Deseos [Kristoff Iceman] [Terminado]

Aunque Kristoff Iceman no podía ver el Sol, sí que podía sentir el calor en la piel. El viento traía un aire distinto; más cálido, suave y fresco. Y aunque todavía estaban en otoño, a Kristoff se le antojó que podía ser verano. "Verano", era extraño, porque Kris siempre había preferido el invierno. Sentía una especie de vinculación extraña e insólita por el invierno. Aunque nunca lo había visto, sólo era capaz de vivirlo con sus otros sentidos, aquellos que estaban ligeramente más perfilados que los del resto.

Diana Norden, su jefa en el Conservatorio, le había dado el día libre y,el joven Iceman había decidido aprovecharlo dándose una vuelta por el pueblo. Porque no soportaba estar demasiado tiempo encerrado en su apartamento. Preparó a Golfo, su eterno compañero, que era algo más que su perro guía. Antes de salir, se echó encima un abrigo y cogió las gafas de sol negras y el bastón guía, que eran sus complementos y algo así como su "seña de identidad". Porque sí, Kristoff Iceman estaba ciego, pero eso no quería decir que lo viera todo negro. Para sorpresa de muchos, y a pesar de su edad, Iceman tenía una entereza y una vitalidad pocas veces vista. Había conseguido enmpaziparse y conseguir un trabajo por sí mismo como afinador de pianos en el Conservatorio de Storybrooke.

Andando y andando, Kristoff supo que había llegado al bosque cercano. El joven llevaba más de tres años viviendo en el pueblecito encantador que era Storybrooke, por lo que le había dado tiempo a identificar dónde estaba cada cosa. Al principio había sido difícil, no lo iba a negar. Pero, ¿qué comienzos no lo eran? Con el paso del tiempo, Kristoff se conocía Storybrooke como la palma de su mano, y su instinto de orientación nato le había ayudado.

De pronto, Golfo comenzó a ladrar. Pero no era un ladrido de advertencia, si no de saludo. Kristoff sabía que había alguien más con ellos. Oyó una voz femenina murmurar. El joven ladeó una sonrisa.
-Búh -murmuró por detrás de la joven-¿Qué? ¿te he asustado? -Kristoff ahogó una carcajada, y bajo aquellas gafas negras se podía adivinar una mirada divertida. Siempre hacía ese tipo de payasadas, era su forma de enfrentarse a la vida día a día. Golfo ladró más fuerte, y Kristoff ya se lo podía imaginar moviendo el rabo y llenando de babas la cara de su amiga-¿Qué haces por aquí, Lexie?

Kristoff había conocido a Lexie hacía ya tiempo, cuando ambos eran todavía unos adolescentes locos y enamoradizos, aunque ella seguía siendo ligeramente más pequeña que él, y por eso tal vez, el joven Iceman sentía un extraño afán por protegerla. Desde que él pudiese recordar, Lexie Greene fue la primera persona que se acercó a él sin reparos ni prejuicios. La mayoría de la gente se empeñaban en tratarlo de manera especial porque el realidad no sabían cómo actuar con él. A veces incluso trataban de ignorar lo evidente, y no llegaban a mencionarlo nunca, como si les diese vergüenza o reparo. A Kris no le importaba, y hasta se apiadaba un poco de ellos al verlos tan azorados. Sin embargo, con Lexie era distinto, porque ella nunca había pretendido anular esa parte que también era Kristoff. Se podría decir que Lexie fue la primera persona, a parte de sus propios padres, que lo había aceptado tal cual era. Aquello significó mucho para él, y siempre se lo agradecería.

-Secretos de ciego -susurró mientras se llevaba un dedo a los labios y guiñaba un ojo bajo aquellas gafas negras. En realidad, Kristoff había reconocido la presencia de su amiga no sólo por la voz o por el ladrido amistoso de Golfo, si no también por el olor, y por el sonido de los pasos de Lexie al caminar o levantarse. Privado del don de la vista, el joven Iceman había desarrollado una delicadeza e instinto especiales para identificar la presencia de otras personas. Así, el sonido de cada paso era diferente uno de otro según el peso o la talla de la persona que lo daba. Y los pasos de Lexie eran ahora especiales, pues su pierna izquierda estaba lesionada, privando a su amiga de su gran pasión que era el baile, y ligeramente más suave. Una suavidad imperceptible por un oído que no fuese el de Kristoff.
-Hoy Diana me ha dejado el día libre -dijo, dirigiéndose a ella pero sin posicionar su restro enfrente del suyo. Cada vez que hablaba de su jefa un extraño escalofrío le recorría la espalda. Diana Norden había sido muy amable con él desde que descubrió su habilidad con los pianos (habilidad que le había costado sudor y esfuerzo al joven Iceman), y le había ofrecido su actual puesto de afinador en su Conservatorio de Storybrooke-Y a ver, cuéntame, pequeñaja. ¿Quién es el estúpido afortunado que no se da cuenta de lo maravillosa que eres? -inquirió, medio en serio medio en broma. Lexie siempre había sido una chica enamoradiza, en busca del amor verdadero como en los cuentos de hadas. Kris era un tanto diferente, se podía decir que... tenía miedo. Sí. Miedo. Y hacía lo posible por no enfrentar sus sentimientos. Sentimientos que estaban empezando a florecer.

Tenerla abrazada a él no era sensación extraña. Lexie siempre había sido así de espontánea, al igual que él; estaba en el carácter de ambos, siempre tan desenvueltos y naturales. Kristoff era una persona cálida, y por eso nunca le dio más importancia a aquel gesto de la que tenía. Sin embargo, aquel día era especial. Tal vez fuera intuición, presentimiento o algún tipo de clarividencia, pero Kris sentía que su amiga intentaba decirle algo importante. Conocía a Lexie de hacía mucho como para saber cuándo su respiración se aceleraba más de la cuenta, y más ahora que la tenía tan cerca que hasta podía aspirar su olor. Un olor característico. Todas las personas tenían uno, aunque sólo unos pocos especiales, como Kristoff, eran capaces de percibirlo.

