No es la caza que esperaba (Roja)

El sabor de aquella criatura era exquisito. Era difícil comprender por qué, pero los niños tenían un sabor que los adultos perdían. Un sabor que excitaba su perversa mente. Era un cuadro amargo, una niña de 10 años moribunda, llamando a su madre desesperada, observando a su asesina iluminada por la luna llena, sin saber que esa mujer ya había muerto. Pero pronto dejó de gritar cuando Anzu le dio la dentellada fatal. Rió, con la boca aún llena de sangre y decidió que esa noche tomaría postre.

O al menos eso pensaba hacer hasta que un olor llegó a su nariz. Un olor repugnante y vagamente conocido. No necesitaba haberlo olido antes para saber lo que era, estaba en su sangre. Y en aquella noche no pudo evitar sonreír mientras se adentraba en los bosques, siguiendo aquel curioso olor, desagradable a la par que atrayente, pero para su sorpresa no se encontró con el lobo como tanto había ansiado, sino con una joven. Allí había magia de por medio.

_ Buenas noches. ¿Os habéis perdido?_ preguntó, observando a la joven ataviada con una llamativa caperuza roja. ¿Se habría percatado ella de lo que tenía delante? ¿O acaso sus instintos estarían dormidos y era ese el motivo por el que no se transformaba? Lo cierto es que la vampiresa estaba interesada, ya no tanto en una confrontación si no en saber por qué no estaba ante un lobo feroz_ ¿O acaso estáis huyendo como más me temo?

Había pasado la mañana en el pueblo. Desde mi huida tras haber dado muerte a mi amor había tenido que correr como nunca lo había hecho en mi vida, y además, el duro golpe que para mi había supuesto haber destrozado al hombre al que tanto había amado, Peter, mi Peter.

Ya era de noche, y la fatídica luz de la luna bañaba mi piel, me odiaba a mi misma por no ser un peligro para los demás, la caperuza roja que siempre llevaba y que tanto me gustaba me lo recordaba día tras día, pese a que Blanca me había dicho en incontables ocasiones que yo no era un monstruo y que tenía que salir adelante.


Mientras volvía a mi apartada cabaña en medio del bosque me topé con un horrible olor, un olor que me hacía andar más rápida. Alguien se acercaba a mi en la espesura y no tardé en escuchar una voz de mujer. Lo que tenía delante era un vampiro, la abuelita me había avisado sobre la eterna enemistad que tenían vampiros y licántropos.

Tuve miedo, e incluso me sentí tentada de quitarme la caperuza y dejar que el lobo feroz la destrozara... pero no podía, por muy ruin que fuera aquella mujer yo no quería hacer daño a nadie, ya había hecho bastante. -No, no me he perdido -dije ocultando mi inquietud, que no miedo, tras una sonrisa cálida -y tampoco tengo motivos para huir -por el tono de voz de esa mujer presentía que quería pelea -si no le importa, desearía seguir mi camino, estoy cansada.

Lo sabía. Ella lo sabía. Shadow se rió ante aquello. Lo sabía y sin embargo fingía desconocerlo. ¿Negaba su condición, quizás? Probablemente fuese así, dado que no se transformaba. Se preguntaba cómo había logrado aquello, pues notaba que esa loba no conocía la magia, y sin embargo el olor indiscutible de la magia llenaba sus fosas nasales junto con el olor a loba. Tras dejar de sonreír se apresuró a andar evitando que se le escapase.

_ Sería para mí un placer dejarte partir... de no saber lo que ambas sabemos ya._ dijo, con una sonrisa maquiavélica en sus labios. Quería matar, demostrar una vez más que no quedaba humanidad, que había vuelto a ser la asesina que en su día fue. Y no había nada mejor para ello que enfrentarse con el único ser que podía hacerle frente en todo el reino. Quizás tuviese un deseo masoquista de muerte, pero no pensaba perder la ocasión._ Pero me intriga saber cómo lo has conseguido. ¿Por qué tengo delante de mí a una muchacha y no a la bestia legendaria que puede medirse conmigo?

La curiosidad estaba por encima del deseo de venganza, o quizás una parte de ella que tan sólo podía susurrar quería evitarlo. En cualquier caso quizás ella tuviese la clave que arreglase su problema, aunque ya no lo considerase como tal. O al menos no hasta que su mente retornaba a la imagen de una niña pequeña.

