Un día duro {Sombrerero}

por **Graham A. Humbert** Jue Sep 13, 2012 11:24 pm

Estaba hambriento. Había pasado el día recorriéndome la ciudad con otros soldados de la reina, visitando cada una de las casas de ésta y de los frondosos bosques para reclamar los impuestos que debían los habitantes. Las personas nunca me han gustado demasiado, pero ver suplicar a al padre de tres críos para que no nos llevásemos los últimos ahorros que tenía para alimentar a su familia, me hubiese encogido el corazón de haberlo tenido. Intenté salir de la casa dejándoles el dinero, pero no iba solo, y ya otros se encargaron de tomar aquellas monedas antes de pasar a la siguiente vivienda.

El bosque era grande y frondoso, y aunque lo recorríamos a caballo, el tiempo pasaba de igual modo, así que mi decisión de no probar bocado antes de salir comenzó a pasarme factura. Mis tripas rugían, y en cuanto llegamos a la Fortaleza Oscura, me di un baño para deshacerme del sudor propio de horas y horas de caminata y bajé hasta las cocinas. La temperatura subía considerablemente en aquel lugar, pero mi hambre era mayor, y no sabía si podría esperar hasta degustar la cena con el resto de mis compañeros, así que me colé entre las ollas para ver qué encontraba.

Tomé una pieza de pan y me la llevé a la boca, sujetándola entre los dientes para tener las manos libres mientras me echaba estofado en un cuenco ayudándome de un cazo de madera. Lo solté en una mesa libre, junto al pan, y silbé a una de las cocineras para llamar su atención. No tardó en lanzarme una cuchara cuando se la pedí mediante gestos, y me senté a degustar aquel plato, el cual, por la hora, seguramente no contenía más que las sobras del almuerzo.

por Invitado Vie Sep 14, 2012 5:33 pm

Vuelvo a guardar el sombrero en la caja de cuero curtido, cerrando las correas con parsimonia, una a una, lentamente, sin prisas. Grace todavía está al cuidado de sus vecinos, y el encargo apenas me ha llevado tiempo, con lo que tengo un poco de tiempo libre antes de regresar a mi humilde y sencilla morada en el linde del bosque. Salgo de la sala del castillo, dejando a la Reina allí, sin tan siquiera despedirme. Mis pasos apenas resuenan en la piedra de los muros del castillo y me muevo por los pasillos de manera sigilosa, como un gato casi, sin decir nada, sin cruzarme con nadie más que los guardas de la Reina, siempre vestidos de negro. Odio a esos malditos guardas... Esta vez no han sido muy amables al traerme hasta aquí, todavía me duele el brazo que me han retorcido cuando he intentado negarme a venir. Odio a la Reina... ¿Porqué narices tengo que seguir complaciendo y satisfaciendo sus caprichos? ¡Ah, sí! Por Grace... Solo por ella merece la pena ponerse a los pies de la reina...
En lugar de salir del castillo, prefiero aprovecharme un poco de la situación. En casa no tenemos mucho que llevarnos a la boca, y lo que nos llevamos no son manjares precisamente. Algo de pan duro, setas del bosque, patatas que cambiamos a los vecinos por algun que otro mendrugo de pan... Pero poco más. No puedo permitirme algo mejor. Pero si estoy aqui, quizas pueda llevarme a escondidas un par de patatas buenas, o zanahorias.. Con algo de suerte, si pillo algún conejo también, esta noche cearemos estofado caliente.
Las cocinas estan llenas cuando entro, como si me pasease por allí cada día. Paseo entre las mesas, cogiendo alguna que otra patata sin pelar de los enormes boles de madera que hay ahí, escondiendomela en el sombrero que adorna siempre mi cabeza. Entono una melodia tontaina entre silbidos, como si pasearme por ahí fuera lo más casual del mundo hasta que finalmente sin darme cuenta, tropiezo con un banco donde hay un tipo sentado y me voy de cabeza al suelo. El sombrero se me cae, y de el salen todas las patatas robadas, las zanahorias, las hojas de lechuga, los dos tomates y una moneda de cobre que había pillado del bolsillo de una cocinera.
Maldigo en voz alta, recogiendolo todo a prisas. Espero que nadie se haya dado cuenta.

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