Con la excusa de un té helado {Bella French}

Desde que la maldición se había roto habían pasado muchas cosas, entre ellas había llegado aquí alguien a quién aún no había delatado, pero que después de esta conversación iré a avisar puesto que la presencia de Cora en este pueblo es una auténtica bomba de relojería. 
No había llegado a estar dos días desaparecida en combate pero por lo que Killian me contó había alguien supliendo mi hueco... supongo que esa es otra cuestión que también debería solucionar porque lo que venía a tratar con Bella con la excusa de traerle un té helado a la Biblioteca que aún no había abierto pero que sin duda pronto estaría en marcha. 

Todo el mundo y cuando la conocí me incluía en ese grupo de "todo el mundo" la mira raro, como si estuviera loca por compartir su vida y decidir amar al Ser Oscuro, Rumplestilskin y en este mundo el Señor Gold. Un hombre temible, aunque nunca ha interferido en mi camino pero si en el de muchos otros. Al conocer mejor a Bella y ver como la trataba él me dije a mi misma que no era tan malo y que ella era una auténtica domadora de fieras. 

Por eso había ido hoy a verla. Tenía que hablarle de Killian, por primera vez en muchos años mi corazón volvía a latir de nuevo, mi mirada era más feliz y esa aura melancólica que solía desprender yo, esa impresión de persona herida ya no estaba, era algo fácil de ver pues quien me conocía bien y sabía por donde había pasado entendía mi estado de ánimo. Pero había vuelto a sonreír y la causa tenía un nombre: Killian Jones, el Capitán Garfio. Ahora jugaba en el mismo bando que Bella. Ella mejor que nadie iba a entenderme y a aconsejarme... pero no sabía como decírselo. 
Entré con timidez en la biblioteca, aún tenía más excusa a parte del té porque ya que estaba aquí podría ayudarla con los preparativos de la inaguración. -¿Bella?

Definitivamente ni yo tenía idea alguna del monstruo que había creado al mencionarle que la biblioteca de Storybrooke estaba cerrada. Desde aquel día la que fuera princesa estaba enfrascada en los arreglos del local y aunque económicamente Gold le habría contratado a toda la mano de obra necesaria para poner la biblioteca a punto ella había preferido hacerlo por su mano. Desde luego era una mujer extraordinaria, ya lo demostraba cada día controlando a la bestia más peligrosa de Storybrooke porque cuando El Oscuro pretendía que aquí se armara un dos de mayo podía armarse y con estilo marca Rumplestilskin. 

La observé venir hacia mi con un montón de restos de pintura en las manos y en la cara. Me reí bastante al ver las pintas que llevaba. De hecho tuve que dejar sobre el mostrador, que estaba en la parte central de la biblioteca, el té helado que le había traído a Bella por miedo a derramarlo. Por lo que se veía era el momento indicado para traerle el refrigerio porque con las pintas que tenía, que la pintura incluso le llegaba a adornar el pelo. No me imaginaba la cara que Gold pondría al verla de esa guisa, pero seguro que tendría una reacción parecida a la mía. 

Pocas veces había visto reír al Oscuro, pero las contadas veces que lo había visto siempre había sido en compañía de Bella, su Bella, en su momento entendí que era una relación casi basada en la rehabilitación, como Bella había dicho en la última luna llena "era buena en cuanto se trataba de rehabilitaciones" así que no le busqué más pies al gato y nunca opiné mal a cerca de su amor. Cuando los veía juntos me parecían incluso tiernos. 

Dándome igual si me manchaba la abracé contenta, pues hoy necesitaba hablar con ella, y se había convertido para mi en una gran amiga. Desde la primera noche del lobo en Storybrooke había forjado más que nunca una amistad igual que la que tenía con Blanca, pero ahora más que nadie, ella la entendería perfectamente. -¿Tú has visto la pinta que llevas, muchacha? -le pregunté retóricamente entre risas y risas -¿Estás luchando contra algún mutante de pintura? -bromeé -Porque es la impresión que das -me metí con ella y le guiñé un ojo con complicidad. -También puede ser que estés pintando la biblioteca pero me parece una tarea de titanes para ti solita... aunque bueno, ya se ha visto de sobra que no eres ninguna muñeca de porcelana. -Dije antes de coger el vaso de té helado y entregárselo -Esto es cortesía de la casa -no sé si se notaba que quería hablar con ella o no, pero no sabía por donde empezar.

Reí ante las palabras y las pintas de Bella, si no tuviera que trabajar en Granny's la ayudaría a pintar y seguramente yo terminaría igual de manchada que ella y podría asegurar que tanto ella como yo podríamos acabar más manchadas de lo que lo haríamos en solitario, porque siendo realistas ¿qué podría esperarse de dos personas pintando una pared por muy adultas que sean? Terminaríamos las dos perdidas. Esa imaginación también me hizo reír bastante, le ofrecería mi día libre para ayudarla a pintar, pero mis días libres a partir de ahora estaban reservados para una persona.