Como ya me temía, esa mujer no iba a contentarse con dejarme marchar tranquilamente a mi solitaria casa en la que ya ni siquiera tenía a mi abuela. La miré casi con súplica, no quería transformarme y perder la noción de mi misma, aunque Blanca ya me había dicho que si practicaba podía usar mi maldición como yo quisiera.

-No busco problemas -dije cuando ella dijo que no pensaba dejarme marchar dado que ella sabía que yo era una loba y que yo sabía que estaba frente a una vampira. -No me has hecho nada así que no tengo motivo para atacarte -no quería segar ni una vida más, ni siquiera por necesidad, cuando era una bestia ya no era yo, Roja se ahogaba en un pozo negro y no podía salir de ahí.

Apreté el puño izquierdo cuando me preguntó por qué no estaba transformada, por qué no había dejado que en mi cuerpo fluyera el espíritu del lobo, un espíritu irracional y destructivo -Mi madre fue loba antes que yo, la abatieron unos cazadores siendo yo muy pequeña, comencé a transformarme durante la adolescencia, mi abuela compró esta caperuza a un mago y siempre la he llevado encima. -dije con pesadez -decía que era para protegerme del lobo feroz que vagaba por los bosques... hasta hace poco, tras una tragedia que me ha dejado marcada para siempre, yo no sabía que era el lobo, no sabía que la caperuza era para proteger a los demás de un monstruo -agaché la cabeza con tristeza pero no tardé en subirla.

-Ya he segado suficientes vidas, no quiero que ningún niño sufra porque un maldito lobo ha matado a su madre o a su padre -me volví dispuesta a seguir mi camino y rogando a quien quisiera escucharme para que la vampira me dejara en paz y no tener que quitarme la caperuza y dejar salir a un asesino en defensa propia.

Fue como un profundo golpe en el corazón, un golpe directo y brutal que de ser físico la hubiese lanzado directamente contra el árbol que tenía detrás. Pero aquel era más doloroso porque un golpe que atacó directamente a su alma. Un golpe que afectó directamente a su corazón e hizo salir a alguien desde su interior. Hizo salir a la humana que aún tenía en su interior. Se tapó el rostro con las manos, dejando que los cabellos pelirrojos le cubriesen lo que quedaba libre, se sentía tonta.

_ También hubo alguien a quien yo amaba a quien he perdido por esto. ¿Sabes algo?_ dijo, poniéndose en pie y volviendo a colocarse a su altura. Esta vez sus gestos no eran hostiles, por el contrario, eran casi humanos. Y sin más se abrazó a aquella chica de la caperuza, que el destino le ordenada destruir, ignorando ese olor que llegaba a su nariz._ Estoy cansada de que otros me digan lo que debo hacer. Y no voy a dejar que una vieja costumbre dicte mi vida. ¿No opinas igual?

¿No estaban solas las dos? ¿No eran ambas monstruos sin afecto alguno del mundo? ¿No eran en parte almas gemelas? Luchaba contra sí misma. Pero si la loba podía hacerlo. ¿Por qué no ella? ¿Acaso iba a ser más débil? ¿Acaso iba a fracasar en la empresa en que Roja había triunfado? Se negaba a ello.

OFF:

Me quedé asombrada ante la reacción de la vampira, mis palabras se habían tornado estacas de madera que la habían acribillado sin piedad alguna. Era asombroso ver a un ser como ella derrumbarse ante unas pocas palabras pronunciadas por una simple joven que portaba una cestita.

Vi como se acercaba a mi y pese que el olor era horrible dejé que me abrazara y yo cortés respondí abrazándola y acariciando su espalda para consolarla. -Todo aquel que sufre a causa de una maldición acaba afectando a la gente a la que ama mas esa gente nunca nos abandona... yo me equivoqué y maté a mi amor, lo devoré, lo hice pedazos. -dije con lágrimas silenciosas en mi rostro.

Me alegraba de que la vampira no quisiera atacarme, se había tornado pequeña, casi como una niña que tiembla ante una noche tormentosa. -Todos me llaman Roja -dije para presentarme aún con la mujer abrazada a mi -Nadie tiene que odiar a nadie simplemente porque lo dicta una ley... nosotras somos libres de decidir.

off:

OFF:

_ Te envidio. Envidio tu caperuza. Desearía que hubiese algo que pudiese obrar el mismo milagro para mí. No obstante sé que no lo hay._ dijo, pues sus maldiciones eran distintas. Era agradable abrazar a alguien sabiendo que no iba a destrozarlo. Aquello le hizo pensar en Jefferson, en lo mucho que le echaba de menos. El hombre que ella amaba había muerto en sus manos. ¿Cómo podía llevar esa dolorosa carga sobre sus hombros?_ Y envidio tu valor y tu fortaleza. Yo he sido una cobarde. Prefería dejar que el monstruo me dominase a aceptar mi dolor.

