Flashback: The dream is alive, I can run up the hills every night {Ruby S. Lucas}

Todo ahora le era extraño, como si realmente no conociese nada acerca del propio mundo en el que vivía. Y, en cierto modo era así; encerrada durante tanto tiempo, sólo había tenido acceso a objetos y cosas que había en su celda. Cuando salió de allí tuvo miedo. Un miedo atroz. Recordar aquellos momentos de confusión era casi tan horrible como recordar el tiempo pasado en esa... esa jaula de grillos. Pero pasados esos instantes previos, Bella descubrió cómo ante ella se abría un nuevo mundo. Un mundo que no acababa en cuatro paredes. Un mundo donde por fín podría ser alguien. Ahora las palabras de los doctores se le antojaban vacías y vanas.

Sin embargo, era duro y difícil mantenerse a flote en esa ciudad que presumía ser donde había nacido pero de la que nada sabía y a penas recordaba. Bella estaba sola. Sola en aquella ciudad. Pero no. Eso no era del todo cierto. Lo tenía a él; El señor Gold. Con él se sentía extrañamente... protegida. Era una sensación agradable, y grata. Las primeras semanas. Porque después llegó un punto en el que se sentía abrumada. Y no era por ser desagradecida. Sabía lo que le debía al señor Gold, y él se desvivía por ella para hacer su estancia en su casa (¡su casa! ¡si parecía un castillo comparado con las cuatro paredes de esa celda!). Era atento con ella, amable, y encantador. Y Bella notaba en él algo. Algo extraño. Pero no "extraño" en el mal sentido, no, ni mucho menos. Él se empeñaba en proyectar esa aura férrea, fría e indiferente, pero a Bella no la engañaba. Había una cosa; una sensación que Bella no podría explicar, ni entender, y menos tratándose de, bueno, casi un desconocido. Entonces, ¿qué sucedía? Gold no la dejaba salir de casa. Ella sabía que era para protegerla de aquella mujer... Regina Mills. Siempre le pedía... incluso me atrevería a decir que le suplicaba a la castaña para que no saliese, si es que el señor Gold suplicaba alguna vez por algo. Las primeras veces Bella le hizo caso, pero llegó un punto en que su curiosidad malsana la llevaba hasta el punto de la locura. ¡Bella quería ver, quería conocer, quería contemplar ese mundo que para ella era tan nuevo! ”La curiosidad mató al gato”, ¿no se lo dijeron alguna vez? Pero Bella... Bella no escuchaba. ¿Es que aún no había aprendido la Bestia que la Bella era un alma libre, indómita y curiosa? Bella no se dejaba guiar por nada más que no fueran sus propios pasos.


Y por eso salió. Aquel día salió aprovechando que el señor Gold no estaba en casa. ”Volveré antes que se de cuenta”. Se había puesto uno de esos preciosos trajes que le había comprado él, y quedaba tan preciosa con ellos que hacía honor a su nombre. Estuvo un rato dando vueltas, admirada con cada cosa nueva que veía. No es que la castaña no conociese nada de este mundo que era el suyo, pero que ella recordase, siempre había estado encerrada en esa celda, sin más recuerdos que... que ella misma encerrada en esa celda. Para volverse locos, ¿no? Pero Bella afrontaba la extraña situación con el optimismo y la valentía que siempre habían sido sus eternas compañeras.


Al poco rato de llevar andando, sus pasos se toparon con una cafetería. ”Granny's”, leyó. Sin más dilación decidió entrar. En seguida notó como las miradas de algunos indiscretos se posaban en ella. Os imagináis lo que están pensando, ¿no? ”¿Otra forastera en Storybrooke? No es posible, este pueblo casi no recibe visitas”. La castaña entonces decidió sentarse en uno de los sillones rojo cuero de la cafetería, y tomó la carta. Dios mío, cuánto se había perdido. Jamás había probado una tarta de arándanos, ni un café, ni una hamburguesa. Deseaba pedirlo todo, y saborear cada una de las cosas nuevas que se le ofrecían.

¿Que si había decidido qué quería tomar? Bella quería probarlo todo, aunque si si quiera sabía qué era la mitad de las cosas que se explicaban en el menú. La castaña alzó la vista y se topó con la sonrisa atenta de una chica que venía a tomarle nota. Parecía una sonrisa sincera, y aquella amabilidad tan repentina asombró a Bella, que no estaba acostumbrada a esos tratos. Correspondió a la sonrisa de la joven con otra sonrisa.

