One day more another day another destiny [Garfio] [+18]

Ya sabía jugar a las damas y al ajedrez. Aunque la verdad es que no estaba pensando en eso precisamente cuando le dije que buscáramos algo para hacer. Pero estábamos allí juntos, y eso era lo importante. Lo que hiciésemos, a decir verdad, no era significativo. El estar vivo un día más, ya era una perspectiva agradable, así que no podía ser pesimista.

_ Bueno, si quieres guardarte tus secretos supongo que estás en tu derecho. Pero entonces yo guardaré lo míos._ Dije, mirando por la ventana, tratando de que mis ojos mostrasen un misterio que en realidad no había, pero al momento me eché a reír._ No estaba pensando en juegos de mesa precisamente., pero si es lo que te apetece, supongo que podemos probar.

Me volví a tumbar sobre la cama. Era un hombre de mar y no era habitual tener que estar encerrado en un lugar como aquel. Me gustaba subir a cubierta y observar el horizonte, y ahora tan sólo tenía ese vacío espacio a través de la ventana para observar los recortes de las casas que nada tenían de especial. Sin embargo, no podía ignorar la voz que me decía que lo hiciese por ella.

Sonreí misteriosa, claro que no quería que nunca experimentara el hecho de tener que pedirle a la persona que ama que se proteja de él, no es nada agradable tener que darle un pistolete al hombre al que acabas de besar, para que te dispare una bala de plata en la pierna para defenderse de lo que forma la otra mitad de tu naturaleza. No obstante sonreí y me tumbé a su lado, sabiendo de que iba la cosa. Apoyé mi cabeza en mi mano con el codo flexionado quedando así en una postura ideal para verlo cara a cara.

Le pasé una mano por el pecho distraídamente -No hablo de secretos, si no de mis propios deseos... no quiero que nunca tengas que entender porqué te agradezco que esta noche vayas protegido... de mi, la sensación de pedirle a alguien que se proteja de ti no es agradable. -Continué acariciándolo distraídamente tratando de cerrar ya mis lobunas preocupaciones durante unas horas. Una pareja normal no tenía un tema de conversación como este... pero la normalidad no parecía poder encajar con nosotros. La licántropo y el pirata. 

-En realidad a mi tampoco me apetece ponerme a jugar al ajedrez -dije sin dejar de mirarlo, esbozando una pícara sonrisa dibujada en los labios, olvidando la conversación anterior por un rato. -Hay que pensar mucho -seguí susurrando -Ahora sería mejor algo entretenido... sin necesidad de comerse la cabeza... ¿tú en qué estabas pensando? -enarqué una ceja.

Ruby había hecho girar los acontecimientos a una esfera que yo controlaba. Era una situación de ensueño. Estaba allí tumbado, con un auténtico bombón junto a mí. Eso no era nuevo para mí, pero lo que sí era nuevo era el saber que esa mujer sería la mujer de mi vida. Sus palabras eran conmovedoras, y ante todo eran sinceras, que era lo más importante.

_ Llevas una pesada carga, eso no se puede negar. Aunque todos llevamos una._ Dije, observando mi garfio. Echaba de menos mi mano a rato, si he de ser franco. Pero no realmente por el hecho de tener la mano en sí, que también, si no por otras cuestiones que a algunos le parecerían poco importantes._ Hay días que no soporto los dolores fantasma.

Volví a mirarla a ella, y a pasar mi mano por su rostro. Era muy hermosa de buena mañana. Y la luz de su mirada me iluminaba mucho más de lo que lo haría el propio sol. La besé despacio una vez más, pues era consciente de que no iba a cansarme de ella, por mucho que así lo quisiese.

_ Pero para lo que planeo tendría que quitarme el garfio.

No estaba muy familiarizada con el término que acababa de nombrar, pero sí que había oído hablar de los dolores fantasma, me sonaba de algún que otro programa televisivo pero nunca había conocido a nadie que le faltara un miembro. Por lo que sabía eran unos dolores horrorosos ya que aunque la mano o la pierna esté ausente sigue doliendo y no hay nada que lo calme. 

