[+18]Retorno al hogar (Ruby)

Las cosas parecían estar una vez más encauzadas. A pesar de todo, no podía creerme que Regina le permitiese a Arciria atravesar las puertas de su casa y vivir en ella. Le había prometido a Anzu, en el futuro, que evitaría que pudiese amenazarnos. "Tú serás mi legado", fueron sus palabras. Aún estaba asustada, preocupada. Y no quería sentirme así. Quizás lo que necesitaba era hablar con mis padres. Compartir mis inquietudes, a fin de cuentas, eso era lo que solía hacer con Anzu.

Aunque cuando abrí la puerta y me encontré con aquel espectáculo me pensé seriamente si no había sido peor el remedio que la enfermedad. Si, lo cierto era que me había olvidado de Arciria completamente con aquella escena, pero también era cierto que esa escena iba a dejarme traumatizada. Ya era mayorcita, pero eso no cambiaba el hecho de que resultaba duro ver a mis padres de esa guisa.

Me quedé estática, sujetando la puerta. Lamenté no llevar puestas las gafas de sol porque habría podido ocultar mi mirada a medias sorprendida, escandalizada y resignada. Era obvio que mis padres no eran precisamente unos puritanos. Pero una cosa era saberlo, y otra muy distinta verlo en vivo. Durante mi adiestramiento Anzu me había preparado para muchas cosas, pero decididamente esta no era una de ellas. Tenía la boca seca y no podía hablar. Tuve que toser para intentarlo.

_ Debí llamar..._ murmuré, intentando mirar a otro lugar, pero no podía, mis ojos estaban fijos en ellos.

La situación más temida por todo padre, o al menos, por mí. Hubiese preferido tener que quedarme con un bote a remos, sin ellos, además, perdido en mitad del mar y sin tener una sola pizca de comida o herramienta. Estoy seguro de que habría tenido más posibilidades de sobrevivir que ante el bochorno que estaba sufriendo ahora. Habría dado mi otra mano por volver atrás y haber colocado algo que hiciera tope contra la puerta para evitar aquella embarazosa situación.

_ Holly, tienes que entender que estas cosas pasan, y al igual que tu madre dice es una señal de que las cosas van bien._ Dije. Encima Rubs había decidido dejarme solo en aquella situación. Holly y yo nos miramos fijamente y me di cuenta de que ambos nos encontrábamos igual. Estábamos preparados para muchas cosas, pero decididamente, para aquella no._ Siento mucho que hayas tenido que ver esto. Pero no tiene por qué ser el fin del mundo, cielo.

Me estaba costando más hablar que librarme de los dolores fantasma poco después de que me cortasen la mano. Afortunadamente Ruby volvió para rescatarme y pude sentirme un poco más sosegado. Esperaba que Holly no se traumatizara por aquello, pues a fin de cuentas ya era una mujer hecha y derecha.

Sencillamente me era imposible volver a la realidad. Aquello me había sobrepasado. Había combatido a muerte contra Arciria y prefería repetirlo a presenciar aquella escena. Sin embargo, si había algo que era, es que era una chica fuerte e independiente. Anzu me había enseñado a saber defenderme sola, así que traté de poner buena cara, y hacerme a la idea de que aquello, en definitiva, era una señal de que todo marchaba bien. Yo ya era mayorcita, y de hecho era precisamente la prueba de que aquello ya sucedía.

_ No dejes el garfio en la puerta. Cualquiera podría cogerlo. Ya me lo robaron a mí en el futuro, y no es plan de que que papá se quede sin él._ Dije, tratando de quitarle hierro al asunto poco a poco. Si bien, lo cierto era que eché de menos aquel garfio la vez que lo perdí. Sin embargo, cuando mi madre mencionó que yo tuviese pareja, solté una risita nerviosa._ Eso no lo veo claro, mamá. Estoy preparada para muchas cosas. Pero el amor no es una de ellas.

Miré hacia otro lado al decir aquello, porque sabía que era triste. Si es cierto que, en el futuro, había tenido ciertas sensaciones hacia alguien. Pero nunca hubo tiempo, nunca hubo la posibilidad de estar juntos, siquiera de saber si él también sentía algo por mí. Tuve que dejar esos sentimientos a un lado para poder centrarme en lo que pasaría con Arciria. En evitar nuestro amargo destino. ¿Acaso llegaría siquiera a nacer él ahora?