-Ah... bueno, la verdad es que me encantaría probarlo todo -comentó sin dejar de sonreír. Volvió a depositar su vista en el menú que tenía delante. Sus ojos volvieron a hacer otro recorrido rápido por las especialidades de la casa, los sandwiches, los desayunes, y las bebidas, hasta que Bella se topó con un nombre curioso. "Té helado" ¿Té helado? Bella conocía el té, aunque no recordaba haberlo probado nunca- Creo que... creo que pediré un té helado. Nunca he probado uno de ésos -decidió finalmente, mientras volvía a depositar el menú en su sitio.

El Granny's le gustaba. Era una cafetería sencilla, pero era el corazón de la ciudad. Allí acababan encontrándose todos los ciudadanos del pueblo, a una hora o a otra. Y tal vez, por eso, fuese el lugar más peligroso para Bella, en opinión del señor Gold. Pero ahora mismo, la mente de la castaña no podía pensar en esas cosas, porque estaba demasiado absorta contemplando todo lo que había a su alrededor. Volvió a depositar la mirada en la camarera. No la conocía, de eso estaba segura, como no conocía a nadie en ese pueblo. Pero, sin saber por qué, había despertado sus simpatías en ese mismo instante. Tal vez había sido por la sonrisa; nadie le había regalado una sonrisa desde hacía... mucho tiempo.
-No había estado aquí antes. Es un sitio muy acogedor. Me gusta -le dijo con total sinceridad-Tiene que ser un lugar encantador para trabajar.

Se llamaba Ruby Lucas. Bella sonrió al pensar en lo apropiado de ese nombre para la chica que tenía delante. El rojo parecía ser el uniforme particular de la camarera; pendientes rojos, mechas rojas, shorts rojos y labios rojos. No. A la castaña no se le ocurría un nombre que definiera mejor a la muchacha.
-Encantada Ruby -sonrió de lado. No estaba segura de qué debía hacer a continuación. Sabía que dar su identidad podía ser peligroso, no sólo para ella, si no también para el señor Gold, que la estaba acogiendo en su casa. Él ya le había explicado que su situación no era legal, y no quería comprometer al que había sido tan amable con ella; por alguna razón, el señor Gold desconfiaba especialmente de la reacción de Regina Mills. Los motivos por los que ella la había encerrado Bella no los conocía, pero empezaba a sospechar que todo estaba ligado de alguna forma con el anticuario. "Pero sólo daré un nombre"- Yo soy Isabella. Bella, o Isa, como prefieras -se encogió de hombros. "Un nombre sólo es un nombre, no puede hacer daño"

A continuación, dio un sorbo al té helado. Era la cosa más deliciosa que había probado en años. Estaba dulce, y tenía un toque de sabor a limón. Poco a poco, la castaña sentía cómo le refrescaba, y cuando se quiso dar cuenta, se había bebido casi medio vaso del líquido transparente.
-Si que es cierto que está delicioso. ¿Puedo... puedo pedir otro más? -preguntó casi tímida. En casa de Gold no había nada parecido. Pensó en preguntarle si podía comprar alguna botella en alguna tienda, pero entonces eso la pondría en un compromiso. Bella no quería que Gold se enterase de que había salido, por razones obvias. Y aunque no le gustaba hacer nada a sus espaldas, la curiosidad de la castaña siempre podía más; era uno de sus defectos... o virtudes, según de qué lado se mire el vaso.

Aunque sólo había pasado en ese lugar menos de una hora, Bella ya se sentía cómoda allí... poco a poco, sentía que empezaba a encajar de alguna forma en aquella ciudad. Era una sensación nueva para ella, porque en realidad nunca se había sentido parte de nada, porque no había tenido nunca antes nada de lo que ser parte.
Bella no quería que esa sensación se alejase de ella.
-Sí, supongo que se puede decir que soy nueva -se limitó a contestar a la pregunta anterior de Ruby-No conozco demasiado de la ciudad. De hecho, éste es el primer lugar que visito. Y ha merecido la pena. He descubierto el mejor té helado de la zona -bromeó. Bella no sabía si eran o no los mejores de aquellos lares, lo único que sabía es que aquel primer sorbo de té helado, aquel sabor azucarado, no lo iba a olvidar nunca, porque significaba el inicio de una nueva etapa, por fin era libre-¿ Y tú eres de aquí? Me refiero ha nacida y criada en Storybrooke

El segundo vaso de aquel té helado casi fue mejor que el primero. O eso le pareció a la castaña, tal vez tuviera algo que ver con que Ruby se había ofrecido a invitarla. La castaña no conocía demasiado de aquel pueblo (algo que estaba dispuesta a cambiar tarde o temprano), pero podría jurar que tenían la camarera más encantadora de la zona. Con las pocas palabras que habían intercambiado, y con la mirada amistosa que le había brindado, Bella podía decir que se trataba del inicio de una buena amistad.

