Blueberry Hills {Henry Mills}

La consulta de Archie Hopper estaba vacía, esperando por su nuevo cliente. Sentado detrás del escritorio, el psicólogo ponía en orden el papeleo. Se acercaba las navidades, y quería dejarlo todo bien atado antes de darse unas vacaciones. Normalmente, Archie siempre había pasado las navidades solo (bueno, solo no. En compañía de Pongo), pero aquellas vacaciones serían distintas, porque por primera vez en mucho tiempo tenía algo. Más bien, a alguien, con quien celebrarlas. Mei Ling había traído una bocanada de aire fresco a la vida de Archie Hopper, normalmente siempre tan monótona y solitaria. Al pelirrojo se le ocurrían ahora mil y una maneras de pasar la Navidad. Tal vez incluso podrían salir de Storybrooke y pasar unos días en Nueva York, pues ninguno de los dos había estado nunca fuera del pueblo, que recordasen. Aquella sería la ocasión perfecta.

Pero antes de todo eso, Archie Hopper debía volver al mundo real. Lo primero era lo primero; el trabajo. Y si de algo podía presumir el psicólogo era, precisamente, de ser una persona trabajadora. Tal vez influía el hecho de que Archie amaba su trabajo como psicólogo. Y sentía que, en muchas ocasiones, al ayudar a los demás también se estaba ayudando a sí mismo de alguna manera. El próximo cliente en su horaria era Henry Mills.

Archie adoraba a aquel niño. Aún sin saber por qué, Henry había despertado todas sus simpatías. O bueno, puede que sí supiera por qué; el propio Archie había estado antes a merced del poder de Regina Mills, su madre adoptiva, por lo que el pelirrojo podía entender en parte los motivos que llevaban al niño a crearse esa especie de realidad paralela de los cuentos de hadas. La verdad es que el caso de Henry era uno de los más curiosos que había tenido nunca. En cierta manera, hasta él mismo quería creerlo. Pero la vida real era la vida real.

Unos golpes sonaron en la puerta.
-Adelante, Henry -le invitó Archie con una sonrisa.

Justo como esperaba, Henry Mills había acudido a la cita puntual. Como siempre, dejó su mochila de caer en el sofá y se sentó. La expresión de su cara denotaba resignación. Archie sabía que Henry acudía a su consulta por obligación de Regina. En ese punto, el psicólogo no iba a discutir la autoridad de una madre con respecto a su hijo si ella lo veía necesario. Había muchas cosas que reprocharle a la alcaldesa, pero que no se ocupase de su hijo no era una de ellas. Sin embargo, Archie entendía la posición de Henry respecto a todo ello, porque era la posición que muchos de sus clientes adoptaban; ellos no estaban locos. Con frecuencia, la gente tiende a confundir "psiquiatría" con "psicología", que eran dos términos parecidos pero diferentes. En la primera consulta con Henry Archie se lo había dicho; que Henry no estaba loco, que él no trabajaba con locos, y que él sólo quería ayudar a personas con problemas interiores. Más del corazón que de la cabeza. Porque así era como Archie Hopper entendía la psicología y su profesión.

-Buenas tardes, Henry. ¿Han ido bien las clases? -era su costumbre, no sólo para no empezar de lleno en la materia del asunto, si no también como persona cortés que era, preguntar a sus pacientes qué tal le había ido el día antes comenzar con el asunto que les atormentaba. Era una estrategia también para que sus clientes no vieran en él sólo a un "médico o doctor licenciado", si no también a la persona. Porque ante todo, Archie Hopper quería ayudar a esas personas. Y sus problemas se convertían automáticamente en los de Archie también. No había más que mirar el caso de Mei Ling- Ya me ha dicho tu madre que eres un alumno muy aplicado. Aunque a veces te saltes algunas clases... -lo miró con un falso tono de reproche, para luego guiñar un ojo-La próxima vez tienes que hacerlo más disimuladamente para que tu madre no se de cuenta -Archie le sonrió.

