I'll tell you, what you already know. ~Mr. R. Gold

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-Lo sé, lo sé- musité acariciando mi prominente vientre al sentir que el pequeño ser que vivía en mi interior se movía bruscamente. Era casi una advertencia de su parte, pero nada podía hacer para remediar la situación. Llevaba la mitad de mi turno limpiando un pasillo en el hospital y la verdad es que estaba agotada, sentía las piernas como gelatina. Pero no me podía rendir ahora, si alguien me veía descansando lo más seguro que terminaría de patitas en la calle y sólo yo sabía cómo necesitaba cada centavo. Estaba ahorrando con extrema dedicación y aceptaba turnos extras porque sabía que mientras más rápido tuviera el dinero necesario huiría de este pueblo maldito que ya nada me unía a él; no tenía ningún lazo, ninguna amistad y ninguna persona que fuera importante como para retenerme ahí. Solamente la tenía a ella, a la pequeñita que me pateaba con fuerzas cada vez que me sentía cansada, el esfuerzo lo hacía sólo por ella.

Respiré profundo y volví a pasar la escoba con dedicación por el piso. El pasillo estaba totalmente desierto y ni siquiera se escuchaban murmullos lejanos, levanté la vista a la inscripción que tenía en frente.-Eso lo explica todo.- se me salió una risa irónica al leer la palabra Morgue escrita en una placa de madera. No me molestaba estar así de sola, de todas formas era como me encontraba la mayoría del tiempo. Internamente sentía que la soledad en cualquier momento ganaría la guerra porque no tenía a nadie a quien poder acudir, estaba batallando sin acompañantes a mi lado, pero ese hecho era el detalle que me daba fuerzas para no caer en la desesperación. Y al fin al cabo ahora mi cuerpo valía por dos.

Repentinamente la patadita de Alexandra se transformó en algo doloroso.-Tranquila, sí ya estoy quieta descansando para que no te preocupes más.- le susurré acariciando mi vientre con más ímpetu que hace un momento atrás. Aunque no surtió efecto alguno, el dolor siguió creciendo. Me mordí el labio sofocando un quejido y me doble contra mi cuerpo abrazándome con ambas manos.-Todo estará bien, por favor.- le supliqué con voz queda, la visión se me estaba tornando borrosa. Miré para ambos lados del pasillo y me deslicé por la pared hacia el suelo con la espalda pegada a ella. -¡AYUDA! ¡ALGUIEN, POR FAVOR!- grité con todas mis fuerzas y dejé escapar un alarido de dolor. Algo no iba bien...nada de bien y todo era mi culpa por sobre exigirme. Mis plegarias iban directamente a que el error no se lo tomaran contra mi hija que nada tenía la culpa.

Mr. R. Gold ↔ Storybrooke ↔ Hospital

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- Aquí tiene el dinero, Gold - gruñó el corpulento hombre entregándome un maletín lleno a rebosar de billetes. Ni siquiera me hizo falta contarlos dado que sabía que estarían justos, no había forma alguna de que él me fuese a engañar, no le convenía, el futuro de todo el hospital dependía de ello. Era lo "bonito" de la sanidad americana y sus múltiples hoyos. Yo siempre había adorado meter mi afilada nariz en esas lagunas, nadar por aquellas turbulentas aguas y dar con las debilidades de todo el mundo.

Mis maquiavélicos pensamientos fueron interrumpidos por el estruendo de la puerta abrirse repentinamente dando paso a lo que me supuse que debía ser alguien del personal sanitario - Señor, es Ashely, ha tenido un problema en la Morgue, la estamos llevando a urgencia - Mis pensamientos de inmediato, no fueron, por muy cruel que sonase, hacia la pobre criada sino al fruto de su vientre, a mi mercancía, a aquel niño que iba a pagar el precio que había sido el meterme en esa sucia y maloliente cárcel. A aquella bebe que iba a vivir rodeada de los lujos que, evidentemente, no le podía dar la madre. Ni yo, claro. Sino otra familia, una que yo mismo me encargaría de encontrar. Era nuestro trato al fin y al cabo ¿a caso creía que podía romperlo cayendo enferma y dejándome sin un pago? Por suerte, el accidente le había pasado en el hospital, por suerte para ella, la niña y para mí.

