[NNJ] Soy una niña educada (Ruby)

Me había encontrado de golpe en un lugar extraño y rodeada de niños. Una mujer que parecía embarazada de algunos meses y un hombre manco me habían dicho que los siguiera, que era importante, y eso había hecho. Ahora estaba en la cafetería, colocando el tenedor correctamente y esperando a que me dijesen lo que fuese que tuviesen que decirme.

También me preguntaba donde estaría Lucrezia. Un minuto antes de aquello estaba a su lado, y ahora me encontraba totalmente sola. Me preocupaba que le pudiese pasar algo a mi hermanita, nuestros padres se enfadarían. Además, teníamos un baile esa noche y si no asistíamos tendríamos problemas. Aquella joven me puso una taza de leche y yo la miré.

_ Espero no le moleste, pero me encantaría saber donde me encuentro._ dije, mientras jugaba con las manos, una mala costumbre que no soportaba tener, a mi madre la ponía de los nervios._ Esta noche se me espera en el gran salón de palacio y si no me presento allí tanto yo como mi hermana Lucrezia podríamos tener problemas.

Estaba asustada... muy asustada. Pero no quería exteriorizarlo. No quería que Killian y Holly se preocuparan por mí, así que todo el miedo que sentía se quedó conmigo. Arciria había vuelto a atacar. En realidad era de esperar ya que hoy se casaban su hermana y Maléfica. Era de esperar que Arciria dejara un regalito para que nos acordásemos de ella. En el último momento al caer la maldición lo vi todo perdido. Cogí la mano de Holly y noté como Killian se aferraba a mi tratando de protegernos. Cuando todo "volvió a la normalidad" y vi que todos estábamos bien y que no estaba todo oscuro respiré tranquila. Mi familia estaba bien... pero cuando vi a Christina supe cuál era la magnitud del problema... era una niña de unos diez años. 

Miré a Garfio y a Holly tratando de buscar una respuesta en los ojos de esta última. También había visto a otra mujer, que por como había llamado al Capitán pude suponer que fue parte de su tripulación cuando surcaba los mares de Neverland. Era una mujer extraña pero ya preguntaría por ella más tarde, ahora el problema era Christina. Una antepasada mía que acababa de ser convertida en niña. Decidimos ir a Granny¡s para que yo me quedara con Christina en miniatura mientras ellos imagino que aunque dijeran que iban a ver donde estaban los demás se irían a inspeccionar terreno y a investigar. No me quedaba tranquila del todo, pero Killian era un pirata curtido en mil batallas y Holly y él hacían una excelente combinación, así que cuidarían el uno del otro. 

Una vez ahí me despedí de ellos. Un saludo cordial con la extraña joven, un abrazo y varios besos a mi Holly y luego un beso en los labios del pirata, un beso de "nos vemos en un ratito" tampoco nada exagerado. Luego entré con Christina en Granny's a ver qué hacía yo con esta historia. Me quedé pensativa hasta que escuché la voz de la niña -Cariño, estás en Granny's, en Storybrooke. Ha pasado algo muy extraño pero vamos a ver si lo solucionamos ¿vale? -Expliqué tranquila y con una sonrisa cariñosa. -No pasa nada, hoy al final no hay baile -finalicé siguiéndole un poco la corriente.

¿Grannys? ¿Storybrooke? Aquello no me sonaba de nada. Además, no entendía por qué todo el mundo hablaba en Inglés. Un idioma que realmente no me causaba simpatía. Si al menos estuviese Lucrezia conmigo, quizás me sentiría mejor, pero la rubiaja no hacía acto de presencia, y eso me estaba agobiando. Me miré las uñas.

_ ¿Cómo que no hay baile? Llevo tres meses practicando para no caerme. ¿Donde está mi madre? Quiero una explicación._ Dije, dejando salir mi parte más infantil. Me había esforzado mucho para conseguir hacerlo perfecto, porque sabía que de otro modo no estaría contenta._ Después de todo lo que te he tenido que hacer para que me deje asistir, no puede cancelarlo así sin más.