-Supongo que por eso gritabas la noche que estuve en el barco -dije comprendiendo que lo que escuché no eran solo pesadillas. Le acaricié el brazo izquierdo donde se encontraba el garfio al final de la extremidad. Me acerqué a sus labios y lo besé lentamente. -Cuando vuelvas a tener un dolor así coge mi mano y aprieta -si yo tuviera que haber soportado tantos siglos de soledad me habría vuelto loca. La vida no había sido justa con nosotros, nos había negado el final feliz de cuento de hadas, ahora nos tocaba ir a buscarlo. 

Sonreí con picardía y le besé la palma de la mano cuando me acarició la cara y también noté como las mejillas se me enrojecían ligeramente. -Si solo te quitas el garfio para dormir... -dije como si no me enterara de la misa la media -¿Qué estáis tramando, Capitán?

La miré, y me dije a mí mismo que no quería estropear aquello. Acelerar las cosas podía salir muy mal. Y Ruby me importaba demasiado como para dejarme llevar de aquella manera y estropearlo todo, así sin más. Le acaricié el cabello y me volví a mirar el garfio. Le cogí la mano y sonreí, no me dolía, pero quería sentir su mano sobre la mía.

_ Mis planes tienen que ser secretos, Sería peligroso para ti conocerlos, arriesgarías tu vida._ Dije, abandonando mi despiadado plan inicial. Era mejor dejar que las cosas madurasen un poco, porque Ruby no era un número más, era alguien especial. Y yo no iba a renunciar a aquello por mi placer inmediato. Supongo que, a pesar de todo, el tiempo me había hecho sabio._ También me quito el garfio para sacarle brillo, preciosa.

Podía esperar. La besé una vez más, con suavidad, decidido a hacerlo. Encontraríamos una manera civilizada de pasar el día, sin enturbiar nuestra relación, que acababa de comenzar. Aunque algo que tenía claro, es que no pensaba jugar a juegos de mesa.

Me perdí en su mirada. Era la primera vez que estaba así con un hombre. Peter y yo éramos muy amigos y hablábamos todas las noches en la ventana de mi habitación hasta que un día decidió despedirse de una manera especial. Pero nunca me había tumbado en la cama con él y por supuesto nunca había dormido con un hombre.

Tampoco había encontrado nunca a nadie... y menos después de lo que hice. Quizás Billy, de no haber muerto podría haberme robado un par de besos... pero nunca habría estado segura de dejar que pasara lo que en esa habitación estaría a punto de pasar entre el Capitán y yo. Justamente antes de la luna llena, un buen momento.

No se cuantas mujeres ha habido en su vida, pero siendo un pirata imagino que muchas. Aunque en ese momento a mi me daba igual, nunca ninguna fue capaz de quedarse con él y darle el cariño que necesitaba. Yo no lo quiero solo un rato en la cama por su atractivo, a parte lo quiero en mi día a día, con sus defectos y sus virtudes, que eran más de las que él mismo creía y si alguien era el indicado para lo que iba a suceder era él. Lo miré cariñosa y lo besé con ardor.

-Espero que te lo saques para algo más a parte -dije con algo de picardía pero a la vez ruborizada. -por que si no creo que habrá que llamar a una ambulancia -reí antes de volver a acurrucarme a su lado y darle un beso en la garganta.

Como se dice, las decisiones de pareja se toman entre dos, y estaba claro que Ruby tenía una opinión distinta sobre lo que hacer en ese tiempo. Mi plan original iba a tener que mantenerse, a mi parece. O eso, o estaba jugando conmigo de mala manera, pero dudaba que Ruby fuese de esas, dado que me había demostrado desde un principio la integridad que tenía.

_ No queremos tener que hacer eso, definitivamente. Los hospitales no son cosa de risa. Mucho menos cuando tenemos que mantener en secreto mi presencia._ Dije, desenroscando el garfio con estudiada calma, como si tuviese todo el tiempo del mundo. Cuando terminé, mi mano acarició su espalda, y la acerqué más a mí._ Admito que en situaciones como esta echo de menos la otra mano.

Sonreí un poco, y la besé una vez más. Sentía el fuego que la estaba recorriendo, y que se transmitía a mi propio interior. Decididamente, no se le podía decir que no a aquella mujer, así que me dejé llevar, mientras acaricia sus cabellos, en los que destacaban esos reflejos pelirrojos que suponía le habían dado nombre.

