nah, sólo era eso. Una vida. No me parecía de gran interés.

Mi asombro seguía intacto por su repentina confidencialidad para conmigo. Quizás, el hecho de que me conociese, aunque fuese de oídas, le animó lo suficiente para que desprendiese esa confianza tácita que me estaba mostrando. Pero la contraparte era que yo no la conocía en absoluto. Y puede que me sintiese hasta culpable por ello: desde que la maldición cesó, me sumergí en mareas de libros, intentando ocultarme de la alegría de todos esos reencuentros. Unos que yo no podría tener ya que mi familia había quedado muy atrás. Les había perdido incluso antes del hechizo. Y con esa evasión, por mucho que a mí me conociesen, todos siguieron siendo extraños para mí. No obstante, mi redención se presentaba en aquel lugar, con aquella chica.

Se fundió la copa mucho más rápido que yo. Quería consejo, dijo. Pese a la seriedad de la situación, cada vez me confundía mas-. Hm, espera, espera -me incorporé levemente, intentando recapitular por un segundo. ¿Qué tipo de consejo quería? O mejor, ¿qué consejo podía darle yo?-. Y... ¿Has tenido oportunidad de hablar con alguno de ellos? -pregunté volviendo a inclinar mi torso hacia ella-. Creo que son los indicados para resolver todas esas dudas que puedas estar planteándote -ni siquiera sabía si había podido encontrarlos pero con tan pocos detalles me era algo difícil reprimir mis ganas de preguntar. Si había algo que tenía seguro es que de tres copas más no pasaría esa noche.

Torcí el gesto de nuevo. No soltaba mucha prenda para encaminar la conversación hacia alguna alternativa que pudiese sacarla de ese afán por beberse hasta el agua de los jarrones. Definitivamente, como ayuda estaba dejando mucho que desear en ese preciso instante. Mierda. Me estaba luciendo. Pero, ñeh, no era especialmente buena haciendo amigos. Menos mal que esa faceta mía no era tan famosa como la jeta que pintaron en tantos carteles de 'se busca'.

- ¿Y no tienes interés en saberlo? -es lo primero que se me ocurrió, antes de pegarle un segundo trago a la bebida. Su respuesta me esclarecería a mí, al menos, el motivo de que estuviese tan perdida. Si no tenía interés, debería dejar de plantearse todas esas dudas porque nunca las resolvería. No podría seguir adelante rehaciendo una vida si se ataba tanto a su pasado. Sin embargo, si estaba interesada, igual no se atrevía a buscarlos en las listas disponibles en el departamento del Sheriff para que la gente se apuntara y así fuese más fácil. Y, ahí, sí que podía serle de más utilidad. Bien podía acompañarla o ir en su lugar para obtener información. Me vendría bien hacer algo totalmente distinto una tarde. De hecho, me gustó tanto la idea que no me aguanté a su respuesta-. Si te apetece, podría ir contigo a comisaría. A lo mejor, encontramos más información sobre tu familia -obviamente, la decisión final era suya. Y yo podía comerme mis palabras si no quería. Pero el no darle ideas, intentando ayudarla, no era una opción para mí.

Esbocé una sonrisa cuando sacó una desgastada moneda y empezó a pasearla entre sus dedos. En otro lugar y en otro momento, ni habría visto como me hacía con ella. Las cosas eran tan diferentes en este pueblo. La diferencia abismal entre acaudalados y desafortunados no era tal, aunque aún existía. Pero el poder ya no era mayormente representado por el dinero. Y, por consecuencia, ahora la opresión venía de más frentes, aunque fuese más suave por cada lado. El resultado era exactamente el mismo, pero con más culpables. Allí sí que se necesitaban verdaderos héroes. Sin embargo, la gente estaba menos dispuesta a dejar su destino a una sola persona que les representase. ¿Cómo podían fiarse si cada candidato a ello había resultado ser más ladrón que el anterior? Ya no existían personas como Robin. Ya no era ningún ejemplo a seguir.