 Killian, que en pocos días había conseguido poner mi vida patas arriba, y con ello me había traído muchas cosas buenas, algún que otro dolor de cabeza también, pero ahora estaba empezando a no concebir una vida sin él. Podía parecer de locos. Pero ese maldito bucanero había robado mi corazón al igual que había robado joyas y oro. 

-Lo cierto es que tenía ganas de verte -comencé a sincerarme con la castaña.  A ella no podría mentirle nunca. De hecho me extrañaba que no supiera que lo que ansiaba era tener un rato a solas con ella, aunque sabía que en el fondo lo sabría o lo sabía y no me había dicho nada, que era lo más probable. -Bella... hay algo que te tengo que contar -Garfio me había hablado de todo, lo tocante a su venganza, cosas, como por ejemplo la muerte de Milah, que Bella no sabía y que si por Rumple fuera nunca sabría. -Me he enamorado de alguien...


No había sido tan difícil soltarlo, solo la necesitaba a ella durante un rato, y hablarle de quién era el causante de que sonriera más cada día.

Ahora sin duda alguna venía lo difícil. ¿Cómo le explicaba yo a mi amiga que el hombre que me hacía levantarme con una sonrisa todas las santas mañanas era el mismo que el mayor enemigo de su amor verdadero. Un odio que lo trajo hasta aquí en busca de terminar con la vida del Oscuro y con todo lo que amara. Eso por supuesto incluía a Bella en el primer puesto de la lista. Bueno, eso fue así hasta que nos conocimos. 

Mi risa sonó algo histérica delante de mi amiga, pero nada preocupante, puesto que estaba nerviosa y no sabía como salir del paso. De hecho no tenía por qué salir de ningún paso, ni tenía por qué ocultarme ante el resto del mundo. Yo estaba enamorada de mi pirata, y por mucho que la gente dijera o dejara de decir yo no iba a dejar de quererlo. Pero cuán distinto era para alguien como Bella, mi amiga, mi confidente, la pareja del hombre más temido de este pueblo, por eso mismo a la par que Bella era la menos indicada era la mejor persona que en estos momentos tendría a mi lado. 

Ella había aprendido a amar y a controlar a una bestia, era una auténtica domadora de fieras. -Verás Bella... eso es algo -me comenzaba a sudar todo -el hombre con el que estoy es... el hombre más tierno que pisa la capa de la tierra... pero dudo que alguien piense eso cuando lo ve. -Supuse que sin duda alguna tenía que explicarme mejor porque si no la cosa no avanzaba. -Bella... no sé si Rumplestilskin te mencionó alguna vez al Capitán Garfio -nota mental: para poner las cosas aún más candentes acababa de recordar que el Oscuro le cortó la mano a Garfio.

Imaginaba que tendría que escuchar algo así, supuse por sus palabras y por el temor en su rostro que ya se habían visto las caras y que además Rumplestilskin le había engañado con el tema de su mujer, Milah, la que se marchó con el primero que pilló y aunque él se enamoró de ella, ella se encargó de que no conociera según que cosas. Me daba rabia que hubiera perdido la mano por ella y que hubiera estado solo durante trescientos años pero bueno, hoy estábamos los dos juntos y en mi pensamiento está el seguir con él tanto como largas sean nuestras vidas.

Di un largo suspiro ante la reacción de Bella. Rumple no era santo de mi devoción pero mi amiga lo amaba y yo no era quien para juzgar su relación. Tampoco podía contarle la verdad a Bella, eso era algo que tenía que hablar ella con Gold. Me armé de paciencia porque no podía culparla, Killian no era ningún santo, pero en ese tema no había mentido. Su mirada reflejaba ese dolor que sientes cuando has perdido a alguien a quien amas. -Bella... eso es algo que creo que debes de hablar con Rumplestilskin... -no quería decirle nada porque era una cosa entre ellos dos. -Puede que no te haya dicho toda la verdad... y en cierto modo no lo culpo.

A pesar de ser él quien le cercenara la mano no iba a llevar una guerra que no me correspondía. Lo único que yo podía hacer por ese tema era ayudar a que sus dolores fantasma no fueran a peor las noches que se despertaba mal. -Creo que tu mejor que nadie puede entenderme, porque sé que el hombre con el que estoy no es precisamente una hermanita de la caridad... pero mientras para el resto del mundo es el infame Capitán Garfio para mi es Killian Jones, el hombre de mi vida, el hombre que me ha hecho volver a sonreír. El hombre que duerme conmigo... supongo que tú sentirás lo mismo con Rumple -dije sin ningún rencor ante su reacción.