Archie Hopper se levantó de la silla del escritorio para sentarse delante del niño.
-¿Has traído el libro de cuentos de Mary Margaret? -preguntó, aunque sabía que era una pregunta tonta, porque Henry nunca se separaba de aquel trozo de papel.

No hubiera hecho falta que lo dijera para que Archie supiera que, efectivamente, Henry había traído el libro de cuentos. Era curioso, parecía que entre el niño y aquel libro había una especie de conexión especial. Casi todas las personas lo tenían. Podía ser un objeto, una persona, un animal... En el caso de Henry Mills, era el libro de cuentos. Bueno, no exactamente el libro en sí, si no las historias que relataba. Hubiera sido algo normal, porque después de todo, Henry era un niño, y a los niños siempre le fascinan las historias. Pero el caso de Henry distaba un poco de lo "aceptablemente corriente" si teníamos en cuenta que el niño de verdad creía en esas historias. Y creía que había una maldición, que recaía a todos los habitantes de Storybrooke, que no recordaban quién eran realmente. A cada uno de los pueblerinos lo había identificado con un personaje en concreto. A Archie eso tampoco le sorprendía, pues precisamente los cuentos eran un método didáctico para que los niños asignaran valores, ya fuesen buenos o malos.

Al psicólogo le había tocado Pepito Grillo. La primera vez que se lo dijo Archie Hopper no pudo ocultar una sonrisa ladeada. No porque se estuviera riendo del niño, ni mucho menos. Si no por la ocurrencia en sí. Claro, ¿quién si no podía ser Archie Hopper, el psicólogo del pueblo, más que el insecto amigo de Pinocho y su conciencia? A su madre Regina la había calificado de ser la madrastra de Blancanieves, algo que a la alcaldesa no le gustaba lo más mínimo, y una de las causas por las que lo había mandado con el doctor Hopper.
-Claro. Me encantaría echarle una ojeada -sabía que Henry adoraba aquel libro, y por eso al principio adivinó en la mirada del niño como dudaba un poco. Tenía miedo de que le hiciese algo. Por alguna razón, Henry estaba totalmente vinculado a aquel libro-¿Cuál es tu cuento preferido, Henry? Cuando era pequeño, el mío era precisamente, Pinocho -ladeó una sonrisa. Recordar su infancia siempre era algo difuso para él, por algún extraño motivo.

Cuando Henry Mills sacó su libro de cuentos y lo abrió por la página de Blancanieves, el psicólogo pudo ver claramente la radiante sonrisa de felicidad que le producía al muchacho que alguien tomase interés en sus aficiones. Era algo lógico y normal a su edad. Ahora mismo Henry estaba en la fase de relacionarse y socializar. Sin embargo, a Archie le daba la impresión de que Henry pasaba más tiempo con los adultos que con niños de su edad. Había hablado con Mei, puesto que Henry también era su alumno en sus clases de artes marciales, para que intentase acercarlo más a sus otros compañeros. Tal vez ése fuera el inicio para hacer que Henry se diese cuenta de que las cosas no podían continuar así. Archie Hopper emitió una sonrisa divertida ante las preguntas de Henry.

-¿Quién es el psicólogo aquí, Henry? -preguntó divertido. Si bien la pregunta del niño hizo que la mente del pelirrojo viajase mucho tiempo atrás, hasta su infancia, como bien había señalado Henry. ¿Tenía recuerdos de su niñez? Claro, quién no. Si bien esos recuerdos no eran del todo nítidos. Había inmensas lagunas en ellos. Recordaba a sus padres, pero los recordaba de manera extraña. Y también sentía que había algo entre ellos y él que no terminaba de encajar-Bueno, nací y me crié en Storybrooke, y... -estaba empezando a dudar. Le dolía la cabeza-Pero no es de mí de quién estamos hablando. Ahora te toca a tí, ¿te gusta tu vida tal como está? -era una pregunta extraña para un niño, pero lo que pretendía Archie era saber si Henry estaba satisfecho con su día a día. Muchas personas, debido al aburrimiento o a la monotonía de sus vidas, se creaban mundos ficticios e imaginarios. No había nada de malo en ello, en opinión de Archie, además de ahí salían luego grandes escritores. Pero ninguno de ellos se creía en verdad sus historias fantasiosas, y Archie estaba convencido de que Henry tampoco; tal vez todo era una estratagema para llamar la atención de Regina. Algo lógico si tenemos en cuenta que su madre adoptiva a penas podía estar con él debido a asuntos de su trabajo que reclamaban su presencia-¿Qué te gustaría ser de mayor?

