{Est conventione inter nos?} - {Gold}

Banda Sonora

La expresión "Un día cualquiera en la oficina" podría encajar con muchos trabajos. El mío no era uno de ellos. En especial desde que se había roto la maldición, cada día parecía que iba a recibir una visita diferente, en que tendría que hacer uso de mis habilidades. Y eso, no se refería específicamente a a la magia. Estábamos hablando de los muchos acuerdos que tenía entre manos. Acuerdos que una persona normal normalmente no sería capaz de memorizar, pero que, en cambio, yo tenía a buen recaudo en mi memoria. Y en de la joven que acababa de pasar por la puerta era uno de ellos.

_ Buenos días señorita Sutherland. ¿O prefiere que la trate como señorita Mills en estos días?_ Pregunté, con mi habitual sonrisa incierta. Me acerqué, apoyándome en mi bastón, y la examiné con la mirada. Tenía que haber visto, desde el mismo día en que la conocí, el parecido familiar. No obstante, en aquellos tiempos, yo ni tan siquiera habría pensado en tal posibilidad. Regina era mi obra, una obra que había salido realmente bien y realmente mal al mismo tiempo. Algo que no se parecía en nada a la hilandera que tenía frente a mí._ Oh, su amada hija. ¿Precisamente esa por la que tuvimos un ligero desacuerdo hace tanto tiempo?

Saqué una caja de madera, de aspecto alargado, y la coloqué sobre el mostrador. Pasé la mano por encima de ella, como hacía siempre que se trataba de una de las "antiguedades" de mi tienda. Y "esa" sonrisa, apareció en mi rostro. Esa que poca gente había visto a lo largo de mi vida. Gente privilegiada en la que podía contarse Bella y un par de personas más.

_ Supongo que sabes que todo lo que yo puedo conseguir, alberga un precio. Así que, señorita.. ¿Va a decirme dónde se encuentra Baelfire? De lo contrario, no creo que tengamos negocios que hacer.

Al parecer estaba tratando con una negociante más experimentada de lo que recordaba. Había pasado mucho tiempo y estaba muy claro que aquella señorita había crecido y madurado. Ya no estaba asustada, y lo más importante, no estaba desesperada. Aunque en este contexto, esto nos beneficiaba a ambos. Los dos necesitábamos algo que el otro tenía, y no tendría que recurrir a trucos para conseguirlo. A fin de cuentas, yo ya no solía realizar los tratos como lo hacía antes. Belle tenía algo de razón al decir que podía salir algo bueno de mí, aunque sólo ella lo viese.

_ Me alegra comprobar que has venido preparada, nos ahorraremos trámites engorrosos que ninguno de los dos tiene ganas de tener que repetir._ Examiné los pergaminos que había dejado sobre la mesa y abrí la caja sin prisas, con cierta teatralidad, como siempre solía hacer cuando se trataba de un asunto de este tipo. Cogí el objeto, una espada, por su empuñadura, y la hice girar lentamente. Como ya estaba preparado para esta ocasión había un botecito junto a la espada, que dejé sobre la mesa._ Esta espada perteneció a tu hija. Dos gotas de esta poción sobre ella y tendréis una cálida y adorable reunión familiar.

Noté cierta magia en aquel papel que me entregó, magia que reconocía, y cuando lo abrí comprobé que no había errado. Aquellos trazos los había hecho Anzu. Reconocía los finos trazos de aquella mujer, con la que tiempo atrás ya había hecho tratos. Pero esa era otra historia, una que estaba seguro de que ninguno de los dos teníamos ganas de rememorar. Una historia de traiciones y magia negra, que nos había llevado a encontrarnos precisamente en aquella ciudad, precisamente en aquel mundo.

_ Si no desea nada más, creo que podemos dar por terminada nuestra reunión.