Siempre había buscado su aprobación, era algo que sencillamente me sentía incapaz de evitar. Y sin embargo, a pesar de todo, sabía que no siempre lo conseguía. Mi madre se merecía que yo fuese la mejor persona que pudiese llegar a ser, eso siempre lo había tenido claro. Porque yo era una Auditore, y eso significaba perfección.

Esto iba a ser más difícil de lo que yo pensaba en un principio. Christina no se acordaba de nada, para ella aún estaba en su época de grandes bailes, sin saber que es una licántropo con varios siglos a la espalda, que tiene una niña adoptada y una pequeña gran familia formada por una abuela, su ballesta, un pirata manco, una chica del futuro y una licántropo embarazada. Dicho así sonaba un poco a familia Adams, pero luego se ve que es una familia perfectamente estructurada. Tenía que explicarle que se encontraba en otro tiempo y que había encogido debido a una maldición... solo me faltaba que no creyera en la magia... y a tenor de como iba el asunto imagino que no podría decirle las cosas claras. 

Me vi en un gran aprieto pero pensé que había que echarle imaginación a la situación. Me puse de cuclillas... o eso intenté porque ya empezaba a ver que había cosas que ya no podía hacer con la misma facilidad, aunque igualmente conseguí ponerme a su altura. -Verás pequeña, han sucedido una serie de cosas que no te puedo explicar ahora y por eso se ha suspendido el baile. Voy a ser tu nueva niñera durante el tiempo en el que esto se esté solucionando -si pensaba que con eso iba a poder tener a Christina entretenida iba lista. Conocía muy bien a mi bisabuela y sabía que por muy niña que fuera el carácter de la "vieja" loba no sería muy diferente. 

Me levanté apoyándome en una silla y le tendí la mano para que me la diera y viniera conmigo hacia la barra esperando que un chocolate caliente la tranquilizara un poquito. No iba a soltarle de sopetón que era un licántropo, que sus padres habían muerto hace ya unos cuantos siglos y que estaba bajo una maldición que la había hecho retroceder en el tiempo, por ahora tendría que seguirle el juego. -Vamos a hacer una cosa, yo ahora te preparo un chocolate y me enseñas a bailar porque yo no sé. -crucé los dedos para que eso funcionara.

Me parecía increíble que hubiesen suspendido el baile después de todo lo que Lucrezia y yo habíamos practicado. durante mucho tiempo para que se nos diese así de bien. Y ahora nos suspendían el baile. Estoy segura que cuando Lucrezia se enterase iba a llorar sin parar, y a ponerse a protestar, como era propio de ella.

_ ¿Y donde está Lucrezia? ¿Acaso mi madre le ha buscado otra niñera a ella?_ Me extraña que nuestra madre quisiera separarnos, siempre decía que era una buena influencia para ella, y que tenía que esforzarme para que se diese cuenta de cómo eran las cosas._ ¿Me estás diciendo que esperas un hijo no sabes bailar? ¿Cómo has conseguido casarte?

La idea de que una mujer casada no supiese bailar me era imposible de asimilar. Y el hecho de que una mujer embarazada no estuviese casada, era una idea que ni tan siquiera se me pasaba por la cabeza. Sólo las cortesanas acababan de esa guisa, y esta mujer no parecía ser una de ellas.

Parpadeé varias veces ante lo que había dicho la pequeña Christina. Me esperaba de todo menos eso, a ver que le contestaba yo a la pequeña para que no se alarmara y me tomara por una prostituta si le decía que efectivamente Killian y yo no estábamos casados...y que no teníamos en mente firmar ningún papel para decir que nos queremos,  aunque también podía decirle que la tripa era de comer chocolate... pero creo que no colaría así que mi mente se puso a trabajar rápido para plantearle una historia más o menos razonable y creíble para la pequeña... luego vería que hacía con el tema de Lucrezia, que por cierto, no tenía ni idea de donde estaba, aunque tenía la esperanza de que estuviera junto a Anzu. 

