[Sugar Rush] Tanto dulce no es sano.(Vanellope)

Banda Sonora

En el lugar del que yo provenía, los vehículos eran bastante más avanzados que en aquel mundo. Muchos tenían capacidad de flotación, pero lo cierto, es que podía decir que Sugar Rush era el único mundo de entre todos los que había visitado en el que los vehículos estaban enteramente hechos de dulces. El caso, es que había percibido que las cosas habían cambiado desde mi última visita. Lo supe cuando, al aproximarme al castillo la guardia quiso apresarme. Lancé un relámpago con intención de deshacerme de ellos, pero fallé, golpeé a una puerta, y esta se derritió, pues estaba hecha de caramelo.

No era de las que rehuía un combate, pero si ese mundo se caracterizaba por sus carreras de vehículos motorizados, yo no iba a ser la que les negase la posibilidad de ahogarse en un lago de tofe. Además, este mundo parecía tan insanamente feliz, tan carente de odio, que cuando lancé mi segundo rayo este se descompuso antes de alcanzar el objetivo. Estaba sin fuerzas. Tenía que habérmelo pensado antes de haber cruzado aquella línea.

En cualquier caso, dudaba que fuese a ser la única de entre los aspirantes a guardián de las estrellas que se subiese a una moto robada, que no de caramelo, para iniciar una huida a gran velocidad. Si el guardián actual, Geno, había sido capaz de convertirse a sí mismo en un cañón, estaba más que segura de que iba a sentar un precedente. Hice girar el manillar de la moto, que por cierto era de regaliz, y un chorro de espuma salió por el tubo de escape.

_ Esto es de locos..._ murmuré, al tiempo que trataba de avanzar por aquel mundo. Necesitaba saber qué diablos le había pasado a Turbo. Había tenido planes para aquel mundo con él, y además, era la única persona con el odio suficiente en aquel lugar hecho de caramelos como para que mi magia se viese nutrida. Iba distraída, y la rueda de la moto chocó con lo que parecía ser un caparazón de tortuga de gominola roja, salí volando y caí de bruces, a tiempo para alzar la vista y darme cuenta de que no estaba sola._ Supongo que tú eres Vanellope...

OFF:

Desde el trágico final de Turbo, no había absolutamente nada en Sugar Rush que no estuviese a su cargo o que no llegase a sus oídos, más que una presidenta, o que una reina, se sentía una diosa. Su dulce mundo no solía tener problemas realmente graves, ni siquiera se podían llamar problemas. El mecanismo era simple, elegir avatares que aparecerían finalmente en la parrilla, ¿qué podría salir mal? Bueno, la creación de un coche, "cocinar el coche", había demasiados pilotos con ganas de crear a los que sólo les salían chapuzas, pero ella no iba a juzgarles, porque había sido así, sin embargo tampoco podía hacer nada para ayudarles. Se aburría más que cuando era la glitch más odiada, pues en ese entonces tenía una meta que alcanzar.

Por supuesto, jamás pisaba el castillo si no era para dormir o comer algo, se pasaba el día haciendo carreras o entrenando en su circuito secreto para mejorar técnicas que no le salían del todo bien, era el único momento en el que volvía a sentirse ella misma, y no una diosa aburrida que debe enterarse de todo. Escuchó el relámpago por casualidad, y decidió salir al momento para ver qué demonios ocurría, y por qué se lo estaba perdiendo, para una vez que pasaba algo interesante. Observó un segundo relámpago, con menos efecto que el anterior, y entonces decidió coger el coche e ir a ejercer su mando, y a pasarlo bien con un poco de acción.

Mientras recorría la carretera en su amado coche vio cruzarse una moto no muy lejos de allí, y, por supuesto, tomó un atajo de los que sólo ella conocía para llegar antes y poder parar a quien estuviese molestando a la paz del lugar, porque aunque le había venido genial, no podía dejar que su reino entrase en pánico por dos relampaguitos de nada. Al llegar al final, se bajó del coche y vio a lo lejos la moto, sonrió con una alegría algo maliciosa y pícara, tenía su objetivo justo donde quería, y ni siquiera tuvo que hacer el trabajo de pararla, aquella persona lo hizo solita al chocar contra un caparazón de tortuga, una trampa que jamás pensó que funcionaría. Cayó a sus pies, casi parecía que se estaba arrodillando, un detalle que le hizo bastante gracia, y cuando habló, simplemente se cruzó de brazos y contestó.

-La misma que viste y calza, ¿y tú quién eres? Desde luego no perteneces a este reino-La observó y, sin poder evitarlo, le tendió una mano para que se levantara, simple gesto de educación, al menos como agradecimiento por aquellos momentos que se estaban saliendo de su aburrida rutina. Sonreía de forma alegre, pero dejando ver la picardía que inevitablemente siempre le salía a la luz, sin embargo ya desde el principio percibió algo en aquella mujer que no le gustaba nada.

