De problemas y desencuentros

Estaba mirando el mar. Y se sentía pleno, bucólico y en armonía con la naturaleza... No, en realidad no. Estaba cabreado con el mundo. Por algún extraño motivo sentía que su vida estaba estancada. No conseguía un trabajo fijo, no pasaba una semana sin tener una discusión con Rachel (y casi siempre sobre su maldita madre), y para colmo ahorrar estaba siendo misión imposible, por lo que marcharse de allí era aún más imposible. En otras palabras, era uno de esos días en los que lo ves todo de un color negro azabache, que combina con cualquier circunstancia y no tiene fin.

Suspiró, y sacó otro cigarrillo del bolsillo. "El último", se dijo a sí mismo mientras lo encendía. Lo había intentado dejar muchas veces, pero ninguna de ellas lo había conseguido. Por supuesto Rachel no sabía que él seguía fumando, cualquiera la oía. Claro que ella pensaba que cuando salía por las noches volvía prontito y bebía zumos de naranja. Era demasiado inocente, ingenua y dulce como para estar con alguien como él, y, curiosamente, le quería. Claro que luego le daban esos arrebatos de intentar cambiarlo que hacían que lo que parecía un cuento de hadas se derrumbara a su alrededor.

Le dio una gran calada a su cigarrillo, y no le hizo sentir mejor ni peor. Simplemente no le hizo sentir nada. Llevaba un buen rato allí plantado sin hacer nada, y empezaba a querer algo de acción, a necesitar ocupar la mente en algo. Pero no encontraba en qué, ni tenía ánimos para ponerse a buscar.

Levantó la cabeza al oír la voz de Ginny a su lado. Sonrió con tristeza. Si había una persona en esta ciudad que sabía de sufrimiento sin duda era esa chiquilla. Conocía su historia, más de lo que contaba la gente que de su propia boca, pero por todos era sabida la relación entre ella y su madre.

Le sorprendía gratamente que la muchacha se preocupara por su estado de ánimo. Bueno, no había mucha gente que se preocupara por él, pero si alguna vez Ginny lo había hecho, no había dado muestras de ello. Le dio otra calada al cigarro antes de contestar, no se fuera a quedar sin él.

- No, no estoy bien -dijo, y se encogió de hombros-. He vuelto a discutir con Rachel. Por lo de siempre, ya sabes -resumió en pocas palabras, pero tampoco hacía falta más.

Podría añadir un "para no variar", pero ni siquiera de eso tenía ganas. La miró un instante. No había que ser un lince para saber que a ella también le pasaba algo. Tras otra calada, esta vez más larga, volvió a hablar.

- ¿Qué ha sido esta vez? -preguntó directamente. ¿Para qué andarse por las ramas, si ambos sabían lo que pasaba?

Soltó una carcajada sin poder evitarlo. Allí estaban ambos, mirando a la nada y sintiéndose miserables cada uno por sus propios problemas, pero eso sí, restándoles importancia ante el otro para que pudiera desahogarse primero. Podían pasarse así hasta que fuera noche cerrada, o podían hablar claro de una vez. Miró a la niña un momento. No tenían demasiado trato, pero confiaban el uno en el otro. Era extraño, pero reconfortante.

Tiró el cigarro al mar al decidir que estaba dando un mal ejemplo a una influenciable adolescente, y empezó a hablar de sus problemas.

- Sabes que Rachel tiene muchos problemas con su madre -era evidente lo mal que lo tenía que pasar esa muchacha para salir de casa-. A veces, y solo a veces, y esto va a sonar muy egoísta -dijo, y se lo pensó dos veces antes de continuar-, me parece que los tiene porque quiere. Es decir, si no quisiera no tendría por qué soportar eso. Podría venirse conmigo, podríamos irnos de este lugar y ver mundo. Pero no, ella tiene que quedarse con su madre -el tono de voz de Fitz al pronunciar "madre" dejaba bien claro la opinión que tenía tanto de esa mujer como del hecho-. Sé que discutir sobre el tema no lleva a ninguna parte, pero...

Suspiró, y decidió dejarlo ahí. Se llevó la mano a la boca para darle una calada a su cigarro, y se dio cuenta de que acababa de tirarlo, así que con gesto de fastidio se metió las manos en los bolsillos de la chaqueta, y se encogió de hombros mirando a Ginny.

La palabra "suegra" le hizo arrugar el gesto, y soltó un gruñido de claro desacuerdo ante semejante término. No quería tener nada que ver con esa mujer, y mucho menos algo tan serio y formal como indicaba eso. El compromiso no era lo suyo. No era que no quisiera a Rachel, la quería como no había querido a nadie en su vida. Pero términos como "suegra", "novia" o "relación estable" todavía le quedaban muy grandes.

Escuchó a la adolescente en silencio. No le estaba diciendo nada nuevo, pero a veces hasta lo más evidente, lo que está ante nuestras narices es justo lo que se nos escapa. Y ese era el caso. No era su batalla, era algo entre madre e hija, y él solo podía aligerar la carga. Parecía claro que no era algo que hubiese estado haciendo. Más bien había estado poniendo las cosas peor de cómo ya estaban.

- Quieres decir que me mantenga al margen, que esté con ella, y que... Que mienta por Rachel -resumió, y reflexionó sobre ello unos instantes. Siempre había creído que la sinceridad era uno de los pilares básicos de cualquier relación. Él no lo llevaba al pie de la letra, pero tampoco mentía descaradamente. Como mucho ocultaba verdades-. Eso puedo hacerlo, supongo, si es por ella -concluyó, encogiéndose de hombros, y asintió-. Tal vez te haga caso. Eres un pozo de sabiduría, pequeña.