-Verás es que mi marido no sabe bailar... porque perdió práctica cuando nadie lo sacaba a bailar por ser un marinero manco -creo que hasta ahí iba bien la cosa. Tendría que mandarle un mensaje a Holly para que le contara a su padre la historia que me acababa de inventar por si se topaba con la pequeña. Tampoco llevaba la alianza, porque no había alianza que llevar, esto iba a ser más difícil de lo que pensaba. Ya veremos que hacía si le preguntaba a él porque yo tenía la escusa perfecta. -Así que por eso no me ha hecho falta saber bailar para conseguir casarme. 

Fase uno superada. Ahora el tema Lucrezia -Verás, Lucrezia ha tenido que ir con tu madre a por unas cosas a casa, no sé exactamente a que se refería... creo que jugando se rompió el vestido y tu madre se la ha llevado para cambiarla de ropa... estará al caer. 

Dada la situación que había ocurrido no podía menos que hacer lo que mi madre me pedía y asegurarme de que la gente estaba bien tras la perturbación que había sentido. Decidí ir a Grannys, pues era el primer sitio donde se reunía la gente cuando algo así ocurría. Abrí sin llamar, porque a fin de cuentas era una cafetería.

Fue entonces cuando la niña que estaba en la barra se giró y nuestros ojos se encontraron. Conocía esa mirada, en ese rostro, la había visto hace muchísimo tiempo. En ella aparecía la incomprensión y la duda. Era Christina, tal como la recordaba de nuestra niñez. Dejó su chocolate y me miró de arriba a abajo, como sopesando si era real o no.

_ Hola Christina..._ Murmuré, mirándola a los ojos. Me era extraño y a la vez reconfortante que me mirase con afecto, en lugar de con auténtico odio como yo la recordaba. Y eso era de agradecer. Una parte de mí deseaba recuperar nuestra relación infantil. Y eso no hizo más que aumentar cuando me miró y dijo_ Lucre... estás mayor... ¿Qué ha pasado?

Gracias al cielo... o no, Lucrezia había entrado en la cafetería. Normalmente Lucrezia solía tirarme los trastos cada vez que pasaba por aquí y eso me solía incomodar bastante pues la vampiresa no era muy fina que digamos, y a mi la idea de irme a la otra acera no me gustaba. Tenía la esperanza de que ahora que estaba embarazada y estando en la situación en la que estábamos dejara esas cosas a un lado. 

Por otra parte... aquí se iba a liar una buena. Ahora Christina había visto que Lucrezia era mayor, ahora habría que explicarle a Christina lo que había pasado y rogar que la niña lo entendiera. Esto se estaba poniendo cada vez más feo. 

Me quedé un poco apartada, con la esperanza de que Lucrezia le explicara a Christina todo lo que había pasado. Por otra parte puede que esto reforzara la relación entre las hermanas que llevaban tanto tiempo separadas y enfrentadas. Estaba al corriente de la historia de la rubia y la pelirroja, pasaba mucho tiempo con Anzu y ella me lo había contado en una ocasión.

Me separé un poco de las dos hermanas, a una distancia prudencial por lo que pudiera pasar. Pero eso era algo en lo que yo no podía meterme, aunque alguna vez le había dicho a Christina que tenía que enterrar el hacha de guerra con su hermana... pero mi bisabuela es una mujer muy terca, más terca que una mula. Miré a Lucrezia indicándole con la mirada que la explicación era toda suya.

Lucre estaba rara, pero a pesar de todo, era la primera persona que conocía en aquel lugar extraño. Me abracé a sus piernas y la miré a los ojos, sintiéndome segura. Ella me tomó entre sus brazos y me abrazó. La noté fría, y eso me extrañó, pero no me importó demasiado. Estaba con mi hermana, y eso era lo que importaba. Ya no me preocupaba que hubiesen suspendido el baile.

_ Han ocurrido cosas Christina, pero son muy complicadas. Y no creo poder explicártelas. Tienes que prometerme que vas a hacer caso a esta mujer en todo lo que diga, ¿De acuerdo?_ Yo la miré, no me gustaba tener que hacer caso a la niñera, cuando no era de sangre noble. Pero Lucrezia parecía muy segura de ello, por lo que simplemente asentí._ Vale Lucre, le haré caso. Pero explicadme qué pasa.