Tardé un rato en bajar, pero ya estaba estabilizada y según el director del hospital solo había sido un susto y un aviso por parte del bebe. Entré en urgencias y de inmediato las enfermeras me dejaron a solas con Ashley, corrí la cortina a un lado y la miré. Tenía los ojos cerrados, pero por su respiración pude notar que no dormía - ¿Intentando deshacerse de nuestro acuerdo, Srta Boyd? - Mi voz sonó calmada, baja, pero con un toque de advertencia y peligro en la voz que tan solo yo era capaz de usar.

Ashley P. Boyd ↔ Storybrooke ↔ Hospital

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La cabeza me daba vueltas y sólo fui capaz de recordar imágenes cortadas casi sin ningún patrón cuando intentaba hacer una línea temporal hacia atrás de mi día. Permanecí con los ojos cerrados sin poner atención a ningún otro sentido sensorial de mi cuerpo hasta que ese desorden enorme que tenía en mi cabeza se esclareciera. Bien, lo primero que se me venía a la mente era un enorme dolor que me paralizó completa. Reprimí un gemido al ser consciente de lo que me había sucedido, mi hija se había manifestado moviéndose violentamente y algo malo le ocurría. Me había desmayado del dolor y tenía recuerdos fugaces de alguien que me encontró alzándome hasta una camilla, habían muchas luces que me cegaban intermitentemente, sentí uno que otro pinchazo y voces lejanas que me preguntaban cosas que no alcancé a decodificar, fue como si me hablaran en un idioma desconocido. Y finalmente todo se tornó negro hasta ahora. Abrí lentamente los ojos, casi con miedo de encontrarme una sorpresa desagradable, pero todo estaba en orden ya que con una mano toqué mi abultado vientre y sentí la tan conocida sensación del movimiento de Alexandra, estaba bien. Respiré profundo y observé a mi alrededor, no se veía nadie solamente estaba acompañada del desesperante pitido de la máquina que medía mis signos vitales y que me conectaban con ella mediante cables y tubos. Estaba amarrada y eso no me hacía nada más que hacer flotar la sensación de claustrofobia, pero controlé mi ansiedad, no podía irme así y que volviera una recaída. No lo hacía por mí, sino por mi hija.

Estaba respirando compasadamente concentrándome en inspirar y espirar con tranquilidad buscando relajarme. Pude cerrar los ojos y un segundo después una voz familiar me hizo dar un salto de sorpresa...una muy desagradable.- Mr. Gold...- instintivamente puse mis manos sobre mi vientre, como si buscara protegerla.- ¿Qué hace usted aquí?- obvié su pregunta y me intenté erguir sobre las almohadas, fue un gran esfuerzo mi cuerpo parecía haber perdido todas sus fuerzas.

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Mis ojos pasaron por su cuerpo, por supuesto, mi mirada no estaba cargada de nada que se pudiese mal interpretar. Quería asegurarme, por mis propios medios, que ella no le había inflingido ningún daño a la criatura. Estaba claro que antes de salir iba a echarle un vistazo a su expediente porque no me fiaba de lo poco que me habían dicho los médicos. Ella estaba demasiado pálida, demasiado delgada para una mujer embarazada y lucía muy mal aspecto para "tan solo haber tenido un desmayo sin importancia", como ellos me habían comunicado.

