Lo siento, pero dudo que jamás sea capaz. (Bella)

Para Bella no había cosa difícil, ni imposible. No existía nada que no se pudiera lograr con el esfuerzo y valentía necesarios. Era un pensamiento optimista, el que siempre le había llevado por el buen camino, o al menos, el camino que ella había elegido. Porque nadie mas que Bella elegiría su destino. Pero hay cosas que escapan a nuestro control, aunque la joven castaña aún no quisiera reconocerlo. "No. Esto no tiene nada que ver con el Destino. Esto tiene que ver con que ha sido demasiado cobarde. Sí. Rumpeltilstskin había sido demasiado cobarde para dejarla entrar. Había preferido refugiarse en esa oscuridad suya que haría de él un solitario. ¿Era eso lo que quería? ¿de verdad... prefería su poder, ese poder tan corrosivo y atroz, antes que el amor que la joven le ofrecía sin reservas? Pues muy bien, entonces estaba todo claro.

Y aún así. La joven no podía evitar sentir una pena infinita, que creía que se le iba a salir el corazón del pecho. Pero eso nunca pasa; el corazón sigue latiendo y latiendo, y la castaña tendría que hacer frente a las consecuencias de la decisión de él. ¿Qué haría ahora entonces? Podría volver al castillo de su padre, a fin de cuentas, era lo único que le quedaba, ahora era una princesa perdida. O podría volver al castillo del Oscuro, y decirle... decirle... "Ya está dicho todo, Bella. No tiene sentido. Ya no tiene sentido...". Se esforzó por no derramar más lágrimas, aunque sus ojos escocían. Y a lo lejos, como un eco, un eco de sus propios sentimientos, se escuchó una frase que a Bella hizo que se le parase el corazón. ¿Quién había pronunciado aquellas palabras? Alguien desengañado, como ella. Pero el dolor, el dolor de esas palabras era tan palpable, tan fuerte...

Se trataba de una mujer en medio del caos. Un árbol partido, y nada más a su alrededor más que pena.
-¿Estás bien? -preguntó, echando un vistazo al árbol roto-. Perdona, no he podido evitarlo. He escuchado... He escuchado tus palabras -miró a la mujer a los ojos. En ellos pudo reconocer algo de su misma pena.

Algo en sus palabras; ese dolor infinito con que las expresaba, la angustia y el tormento que las acompañaba, le hicieron pensar a Bella en él. Otra vez, Rumpeltilstkin no se alejaba de sus pensamientos. Podía ver reflejada en la pena de aquella mujer la suya propia. El drama que la había conducido a esa situación. ¿Se arrepentía Bella de su decisión? Todavía no lo sabía, pero Bella había tomado una decisión. La más difícil de todas. Más incluso que la que hizo aquel día en el castillo, y que la separó de su padre y de todos sus seres queridos. La decisión que la llevó a descubrir cómo se puede amar a... a una Bestia. Y la decisión que la llevó a verse obligada a separarse de ella.

La castaña estaba triste, eso no iba a negarlo. Lo echaba de menos. ¿A quién? ¿al amo o al amante? Dejémonos de artifíces literarios; Bella echaba de menos al hombre, porque bajo toda aquella piel dorada, bajo aquellos ojos oscuros, bajo aquellos gestos excéntricos, y bajo todas aquellas palabras hirientes Bella sabía que se escondía un hombre... un hombre incapaz de hacer la decisión correcta. "Cobarde", le había rugido a la cara. Con dolor, rabia y sobretodo pena, mucha pena.

-No existen bestias a las que temer. Sólo personas sin la suficiente valentía como para atreverse a amar -habló con total sinceridad, ésa que siempre la caracterizaba. La mujer, destrozada, tan destrozada por dentro como lo estaba aquel árbol, se acurrucó y comenzó a sollozar. Sin dudarlo un instante, sin pensar en las posibles consecuencias, Bella se acercó a su lado-. Sé que tal vez no soy la persona más indicada, después de todo, ni siquiera nos conocemos. Pero sé algo de corazones rotos -ladeó una sonrisa, una sonrisa triste.

Hablaba con el pesar y la angustia de quiénes han perdido al ser amado. Bien entendía la castaña de todo eso. El bosque estaba tranquilo en aquellos momentos. El viento soplaba ligeramente, revolviendo los cabellos de las dos mujeres. Hacía frío, y Bella se envolvió más en su capa verdosa. Había sido un regalo de él y a Bella le pareció que casi pudo olerlo; ese aroma extraño, mezcla de hierbas y musgo, el aroma que desprendía cuando pasaba horas, tardes, noches, días enteros en ese laboratorio suyo, haciendo pociones y conjuros. Él pensaba que Bella no lo sabía, pero la castaña sabía muchas cosas de él. Sabía que había algo que le estaba torturando, y sabía que todo ese empeño y esfuerzo que ponía en sus hechizos era para buscar a esa otra persona que había perdido. "Pero eligió la magia, esa magia oscura y siniestra que le está consumiendo... elegió esa magia antes que a mí"

Una asesina. Así se había definido su acompañante aunque no lo había expresado con esa palabra en particular. Pero lo que Bella veía allí no era tal cosa; simplemente había una mujer sufriendo. Ésa tal vez fuese la cualidad más notable de la castaña; podía ver a la persona que había detrás de los monstruos.