La pregunta de Archie Hopper no había sido lanzada al azar. En realidad, nada de lo que dijera Archie era al azar. Lo que pretendía el psicólogo era encauzar un poco la mente de Henry Mills. Henry tenía una imaginación extraordinaria. Le gustaba imaginar historias, como el relato fantástico de la maldición y de la Reina Malvada.
De alguna forma, esas historias ayudaban a despejar la mente de Henry. Y tal vez... sólo tal vez si el chico se aventuraba a plasmar todas esas ideas en el papel, le serviría para diferenciar la realidad de la fantasía. Después de todo, casi todos los grandes escritores empezaban de esa manera, ¿no es así?

Pero como siempre, Henry tenía la habilidad de desviar la conversación cada vez que ésta no le convencía. Aquello asombraba y divertía al psicólogo. Henry era un chico hábil e inteligente. Su problema, si es que se le podía llamar así, radicaba en que tenía una imaginación desbordante que no sabía bien como enfocar. Y ahí es donde Archie pretendía ayudar al chico.

-Bueno. ¿Pero no hay nada que te llame la atención? Te gustan las historias, ¿verdad? ¿No has pensado nunca en escribir... tu propio cuento? -Archie estaba convencido de que esa táctica ayudaría al chico a desahogar sus ansias de aventuras imposibles. En cierta medida, Archie Hopper comprendía a Henry, porque él mismo se había imaginado muchas veces cómo sería su vida si alguna vez se atreviera a salir de aquel pueblo. Pero, por algún extraño motivo, el pelirrojo se sentía demasiado... atado a Storybrooke. Por lo que sólo le quedaba imaginar cómo sería el mundo más allá del puerto del pueblo-Escucha, Henry... Ya sé que no quieres estar aquí. Pero necesito también tu colaboración, ¿de acuerdo? Bien, ¿qué tal te llevas con Regina últimamente? Ella está preocupada por tí. De veras que lo hace. Sé que vuestra relación ahora no es muy buena, pero tienes que darle una oportunidad. Y estoy seguro que Emma y ella llegarán a un acuerdo -Sonrió. No era necesario que Henry le dijera que Emma Swan era, por así decirlo, "su preferida". Pero Regina Mills también era madre de Henry, y ambas debían de llegar a un acuerdo para que Henry no saliese perjudicado.

Henry Mills era un chico inteligente. Por mucho que Archie intentase dibujarle las cosas de manera "suave" y fácil para que lo comprendiese, no había manera de engañarlo. Era más astuto que un ratón, y sabía lo que ocurría entre Regina Mills y Emma Swan. Ante todo, quería hacerle ver a Henry que no era culpa suya, porque la mayoría de los niños en una situación similar, se cargarían con las culpas que en realidad no tenían. Pero Henry Mills tampoco era un niño como la mayoría.

Por norma general, Archie evitaba emplear la palabra "loco" todo lo posible, sin embargo Henry no tenía reparos en emplearla. Pero por supuesto que nadie intentaba hacerlo parecer loco. Es más, nadie pensaba que estuviera "loco". Simplemente, había utilizado los cuentos como vía de escape.