La chica se asustó al reconocer mi voz y yo me vi obligado a no sonreir con satisfacción debido a aquel temor de ella, si hubiesemos estado en el bosque encantado, estaba seguro que se me habría escapado una risilla nerviosa al escucharla. Pero aqui, Gold, era un hombre mucho más serio que lo que había sido nunca Rumpelstiltskin. - ¿Se encuentra mejor? - Mi pregunta, seguro, que no le iba a gustar lo más mínimo. Cualquiera se preguntaría ¿por qué no le iba a gustar a alguien que otra persona le preguntase por su estado de salud? Bien, la respuesta era, que yo no era cualquier persona. Yo estaba aquí por un único motivo y ella bien que lo sabía. Así que mi pregunta la fastidiaría más de lo que la alegraría.

- Estaba en el hospital y casualmente oí de su pequeño alboroto - le respondí haciendo un gesto con mi mano para restarle importancia al hecho. Podía creer lo que quisiese, pero eso, si que había sido casualidad. Que ya tenía yo mi vida lo suficientemente ocupada como para andar de espía de la joven.

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Su mirada iba de arriba abajo a través de su cuerpo y sus intenciones eran claras, revisar si su mercancía seguía en orden. Una sensación escalofriante me recorrió completamente, él gran causante de mis pesadillas en el último tiempo estaba parado frente mío y lo más irónico es que podía apostar hasta mi alma a que sería mi única visita en mi estancia en el hospital esta vez...menuda gracia del destino. Siendo honesta conmigo misma, no era de la única persona que huía, pero si era a la que más le tenía miedo porque todo el pueblo era consciente de lo que era capaz el querido Mr. Gold para conseguir cerrar sus tratos como corresponde, es decir, que él sea el único beneficiado.

- Me encontraba bien, hasta que el ambiente se tornó tóxico...- fruncí el ceño intentando no bajar la vista, pero me intimidaba tanto...aguanté un segundo más y luego me dediqué a buscar alguna forma de que se fuera del lugar. Realmente me estaba sintiendo mal nuevamente, pero no le daría en el gusto de ser sincera con él.-Eso ha sido una gran suerte para ambos, pero como verá estoy bien. Simplemente fue producto del cansancio y necesito reposo en tranquilidad.- alisé mi sábanas y entremedio de ellas encontré el famoso botón que servía para llamar a las enfermeras, esa podría ser mi salida. Lo tomé entre mis dedos escondiendo su existencia.

Debía alejarlo de mí para siempre, pero era tan poderoso porque parecía tener ojos en cada rincón del pueblo y no sabía de ningún ciudadano que no tuviera tratos con él. Para bien o para mal, más bien lo último, Mr. Gold era el dueño y señor de Storybrooke. ¿Qué podía hacer una mujer embarazada sola en su contra? No quedaba más que huir. Respiré profundo.-Aprovechando su visita...hay algo que me gustaría preguntarle.- dejé la ironía de lado para volver a la seriedad.-¿Hay alguna forma de negociar de otro modo nuestro...acuerdo?- apreté con más fuerzas mis dedos contra el interruptor, pero sin intención de que todavía viniera alguien en mi ayuda porque era algo que debía intentar.

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La respuesta fue como me esperaba, ladeé la cabeza y sonreí de lado, aunque más bien aquello quedó más como una mueca, no era yo muy dado a sonreir. Fue mi única respuesta a su desprecio, no queriendo entrar en discusiones que no nos iban a llevar a ningun lado. No me gustaban las discusiones, no me gustaba alterar la voz para alguien que no merecía mis gritos. Tenía un temple y una paciencia de la que antes no había gozado en el Mundo Mágico. Y, por supuesto, sabía aprovecharme de ella.

- Reposo y tranquilidad que usted misma no parece darse a si misma ¿No es así, Srta Boyd? - le dije con cierto reproche en mi tono. No, ella no me pertenecía a mi pero si aquel hijo que llevaba. Y si era necesario atarla a una cama, tal y como estaba ahora mismo, hasta que lo tuviese, no dudaría en hacerlo. La gente de este pueblo me temía lo suficiente como para poder chasquear mis dedos, tacharla de loca y la tendrían custodiada día y noche, mirando si comía y si descansaba y si el bebe estaba bien. No lo haría, no hasta que ella me demostrase que realmente merecía aquel trato de mi parte. Por ahora estaba cumpliendo el acuerdo, por muy mal que se estuviese tratando a si misma.