-Has dicho que tu cuerpo quiere que me mates, y sin embargo, aquí estoy todavía -pronunció las palabras con tranquilidad. Esto no tenía nada que ver con que Bella fuese una inconsciente, o puede que si lo fuera en cierto modo, pero si había algo en lo que Bella creía, si había algo en lo que Bella estaba dispuesta a luchar, es por el amor verdadero. El suyo estaba perdido, pero tal vez... quizá... podría hacer algo por aquella mujer. Por eso no salió huyendo de allí, por eso permaneció en su sitio. "El amor verdadero es una causa por la que merece la pena luchar"- ¿Lo amas? ¿Lo amas de verdad? Entonces tienes que luchar contra lo que sea que tengas dentro. El amor verdadero... el amor verdadero puede romper cualquier maldición -ladeó una sonrisa triste. Alguien le dijo esas mismas palabras una vez.

Dudas. Aquella mujer estaba llena de dudas. Y la duda era precisamente uno de los peores enemigos. La duda, siempre tan insidiosa y martilleante. La duda era el enemigo de los valientes. ¿Qué habría sido de ella y su Bestia si él no tuviese tantas dudas, tanto miedo de abandonar su magia? Por culpa de eso, ya nunca lo sabrían. Pero la castaña no podía dejar que la mujer cometiese el mismo error.

-Nunca lo sabrás si nunca lo intentas -podía sonar a cliché, y puede que lo fuera. Pero el cliché más verdadero de todos- ¿No crees... no crees que merece la pena? El amor verdadero sólo ocurre una vez en la vida, y no podemos dejarlo pasar -bajó la vista, y empezó a juguetear con el ribete de su capa. El amor verdadero, sí... Bella se permitió fantasear unos momentos, pensando en cómo hubiera sido su vida si Rumpeltilstskin hubiera cambiado su decisión. Pero era imposible; su corazón era una barrera infranqueable, y por mucho que Bella había intentando entrar en él, el brujo no la dejaba. Porque había demasiadas brechas en el corazón del hombre como para correr el riesgo de otra más- Yo... sé lo que es tener el corazón y el alma roto en pedazos. Es una sensación que ahoga... -comentó, mientras se daba cuenta de que, a pesar de todo lo que había pasado, del tiempo, Bella lo seguía amando- Todos merecemos un final feliz. Incluso las Bestias, como ella decía. Éso era algo que Rumpeltilstskin no había sabido comprender, o no había querido; "¡Porque nadie sería capaz de amarme jamás!", le había gritado una vez.

La convicción con la que la mujer repitió las últimas palabras conmocionó a Bella. "Es cierto que todos merecemos un final feliz". Sí. Todos, incluídas las Bestias y los monstruos, ¿o no? Aquella afirmación, que era también la suya propia, hizo esbozar una sonirsa a la joven castaña. Y esta vez no era del todo una sonrisa triste ni ladina. Era una sonrisa llena de esperanza. ¿Esperanza? Sí, porque después de todo, después de todo lo que se habían dicho, después de todo lo que había pasado entre ambos, Bella seguía amando a Rumpeltilstskin, y el amor, ese amor verdadero, era la magia más fuerte del mundo. Ella misma lo había dicho hacía unos minutos. Y una magia tan poderosa como aquélla no podía acabar así como así. Y un rayo de esperanza y optimismo cruzó el corazón de la joven princesa. No dejaría de luchar, nunca. Si él estaba demasiado ciego para ver, o si él quería estar demasiado ciego para ver, entonces sería ella la que pelease por los dos. Hasta su último aliento.

-Si no hubiera corazón en tí, no podrías sentir toda esa pena que sientes. Ve, reúnete con tu familia, lucha por ellos. Hay que ser fuerte, ninguna maldición puede decidir tu destino por tí -las palabras le salieron con energía, con la energía de aquellos que aman sin reservas. Alzó la vista al cielo oscuro. Debía volver; se estaba haciendo muy tarde- He de irme ya. Suerte con tu cometido. Recuerda que no existen las Bestias, sólo las personas sin el suficiente coraje para amar. Si alguna vez necesitas mi ayuda, pregunta por estas tierras por la princesa Bella -ladeó una sonrisa, y le tendió la mano para despedirse de ella. Estaba fría como el hielo.

Se puso en pie y se echó la capucha sobre el rostro. Debía volver, pero, ¿a dónde? ¿a dónde le conducirían sus pasos esta vez? Al sur se encontraba su castillo, el de la Bestia, y al norte estaba el castillo de su padre Maurice. ¿Qué debía hacer? Bella esbozó una sonrisa; ya sabía la respuesta.