I've been alone, surrounded by darkness, and I've seen how heartless the world can be. [Regina]

Sentado en un rincón de la celda, con los brazos cruzados y el ceño fruncido por la impotencia de saber que no podía hacer absolutamente nada para escapar, el supuesto príncipe James jugueteaba, nervioso, con la cadena que le unía ambas manos mediante unos grilletes. Seguía en la misma situación que había apenas unas horas, con la gran diferencia de que, ahora, su destino no dependía del rey George, de quien sabía que únicamente le quería ver muerto a él por desechar la posibilidad de la unión entre su reino y el de Midas, si no de la Reina Malvada, la cual ya había expresado su voluntad de usarlo para dañar a Blancanieves. Parecía irónico, ¿no? Tanto tiempo y esfuerzo invertidos en encontrarla, en evitar que dejara que su corazón se sumiera en las tinieblas, para que al final fuera a ser él el máximo exponente de cualquiera que fuera la trampa que estuviera preparando la Reina.

Porque para él, habría sido menos doloroso perder la cabeza de un solo corte en aquella guillotina que tener que aguardar de aquella manera a saber cuáles eran los planes que tenía aquella mujer. Una y mil veces prefería morir en vez de tener que soportar cualquier tipo de mal hacia su amada, y ya lo había demostrado. Sabía que la encontraría, siempre lo haría, pero para ello necesitaba primero escapar de aquella maldita celda, y tras un número incontable de intentos, ya se había dado cuenta de que, sin algo de ayuda del exterior, era prácticamente imposible. Así que no podía hacer otra cosa que esperar, porque estaba totalmente incomunicado, y rezar para que, de alguna manera, Blancanieves consiguiera eludir lo que fuera que su madrastra planeaba.

No conocía los motivos del odio que la Reina profesaba hacia la princesa, y mucho menos los comprendía, pero no dudaba, por lo que ya había visto, que aquella no dudaría en poner en juego los trucos más viles y despreciables que tuviera en su mano. Y era eso lo que le tenía inquieto, nervioso, mientras su mente trataba de maquinar una y mil formas de escapar, a cada una más inverosímil y menos viable que la anterior.

El sonido de unas pisadas resonó en la piedra que conformaba tanto el suelo como las paredes de las mazmorras subterráneas, y James levantó la cabeza para ver quién era el visitante que se atrevía a descender hasta allá abajo, y soltó un resoplido de frustración al ver que no era otra persona que la Reina. Nada bueno podía salir de aquel encuentro, así que ni siquiera se molestó en levantarse, sabiendo que no tendría la mínima posibilidad de escapar. De haber sido un guardia, o cualquier otra persona, habría intentado salir de un empujón, o algo similar, pero contra la poderosa magia oscura de la que hacía gala su majestad no tenía la menor opción. Había visto -o más bien había notado, debido a la situación en la que se encontraba- cómo convertía la afilada cuchilla de acero de una guillotina en una simple cortina de agua con un simple gesto de la mano, y por tanto, sabía que tenía que ir con cuidado. Se quedó sentado, aguardando a conocer el motivo de aquella inesperada visita, mientras su mente seguía analizando todas las posibilidades, por remotas que fueran, que tenía de lograr huir de ahí en algún u otro momento.

Sin dejar de seguir con la mirada la figura vestida con ropajes oscuros, y con el ceño levemente fruncido debido a la rabia que le producía encontrarse en aquella situación, observó cómo la Reina entraba en la celda. Ante sus palabras, endureció más su expresión. - Acabar con mi vida habría sido una manera de renunciar a cuanto amo, y de servir a vuestros propósitos. No pienso daros esa satisfacción. - Porque hubiese sido como rendirse, y él siempre lucharía por Blanca, sin importar la situación en la que se encontrara. En aquel momento, James no correspondía a la sonrisa de la Reina, si no que sus labios mostraban una expresión neutral, y sus ojos una determinación implacable. Estaba decidido a salir de ahí como fuera. Sólo necesitaba encontrar la manera de hacerlo.

Ignoró por completo las dos preguntas que le dirigió, pudiendo ver que no estaban destinadas a otra cosa sino a burlarse de él, y provocarlo. Desde luego, no gozaba de hospitalidad alguna, y las condiciones en las que se encontraba eran peores que pésimas. No iba a darle la satisfacción de pronunciar en voz alta palabras que dieran a entender que estaba incómodo, así que guardó silencio, esperando que, en algún u otro momento, la Reina se iría y le dejaría solo de nuevo, para seguir tramando un plan de escape a sus anchas.