Se sentó en el suelo, pensar en Jefferson dolía, dolía mucho. Miró a las estrellas pero muchas veces había rogado y había sido inútil, haber vuelto a matar había hecho que el hada azul decidiera no prestarle atención. Ahora era una bestia por propio derecho y el hada no ayudaba a las bestias, no más de una vez. Y ella era la única capaz de obrar tal milagro.

_ Anzu... Anzu Stealer..._ Estuvo a punto de decir su apellido de casada, pues desde que recuperase el vampirismo no había vuelto a necesitar usar su nombre. No servía a nadie, ni hablaba con nadie, sólo mataba, una y otra vez, sin parar. No había nombres, no había conocimiento, tan sólo sangre._ Libres de decidir... suena tan bonito la forma en que lo dices.

La miré con tristeza, yo creía que tener que sufrir las transformaciones las noches de luna llena era una maldición, pero tenía mi caperuza y podía combatir mi mal, pero ella era un vampiro ávido de sangre, ella no tenía esa solución... o quizás el mago al que mi abuelita compró la caperuza podría ayudarla también a ella.

-No ha sido fácil, la carga que pesa sobre mis hombros sigue siendo muy pesada más mi caperuza salva a los demás de mi, puede que el mago que vendió la caperuza a mi abuela pueda ayudarte a ti también -dije tratando de consolarla. Cuando se sentó en el suelo me senté a su lado, algo me impulsaba a ayudar a esa mujer, quien sabe lo que podía haber dejado atrás... un amor, unos hijos, quien sabe.

-El no ya lo tienes -dije cuando repitió mis palabras a cerca de la libertad de elección. -Tienes que ir a buscar un Si, el sentarte y llorar no va a solucionar las cosas, hay que luchar con el destino para poder elegir

Spoiler:

You are not alone anymore!
Lo que roja desconocía era que ella ya había buscado su sí. Y lo había encontrado una vez, pero no lo haría otra. Sólo el hada azul podía sanarla y hacerla superar aquel tormento. Pero no la escucharía de nuevo, no tendría esa piedad que ya había tenido una vez más. Debía creer que había desperdiciado su regalo, que había sido una egoísta y había preferido las tinieblas antes que el amor. Si tan sólo dejase de tener miedo, si pudiese presentarse ante Jefferson tal como era... quizás podrían volver a ser una familia. Pero no podía, no siendo un monstruo.

_ Ningún mago en el bosque encantado puede ayudarme. El hada azul es la única que puede romper esta maldición, y no me escucha. Esta es mi condena, yo me la busqué la segunda vez por las acciones que hice. El hada azul no me liberará otra vez, no lo merezco._ Dijo, tapándose el rostro con las manos. No quería llorar, no quería ser débil, pero no podía evitarlo. Por más que contenía las lágrimas estas surgían una detrás de otra._ Si tan sólo pudiese verle una última vez sabiendo que no le haría daño, sabiendo que mi sed de sangre no me arrastraría a matarlo...

Pero no podía, no podía saber si iba a ser capaz de contener a la bestia de su interior y evitar arrancarle la cabeza a su marido, y hacerle a su propia hija lo que acababa de hacerle a aquella niña. No podría vivir con ello, y lo que era peor, no podría quitarse la vida si lo hacía, pues no sabría como. Uno no puede atravesarse a sí mismo el corazón con una estaca así sin más.

La expresión de aquella mujer, y digo mujer no vampira, era muy parecida a la mía cuando abandoné mi aldea después de hacer la mayor atrocidad que había hecho en mi vida, el llevar las manos manchadas de sangre no era algo fácil de llevar para las personas que tienen un corazón bueno, yo sabía que aquella noche no era yo y que Roja no fue la que mató a Peter, si el lobo que vive en mi.

Anzu no se transformaba en una criatura horrible pero si que unos instintos asesinos se apoderaban de ella y dejaba de ser la misma poniendo en peligro a quien estuviera a su alrededor. La escuché con pena, el hada azul, una criatura pura y buena un hada... que solo ofrecía una oportunidad. -Intenta dominarte -dije recordando aquella vez en la que mi maldición le echó una ayuda al príncipe James, aquella noche fue la primera en la que experimenté un mínimo muy escaso de autocontrol. Días después James me aconsejó intentar practicarlo pero no me atrevía a volver a hacerlo. -Así podrás volver a verlo... dichosa tú que tienes alguien a quien volver a ver.