_ Mi garfio no se pone por ahí de cualquier manera. No puedes usarlo como un cartel para no molestar._ Me quejé. Mi garfio era la tercera cosa que más apreciaba en el mundo. Incluso preferiría perder el barco antes que aquel trozo de metal que ya me caracterizaba. afortunadamente había cogido un garfio aquel día en cubierta en lugar de una fregona o algo por el estilo. Estoy seguro de que nadie temería al capitán fregona, eso tenedlo por seguro._ ¿Corba... corba qué? ¿Te refieres a ese trozo de tela que los pazguatos se colocan en este mundo para ahorcarse ellos solos?

Negué rotundamente. Yo no me iba a poner aquella cosa. No sólo era ridícula, si no que parecía de lo más incómoda. A mí el cuero no me lo quitaba nadie. Además, sabía que a ella también le gustaba, sin mi ropa no era yo. Los piratas no llevaban corbata. Se empezaba por eso y terminaba teniendo que ponerme un corcho en el garfio. Mejor cortar por lo sano y evitarnos problemas.

_ Holly sabe que cuenta con todo nuestro apoyo, pase lo que pase o viva como viva su vida._ Dije, mirándola. Sus ojos me confirmaban lo que decía. A pesar de todo, siempre estaba demasiado alerta, como un perro guardián. Y esa era nuestra tarea, no la suya. A fin de cuentas, nosotros éramos sus padres, y no al revés._ Mi corazón es más fuerte de lo que tú te crees, Rubs.

Para ellos era sencillo de decir. Relajarme. Ellos no habían visto lo que yo. Yo había visto el mundo hecho cenizas, dominado por una tirana. Nunca se me quitaría aquella imagen de la cabeza, no podía, sencillamente no podía. Había sentido el fuego de la magia negra de aquella bruja en mis propias carnes. Había sentido su corazón oscuro. Y no podía olvidarme. Ahora todo parecía tan tranquilo, tan sosegado, que no me parecía real. Lo que decían de los soldados era cierto. Tu cuerpo puede volver de la guerra, pero tu mente no, ella siempre se quedaría allí.

_ Bueno... estoy alerta porque es eso para lo que vine._ dije, mirándolos a ambos. Me senté en aquel sofá, que me parecía muy cómodo, y llevé las manos al colgante que me había dado Christina. Lo acaricié lentamente, pensando una vez más en todo lo sucedido._ Vine para protegeros, para asegurarme de que el bebé que ahora tienes en brazos no tuviese que vivir el mismo destino que yo. Por eso no puedo relajarme. No mientras Arciria siga con vida, al menos.

Ella era la causa de todo. Y por eso no me creía que quisiera cambiar, no me creía que hubiese abandonado con tanta alegría y simpleza sus perversos planes para quedarse con su hermana. Regina lo había dado todo por los demás. Si Arciria planeaba volver a llevarla a las sombras, no iba a conseguirlo. Ella era mucho más fuerte de lo que todos creían.

_ Le prometí a Anzu antes de morir que no dejaría que os ocurriese nada.

OFF:

_ Eso es exactamente lo que Regina me dijo. Ella me dijo que Anzu estaba... obsesionada con la venganza. Cuando perdió a su familia, también perdió el norte. Anzu solía decir que yo era la clave. Estaba segura de que era la única que podía derrotar a Arciria. Pero Regina me decía que esa no podía ser mi vida. Me dijo que, si me obsecaba, nunca sería feliz._ dije, mirándolos a ambos._ Pero cada vez que intento relajarme, vuelven a mí las imágenes de las flores que colocaba sobre vuestras lápidas. Y me resulta irónico. Porque la persona que me enseñó a ser un soldado... en este plano temporal no parecer serlo. Anzu parece... tan feliz... tan tranquila. Parece que no teme a nada.

Tenía celos de mi mentora, así era. Anzu parecía feliz, pero yo sentía que había algo que me faltaba. Era incapaz de saber el qué, y eso era lo que me resultaba más duro. Había hablado largo y tendido con Regina sobre lo que me ocurría. Anzu no solía ser demasiado comunicativa, salvo a la hora de contarme cuentos. Ella conocía tantas historias. Pero cuando crecí, dejó de contármelas, no había tiempo para ello. Ahora lo había, todo el del mundo, al menos mientras Arciria no hiciese otra jugada.

_ Parece que ninguno hemos tenido una vida fácil. Sí que me gustaría poder tener un nuevo horizonte... pero... hay tanto que he dejado atrás... tantas cosas que me he perdido._ dije, mirando por la ventana, sabiendo que le daba ocasión a mi padre para, al menos, ponerse la ropa interior. No quería continuar aquella conversación con él tan incómodo. Además, no podía ocultar que me resultaba extraño que llamase hermana a mi alter-ego_ No sabría siquiera por donde empezar.

