Hola, Madrina [Bella]

Mentiría si dijera que la castaña no estaba nerviosa. Había pasado unas semanas desde que Ruby dio a luz, y la princesa estaba casi tanto o más nerviosa que la propia madre primeriza. Había desayunado rápidamente, había un momento a la biblioteca, para comprobar que Ashley lo tenía todo controlado. La pequeña Alexandra estaba tan grande que casi no la reconocía. La joven rubia había aceptado hacerle el favor a Bella para que esta pudiese ir a visitar a Ruby. Todavía hacía frío en el pueblo, por lo que Bella se vistió con un abrigo de corte imperio, de color violeta, y un gorro para protegerse de las bajas temperaturas de Maine.

Cuando entró en el hospital, se encontró con el doctor Whale por los pasillos. Le preguntó dónde podía encontrar la nueva mamá, y él le indicó amablemente el camino. Una vez ya en la tercera planta, Bella tocó suavemente la puerta número 45 y entró. La habitación era como todas las de los hospitales; blanca, impoluta y con olor a analgésico. Sin embargo, decoraban las patas de la camilla unos globos de diversas formas y colores, y una cestita en la mesita con un montón de objetos y cremas de bebé. Bella sujetó con fuerza el paquete que llevaba en los brazos y que había cargado desde la biblioteca hasta allí.

Una amplia sonrisa se dibujó en el rostro de la princesa cuando vio aquella imagen tan tierna; madre e hija compartiendo aquellos momentos. Ruby estaba rebosante aún con la bata blanca de hospital. Aquello le recordó brevemente al período de tiempo que pasó ella también ingresada. Todos habían sido muy amables con ella, en especial Ruby, que siempre se había ofrecido a ayudarla con cualquier cosa.

Dejó el paquete sobre la mesa y se acercó a ver a la niña. Estaba acurrucada entre las mantas de ositos, y los mofletes sonrosados. Le acarició la carita con los dedos, y la bebé se desperezó, lo que provocó una sonrisa en ambas mujeres. Luego, desvió su atención a Roja.
-Yo también me alegro -dijo, abrazándola- Y no digas tonterías. Estás preciosa, Ruby. Y la bebé también -volvió a mirar a Holly.

Ella era la madrina de la niña, y eso le había proporcionado un orgullo adicional que hacía que se sintiese parte de la familia que acababa de formarse. Cuando le comentó a Rumpelstilstkin a noticia no dijo nada al principio, porque tampoco podía ignorar que se trataba de la hija del hombre que había jurado matarlo. Sin embargo, al final se había contagiado al final con la alegría de la princesa.

-Hola, pequeña. Soy tu madrina -dijo, hablándole a la bebé. Luego se acordó del paquete que había traído- Tengo un regalo para ti -se acercó y le tendió el paquete a Ruby. Se trataba de un móvil de cuna del que pendían varias figuras de barcos pirata- Te sorprendería quién eligió el regalo -le comentó a la camarera. Había sido el propio Rumpel quien había sacado el móvil de cuna de uno de los montones de cachivaches de su tienda y se lo había ofrecido a Bella para que lo llevara.

–Creo que vamos a cambiar de paquetito –con una mano dejé el paquete que me daba Bella sobre la cama y me acerqué a Bella para dejar a Holly en sus brazos. La había visto con la niña de Ashley y sabía que no era novata en lo de coger bebés, aunque me preguntaba si alguna vez la princesa había cogido a un bebé de menos de un día de vida. Era pequeñita y estaba algo hinchada, no debía de ser muy agradable salir al mundo exterior y aún tenía que acostumbrarse. –Mira Holly –hablé despacito –esta es tu madrina, te va a mimar mucho cuando yo no me dé cuenta y seguro que te enseña muchas historias interesantes.

Una vez que Bella sostuvo en brazos a la pequeña Holly, ya no pudo apartar la mirada de ella. Era tan pequeña que parecía que podía romperse con el más mínimo roce brusco. Se la veía frágil, si bien la castaña sabía que, una vez adulta, frágil sería la palabra menos indicada para calificarla. Pues heredaría el coraje y fortaleza de sus padres. Un pensamiento fugaz se le pasó por la cabeza; el de ella misma sosteniendo entre sus brazos a su futuro hijo o hija. No descartaba aquella posibilidad algún día, pero ese día todavía se le hacía un poco lejano.

Mientras Ruby desenvolvía el regalo, la princesa se entretuvo en hacerle carantoñas a la bebé. Esta incluso la cogió por el dedo y parecía casi imposible que lo soltase. Bella, lejos de incomodarse, rió y la meció entre sus brazos. No era la primera vez que sostenía un bebé, ya lo había hecho con el de Ashley en alguna otra ocasión, pero aquello era diferente. Holly era su ahijada.

-Me alegro que te guste -sonrió- Estábamos dudando entre eso y un parche pirata, pero Rumpel se empeñó -bromeó. Hasta a ella le había sorprendido el gesto de Rumpelstilstkin, sobra decir que gratamente. Ciertamente, aquel hombre cada día la fascinaba más, y aunque había insistido en que no le dijera que había sido él quien lo había elegido, Bella no había podido resistirse.

-Imagino que ahora estarás saturada de visitas y demás. Todo el mundo querrá ver a esta preciosidad -se giró para mirar a Holly- ¿A qué sí, pequeña?