Sin embargo, mi tranquilidad se vio violentada por su pregunta. Mis cejas se alzaron y di un par de pasos hacia ella - ¿Arrepentida de nuestro acuerdo, querida? - pregunté con cierta sorna y altanería en mi voz. Ya se lo había advertido, tanto en este mundo como en aquel. Todo lujo tiene un precio. Toda magia tiene un precio. Ella quería el dinero, salir de la pobreza de la forma rápida, bien, su hija era el precio que ella misma había decidido aceptar. - La única manera de negociar nuestro acuerdo es ofrecerme algo diferente... ¿Tiene usted algo que se pueda comparar con eso? - Mi dedo ínidice, largo y fino como el de un pianista, como una perfecta manicura hecha, señaló su vientre. Mis ojos estaban fijos en ella. Su respuesta sería negativa y el trato seguiría en pie, ambos lo sabíamos.

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-No puedo permitirme descansar o moriré de hambre. No creo que sea muy conveniente para usted tampoco que eso suceda, ¿verdad?- claro que no era una buena noticia para él que yo cayera en el hospital porque eso quería decir que no me estaba cuidando como es debido y ponía en riesgo la vida de mi bebé. Una puntada de arrepentimiento estaba constantemente molestándome en mi interior, sabía que debía reposar más, pero poniendo en la balanza era mucho más perjudicial que dejara de comer en vez de dormir las 8 horas que un ser humano necesita. Prefería forzar mi cuerpo un poco antes de que le faltara algo a la criatura, ella era inocente de todo y por ello trataría de restarle cualquier daño...aunque está claro que me equivocaba más veces de las requeridas.-Si sabe alguna mágica formula para plantar dinero en mi jardín, podría hacer el reposo que necesita una mujer con un avanzado embarazo como el mío.-

Bajé la vista y me mordí el labio. Maldita boca, esas últimas palabras me habían hecho más daño a mí que lo que le molestaron a él. Sólo me recordaban que si hubiese sido más fuerte no habría caído en sus redes con tanta facilidad. Ese sí que le dije cuando él me ofreció un futuro más alentador del que yo le podría dar a mi hija fue un bote salvavidas para mí en ese momento ya que me encontraba tan sola y Mr. Gold fue el único que se acercó a darme auxilio. Ahora me daba cuenta que el bote salvavidas que me daba estaba llenos de agujeros y me estaba hundiendo de todas formas. Me odiaba tanto por caer en semejante error. Si tal sólo pudiera volver el tiempo atrás...pero para qué vamos a pedir imposibles, no tenía ninguna hada madrina a mi lado, solamente un hombre avaricioso que sólo quería arrebatarme lo único importante de mi existencia.

-Es un ser...maldito.- siseé sin poder decir nada más. Lo odiaba tanto, tanto, pero la lista de odios justificados estaba encabezado por mí misma. -Ella es mi hija, no podrá arrebatármela.- si hubiese estado con todas mis fuerzas intactas, no cabría duda que esa frase se la habría gritado en su cara.
Era consciente de que él si podía quitármela, era capaz de todo...pero la diferencia es que yo también y no se la pasaría sin pelear.

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Suspiré y la miré algo cansado por todo esto. En momentos como éste me arrepentía de mis tratos, me arrepentía de no tener la capacidad de perdonarlos porque entonces me sentiría humillado por mi propia reacción. Pero, por fortuna, mi mente solia tener soluciones alternativas a ser una maldita vergüenza para mi mismo. En el mundo mágico normalmente tiraba de la magia, era mi poder allí, pero aquí, en Storybrooke, mi poder era el dinero y era justamente lo que ella necesitaba ahora - Yo puedo... darte dinero... Entraría dentro de nuestro acuerdo dado que ese dinero sería para mantener la... niña - Había estado a punto de decir "la mercancía", me había faltado un segundo en el que afortundamente me había corregido. Un fallo así podía hacer que ella se cabrease y no aceptase mi dinero pese a ser la solución más viable.