Era obvio, incluso a primera vista, que no pertenecía a su reino. Todos los habitantes eran diminutos, de extremidades cortas. Y yo era una mujer hecha y derecha. Una mujer de verdad. Me puse en pie, y usé mi magia para quitarme el chocolate que se me había pegado a la ropa, pero al llegar a las botas volví a perder el fuelle. estaba débil, estaba hambrienta. Y por ello estaba enfadada. Y si no era una persona agradable en estado normal, mucho menos iba a serlo con una niña impertinente con aires de grandeza que se llamaba a sí misma monarca.

_ Mi nombre es Sheryanna._ Contesté, rechazando la mano que me ofrecía. Normalmente le habría dicho mi frase, pero sin mi magia, no me sentía bien. Empezaba a notar dolor en el pecho. En todos los mundos había alguien que odiaba, tenía que haberlo. Y si no lo encontraba, iba a terminar desmayándome. Se me debía notar, porque me costaba respirar y hablar. Eso no me mejoraba para nada mi humor._ Y tu encantador reino me está matando, por si te interesa.

Tenía que provocarla, enfadarla. Si no le provocaba un sólo sentimiento negativo me iba a morir. Y a simple vista yo veía, sentía, que era una chica a la que podía picar con facilidad. No desaprovecharía la ocasión. Hacía mucho tiempo que mi vida no estaba en juego, y no lo soportaba. Mi pareja era una diosa, y me negaba a ser menos que ella. Y había algo, algo que sabía de buena tinta que la molestaría.

_ Antes no me pasaba. Supongo que el sitio se habrá vuelto tóxico desde que el anterior monarca se marchó.

Bajó la mano rechazada y la observó, tenía magia, pero poca, se notaba que no quería mostrar lo débil que estaba, pero a la pequeña reina no se le escapaba nada, y aquello le hacía sonreír con satisfacción. Era alta, más o menos de la altura de la Sargento Calhoun, y con una definición parecida, pero no pertenecían al mismo juego, obviamente, quizá ella era algo más moderna, pero a la vez clásica, o eso le pareció cuando tuvo ocasión de verla bien de cerca.

Ni se molestó en aprenderse el nombre, simplemente asintió y puso un gesto de aburrimiento, porque en realidad eso no le importaba, su nombre no era lo que le interesaba, le interesaban los motivos que llevaban a aquella mujer a su reino, si tanto dolor le estaba causando, pues estaba empezando a ver un pequeño gesto de dolor en su cara, algo no marchaba bien, pero ella no iba a hacer nada hasta que hablara, hasta que dijera lo que ella quería oír. Volvió a sonreír con satisfacción cuando soltó aquellas palabras, no se había confundido en sus teorías, era el dulce reino el que hacía que se debilitara.-No es mi problema, ha sido tu decisión entrar aquí-Contestó sin descruzar los brazos ni quitar aquella sonrisa triunfadora.-Cuenta, jefa, ¿qué te trae por aquí?-Preguntó con su tono impertinente, el cual no había podido contener ni un segundo más.

De vez en cuando, mientras la miraba atentamente, se balanceaba de un lado a otro, como aburrida y a la vez con cierta intriga, también trataba de adivinar qué era lo que la debilitaba, y por supuesto la idea de tener alergia a los dulces la había descartado, tenía que ser algo más que eso, algo que había en el reino que limitaba su poder, o algo que no había, quizás. Descartó varias opciones mientras atendía más bien poco a la mujer, pero sin quitarle la mirada de encima, y como se aburría de estar quieta, de vez en cuando movía los pies como si estuviese bailando, sin embargo, pasado un rato, se centró en su última frase, la cual hizo que frunciera el ceño, sin llegar a enfadarse, pero que le dejó los pelos de punta. No podía mostrarse asustada, o débil, así que fingió su mejor risita irónica y clavó sus enormes ojos en los de la mujer.-Hizo algo más que marcharse, me temo.-Seguía sin acertar el motivo, pero la mención a Turbo le hizo pensar en varias posibilidades, como la locura, la competitividad, el odio...Cosas de las que Sugar Rush carecía casi por completo desde que él se "marchó".

Empezaba a escamarle todo ese asunto, pues todo lo que tenía que ver con Turbo lo había considerado como que murió con él, entonces, ¿quién era ella? ¿De qué le conocía y por qué lo sabía? Eso era lo único que podía preguntarse ahora, y no iba a avisar a los guardias para que la retuvieran, no, ella misma iba a decírselo, de alguna forma u otra lo diría sin tener que usar la fuerza bruta, aquel nunca había sido su estilo. Trataba de esconder el miedo que por un momento le había causado aquella mención al hombre que casi la mata, como era obvio, pues nadie es de piedra, y a la vez no dejaba de llevar la mirada de sus ojos a todas partes, incapaz de mantener la mirada, pero fingiendo que era por puro aburrimiento, y no por temor a ese hombre.