-De la misma manera que tú sabes que Rumple no es mala persona yo sé lo mismo a cerca de Garfio -me resultaba extraño llamarle así. Pero era un nombre que se había forjado durante trescientos años y era más conocido por su apodo que por su nombre. -Rumple fue quien le cortó la mano, por eso y lo de su mujer las cosas están... tensas, por decir algo suave, entre ellos. Una de las razones por las que he venido es porque eres mi amiga, y porque no quiero que esto nos enfrente de ninguna manera Bella. -La situación era difícil mirase por donde mirase. En primer lugar teníamos a Milah, quien lo dejó todo por largarse de la aldea en la que vivía siendo la esposa de un cobarde. Después a Killian, quien se enamoró de Milah y se la llevó en el Jolly Roger. Después un fatídico encontronazo con un triángulo amoroso más que peligroso, porque Milah, cuando miró a su marido diciéndole que nunca lo había amado sabía que estaba firmando su sentencia de muerte.

Conclusiones: Una muerta, un manco y un niño huérfano de madre. Ahora viene cuando entramos Bella y yo, la dulce princesa dispuesta a permanecer con una bestia para siempre solo por salvar a su familia que consiguió ablandar el corazón del Oscuro y con ello darle un punto débil al ser más peligroso del reino. Y yo... que bueno, tras ser secuestrada por un pirata manco vi algo más en él que un criminal, vi el dolor que su alma soportaba y aprendí a amarlo con todo mi corazón.

La miré y me mordí el labio inferior, por una parte debí de haber cerrado la boca porque no era cosa mía... aunque lo que por lo que Killian fuera juzgado o no ahora sí que era cosa mía. Él podía ser muchas cosas y podría haber hecho mil y una atrocidades pero precisamente eso no lo había hecho. Algo que había pasado casi trescientos años antes de mi nacimiento, algo que a estas alturas no vale la pena ya ni juzgar o dejar de juzgar. Ni a Killian por haberse llevado a Milah ni siquiera a Rumplestilskin por haberla matado delante de sus narices.

-Milah se fue hace mucho tiempo, Bella -dije mirándola con algo de preocupación -no vale la pena desenterrar fantasmas o juzgar crímenes cometidos tres siglos antes de nacer nosotras -me encogí de hombros. -Solo provocaría que la herida de aquellos a quienes amamos se reabra por alguien... que por lo que he podido deducir no lo merece.

Me acerqué a ella y la abracé, había dicho las palabras que necesitaba escuchar y me había tocado la fibrilla como nadie lo podría hacer en estos momentos. Las dos habíamos optado por el camino difícil, ella era toda una domadora de fieras, lo que había hecho con Rumplestilskin era increíble el mismísimo ser Oscuro bebía los vientos por ella y si ella decía "A" y el Oscuro quería hacer "C" al final hacía "B". -Bella, eres la mejor -dije con sinceridad. -No sé como aún no has roto ningún diente ni has puesto ningún ojo morado -dije casi resoplando -la gente puede llegar a ser muy cruel... supongo que tú lo sabes mejor que nadie.

Sonreí con calidez, un gesto algo normal en mi pues siempre aprobaba las cosas con una sonrisa. Milah en cierto modo les había hecho daño a ambos, a Rumplestilskin por razones evidentes y a Killian por no haberlo amado como solo ese hombre se merece. Ahora Gold estaba con Bella y podía saber que era el amor y esa mujer lo llevaba a raya, no podía haber caído en mejores manos. 

-Eso es Bella, no debes de discutir con el hombre al que amas por alguien que se fue hace mucho... alguien que solo supo hacer daño a quien la amó. -Me encogí un poco de hombros y simplemente la miré, no supe si estaba rizando más el rizo y debía callarme o estaba ayudando a enterrar el tema que había desenterrado solo en legítima defensa de Garfio, no podía soportar algo así, él habría matado a mucha gente, era el capitán Garfio, una leyenda viva que no le daba buena fama, pero yo había caído en los brazos de ese hombre y no iba a permitir que se le acusara de algo que no había hecho. 

Cuando Bella me preguntó como lo conocí una carcajada irónica que duró cerca de veinte segundos brotó de mi boca. La manera en la que Garfio y yo nos conocimos fue la manera más idónea para empezar una relación pero nosotros así lo hicimos. -Bueno Bella... no fue de... una manera muy... convencional -dije poco a poco no quería terminar en un loquero -digamos que yo estaba en el lugar equivocado en el peor momento... -seguí contando la historia con algo de tacto pero me di cuenta de que mejor decir lo que pasó y punto -me secuestró, hablamos, le molesté, me molestó, conocí su historia, conoció la mía y... me besó -en esas últimas dos palabras dejé entrever una sonrisa tonta y enamoradiza. -Esto parece el síndrome de Estocolmo.