Me quedé aferrada a la que el día anterior era mi hermana pequeña y ahora, sin embargo, era una adolescente a la que le llevaba a la altura de la cintura. Me sentía protegida abrazada a ella así que me quedé bien aferrada, como hacía con mi madre cuando era más pequeña.

Observé la cara de Lucrezia al ver que el odio que había entre ellas gracias a lo sucedido parecía haber desaparecido por completo. Todas las disputas entre hermanas deberían arreglarse, se tenían la una a la otra y para Christina sería bueno hacer las paces con su hermana pero era más terca que una mula... tendría que sacar la cámara de fotos e inmortalizar este momento y enseñárselo cuando todo esto termine... porque tiene que terminar. También le recordaré a Chris lo repelente que podía llegar a ser de pequeña.

Yo miré a Lucrezia cuando la niña preguntó que pasaba. Podría explicárselo yo pero veía más factible que lo hiciera su hermana puesto que ella la conocía mejor que yo y sobretodo sabría como decirle las cosas para que no se alterara... o esa era mi esperanza. 

Me puse a limpiar la barra con aire distraído aunque estaba pendiente de todo lo que pasaba. Lucrezia lo sabía pero quería darles algo de intimidad. También tenía ganas de hablar con Shadow puesto que entre una cosa y otra hacía tiempo que no mantenía una conversación con mi inexplicable amiga, ya que ambas pertenecíamos a dos razas muy distintas, dos razas condenadas a odiarse por naturaleza, pero ella y yo habíamos descubierto que había algo más. 

Sabía que los vampiros leían el pensamiento, así que lo proyecté para que Lucrezia lo leyera. Hasta ahora no había caído en la cuenta de que podía hacer eso y si volvía a coquetear conmigo ya sabía con qué imágenes torturarla un poco, todas tenían que ver con sábanas revueltas y un garfio metálico sobre una mesilla de noche. "Toda tuya, es tu hermana, mejor que nadie sabrás como va a reaccionar a todo". Pensé mientras seguía haciendo mi trabajo.

Acaricié las mejillas de Christina. Hacía muchos años que no había visto esa mirada en sus ojos. Pero no sabría cómo explicarle lo que estaba pasando. Yo era una mujer de acción, no de dar charlas, eso se le daba mejor a mi madre, con diferencia. Por lo que decidí hacer lo que solía hacer siempre, aparcar el problema y pensar en ello para más adelante.

_ Christina cielo, descansa un rato, Ruby y yo tenemos mucho de lo que hablar._ Dije, soplando sobre su frente. Al instante, y con una expresión de extrañeza como última muestra de consciencia, Christina se quedó completamente dormida en mis brazos. Con suavidad la tumbé en uno de los sofás que había a los lados de las mesas._ ¿Puedes contarme qué se supone que ha pasado y por qué hay niños por todas partes?

Ningún miembro de mi familia había acudido a la boda de Regina, por lo que la primera noticia que tenía de todo aquello había sido ver la ciudad llena de niños pequeños, aunque eso sospechaba que Ruby lo ignoraba por completo.

Christina no tardó ni un minuto en dormirse. Cuando vi que la intención de Lucrezia era que se durmiera para poder hablar sobre lo ocurrido sin alterar a la pequeña. Fui a coger una almohada y una mantita de la lavandería para la pequeña. En el momento volví ella ya estaba sobre uno de los sofás. Me acerqué y le coloqué el cojín y la tapé con la manta. 

Como ella no había estado presente en la boda y yo no sabía explicarlo la mejor manera era que a través de mis pensamientos viera la escena. No me gustaba que se metiera en mi cabeza, pero ahora era una buena herramienta. Recordé la boda, Regina y Maléfica las dos hermosas y felices yendo hacia el altar. Christina a mi lado junto con Killian y Holly... y luego la extraña lluvia. Fue todo muy raro. Holly alarmada, Killian aferrado a mí, todo era muy confuso y luego tras la calma muchos de los invitados se habían convertido en niños. 