Miedo. Fue apenas un segundo, pero bastó para que recuperase el color de mis mejillas. Sí que existían emociones negativas en aquel mundo, tan sólo tenía que provocarlas a mi paso. Había bastado un poco para darme suficiente fuerza para recuperar el aplomo, pero mi magia seguía estando débil, pero al menos ya no iba a morirme. Y con mis capacidades mentales de nuevo en marcha, pude recuperar mi instinto. Aquella joven, aquella niña, me iba a devolver mis fuerzas. Ya lo tenía claro.

_ Tengo entendido que murió, ahogado en una explosión de cola y mentos. Un tanto absurdo, ¿No crees? En realidad no me caía bien, era más bien una herramienta, y no demasiado útil. A fin de cuentas, era débil... y no demasiado inteligente._ Mi plan era utilizar su miedo hacia Turbo para que me temiese a mí. A fin de cuentas, turbo era inferior a mí en todos los sentidos. Era mucho más razonable que fuese yo la que le diese miedo, en lugar de un simple corredor de carreras._ Al menos compruebo que eres algo más serena que lo que me habían dicho que eras. Aunque no demasiado.

Recordé por un momento lo que había ocurrido la primera vez que había ido al reino encantado. La miseria y el dolor habían sido tales que mi cuerpo, por aquel entonces infantil, que había crecido repentinamente hasta la adolescencia. Aquí ocurría justo lo contrario, me sentía completamente vacía, y temía que, de hecho, mi cuerpo volviese a encoger. Eso a Discordia no le haría ninguna gracia.

Notó cómo su incomodidad ante el asunto le había devuelto parte de su vitalidad. Bien. Así podrían hablar como personas normales, pero no pensaba volver a caer en aquel juego, la había pillado, y podía ser más dura de lo que aquella rubita engreída se pensaba. Se cruzó de brazos y puso una pose de que estaba esperando, de que se aburría esperándola ahí de pie, tenía una expresión seria pero burlona. Esperó paciente a que terminase de hablar, sin poder evitar reír de vez en cuando con sus afirmaciones.

-Sí, desde luego era un loco, y un inútil poco inteligente, es lo que tiene estar cegado por la fama, no te deja pensar en otra cosa-Comenta, divertida, como si aquella mujer fuese su amiga de toda la vida, una conducta que no podía evitar, la hospitalidad y la amabilidad eran típicas de aquel lugar.-Pero sigues sin contestar a mi pregunta...¿A qué venías? Si conocías a Turbo, y sabes lo que le ocurrió, no espero nada bueno de ti, a no ser que vengas a disculparte por sus actos...-Comentó de pasada, con un tono de superioridad burlón, no se lo podía tomar en serio, nada de lo que estaba pasando.

Al igual que la situación no le resultaba seria, tampoco podía mirar a aquella mujer con miedo, no sólo porque hubiese caído de una moto hecha de dulces justo a sus pies, o porque la felicidad le debilitaba, sino porque no podía tomar en serio a nadie, y menos desde que sabe que tiene de su parte a un tipo de 3 metros con unas manazas tan grandes como rocas que estaba dispuesto a morir por salvarla, su mejor amigo. Vanellope era incapaz de estar seria durante cinco segundos seguidos, le gustaba ridiculizar a la gente incluso si sabía que podía llevarse una buena, formaba parte de ella, algo que le permitiría ganar la partida contra la rubia.

La escuchó atentamente y soltó una pequeña risita, agitó un poco la mano para quitarle importancia a lo que decía, fingiendo estar halagada por sus palabras.-Vamos, vamos, tengo motivos para estar serena, ¿no crees?-Contestó, alzando una ceja.-Además, me está costando serlo, porque tienes dulces por toda la cara-Repuso, casi no había terminado de decirlo cuando ya había empezado a reírse señalándole el pelo y la cara. Le costó varios minutos volver a concentrarse, ni siquiera la escuchaba, si es que estaba hablando, ya no podía retener su verdadera personalidad ni un minuto más.

Tan sólo deseaba un poco de odio, de miedo, de envidia. Cualquiera de esos bellos sentimientos que me estaba permitido sentir. Hice desaparecer todo el dulce de mi cara. Sólo había un sentimiento positivo que me estaba permitido sentir, y ni tan siquiera podía estar segura de ello. Ese sentimiento era el amor. ¿Podría usar ese sentimiento para subsistir? No podía alimentarme de alegría, ni de concordia, pues eran sentimientos que no podía sentir. Pero sí podía sentir amor. Yo amaba a Discordia. Y debía concentrarme en eso. Si lo hacía, quizás saliese del entuerto en que me había metido.