-¿Rachel Madder? Sí. Sé quién es. Alguna vez me has hablado de ella -Kristoff sabía que no era ése el tema en cuestión. Que su amiga quería abordar otro asunto más peliagudo de la manera más suave y esquiva posible. Lexie era enamoradiza por definición. No era tampoco la primera vez que Lexie lo llamaba para hablar. La muchacha era una chica sensible, y se sentía sola. Terriblemente sola. A Kris se le partía el alma cada vez que la veía de aquella manera; tan decaída y abatida. Vivir con su hermana y el novio de ésta tampoco le hacía ningún bien. Pero Kristoff siempre había estado ahí para intentar reconfortarla, en la medida que pudiera. En realidad, a Kris le encantaba hacerla sonreír, y aunque no pudiera ver su risa, sí podía escucharla, y eso para él era más que suficiente.

"Creo que nunca dejé de quererte" Aquella confesión no le pilló del todo desprevenido. Cuando ambos habían sido más jóvenes, Lexie le había dado muestras evidentes de aquel hecho. Se mantuvo serio durante unos momentos. ¿Si había pensado alguna en ella de esa manera? Sí. ¿Se lo había llegado a plantear en serio alguna vez? También. ¿Entonces? ¿cuál había sido el problema? ¿tenía miedo? En parte sí. En parte estaba aterrorizado ante la idea. ¿Por qué? Lidiar con sus sentimientos nunca se le había dado bien. Si bien el joven Iceman tenía una habilidad sobrehumana para ponerse en la piel de otra persona y comprender por lo que estaba pasando, no sabía cómo manejar sus propios sentidos. Y parte del problema era ella, una mujer imaginaria de sus sueños.
-Lexie... -comenzó a decir, despacio, pensando cada palabra-No sé si... Verás, es que... -se llevó una mano para masajearse la frente-Hay algo que no te he dicho. Hay una chica. Una chica imaginaria, en mis sueños. Sé que es un tontería -empezó a hablar más rápido-Pero desde hace unas semanas no dejo de soñar con ella. No la he visto nunca, pero siento como si... -dejó de hablar. No tenía sentido nada de lo que estaba diciendo, y lo peor de todo era que estaba defraudando a Lexie, y eso era algo con lo que no podría convivir. Se arrepentiría de lo que estaba haciendo-...Da igual. Es una locura. Pero no creo que esté preparado para esto, Lex -echó la cabeza atrás, apoyándola contra el pozo. ¿Estaba haciendo bien dejando escapar a Lexie por segunda vez? ¿aún cuando la primera ni si quiera se atrevió a intentarlo?-Lo siento. Yo... no sé qué decir -en ese momento agradeció, por primera vez, no poder vislumbrar el rostro de Lexie, y no ver la decepción en ella.

Todo aquello estaba mal. Muy mal. Había sido un torpe, un imbécil. Debería haberse callado, no haber dicho nada. Con total seguridad, Lexie pensaría que lo que le había confesado era la más absoluta idiotez de todas las idioteces sobre la Tierra. Y en cierto modo, así era. Las palabras de Lexie le taladraron hasta lo más hondo.
"No la conoces, seguramente ni exista, Kris. No te cierres a ello. Yo estoy aquí, yo sí que existo". No podía verla, nunca había podido. Pero sí se la había imaginado, muchas veces. Y en su cabeza, no había muchacha más bonita que Lexie. Ni si quiera la chica de los sueños. "Estoy siendo un cobarde", se dijo a sí mismo. Lo sabía. Lo reconocía. Kristoff Iceman era un cobarde. ¿Acaso se merecía Lexie a un cobarde? ¿un pusilánime achantado por algo que sólo estaba en su imaginación? Pero era tan fuerte. El sentimiento era tan fuerte, que Kris a veces pensaba que le iba a estallar el pecho. Lexie no lo había visto nunca (¡cómo iba a hacerlo!) pero la mujer en sus sueños gritaba su nombre con desesperanza. Lo estaba buscando pero no lo encontraba, y aún a pesar de eso, no se rendía. Si hacía esto con Lexie, sentía que, de alguna forma, estaba traicionando a...

"¡Basta! Basta de estupideces" Bastaba ya de todo. Kristoff no quería pensar en ese momento. Se sentía terriblemente mal por lo que acababa de hacer. Recordó la primera vez que conoció a Lexie, cuando ella aún bailaba. Él nunca la había visto bailar, pero podía escuchar la energía, la ligereza y la elegancia de sus pies contra el suelo, como la de un cisne. Y juró hace mucho tiempo que protegería a esa cría, y que estaría con ella en todo momento. "Y ahora... ahora de quién la tienes que proteger es de tí mismo. De las heridas que tú le has causado"

-Lex, si lo hacemos... va a salir mal. Va a salir mal. Lo sé... -¿había escuchado bien? ¿se había escuchado bien a sí mismo? ¡Kristoff Olav Iceman, diciendo que algo podía salir mal! Quien lo hubiera visto en aquel momento. Tan débil, tan flojo... toda la entereza que era su punto de apoyo y que lo había caracterizado siempre lo había abandonado en esos momentos-Creo que será mejor que me marche.

Se puso en pie, y abandonó todo contacto con su amiga. LLamó a Golfo silbando, pero en un silbido triste y agotado. El perro acudió con su dueño, todavía podía escuchar la voz de Lexie. Sabía que se iba a arrepentir de todo lo que había ocurrido aquella tarde en el pozo.