-No sé quien ha ideado esto... sospecho que Arciria o puede que Discordia... pero creo que más bien se trata de Arciria -di un suspiro y me senté en uno de los taburetes que había cerca de la barra y le indiqué a Lucrezia que hiciera lo mismo. La vampiresa no era santo de mi devoción pero era la hija de Shadow y la hermana de Christina, además de que quizás tuviera que trabajar con ella para poder entender y arreglar este embrollo.

Jugueteé con mi cabello mientras pensaba en sus palabras. Todas las personas de Storybrooke convertidas en niños. Había que decir que como mínimo era original. Pero no veía a Discordia lanzando una maldición así. No era su estilo. Además, no le hacía nada ni a ella ni a Anzu, que era su principal prioridad, su amada.

_ Eso no me huele a Discordia. No involucra a mi madre, y su relación con sus hijas, si es que las ha afectado, no puede ser sino peor. Va contra todo lo que ella desea._ Dije, colocándome sobre la barra. Estaba comportándome de un modo muy serio para lo que Roja estaba acostumbrada, porque ahora estaba tomándome la situación como correspondía._ Esto es obra de Arciria, pero no puede estar haciéndolo sola. Aún está débil.

Comprobé mi hoja, que seguía funcionando como debía. No estaba segura de si mis armas bastarían, aunque llevaba por seguro que iba a necesitar a mi madre. Ella era la que sabía resolver todas las situación, la más antigua de entre los nuestros que conocía.

Por primera vez la hija de mi amiga y yo coincidíamos en algo. Esto era cosa de Arciria porque no podía haber otra explicación. No sé si habría más niños fuera de los invitados a la boda... lo que me recordaba a... –¿Jefferson está bien? –sabía que mi querida Shadow estaba en perfectas condiciones, con su condición de no-muerta y congelada en el tiempo no podría convertirse en un vampiro chiquitín de la misma manera que no podría retroceder en el tiempo ya que la maldición no iba a irse... pero ¿Jeff? 
El sombrerero era un ser humano , puede que también hubiera terminado siendo uno de estos críos. 


–Coincido contigo en que esto es obra de Arciria... pero sigue siendo extraño ¿por qué encoger a X habitantes del pueblo y convertirlos en niños... no es muy del estilo de Arciria, esto más que una maldición parece una chiquillada. –Reflexioné mientras buscaba una postura cómoda en el taburete, que ya empezaba a costar. 



Observé por un instante a Christinita, callada, dulce y durmiento, algo que raramente se veía y luego miré a Lucrezia –¿Cómo te has enterado de todo esto? ¿Tu madre está enterada? –era uno de esos momentos en los que hacía falta la sabiduría de Shadow, a veces llegaba a ser como una madre para mí. 

_ Jefferson está bien. No me había dado cuenta de nada hasta que he llegado al pueblo. _ Dije, observando a la pequeña que dormía plácidamente, ignorante a que estaba hablando de ella. El día anterior habría querida matarme, y ahora, en cambio, era la persona en la que más confianza tenía en el mundo._ Pues, con franqueza... Yo veo bastante claro el motivo para lanzar este hechizo. Me basta con mirar a Christina.

Había algo en lo que Arciria y yo éramos muy parecidas. No sentíamos que perteneciéramos al lugar en el que habíamos nacido. Aunque había sido por motivos distintos. Pero lo que yo ahora lamentaba más que nada, era no haber arreglado lo que había ocurrido con mi hermana. Pues a pesar de lo que nos había pasado, ella seguía siendo quien me había inspirado.

_ Quiere llegar a Regina, es lo que siempre ha querido. Y nunca estará tan receptiva como lo está ahora. Tenemos que impedirlo._ Dije poniéndome mas serie de lo que ella me había visto jamás. Si perdíamos de nuevo a Regina estábamos perdidos._ Las gemelas son un asunto peligroso, Arciria puede aprovecharse de eso.