-Yo también tengo que intentar ser racional cuando me convierto en lobo, tengo que intentar que mi mente ocupe la del animal, que la domine -esbocé una sonrisa, puede que a partir de ese momento ni ella ni yo estuviéramos solas. -Tú puedes hacer lo mismo, intenta dominar tus instintos.

Spoiler:

Dominar sus instintos. Algunas veces lo había intentado... pero era difícil, en especial porque cuando su oscuridad se desataba tras ello solía cometer las peores matanzas, niños pequeños, e incluso bebes, pues su carne era más tierna y su sangre más dulce. Y aquello era algo que temía, porque cuanto más cruel era más disfrutaba, y más se excitaba, pues el placer de la sangre era comparable al del sexo en muchos aspectos. Y cuanto más dulce, mayor era el placer.

_ La mente que me domina no es animal... no es un lobo como en tu caso. Es más que instinto, es un ser propio, casi como si la maga que me maldijo hubiese introducido su alma en mi sangre. Es sádica, cruel, y doma todos mis sentido. Sólo existo para matar._ dijo, recalcando la última palabra. Matar, incluso en esos momentos estaba pensando en ello, en matar a una niña pequeña, de 6 años, rubia o pelirroja. No, tenía que quitárselo de la cabeza_ Durante muchos siglos he tratado de domarla... pero con el tiempo parece fortalecerse, y yo me debilito. Sobretodo después de la pausa en la que fui humana. Al despertar lo hizo con furia, desgarrando mi interior.

En eso si que era como un animal, un animal que llevaba mucho tiempo preso y al liberarse lo hacía con toda su rabia acumulada durante aquellos años, más sádica, brutal y sanguinaria que nunca. Recordándole que sólo existía para matar y que todo aquello que había vivido había sido una mentira, quizás podría domarla si no lo hacía sola, si buscaba compañía.

_ Aunque quizás... tan sólo debía evitar hacerlo sola.

Le dediqué una cálida sonrisa y solté un suspiro, estaba claro que tendríamos que luchar, y que seguro que tendríamos muchos problemas, pero en los momentos difíciles nos podríamos ayudar la una a la otra, era lo bueno de no estar solo en algo así, ambas estábamos en igualdad de fuerzas, no en vano nuestras razas eran enemigas ancestrales, la única que podía hacer frente al lobo era ella y yo, el lobo, era la única capaz de hacerle frente a la vampira.


-Nadie dijo que iba a ser fácil -dije encogiéndome de hombros al escuchar sus desesperadas palabras. Había algo en ella que la empujaba a preguntarse algo, algo que le iba a preguntar a ella. La cara de Anzu no era solo la de una mujer que se había tenido que alejar de su amado por miedo a hacerle daño, había un sentimiento más fuerte en ella, algo que la hacía ver más desesperada.

-Hay alguien más ¿verdad? -pregunté con cautela -No solo has dejado atrás al hombre al que amas... -ella había mencionado que durante un tiempo había sido humana, el tiempo en el que había estado con su amor verdadero. Puede que lo otro que hubiera abandonado fuera su humanidad, la humanidad a la que impulsivamente había renunciado para volver a ser el monstruo que era. Me levanté y le tendí la mano era hora de mostrarle donde me guarecía yo durante las noches, me daba miedo meter un vampiro en mi casa... pero tendría que confiar en ella... y si terminaba matándome... la carga que pesaba sobre mis hombros desaparecería y volvería a estar con Peter, me reuniría con él en la muerte.

Sí, había algo más, algo mucho más profundo que el sentimiento que se tiene por un amado. El sentimiento que se tiene únicamente por algo que ha salido de tu interior. Grace, estaba Grace. La niña de sus ojos, con la que apenas había compartido sus primeros años. Cuando Roja le cogió la mano para indicarle el camino ella se dejó llevar. No tenía ningún lugar al que ir, en cualquier caso. Siempre estaba sola y nadie hacía nada por remediarlo, no hasta aquel momento al menos. Necesitaba sosiego, tranquilidad, para mantener la cordura. Recordar a su hija ayudaba, pues si pensaba en gente que despreciaba, sus instintos se desataban.