-Henry. Nadie piensa que estés loco. Y mucho menos Regina. Ella... ella sólo quiere que estés bien, está preocupado. Eso es todo. Es lo que hacen las madres, y está bien -suponer que lo que le ocurría a Henry era falta de amor y atención era algo que Archie había pensado muchas veces en las noches que le daba vueltas al caso del niño. Aunque el abandono de Emma ocurriese cuando él ni si quiera tenía conciencia. Era un caso raro el de Henry, pues lo más común entre las personas que habían sufrido este tipo de abandonos era guardar cierto resquemor o desconfianza hacia la persona que las había abandonado (y no estaba juzgando a Emma Swan en ningún momento, porque Archie, menos que nadie, juzgaría a ninguna persona), sin embargo, con Henry Mills, era el caso opuesto-Ella tiene un carácter fuerte, y es precisamente por el puesto que ostenta, pero no te lo tienes que tomar de manera personal -Archie Hopper más que nadie había vivido en sus propias carnes las amenazas de Regina, y por eso él mismo podía comprender el recelo de Henry para con ella. Pero Archie no estaba allí para traspasar sus miedos o riñas al chico, si no para ayudarle-Y como veo que el tema no te gusta... ¿qué te parece si lo dejamos? Además, todavía no me has terminado de contar la historia de la maldición -dijo, señalando con el mentón al libro al que Henry se aferraba como si le fuera la vida en ello.

Por algún motivo, Henry tenía una extraña fijación en que su madre adoptiva era la Reina Malvada de la historia de Blancanieves, y quería arrebatar los finales felices a todos. En cierto modo, Archie entendía por qué tal comparación, pero también entendía la preocupación de ésta ante tal paralelismo. A nadie le gustaba ser la malvada del cuento. Quizá el problema no radicaba en Henry, si no en su madre adoptiva también. Archie se apuntó mentalmente que debía concertar una cita con la alcaldesa para hablarle de todo este asunto. Aunque ya sabía cómo se las gastaba Regina, aún así, era su obligación como psicólogo hablar con todas las partes implicadas. Ya había tenido ocasión de conocer a Emma Swan, y, bueno, con Regina Mills tenía una historia pendiente. Era imporante que todos comprendieran lo que era mejor para el chico.

-Y, ¿por qué Regina quiere arrebatar los finales felices? Nadie es malvado porque sí, Henry, salvo en las películas malas -bromeó un poco. Aquella historia también la sabía, porque Regina se lo había contado, pero el pelirrojo quería escucharlo de boca de Henry. En algunos puntos, su oficio se parecía más al de un policía que al de un psicólogo, porque siempre tenía que ir recogiendo testimonios de todos los implicados en esa disparatada historia de Henry-¿qué es lo que más te preocupa? ¿que nadie tenga un final feliz? No debes preocuparte por eso, Henry. Al final, todos tenemos nuestro final feliz. El secreto es sólo que nosotros debemos perseguir esa felicidad.

La convicción de Henry cuando hablaba era apabullante. Por mucho que Archie Hopper intentase recordar, no encontraba ningún caso parecido al de este chico, ni si quiera buscando en antiguos casos recogidos por psicólogos de renombre. Sin duda, Henry Mills era un caso excepcional, como el propio chico.
Archie notó la inquietud de Henry. El chico no quería estar allí, él lo sabía. El pelirrojo miró el reloj, faltaban aún algunos minutos para terminar la sesión, pero Archie tampoco quería tener a Henry atado a su consulta en contra de su voluntad. Suspiró.

-No quiero convercerte de nada, Henry. Sólo... medita un poco acerca de Regina, ¿de acuerdo? ¿acaso no nos dicen los cuentos que también debemos dar segundas oportunidades a los malos? ¿que pueden llegar a redimirse? Recuerda que el mundo no es blanco o negro. Dale una oportunidad a Regina -Archie le transmitió una sonrisa cálida al chico-Está bien, Henry. Puedes marcharte ya si quieres. No te retendré más -Archie hizo un gesto con la mano, indicando al chico que podía marcharse si quería-Nos vemos la semana que viene. Haz lo que te he dicho, ¿de acuerdo? Dale una oportunidad a Regina, intenta comprenderla.

No sabía si le estaba pidiendo demasiado al chico. Por algún motivo, Henry había llegado a retener un auténtico aborrecimiento hacia su madre adoptiva. Eso no sólo podía ser sólo cosa de Henry. Se dijo que, efectivamente, también debería hablar con la alcaldesa para comentarle todo lo que le estaba ocurriendo.