Pero claro, olvidaba el pequeño detalle que era el odio que sentía la mujer hacia mi persona. Era un odio completamente justificado, un odio que solo podía sentir una madre a la que le estaban a punto de arrebatar lo más preciado de su vida, su hijo. Incluso yo comprendía aquello, pero mi mente estaba llena de demasiada maldad, la oscuridad la consumía en momentos como éste, y no había nadie que me dijese "Estas haciéndolo mal", sino todo lo contrario.

- Lo sé, querida - respondí ante su acusación. Si ella recordase podría reirse de ésto, era un ser maldito, maldito no solo por una daga sino por mi propia alma, por la ira, el rencor, el odio. La daga solo había realzado todo ésto, la daga no era más que una excusa. - No te estoy arrebatando nada que tu no me hayas dejado arrebatarte antes - la corregí sin inmutarme un poco por su amenaza ¿qué pensaba hacer? ¿huir? Nadie podía dejar este pueblo y si trataba de ocultarse aquí, ya me encargaría de encontrarla, siempre había sido un buen rastreador. - No cometas estupideces, Ashley.

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Mis sentidos estaban completamente alerta, cada uno de ellos mandaba señales a mi cuerpo de que había peligro cerca y de seguro la adrenalina en mi torrente sanguíneo ocupaba gran parte del espacio. Quería salir corriendo de ahí tal como estaba, con una bata que poco dejaba a la imaginación, y sin ningún equipaje...quería huir del peligro que significaba el hombre que tenía al frente mío. Parte de mí estaba cayendo en la desesperación de lo inminente, que todo estaba perdido y él lograría su cometido de quitarme a mi hija. ¿Qué es lo que había hecho para merecer este destino tan cruel? Ahogué un gemido, sabía la respuesta, yo misma había ofrecido a mi bebé sin que me pusiera una pistola en la sien. Yo era la culpable y nadie más, ahora iba a ser mucho más difícil de evadir o engañar al destino.

-Ni se atreva a volver a chanteajarme...No voy a caer dos veces con la misma piedra.- odio puro se soltaron a través de mis palabras. Mi ánimo iba y venía como una montaña rusa a toda velocidad con más bajos que altos, pero lo que estaba claro es que no demostraría debilidad con mis dichos ante él.-No se preocupe, que el bienestar de mi hija me preocupo yo y esta situación no volverá a suceder así que puede estar tranquilo.- y de paso desaparecer de mi radar, me hubiese gustado agregar, pero sabía que estaba jugando con fuego y debía ser cuidadosa.

Sus últimas palabras me dejaron sin respiración como si me hubiese pegado un puñetazo en la boca del estómago. -No sabe de lo que soy capaz.- murmuré casi sin volumen y sentí como dos lágrimas se me escapaban sin poder evitarlo. Estaba llorando de rabia, puro odio y arrepentimiento, una mezcla para nada agradable.-Me gustaría ver qué haría en mi situación si tuviera a cargo un hijo, pero alguien sin corazón como usted no se le bendecería con algo tan hermoso como ser padre...- era una mujer atrevida, pero no me arrepentí de haberlo soltado.

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Alcé una mano, la que no sostenía el bastón, en señal defensiva. Sabía que me iba a costar más que mis palabras para que aceptase mi dinero. Pero esta vez hablaba en serio, sin trucos ni doble sentido. Si ella se hubiese leído el contrato antes de firmarlo, habría descubierto que realmente toda inversión de mi dinero hacia ella que fuese en beneficio de su hijo, tanto antes como después de su nacimiento, era recibida sin ningún cargo por su parte. Osea, que era dinero limpio para ella. Sin embargo, ella era otra de mis tantos clientes que había preferido firmar sin leer. Luego se extrañaban de que les metiese la puñalada trapera ¡Pero si me lo ponían extremadamente fácil!