Por supuesto... Lucrezia no había tardado ni un segundo en averigüar las razones de la bruja. Ella lo había descubierto al ver a Christina... me gustaría tanto que las hermanas se reconciliaran por fin. Mi bisabuela siempre estaba irascible con el tema de Lucrezia... y en cierto modo no la culpo, era una vampira algo exasperante... pero eran hermanas, familia, y si algo había aprendido de Christina era que la familia era lo más importante. 

-Creo querida chupasangre que has dado justo en el clavo -por otra parte eso también era preocupante. Si Arciria había lanzado la maldición por influir en Regina teníamos que avisar corriendo a Maléfica, porque si no todo esto podría ponerse más feo aún de lo que parecía. Y ahora tenía miedo, no solo miedo por mí, esta vez no es como cuando cayó la otra maldición. Ahora tenía a mi marido, ahora tenía a mis hijas... porque por precio de una entraban dos, eso ya era una realidad. 

-Esto tienes que decírselo a Shadow -no me la quitaba de la cabeza -toda ayuda es poca si esto se desmadra -estaba a punto de derrumbarme, no quería pensar en Regina de nuevo siendo la reina malvada, esto nos traería la ruina y ahora yo tenía una familia a la que proteger con garras y dientes -hay que avisar a Maléfica... la llamaré... tiene que vigilar a Regina en todo momento si no... si no... -dije algo alterada -no quiero ni pensarlo. 

Ruby pareció angustiada con mis palabras. Pero yo no estaba preocupada, sabía que podíamos resolverlo. Mi madre no se había visto afectada, y por eso yo estaba segura de que lo resolveríamos. ¿Tenía demasiada fe en ella? Tal vez. Pero si me paraba a pensar en ello me bloquearía, y no era algo por lo que quisiese pasar, no otra vez. Ella me había dado la seguridad en mí misma que tenía en aquel momento, y no quería volver a ser la joven insegura que una vez había sido.

_ No creo que sea seguro llamar. Es mejor que nos encarguemos en persona. Busca a Maléfica, y yo me ocuparé de mi madre._ Sentencié, mientras me ponía en pie, colocándome el pelo. Era ya algo que hacía por costumbre. Quería estar fabulosa, incluso en el peor de los conflictos._ Deja a Chris arriba, no creo que busquen nada con ella salvo distraerte.

Me coloqué la capucha y comprobé las hojas otra vez. Esta maldición no era como la anterior venganza de Arciria, pero desde luego no me interesaba tener que enfrentarme a ella estando desarmada. Había estado practicando aquellos días, pero eso no garantizaba mi éxito. No podía confiarme.

_ Vigila tu espalda.

No había tenido en cuenta el estado de Ruby al pedirle aquello. Lo cierto es que había sido un tanto insensible por mi parte no haberme dado cuenta de que no podía cargar peso. Pero lo cierto es que tenía muchas cosas en la cabeza y estaba distraída. Aquella maldición era una verdadero locura. Sin embargo, y para aliviar la tensión, decidí gastarle una pequeña broma inocente, aunque si Christina, en su estado normal, me oyese, probablemente se enfadaría.

_ ¿Estás llamando gorda a mi hermana o es cosa mía? Ya te advierto que con ella sólo puedo meterme yo._ Dije, y luego, antes de que se preocupase solté una risotada. Me acerqué y cogí su delicado cuerpo infantil. Nunca la había visto tan pequeña, pues cuando ella tenía ese tamaño yo era aún más pequeña. Nunca me había parecido tan delicada, tan frágil. Podría hacerla añicos con un gesto. Quizás esto le hiciese entender que no era tan mala como ella pensaba._ Supongo que esto es un hasta luego, lobita. Ya nos veremos, no te libras de mí tan fácilmente.

Le hice un guiño seductor, y subí por la escalera con mi hermana. La dejé en la cama con delicadeza y la arropé. Sabiendo que estábamos solas me tomé el lujo de darle un beso en la mejilla. Y ella sonrió en sueños, aferrando la manta. Me hizo pensar en cómo habíamos crecido ambas, y en lo inocentes que habíamos sido en algún momento de nuestra existencia. Salí por la ventana, decidida a ir a casa y darle un abrazo a mi madre antes de contarle lo que había descubierto.

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