_ Sí, claro que lo hay. Mi hija, Grace. Ahora mismo debe tener diez años. La quiero, con todo mi corazón... pero si mi instinto se desatase en su presencia podría acabar matándola tal como tú hiciste con tu amado. Y si algo le pasase por mi culpa, no podría perdonármelo jamás..._ dijo, tapándose el rostro con la mano, le dolía hablar de todo aquello, de su pasado feliz, de esa niña a la que se moría por abrazar, de tener un hogar en el que ser feliz, donde sentirse a gusto. Una familia que querer, un esposo al que amar. Aquello era demasiado de golpe._ Éramos una familia, una familia feliz, hasta que Maléfica lo estropeó todo.

Al mencionar aquel nombre los ojos de Anzu se tiñeron de rojo y golpeó una silla de la casa en la que acababan de entrar. Esta voló hacia la pared y se hizo añicos. Luego el color de sus ojos recobró el tono normal y Shadow se sentó, abrazándose a sí misma con pesar.

_ Lo siento Roja... te la arreglaré... lo prometo.

Anzu estaba pensativa, no me contestaba pero tampoco me había atacado por el atrevimiento de mi pregunta. Me seguía cual oveja sigue a su pastor, pero sabía que en su mente estaban bullendo sus recuerdos. El recuerdo de alguien a quien amaba. Finalmente, cuando llegamos a mi refugio sus palabras se desataron.

Tristemente había dado en el clavo. Una madre que se alejaba de una criatura que la necesitaba, solo una persona que había sufrido algo como eso podía tener la mirada que ahora mismo tenía Anzu en sus ojos. Me lamenté en silencio por ella, pues una hija nunca debía de perder a su madre, eso me llevó a pensar en la mía pero aparté mis pensamientos de ella antes de que las lágrimas acudieran a mis ojos, no quería llorar delante de alguien que no podía hacerlo.

-Lo siento mucho -fue lo único que pude decirle, yo había tenido que separarme de mis seres queridos, pero por fortuna no tenía hijos a los que abandonar, puede que si aquella noche yo hubiera sabido lo que era, que todo el mundo corría peligro si me quitaba la caperuza, puede que si mi abuela no me hubiera mentido a cerca del origen de esta, Peter no hubiera muerto entre las fauces del lobo, puede que nos hubiéramos casado y sido felices e incluso habríamos tenido hijos. Pero todo eso ya no podía ser. Peter murió... no, fue asesinado por una horrible criatura.

Cuando habló de Maléfica fruncí el ceño, había oído hablar de ella, también oí que incluso antaño fue peor que Regina, pero por lo visto la habían infravalorado. ¿Qué pintaba Maléfica en todo eso? ¿Estaría Regina también incluída en el lote? -Maléfica... -murmuré casi absorta.
De repente una silla salió volando. Mi corazón se aceleró al ver los ojos de la vampira teñidos de rojo, el lobo que vivía en mi interior me rogaba que me deshiciera de la caperuza para defenderme y sobrevivir. Me acerqué a ella con cautela cuando se sentó recobrando su color de ojos. La abracé a riesgo de ser mordida. -No pasa nada, es solo una silla -dije restándole importancia -no es una silla lo que importa, sino que puedas volver con tu hija... y que yo algún día pueda vivir como una persona normal.

Los brazos de roja la complacían, su temperatura, su vida. Hacía mucho que no sentía el calor de nadie para nada que no fuese matarlo. No obstante, la repulsión que Roja producía a su cuerpo hacía que se mantuviese serena y despierta. Se acurrucó en ella y la miró a los ojos. Hacía mucho que no tenía una amiga, que no podía contarle a nadie cómo se sentía pues en cuanto se acercaba a alguien terminaba matándolo. Y era agradable tener esa sensación, y también el sentirse frágil de nuevo.

_ Me das esperanza... que es mucho mejor que lo que yo buscaba de ti. En realidad no buscaba matarte... buscaba que tú me matases a mí._ Anzu apartó su mirada un momento, sin soltar sus brazos. Había buscado su destrucción, morir en combate era lo único que sus instintos le permitirían hacer para suicidarse. Pero aquella idea había desaparecido ya de su mente. No podía convertirse en un montón de polvo mientras su hija crecía. Se merecía una madre más valiente que esa. Volvió a mirar a Roja, con firmeza._ Pero eso es historia. Quiero vivir, y quiero estar con mi hija. Sé que tú puedes ayudarme a abrazarla de nuevo, a que sepa cuanto la amo.