- No estoy tratando de chantajearla, no me beneficiaría en nada dado que no tiene nada más que ofrecerme, Srta Boyd - le respondí con cierta tirantez en mi tono. Estaba tratando, por todos los medios, que no se me fuese de las manos esta situación. Quería mantener la calma, una mera palabra en un tono más alto podía derrumbar el castillo de naipes que era el humor de Ashley. Su mente estaba abrumada, tenía que asentarla para así evitar que cometiese una locura. - No estaré tranquilo hasta que no la vea en buen estado... Acepta mi dinero, Ahsley, es lo más sensato - Jugaba con su nombre, antes la llamaba de usted cuando no quería nada de ella, ahora la llamaba de tú, por su nombre, de forma más cercana, porque quería cambiar su mente. Era el poder de las palabras.

Y, de repente, mis ganas de conversar, mis ganas de ser amable con alguien, mis ganas de tenerlo todo bajo control se esfumaron cuando ella mencionó la palabra "padre". Todos los esfuerzos, los sacrificios que había hecho en estos siglos de vida, toda la tela de araña que había tejido para poder llegar a donde estaba Bae, para volver a ver su rostro, para rogar por su perdón. Todo, vino a mi mente en esos meros segundos y, antes de que me diese cuenta, estaba demasiado cerca de ella invadiendo su espacio personal, mi rostro era la viva imagen de la furia - No sabe nada acerca de mi, Srta Boyd... No sabe, ni siquiera se imagina, lo que soy capaz de hacer... Así que guárdese su lloriqueos para otra persona... No importa lo que hagas, no importa donde te halles... Te garantizo que me llevaré a tu bebe - Aquella misma frase se la había repetido en el otro mundo, justo cuando sentía la magia paralizarme el cuerpo, justo antes de ser encarcelado. Ahora no había magia, ahora ella cumpliría su parte del trato.

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-No aceptaré nada de usted, prefiero morir de inanición antes de caer más en sus redes...- No iba a ceder, dijera lo que dijera y no lo hacía por orgullo solamente era mi instinto de supervivencia que tomó control de mis acciones desde que apareció este hombre en mi campo visual. Era verdad, yo no tenía absolutamente nada que ofrecerle, mi única posesión valiosa ya había sido cedida mediante la firma en un trato que firmé hacía meses atrás...¿Podía empeorar si le respondía afirmativamente? ¡Oh! Claro que sí, Mr. Gold nunca daba puntada sin hilo y encontraría la forma de atarme más a él haciendo crecer las llamas del infierno a mi alrededor. Lo convenía que yo no tuviera necesidades porque así la pequeña nacería sin problemas, pero no podía arriesgarme...no podía. Encontraría la forma de solucionar estos inconvenientes y quizás sí tenía que pedir ayuda, pero no se lo haría saber a él.

Mi respiración se estaba transformando en superficial y más rápida de lo normal. Mis dedos enrollaron las sábanas entre ellos como si sirviera de algo agarrarme con tanta fuerza. Sus palabras me recorrieron como veneno y si quería hacerme sentir miedo, lo había logrado.-No lo hará...- musité y me mordí el labio. Algo volvía a estar mal en mí, la bebé se estaba moviendo violentamente y sentía sus golpeteos como advertencia por segunda vez en tan poco tiempo. Ahogué un gemido y tomé mi barriga entre mis manos. -Si quiere que esté bien y no dañe su mercancía...es mejor que desaparezca de mi vista.- hablé entrecortadamente y resoplé. Podía llamar a la enfermera y de seguro que lo sacarían lejos, pero no quería darle más razones para que anduviera revoloteando cerca mío como polilla a la luz, necesitaba paz y no estar pendiente de su presencia constantemente.

Cerré los ojos y lancé mi cabeza hacia atrás aterrizando mi nuca en las almohada. Buscaba tranquilizarme y que el dolor no aumentara. Solamente quería transmitirle a mi hija que haría lo que fuera para que nadie la lastimara y así todo estaría bien. Tenía que grabármelo en el alma y convencerme de que saldría de esta.