_ Busco deseos._ dije. Aquello era cierto, pero tenía claro que ella no sabría de lo que estaba hablando. De hecho, si había ayudado a Turbo a hacerse con el poder, era porque necesitaba poder moverme por aquel mundo para encontrar los deseos. Pero me había salido al revés. En cuanto él se hizo con el control, no quedaron deseos para mí. La gente no tenía sueños, vivía atrapada con una sensación de falsa felicidad. Y eso no era lo que yo necesitaba._ Con Turbo fuera de circulación creo que pueden haber vuelto a aparecer.

Mientras hablaba, me concentraba en pensar en Discordia, en su dulce voz, en sus manos recorriéndome.  En sus labios tocando los míos. Y noté como me fortalecía. No tenía claro si era algo psicológico o realmente me estaba alimentando de tal sentimiento, pero me sentaba bien, y una sonrisa me apareció en el rostro. A veces no era fácil ser yo, pero otras en cambio compensaba, y cuando se trataba de Discordia realmente lo hacía.

Empezaba a recuperarse, y no estaba segura de si eso le gustaba o le disgustaba. Por fin podría tener un enfrentamiento con alguien que no fuese débil, sí, por fin empezaba a ponerse interesante, porque parecía estar adaptándose, aprovechando cualquier otra cosa para alimentarse en lugar del miedo y el odio, los cuales no le resultaba difícil guardarse, no era una persona llena de odio ni miedo, no lo es desde hace mucho, ya no tenía motivos para odiar o estar asustada, aunque a veces pudiese mostrarse así.

Alzó ambas cejas ante aquella respuesta. ¿Deseos? ¿Qué deseos? Había muchas cosas que se había quedado sin saber sobre su propio reino a causa de la muerte de Turbo, si al menos hubiese podido retenerle habría sacado toda la información sobre el tema, pero no dio tiempo a tanto, sólo para lo básico. -¿Deseos? Lo siento, pero no tengo ni la más remota idea de lo que pueden ser, o dónde encontrarlos...Pero si están en este reino no te pertenecen a ti-Alzó ambas cejas y la miró, retándola, esperando su siguiente movimiento, pues eso era lo que veía en ella, una simple contrincante a la que derrotar o por la que ser derrotada, era lo que buscaba en cualquier persona, un rival, como lo fue Turbo.-Busca en otro reino, aquí no hay nada.-Continuó, pero cortó ahí,para ver su reacción.

La estaba viendo, era fuerte, tenía poder y podía ser muy peligrosa si quería, pero estaba insegura, se había metido en un lugar que no le convenía en absoluto, y sólo estaba luchando por consumir las pocas fuerzas que le quedaban para no caerse, estaba utilizando lo único que le podía servir como estabilizador, pero aun así seguía insegura. Turbo estaba loco, pero nunca estuvo inseguro, siempre supo su objetivo y hasta donde estaba dispuesto a llegar, algo que, aunque no lo reconocía, le parecía admirable, y aquella mujer no merecía su admiración, pues la veía como una rata atrapada que come polvo para no morir, esperaba que su polvo le diera las fuerzas que ella esperaba, no le han gustado jamás los rivales débiles o fáciles de ganar.

De repente, me derrumbé. No podía, no podía alimentarme de amor. En cuando surgía de mi corazón, mi cuerpo lo rechazaba como si se tratase de un invasor. Era la situación más absurda que jamás había vivido. Y entonces miré al cielo. Una de las nubes de algodón, se había vuelto negra, repentinamente. Discordia había sentido mi dolor. Y no me dejaría morir. No estaba sola. Lo cual era una sensación nueva para mí. La nube empezó a cargarse y lanzó un único rayo, un rayo que cayó justo sobre mí. Desde fuera, parecía un ataque, pero la sensación era la más reconfortante que había sentido jamás. El odio de toda la humanidad.

Cuando me puse en pie, una sonrisa de seguridad adornaba mi rostro. Ya no tenía nada que temer. Quizás aquel rayo no durase indefinidamente, pero sí lo bastante como para no tener que preocuparme en aquella visita. Ahora ya no tenía que buscar el miedo de aquella joven. No necesitaba el odio de aquel pueblo. Lo cierto es que durante un segundo me había asustado. Podría haber perdido mucho más de lo que iba a ganar si no llega a ser por mi amada.

_ Los deseos... son la base de la alegría. Toda persona, todo ser con consciencia en realidad, tiene sueños, esperanzas, ilusiones. Y esos deseos, son magia. Una magia desaprovechada. Y me corresponde a mí encargarme de que no se desperdicie_ O al menos, debía corresponderme. Y no pensaba dejar que eso quedase así._ La hay en todos los mundos, sin excepción. Ellos me han traído. Y no me iré hasta haberlos visto.