Eso era lo que Anzu más deseaba, ver a su pequeña Grace, mirarla a los ojos y decirle que era su madre, que sentía todo el tiempo que la había dejado sola y que la quería más que nada en aquel mundo enfermizo y cruel. Y Jefferson, poder besarle de nuevo y estar a su lado. Quizás él pudiese romper su maldición, pero no antes de que ella se asegurase de que hacerlo no fuese peligroso para él.

La haine / EL odio

El escuchar sus palabras me entristecía, yo no llevaba mucho tiempo en este mundo, pasé muy poco tiempo en la compañía de quienes me deberían haber enseñado todo a cerca del mundo al que pertenecía, solo sabía que los vampiros y los licántropos eran enemigos naturales. Entre nuestras razas corría un veneno que un nombre tiene: el odio. ¿Por qué teníamos que odiarnos? Yo no sabía por qué y creo que es algo que nunca voy a entender, me gustaría gritarlo aunque los que odian no se paran a escuchar la voz de las mujeres.

-No te habría matado -dije con tranquilidad a aquella mujer atormentada por sus propios demonios. -Odio matar, no está en mi naturaleza -mi mente voló hacia Peter. Cerré los ojos y apoyé la cabeza en la pared -él venía por las noches llamaba a mi ventana-una risa amarga y triste salió de mi garganta -pasábamos todo el tiempo que podíamos en la ventana... hablando... besándonos... él quería que nos fuéramos lejos, decía que nadie iba a echar en falta al hijo de un herrero. Añoro sus ásperas manos acariciándome. -de mis ojos comenzaron a brotar gruesas lágrimas saladas que bajaban raudas por mis mejillas. -Cada vez que cierro los ojos veo los de Peter odiándome por haberlo asesinado a sangre fría. Sus súplicas para que volviera en mi y no lo matara aún suenan lejanas en mis pesadillas... y me culpo a mi misma por no ser capaz de recordar aquella noche con claridad puesto que es el castigo que merezco.

Limpié mis lágrimas, tenía la mirada perdida en ningún sitio, en ningún lugar -Yo si que merezco la muerte -me había venido bien decir aquello, soltarlo todo, matar estaba mal aunque en las guerras se justificara: no hay guerra limpia. Yo había matado conscientemente para salvar la vida de Snow y Charming y si no lo hubiera hecho ellos habrían muerto a manos de aquellos soldados que solo cumplían órdenes. Dejé de pensar en ello... si no terminaría por volverme loca. -Volverás a ver a Grace -dije aún con la mirada perdida -volverás a abrazarla y podrás pedirle perdón a ella y a tu esposo... -algo que para mi estaba vetado.

Las palabras de la loba llegaron a su corazón. Ella no había perdido su humanidad del mismo modo que Anzu. Ella la seguía conservando al menos en parte, durante casi todo el tiempo. Anzu, incluso ahora, no podía evitar sentir placer al recordar a la niñita que había matado antes de encontrarse con Roja. Estaba en la naturaleza del vampirismo, que era muy distinto a la licantropía. Ellos estaban vivos, y por tanto más cerca de su humanidad. Anzu se levantó y la miró fijamente a los ojos, no le gustaba verla triste. Confiaba en ella, en que conseguiría que volviese a ver a Grace y a Jefferson.

_ Creo que te equivocas. Dudo mucho que él te guardase rencor un sólo instante. Él no te odiaría, te amaba. Y sabía que tú no pudiste hacer nada para impedir lo que iba a suceder._ Le dijo, seria en sus palabras. Y fue en ese instante cuando comprendió que Jeff la perdonaría también, pasase lo que pasase, siempre que no le hiciese daño a Grace. Pero eso era justo lo que más temía, hacerles daño a cualquiera de los dos, y por eso estaba allí. Pero debía ser valiente por una vez, y vencer al terror que la invadía. Roja le daría valor para ello, si es que dejaba de matar a todo lo que se le pusiese por delante._ Alguien que mereciese la muerte no me ayudaría con este problema. Aquellos que merecen la muerte carecen de corazón.

Quería reconfortarla, pero bien claro está que no sabía cómo. Anzu llevaba muchos años sin consolar a nadie, y no recordaba como hacerlo. Pero eso no significaba que no fuese a intentarlo. Tenía fe, y eso era lo último que podía perderse, a parte de la esperanza. Por fin tenía una amiga, y no iba a dejarla en la estacada. No cuando más se necesitaban la una a la otra.