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Suspiré pero no insití nada más. Aquella chica era terca, demasiado terca para su propia salud. El problema, para ella, era que a terco no me ganaba nadie y mucho menos cuando me interesaba. Ella tenía que tener ese dinero si o si. Ya pensaría en una manera, tenía varias ya en mente. Podía ingresarle en su cuenta mensualmente una cantidad no muy desorbitada para evitar que se diese cuenta, sería anónimo o incluso podría hacer que se lo ingresasen del hospital como sueldo extra, yo me encargaría de los costes. También podría darle el dinero a su madrastra y asegurarme, a base de amenazas, que se lo diese a la rubia como "paga". Sí... había mejores maneras que insistirle en que lo tomase. Así que gastar energías ahora era absurdo.

Noté el miedo en sus ojos y no me importó una mierda, era algo normal cuando la gente me miraba. Lo que si me importó fue ver el dolor reflejado en sus gestos y mi dura mirada pasó a ser preocupada. Me alejé de ella y fruncí el ceño, una cosa era intimidarla y otra muy diferente era dañar al bebe. No lo quería, el pobre feto no merecía la estupidez de su madre. - De acuerdo, me iré, pero cuídese o se arrepentirá - murmuré con la voz no tan dura como antes pero igual de amenazante.

Salí de allí acercándome a las enfermeras, indicándoles que me mantuvieran al tanto de todos los avances en la salud de la joven. Lo harían, yo era dueño también de este hospital y sus puestos podían peligrar si no me mantenían contento. Así que, más tranquilo ahora, me fui finalmente. Boyd me estaba dando demasiados dolores de cabeza, esperaba que ahora que Swan estaba en la ciudad se adelantase la fecha del parto y terminar finalmente la transacción.

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No podía creer que finalmente se estaba despidiendo. Miré a Mr. Gold casi con asombro como decía sus últimas palabras y se daba vuelta desapareciendo del lugar. Sabía que lo volvería a ver, este pueblo era demasiado pequeño como para querer desaparecer de la vista de alguien...inclusive si eso se remitía al hombre que me había abandonado a mi suerte luego de que supiera que estaba embarazada. Dolía verlo de lejos y no podía ser ingenua que esa maldita sensación algún día cambiaría. Por ende mientras más quieras desaparecer de la existencia en Storybrooke más se hacen presentes, eso era casi una ley de la física acá. Mis energías las estaba volcando en un plan que estaba comenzando a formar bases en mi cabeza, si no podía escapar de las garras de este hombre desagradable lo más sensato era correr más lejos.

Todo parecía irreal como si una nube se hubiese posado justamente sobre mis ojos. Mi cuerpo se sentía pesado e incluso pestañear se estaba haciendo una tarea que requería toda mi fuerza. Estaba agotada, tanto tiempo en constante estado de alerta hicieron que mis nervios se destruyeran y no necesitaba ningún médico para saber que así era. Quizás no había ido a la universidad, pero estúpida no era. Resoplé con fuerzas quitando esa rabia irracional contra personas que no tenían culpa alguna, debía calmar mis pensamientos que estaban entrando a un callejón sin salida de insensatez. -Tienes a una mami muy loca, cariño.- sonreí a duras penas mientras le murmuraba a mi barriga. Parecía que mi bebé estaba remando para el mismo lado porque la sentía moverse con calma y me transmitía la serenidad que necesitaba.

Sin levantar la cabeza de la almohada vi por el pequeño espacio que quedaban entre las cortinas que componían mi espacio en el hospital como pasaba a estar completamente sola nuevamente. Era un alivio, pero no dejaba de sentir desesperanza en mi interior. -No, yo puedo sola...podemos juntas- dando un último movimiento cariñoso a mi hija me hundí en la oscuridad para descansar.

Mr. R. Gold ↔ Storybrooke ↔ Hospital