Espero una larga explicación (Aurora)

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Finalmente había logrado hacerme con la dirección de Aurora. Tuve claro que no me equivocaba porque la gente por la calle se paraba a hablar conmigo, a preguntarme cosas. Hubo un vecino que incluso me pidió azúcar. Los despaché a todos argumentando que tenía prisa o que estaba cansada. Parecía que mi cambio de vestuario no había tenido el efecto que esperaba. Aunque probablemente se debía a que nadie tenía ni idea de mi existencia. Incluso en el lugar del que venía había más gente que sabía de mí que en aquel. Mulán no había tenido tiempo de hablar sobre mí a la gente, por lo que realmente, ella era la única que sabía de mí.

Llegué a la puerta de la casa y puse la mano sobre el pomo. Aquel era un conjuro sencillo. Abrí la puerta y me colé en el recibidor. La casa era enorme, digna de una princesa, por supuesto. Era obvio que, una vez más, mi hermana había tenido lo mejor. Pero esta vez no iba a enfadarme. Una parte de mí quería estrangularla desde que era una niña, pero ahora era una mujer adulta, y lo que quería eran respuestas. Aunque si no me las daba, si me mentía, lo más probable era que no respondiese de mis actos. ¿Sabría ella de mí? ¿O sus padres, pues no era capaz de llamarlos míos, se habrían ahorrado el contarle mi existencia? Lo cierto es que la casa era enorme, y podría haberme perdido en ella, pero la paciencia no era una de mis virtudes cuando buscaba algo con ansia.

_ ¡Aurora! ¡Sal de donde estés, ahora mismo!_ Oír su propia voz, retumbando por la casa, debía parecer extraño, pero no me importaba. Había venido aquí por mí, no por ella. Era algo que me había ganado, algo que me merecía, repuestas. Oí pasos y los seguí. Había corrido, pero a mí no me hizo falta, podía presentir a donde iba, desde donde venía. Y aunque la casa fuese grande, no tardé en encontrarla. Crucé una esquina y quedamos una frente a otra. De hecho, casi choco con ella._ De modo que aquí estás.

Lo cierto es que creía que estaba mentalizada, pero aún así, ver como un rostro exacto al mío me miraba con genuina sorpresa, era algo que no podía asimilar con facilidad. Era chocante, pero logré mantenerme serena y no soltar ninguna locura de buenas a primeras. Habían pasado muchos años, y sin embargo ahora, no sabía qué decir exactamente, qué palabras utilizar para para enfocar como me sentía, con qué palabras pedir mi explicación. De hecho, sólo me sentí capaz de realzar una obviedad.

_ Es como mirarse en un espejo. ¿Verdad?

Me miraba en el espejo, concentrada en poner los rizos (que cada vez eran menos) cada uno en su sitio. La noche anterior había salido por el pueblo y del peinado que me había hecho ya no quedaba un ápice. Pensaba salir a visitar a Ruby y a Bella, o tal vez a hacer más amigos por el pueblo ya que, a la vista estaba, que no tenía muchos.

Me pinté los ojos con sumo cuidado, procurando no clavarme el lápiz en el ojo. Era un tono azulado, que hacía juego con la camisa que llevaba. Me pinto los labios con un rosa claro y me doy por terminada. Me doy la vuelta y el sonido de mis botas de tacón parece resonar por toda la casa. Sigo andando pero escucho unos pasos que no van acorde a los míos.

Pongo atención a los sonidos extraños que suenan por la casa y de repente escucho a una voz llamarme, una voz que suena extrañamente igual a la mía, escalofriante, pienso mientras busco la salida más fácil de la casa. Corro pasillo abajo, hacia el ventanal, este tiene una pequeña puerta que da a una escalera, y este al patio, y sería la manera perfecta de escapar antes de ser vista.

Parece ser que la persona que había en la casa conocía mis movimientos, o simplemente me buscó como en el escondite. Come out, come out, wherever you are es lo que se me viene a la cabeza, y un instante después, me topé de bruces con la asaltante. Lo sorprendente es que era yo, bueno, parecía la versión dark de mi. Me quedé en shock por unos momentos, ¿quién era y por qué era igual que yo? La miré de arriba a abajo, y cuando mi voz salió de su garganta no me sorprendí, "Es como mirarse en un espejo, ¿verdad?", y que lo digas, desconocida.

-Si somos hermanas, seguro que soy la simpática, podrías llamar a la puerta. - Fue un poco arriesgado soltar eso, pero estaba en una situación un tanto extraña y actué por impulsos.