_ Si hubieses querido una vida aburrida, no habrías escogido a un hombre con un garfio por mano. Hubiese sido una decisión poco inteligente._ Dije, mientras buscaba mi garfio en la mesilla y me lo volvía a colocar. Lo necesitaba más que los calzoncillos para dejar de sentirme desnudo, a decir verdad._ Sí... sí que me daría algo. Un ataque de ira homicida por el desgraciado que le haya hecho algo a mi niñita.

Blandí el garfio amenazadoramente contra un enemigo invisible al decir aquello. Desde luego, me restaba credibilidad el estar desnudo después de que mi hija me hubiese pillado con su madre, pero lo decía muy en serio. Me fijé en que Holly me daba la espalda, probablemente intencionadamente, y aproveché para vestirme, si bien, no dejé de escuchar ni una sola de sus palabras. Meditándolas. La vida de Holly no había sido sencilla, desde luego. Está claro que era cosa de familia.

_ La venganza... las mentiras... los secretos... bueno, no sirven para nada. Tampoco la obsesión que te carcome. Créeme, sé de lo que hablo._ Dije, sin dejar de mirarla. Conocía a Anzu de modo que Ruby no la había conocido. Y me imaginaba la clase de infancia que Holly debía haber tenido. Sin embargo... me llamó la atención lo que Ruby comentó sobre Bella. ¿La primera elección era Rumpel y la siguiente Anzu? Mejor no decía lo que pensaba sobre eso._ Yo tampoco tengo intención de dejar que Holly se pase así toda la vida. Y quizás ella no sepa por donde empezar, pero yo sí.

Me sentí... arropada, esa sería la palabra, protegida. Sus palabras me dejaban claro cuanto se preocupaban por mí. Les miré y traté de sonreír, aunque se quedó en una amago. Ellos era mis padres. Una parte de mí lo seguía viendo como algo extraño. Pero tenía que aceptarlo, o al menos intentarlo. Me hizo gracia que mi madre mencionase la lucha de mi padre contra el sándwich, y la lucha de mi padre contra un enemigo inexistente novio. Por otra parte me preocupó que me mentase a Bella.

_ Digamos que Bella no podía atenderme. Ella también tenía sus problemas. Anzu no tenía ese problema. Ella... sólo pensaba en la batalla. Ella y Grace solían discutir mucho. Yo... bueno... yo siempre quise hacerlo. Pensaba que os lo debía a vosotros. Regina no estaba de acuerdo... pero Anzu inspiraba casi tanto miedo como Ariciria._ Les conté. Anzu era de armas tomar, la echaba de menos._ Pero te equivocas. Anzu sí era cariñosa, a su modo. Hizo lo que pudo a pesar de tener el corazón roto. La echo de menos.

Con todo, Anzu había sido como mi madre antes que ella. Siempre ocuparía un lugar en mi corazón. Sonreí mirando a mi otra yo. Ella tendría una vida feliz. Era irónico que, siendo la misma persona, estuviese segura de que su carácter sería bien distinto al mío, probablemente más relajado.

_ No puedo prometer que vaya a relajarme. Pero sí puedo prometer que lo intentaré.

Intuía que con aquellas palabras Holly lo que quería era evitar reconocer que su batalla personal ya no tenía sentido. Orgullo de pirata. Eso no lo había heredado de Anzu, eso era mío. Estaba orgulloso de mi hija, eso era bien cierto. Llevaba mi espada colgada del cinturón, y eso reflejaba que, a pesar de todo, Anzu no le había hablado tan mal de mí como para que renegase. Aunque en parte estaba de acuerdo con Ruby, no quería saber nada de aquel futuro en que había muerto de una forma que prefería no conocer. Era mejor centrarnos en el futuro que aún no habíamos vivido y que realmente sí que había sucedido.

_ Bueno... lo cierto es que... con todo lo que ha ocurrido hasta ahora... aún tengo clavada la espina de soltar los amarres del barco con Holly y dar un paseo con tranquilidad._ Comenté, mientras sostenía a la pequeña y la acunaba para que dejara de llorar. Ruby siempre me la pasaba cuando se echaba a llorar, pero no podía quejarme porque no tardaba en callar cuando lo hacía._ Ella puede decir que es un soldado si quiere, pero lleva sangre pirata en las venas y un pirata necesita el mar tanto como el aire.

Mi mirada se dirigió a la ventana, buscándolo con la mirada. Creo que si a mí me hubiese caído la maldición hubiese perdido la cabeza. Yo era un hombre de mar y no podía quedarme atrapado en tierra. ¿Qué clase de vida podría haber llevado? No quería si quiera pararme a pensarlo, a decir verdad.