Se me encogió un poco el corazón al escucharle decir eso, no podía evitar ponerme en su situación. No me imagino lo que debe ser vivir sin una mano, aunque también debe ser algo a lo que terminas de acostumbrarte o no del todo, y como él acababa de decir, había momentos en los que echaba de menos esa mano que le habían arrebatado tantos años atrás. Trescientos eran muchos años para habituarse, pero tampoco era algo a lo que habituarse por completo y más aún si vivía con dolores fantasma. 

Noté fogonazos en mi interior, desde luego, para mi todo esto era una novedad, estaba deseando estar con ese hombre ahora y toda mi vida, compartir mi día a día porque, pese a haber estado rechazando a todo el mundo después de haber cometido la atrocidad de mi vida, si le cerraba mi corazón a la única persona capaz de saber como cuidarlo estaría condenándome a una infelicidad eterna, y si algo sabía es que Peter no hubiera querido eso, de haber sido al revés yo tampoco lo hubiera querido para él. 

Disfruté de la proximidad de nuestros cuerpos, y cogí el armatoste en el que se ponía el garfio con la mano. -Que la otra mano toque el doble -bromeé tratando de sobrellevarlo mejor, y de que no echara en falta la otra mano, que siempre lo haría, pero también quería dejarle claro que a mi me daba igual que fuera manco, lo querría incluso con un tercer ojo, incluso siendo un calamar. Lo besé cariñosa y le acaricié el pecho lentamente.  -Te quiero Killian, manco, tuerto o calamar -lo volví a besar, notando que cada vez subía más la temperatura.

No pude evitar reír ante su comentario, ante el hecho de que me querría siendo un calamar. Al menos estaba cubierto en cuanto a maldiciones de ese tipo, con eso no había muchos piratas que pudiesen contar, por no decir que ninguno. La besé una vez más, mientras mi mano, traviesa, ya estaba descendiendo por su espalda en busca de partes más privadas de su ser.

Había fuego en sus ojos. Un deseo claro, que parecía incapaz de apagarse. Aunque yo sabía bien que podía apagarlo. A pesar de todo Por una vez quería ser responsable. Pero mi mano, que ya le dedicaba descaradas caricias a sus piernas, no estaba en absoluto de acuerdo con lo que mi cerebro estaba razonando. Y estaba claro que había otras partes de mi cuerpo que estaban más de acuerdo con mi mano que con mi cerebro.

_ ¿Estás segura de esto, Ruby? Si empezamos no habrá..._ Sentí como un gemido se escapaba de mi garganta interrumpiéndome. En el fondo sabía que aquello era una pantomima. Íbamos a continuar los dos, y nada ni nadie iba a ser capaz de frenarnos. A pesar de todo, logré terminar la frase inacabada, y dejar claro lo que ella conllevaba._ ...vuelta atrás.

Me gustó oír su risa, lo miré cariñosa y reí con él, bien cierto era que lo que acababa de decir era una chorrada como una catedral y quizá por ello mi subconsciente me había hecho decir aquello. Ya en el Jolly Roger me preocupaba lo que sentía al mirar a ese hombre. Ahora no me asustaba, puesto que no era tan raro. Ya no era su prisionera y no estaba atada ni llevaba ningún artilugio que me retuviera en esa habitación de hotel en contra de mi voluntad. A diferencia de la primera vez que lo besé, que me tenía secuestrada. 

Noté como mi cuerpo se iba encendiendo y reclamándome que le diera la oportunidad de estar con un hombre, que ya tocaba. Y lo cierto es que una voz interior me decía que él era el adecuado y que no iba a estar mejor con nadie que con él. Me estremecí al notar su mano por zonas poco habituales por las que tocar a una persona a no ser que se tratara de una situación íntima, como aquella. 

Cuando dijo aquello lo miré y le acaricié el rostro con ternura. Esto era algo nuevo para mi y sabía que temblaría en el momento me desabrochara la camisa e incluso tendría miedo en el momento tirara del pantalón del pijama. Pero quería estar con ese hombre, mi cuerpo y mi mente me lo pedían. No había vuelta atrás y sinceramente, yo tampoco la quería. Con cada caricia que me proporcionaba deseaba más de él. -Estoy... segura -dije con la voz entrecortada por la respiración agitada e inclinándome para besarlo con hambre.

