[YRS II] La princesa y el pirata (Bella y Aurora)

Fuera, el frío le atravesó los huesos. No era un frío corriente. Tenía algo de sobrenatural, funesto, tétrico. Era uno de esos fríos que te erizan la piel y te hacen desconfiar del exterior en una locura intrínseca donde cada sombra, cada sonido y cada aullido despertaban los más tiernos demonios de la infancia. Precisamente, infancia era una palabra que en Storybrooke se había retorcido tanto que ya nadie le confería la mayor importancia.

Instintivamente, la castaña llegó a la biblioteca. Su biblioteca. Con manos torpes consiguió abrir la puerta. ¿Qué esperaba encontrar allí? Su Bestia dorada no estaba allí. Simplemente, lo sabía. ¿Aún le quedaba una vaga esperanza? La esperanza, como se dice, es lo último que se pierde.

Una figura. Una sombra. Bella se puso en tensión. Algo metálico resplandeció en la oscuridad. La silueta del pirata apareció entre las estanterías. La princesa entrecerró los ojos. Conocía a ese sujeto. Su cara se volvió cada vez más nítida conforme su mente se trasladó unos segundos a la celda en el castillo de Regina.
-Tú... -murmuró, con voz apenas audible. El miedo inicial se convirtió en recelo. Allí estaba él; Killian Jones. El Capitán Garfio. Lo conocía bien, no sólo por su encuentro en el Bosque Encantado. Ruby, era el amante de su amiga Ruby. Recordó la conversación que tuvo con ella hacía escasas semanas. "Parece que hubiese pasado un  milenio". Su amiga confiaba en ese pirata hasta el punto de haberle regalado su corazón.

La joven lo miró sin responder. No entendía de donde salía tanta amabilidad de pronto. Le habían contado historias, había escuchado leyendas. "El temible Capitán Garfio". El que secuestró y mató a la mujer de Rumpelstilstkin. ¿Podría ella confiar en él de la misma manera en la que lo hacía Ruby?

La persona que me importa Bella supo que estaba hablando de Ruby. Desconfiaba de él, era inevitable, sin embargo, quiso creer en sus palabras, aunque sólo fuera aquella vez. No sabía qué estaba ocurriendo. Rumpelstilstkin había desaparecido como por arte de magia -nunca mejor dicho- y la castaña se encontraba confusa en esos momentos. La nube negra de aquella vez no era como la de color púrpura de hacía unas semanas. "¿Es posible que...?". ¿Otra maldición? Parecía de locos. La primera imagen que se le vino a la cabeza fue el rostro de Regina Mills. "Pero Regina ha cambiado". O eso decían.

-¿Qué... Qué haces aquí? - preguntó desconcertada-¿Sabes qué está pasando? -inquirió con un hálito de esperanza. Sus ojos azules brillaron. En realidad, no sabía qué debía hacer a continuación. Avanzó unos pasos hacia donde estaba el pirata, pero se distanció lo suficiente de aquel garfio de plata. Le traía malos recuerdos. "No me pondrá la mano encima. Si lo hace, Rumpel...". Rumpel, ¿qué? Rumpelstilstkin no estaba allí en aquellos momentos. Ahora dependía de sí misma. "Muy bien", adoptó una pose decidida. Trataría de confiar en las palabras del pirata, pero no iba a ser una ingenua. Estaría preparada y no se dejaría mangonear por segunda vez por aquel hombre.