Poco a poco, a la cafetería fueron entrando más gente. Primero, un hombre de unos treinta y pocos, pelirrojo y con un paragüas en mano. Después, una muchacha rubia con una cazadora roja, acompañado de un niño que no tendría más de diez años. Bella se fue quedando con sus caras, ahora eran sus vecinos. Las gentes de Storybrooke, y aunque sabía que por el momento tendría que andarse con cuidado, la castaña no descartaba que algún día, en algún momento, estuviese allí compartiendo una charla con la muchacha rubia o el hombre pelirrojo, sin preocuparse por nada más. Bella tenía esa convicción, como muchas otras, que eran tan fuertes como su propia fortaleza para salir adelante.

-Yo... digamos que no vengo de ningún sitio en concreto -contestó sin más, esbozando una sonrisa, dando una respuesta nada concreta, pero que tampoco era una mentira descarada. A Bella no le gustaba mentir, era una de las cosas que más aborrecía. Había estudiado lo suficiente de geografía cercana a Storybrooke como para saber algo acerca de Nueva York, Maine o algún que otra ciudad más importante, ya fuera por la televisión (chisme al que tardó un poco en cogerle el tranquillo, dado que en la celda del hospital donde estaba internada no había ninguna), o por los libros y textos que encontraba esporádicamente en casa del señor Gold. Sabía que no era un tema en el que le convenía indagar, así que se dispuso a cambiar de tema-Y bueno, ¿sabes si hay aquí algo para hacer? Me refiero a algún sitio interesante que visitar -hacía escasas semanas que había salido de su reclusión en el psiquiátrico, y la castaña quería verlo todo, después de veintocho años sin ver nada más que las cuatro paredes que la aprisionaban.

Los ojos azules de Bella iban rodando de un lado a otro de la cafetería, según Ruby le iba señalando y presentando a cada uno de los que allí había. Divisó a un hombre pelirrojo, con gafas, de aspecto serio y profesional, que llevaba un paraguas (aunque el día, en realidad, era más bien soleado); el doctor Archie Hopper. Por algún motivo extraño, la sonrisa de la castaña se ensanchó. Aún no llevaba ni una semana libre, viviendo en Storybrooke, pero sentía que aquel podía ser su lugar, que encajaba de alguna forma en aquel cuadro pintoresco y atractivo que conformaba el pueblecito de Maine y sus habitantes.

"Aunque este último me parece un hombre tremendamente solo". Al parecer, no era la única que así lo pensaba. Desde el primer día que había clavado sus ojos en los oscuros de él, Bella comprendió que había algo en él que estaba mal. O tal vez mal no sea la palabra adecuada; más bien roto. Sí, había algo en el porte casi impávido del señor Gold que le hacía pensar que algo trágico había debido sucederle.

Bella hubiera deseado decirle la verdad a Ruby. Porque a la castaña no le gustaba mentir, y porque en el poco rato que estaba conversando con la camarera, le había inspirado confianza. Agarró la taza del té helado con las dos manos, sintiendo el frío que se resbalaba de los cubitos. Aunque no hiciese calor, era una sensación que la joven agradecía, un gesto que para muchos era lo más insignificante del mundo, y tal vez lo fuera.

-Sé quién es, el de la tienda de antigüedades, ¿no es así? -inquirió, más por mostrarse precavida, pues era obvio que la castaña conocía de sobra al señor Gold. O puede que no. En realidad, la joven poco o nada sabía acerca de su anfitrión. Él raramente hablaba de su vida, y cuando Bella le preguntaba, le respondía con evasivas o simplemente no contestaba. Ése era uno de los motivos que llevó a la joven a sospechar que tras la figura de ese hombre debía haber un pasado desdichado-¿Y por qué tienes esa sensación? ¿No tiene hijos, ni mujer... ni nadie? -Bella quería saber más acerca de Gold. En realidad, Bella quería saberlo todo acerca de Gold, porque aquel hombre la había fascinado. Pero lo que Bella no sabía -o no quería saber-es que la palabra todo es demasiado peligrosa. Y tal vez todo entrañaba cosas que la castaña no podría llegar a comprender. No todavía, al menos.