Allí estaba, después de tanto tiempo. Era como verse en un espejo que te mostraba de la forma más dulce posible.  Pero a diferencia de ella, yo estaba preparada. Íbamos a tener una larga charla le gustase o no. Sus palabras, probablemente intuitivas y pronunciadas sin pensar me daban más información de lo que ella creía. Me esforcé por buscar las palabras más adecuadas para empezar. De momento no tenía intención de hacerle daño.

_ Has usado un condicional. Supongo que no me equivocaba al pensar que tus padres no te habían hablado de mí._ No iba a llamarlos mis padres, no era capaz. No después de tantos años de abandono y soledad, no cuando por lo que sabía me habían vendido por proteger a Aurora._ Sí que soy tu hermana, tú hermana pequeña... por unos minutos. Pensaba que tú podrías aportar algo de luz a los motivos por los que fui abandonada. Pero si no sabías que existía, mucho menos por qué me dejaron.

La miré una vez más, de arriba a abajo. ¿Qué tenía ella que yo no tenía? ¿Era realmente mejor que yo, desde el nacimiento? Aquel pensamiento me llevaba atormentando durante muchos años. Pero la miraba, y no notaba nada especial en ella que la hubiese podido acompañar desde el mismo momento en que naciese, desde el momento en que me quedé sola.

_ Necesito saber por qué te escogieron a ti. Necesito saber por qué he estado sola todos estos años.

Alcé una ceja desde la primera palabra que salió de su boca. Aquella versión oscura de mi misma (que bien podría ser un hechizo de Maléfica porque nunca, repito, nunca, había oído hablar de ella) se plantaba delante mía demandando respuestas y explicaciones. ¿Realmente pensaba que si supiera de la existencia de una hermana gemela no la habría buscado hasta la saciedad? Quería a mis padres y a mi gente, pero el castillo siempre fue un poco grande para tres personas.

La miraba de arriba a abajo, cuestionándome si es que yo era muy difícil de encontrar o es que ella no me había querido encontrar hasta ahora, y si así era, por qué ahora. El porqué de cuándo suceden las cosas siempre se me ha antojado lo más interesante de una acción. Contemplaba a aquella chica, y no me explicaba que mis padres la hubieran despreciado. Eran buenas personas, y yo lo sabía, y no echaban del castillo ni siquiera a una mosca, por qué hacerlo con su propia sangre.

-¿Estás segura que eres mi hermana? Quiero decir, somos iguales, lo sé, pero... Bueno, vivíamos en un mundo mágico. Existen los hechizos. Y no... no me imagino a mis padres dejando apartada a alguien a quien le han dado la vida. Y si ellos fueran así, perfectamente podría haber sido yo, porque seas como seas ahora, no lo eras antes. - Aunque bien podrían haber tenido un futuro dictaminado para ti, una profecía, pienso.

Espero su reacción a mis palabras, las cuales estaban perfectamente medidas. Y mientras la miro, no puedo evitar sentir pena por ella, y por mi.

La luz de mis ojos pasó de la duda y la pena a la rabia y la indignación más pura. Aquello, para mí, significaba que era más sencillo negar mi existencia que pensar por un momento que lo que contaba era cierto. Yo tenía bien claro quien era, para lo que había venido y ante todo, tenía claro que si Aurora sabía menos que yo sobre el tema iba a ponerla al día. Pero me serené. A Maléfica no le habría gustado verme perder los nervios, no era propio de la chica a la que había instruido.

_ Conozco bien la magia, Aurora. Sé quien soy, y todo lo que he vivido. No sé qué motivos llevaron a tus padres a deshacerse de mí, pero lo hicieron. Me pasé años sin saberlo. Años en los que tuve que robar para sobrevivir. Años en los que mi cara estaba tan cubierta de hollín que ni siquiera me daba cuenta de que era igual que tú._ Dije, sincera. Se me escurrían lágrimas de frustración, porque que no supiese nada de mí era algo con lo que no podía._ Por más que os pese a todos existo, soy real, y necesito saber lo que me ocurrió. Estoy cansada de estar sola. Estoy cansada de preguntarme por qué no podía encontrarte.  

Me hubiera gustado poder mantenerme tal relajada como ella, pero lo cierto es que las emociones me estaban pudiendo, y eso estaba provocado que los muebles de la habitación temblasen ligeramente. Hacía mucho tiempo que no perdía el control de mi magia de esa manera, pero tampoco había tenido nunca emociones tan intensas.