Charming resopló, mostrando con aquel gesto todo el desprecio que le inspiraba aquella mujer, que sólo basaba su vida en atormentar la existencia de la persona a la que él amaba con todo su corazón. Nunca podría entender semejante rencor. Ni siquiera él era capaz de odiar de aquella manera al rey Jorge, quien no había hecho otra cosa que perseguirle y tratar de matarlo para intentar acabar con su felicidad, y desde luego, no era capaz de imaginarse a Blanca actuando con la maldad suficiente como para provocar semejante ira en una sola persona. Era una idea tan ridícula, tan fuera de lugar... que no le entraba en la cabeza. - No todo está perdido. Nuestro amor es demasiado fuerte como para que vos, o cualquier otro, consigáis separarnos. Por supuesto que lucho por ella. - Porque James creía con todas sus fuerzas que, de alguna u otra manera, lograría salir de aquella celda, y volver al lado de Blancanieves, porque ya había demostrado en ocasiones anteriores que la encontraría, una y otra vez, hasta poder estar juntos. Aunque, hasta el momento, no habían tenido demasiada suerte.

Al repasar mentalmente todo lo que había acontecido con Blanca, no le cabía la menor duda de que su destino, el de ambos, era acabar juntos. Ella le había robado las joyas de su madre, retrasando así el matrimonio con Abigail, y él la había buscado hasta dar con ella, para después recuperar entre ambos los valiosos objetos. Tanto el uno como la otra habían arriesgado en múltiples ocasiones sus respectivas vidas por el otro, ya fuera luchando contra soldados de la reina, contra trolls, o haciendo tratos con Rumpelstiltskin. El joven príncipe llevaba con orgullo las dos cicatrices que Blanca le había causado, una en la barbilla y otra en el hombro izquierdo, porque demostraban lo mucho que había sacrificado y sacrificaría por ella.

Las siguientes palabras de su Majestad, sin embargo, no hicieron más que confirmarle algo que ya se temía, algo que ya había intuido, pero que no había querido asimilar: que iba a ser usado cual pieza de ajedrez contra su amada. La rabia inundó de nuevo su semblante, y se levantó de golpe, a pesar de tener las manos atadas, encarando a la mujer que osaba amenazar de semejante manera su felicidad. - No colaboraré con vuestros planes para destruir aquello que más amo. Podéis torturarme si así lo queréis, pero jamás conseguiréis que haga algo para dañarla. - Su voz, ya de por sí teñida de ira, se convirtió al final en casi un gruñido. El supuesto príncipe se dejaba llevar por sus emociones, porque estaba orgulloso de ellas, porque tenía muy claro por qué y por quién estaba luchando. - Nada de lo que hagáis conmigo logrará que colabore con semejante maldad como la que estáis planeando. - No. No conseguiría doblegarlo. Podía intentarlo, pero Charming seguiría en pie. Evitaría como fuera que Blanca sufriera algún daño, aunque tuviera que dar su propia vida en el intento.

No era el estar cautivo, preso, sin posibilidad de escapar por el momento, tanto como la falta de información sobre lo que la reina tenía planeado para Blancanieves, lo que ponía nervioso al príncipe, y lo enfurecía de manera notable. Se alegraba de haber salvado el pellejo una vez más, y de no haber acabado decapitado por el rey Jorge, pero si aquella salvación representaba que su amada sufriría más por su causa, prefería una y mil veces volver bajo la hoja de la guillotina. Ya lo había dicho y probado antes, y no tenía reparos en hacerlo de nuevo: él moriría por Blanca, por lo que sentía por ella, si con ello se asegurara su salvación o su felicidad. Pero el no tener ni idea de qué era aquello que planeaba la reina, y saber exactamente cuál era el objetivo último que perseguía, era totalmente escalofriante. - ¿Qué vais a hacer con ella? - Levantó la voz, no hasta convertirla en un grito, pero sí de forma que esta resonó por las paredes de piedra, y encaró a Su Majestad, casi exigiéndole que le revelara sus propósitos.

Una vez más, no se sentía más que un juguete en manos de gente que vivía para acumular poder, o en una constante espiral de venganza. Jorge le había utilizado ante la muerte de su hijo para completar la unión entre su reino y el de Midas. Rumpelstiltskin le había pedido su capa a cambio del mapa que le permitió encontrar a Blanca unos días antes, y por la fama de aquel ser, probablemente hubiera alguna oscura intención escondida detrás de aquello. Y por último, ahora se veía en manos de alguien que buscaba usarlo como cebo, o similar, en su cruzada particular contra Blanca.

Sin embargo, Charming tenía tanta fe en que al final conseguiría salir de aquella, y encontrarse con Blanca de nuevo, que no se dejó amedrentar por el comentario de la reina. Sabía que encontraría la manera de salir de allí, porque no podía ser que, después de todo por lo que habían pasado por su amor -todavía le dolía el hombro- no pudieran estar juntos al final de todo. - Saldré de aquí y la encontraré. Siempre la encontraré. No permitiré que le hagas daño. - De alguna manera, con o sin ayuda, se las acabaría apañando. Lo sabía. Estaba seguro. Y ni Regina, ni nadie, podría impedírselo.