Sus palabras me hicieron regresar de mis cavilaciones mundanas-. Perfecto -amplié mi sonrisa ante sus palabras-. Nadie te pide que seas justa, cuando no lo fueron contigo -me encogí de hombros después de uno de los últimos tragos de mi vaso-. Estás en tu derecho de saber la verdad. Sólo así, podrás pasar página. Te lo deben. Lo que hagas después con tu vida, les interese o no, no depende de ellos. -apreté los labios, armando una conclusión final, bastante obvia-. Nunca lo hizo, en realidad. -no iba a mal. Pero era una verdad indiscutible. Por muy mal que lo pudo pasar. Ojalá, todo le fuese a mejor a partir de ahora.

Me divertía verla jugar con aquella pequeña pieza de metal, de un dedo a otro, de mano a mano, por la palma, por el dorso. Todo un arte. Y por lo desgastada que estaba la moneda, no me cabía la menor duda de que había estado mucho tiempo practicando con la misma. Otro ejemplo más de objetos cotidianos que se convierten en verdaderos amuletos a los que aferrarse en la vida. Todos teníamos uno. Por mucho que lo negásemos.

Fruncí el ceño por un instante-. Supongo que tu situación sea más fácil de entender cuando no se tiene familia a la que estar apegada -desvié la mirada hacia el fondo de mi vaso, aún con un par de dedos de licor. Repentinamente, se me había quitado el hambre, la sed y hasta me habían entrado ganas de volver a la biblioteca y no salir de ahí en días. Menudo panorama. Era la primera vez que podía llegar a compadecerme de mí misma por no tener a nadie a quien regresar en mis peores ratos. Desterré esos pensamientos, como siempre hacía llegados a este punto. La vida sigue, con o sin ellos. No era momento de echarse a llorar. Ya no.

Resoplé, queriendo barrer ese mal rollo interno con ese bufido. Ojalá todo fuese así de simple-. Creo que sí. Cuanto antes lo sepas, antes podrás seguir con tus planes.-sonreí, volviendo mis ojos a ella-. Yo mañana por la mañana no tengo gran cosa que hacer salvo estudiar. Podemos quedar a mediodía y solventar el tema antes de comer. - iría improvisando conforme se diesen las cosas. Quien sabe. A lo mejor, necesitaba cierto apoyo moral después de tener noticias de ellos.

Y tan pronto como tuvimos medianamente planeado la mañana siguiente, pude notar cómo una enorme carga se desprendía de su espalda. Casi podía palpar ese alivio que rodeó su aura por un segundo, así como observar un súbito agotamiento físico en ella. Como si mi sugerencia la hubiese liberado de preocupaciones intrínsecas de las que no había sido consciente hasta ahora. Lo mejor que podría hacer era descansar, y era eso, precisamente lo que estaba decidida a hacer.

Le dediqué una última sonrisa-. Lo mismo digo.... -me di cuenta que en toda la conversación que habíamos llegado a mantener, había un detalle bastante básico que no sabía de ella-. Perdona, aún no me dijiste tu nombre -alcé las cejas por un instante, con toda la naturalidad del mundo. Seguía sin estar de más un poco de información. Aunque si ya le faltaba a ella, ni qué decir tiene que yo no era quien para reclamar. Menos para reprochar.

-Gracias por la copa -añadí mientras Granny se valía de su tarjeta para cobrarse-. ¿Te parece bien vernos aquí? Igual interesa ir temprano: más gente habrá, conforme pasen las horas. -o también, ya puestos, podría decir que por perder toda la mañana no pasaba nada. ¿A quién le apetecía pasarse las horas en la biblioteca, sumergido en libros, para luego llegar al examen y cagarla a base de bien? A nadie. Pero, psé, si te gustaba lo que estudiabas, no era tan complicado y era mi caso. Ergo, una mañana haciendo lo segundo que más me gustaba, me venía de perlas.