Su afirmación fue una clara seña para mi lujuria, y para demostrar que la falta de una mano no me hacía indigno para aquellas cuestiones. Mi mano pareció tomarse aquella afirmación como una confirmación de que podía hacer lo que quisiera con el cuerpo de Ruby. Me vi a mí mismo subiendo las manos hacia su camiseta y tirando de ella poco a poco para quitársela.

Ansiaba ver el cuerpo de Ruby, desde hacía algunos días, a decir verdad. El saber que ella me esperaba, fue lo que me dio fuerzas para superar el ataque que sufría por parte de Cora durante mi encierro. Pero bien sabía que no podía mostrar ese ansía y arrancarle la camiseta y hacerla añicos. Algo me decía que no sería apropiado. Me centré en darle delicados besos en el cuello, mientras iba subiendo la prenda poco a poco.

Cuando se la quité, me encontré con una visión maravillosa, que hizo la sangre de mi cuerpo dejase de fluir como lo hacía, algo de lo que estaba seguro que de ella tenía que haberse percatado. Sabía bien lo que quería hacer, desde luego. Pero me había quedado embobado mirándola. Era como una de las estatuas que había robado durante aquellos años. Sencillamente, parecía demasiado perfecta para ser real.

En mi pecho los latidos sonaban tan fuerte que parecían martillazos. Estaba nerviosa, por supuesto pero tenía ganas de él. Había pasado muchos días pensando en dónde estaría y maldiciendo no haberme quedado con él en el Jolly Roger y echando de menos el calor de sus brazos. Me estremecía entera con solo el roce de su áspera mano. Las manos de marinero eran aún más ásperas que las de un herrero, pero al mismo tiempo ese tacto no me resultaba desagradable para nada. 

Una vez se deshizo de la camiseta del pijama me sentí desprotegida, no por su parte porque bastaba con que rodeara mi cuerpo con sus brazos para que yo me sintiera segura. Pero era difícil de explicar. Supongo que a esto una se acaba acostumbrando. Lo miré algo sonrojada cuando se quedó mirándome fijamente, como si estuviera contemplando la octava maravilla. Sonreí con timidez y le hice una pequeña caricia en la mejilla.

Me incorporé hasta alcanzar sus labios y besarlos con ganas, no tenía mucha idea de como encender a un hombre ya que eso lleva práctica. Me preocupó un poco que para él fuera un desastre de encuentro.

Se me presentaba un problema, porque tenía que quitarle el sujetador. Y no sólo desconocía los sujetadores de este mundo, es que además tenía una sola mano. Me sorprendió notar cierta ansia en Ruby, propia de la inexperiencia. La verdad es que ni se me pasaba por la cabeza que fuese la primera vez. Una chica tan preciosa como ella.

Spoiler:

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Ahí estábamos los dos. Se podría decir que había llegado la calma que sucede a la tormenta. Nunca me había sentido así con ninguna mujer. Nadie me había amado como Ruby lo había hecho, nadie me miraba de aquella manera, que me hacía sentir como si pudiese ver a través de mis ojos y llegar a mi alma. Como si realmente pudiese coger mi corazón con sus manos, besarlo y dejarlo otra vez en su sitio sin que me ocurriese nada malo.

_ Eres magnífica Ruby. Nunca antes me había sentido como me siento contigo._ Susurré, rodeándola con los brazos. Aún me resultaba difícil creer que la hermosa mujer que tenía conmigo pudiese convertirse en un lobo feroz y aterrador. Pero no me importaba. Para mí seguiría siendo la mujer de la que me había enamorado al secuestrarla._ Creía que conocía lo que significaba amar. Pero estaba equivocado, ahora lo sé.

Le sonreí y me quedé acurrucado sobre ella. Decididamente, no había mejor lugar en el mundo para encontrarse. Por muchos viajes que hiciera, por más caminos que recorriera, mi lugar estaba junto a la mujer que amaba.