Hola enano (Pablo Taz)

Hace un par de semanas vino a visitarnos a mi y a mi abuelita la madre superiora del convento de las hermanas de Santa Melissa. Nos habían hablado de un niño que necesitaba una familia, y que a su juicio uno de los hogares en los que mejor podía estar aquel niño era con nosotras. Mi abuela y la Madre Superiora eran buenas amigas, ella frecuentaba mucho nuestra cafetería y se llevaban estupendamente.

Mi abuela y yo estuvimos hablando mucho a cerca del tema, estábamos las dos solas y en casa cabía otra persona más sin problema alguno, pero era una situación un poco complicada, era un niño pequeño, no podíamos tomarnos algo así a la ligera. Tras mucho meditarlo mi abuela al final no vio el por qué no tener un nieto más, siempre le habían gustado los niños pequeños, de hecho, mi mejor amiga, Ashley Boyd estaba a punto de tener un bebé y mi abuela le había dicho en numerosas ocasiones que le encantaría ayudarla con el bebé cuando quisiera.

Así que yo tampoco me opuse, no veía por que no tener algo parecido a un hermano pequeño, puede que hasta fuera divertido, yo había crecido sin padres ni hermanos, solo con mi abuela, así que finalmente nos decidimos y aquel sábado por la mañana dejamos la cafetería en manos de Ashley durante un rato.

Yo estaba nerviosa, creo que incluso más que mi abuela, cuando entramos mi abuela se fue con la Madre Superiora para firmar y hacer los registros que faltaban para acoger al niño y a mi me llevaron hacia un jardín. Pablo, el pequeño que iría a vivir con nosotras estaba sentado en un banco con los pies colgando. Me acerqué lentamente hacia él y me senté en el banco. Miré al niño rubicundo de ojos claros. -Hola enano -lo saludé tímidamente -me llamo Ruby.

Lo había visto por la tele y había oído hablar a los compañeros de clase sobre su familia y me daba cuenta que casi siempre se estaban quejando de que no eran felices. Yo no conocía a mi madre ni a mi padre y aquello me parecía cada vez más difícil. Había tenido familias que no habían estado cualificadas para adoptarme, entre ellas Pilian Foxy que no estaba muy adecuada para hacerlo por lo que me había comentado la madre superiora, y la verdad apenas veía el momento en el cual una familia viniera a por mi y eso que había soñado varias veces con tener incluso una hermana o hermano y todo eso que se ve solamente en la tele aquí es todo bastante diferente la verdad.
Me vestí y me peine como me mando la madre superiora y me encaminaron después al jardín sentándome en un banco y espere no mucho tiempo hasta que la vi.
Lo primero que pensé al verla fue que era una madre muy joven o al menos eso parecía. Molaba su pelo con mechones rojos, y muy moderna la verdad que me esperaba otro tipo de madre y me imaginaba no sé por qué que la palabra de que ella me adoptara era “Molar” o al menos estéticamente era lo que más me inspiraba aquella muchacha.
Me saludó en voz muy baja y yo estaba tan nervioso y entusiasmado que le di la mano y le sonreí presentándome.
- Yo soy Pablo.¿ Vas a ser tu mi madre?

Una vez ahí sentada sentí miedo, miedo de lo que podía venir, miedo de que decepcionáramos al niño o que cualquier cosa saliera mal o que nuestras vidas cambiaran demasiado pero cuando el niño me miró no pude hacer otra cosa que no fuera sonreír con cariño. Mucha gente me consideraba una persona alocada, no me estaba convirtiendo en madre en ese momento pero tampoco sería como una simple hermana, en ese momento vi que estaba a caballo entre una figura materna y la de una hermana acercándose más a esta última.

Me reí cuando Pablo me preguntó si iba a ser su mamá, era una respuesta difícil de contestar pues ni yo misma sabía en lo que me iba a convertir. -Verás, es algo difícil de explicar, vas a venir a vivir con mi abuelita y conmigo, la Madre Superiora vino a hablar con nosotras, a decirnos que necesitabas un hogar, y accedimos -dije sonriendo y acariciando la mano que él me había dado. -Voy a ser tu hermana mayor -dije con claridad -No te va a faltar de nada con nosotras.

Cada vez me hacía más ilusión tener a un niño de la edad de Pablo en mi casa, nos sacaría de la monotonía que llevábamos mi abuela y yo, puede que incluso discutamos menos, era una aventura, diferente a las que mi indomable personalidad soñaba, pero una aventura al fin y al cabo. En cierto modo él y yo no éramos tan diferentes, ninguno de los dos tenía padres y ahora los dos teníamos a la abuelita, que pese a que yo ya era lo suficientemente mayor ella era la única familia y ahora estaría Pablo.

Dicen que quien no tiene una abuela no sabe lo que se pierde ¡Yo estaba tan emocionado! que no podía parar de sonreír al escuchar que iba a tener una abuela y una hermana eso me llenaba de emoción y de alegría ¡era todo de lo que había hablado y jamás había experimentado. Hoy en día la idea de la imagen de una familia no era la de papa y mamá, era más bien algo que me faltaba y que si me habían dado en el convento pero eso de tener una hermana ¡Una hermana mayor! A quien poder contarle cosas y jugar, por que tenía una buena tanda de juguetes en una bolsa a mi lado, figuritas de luchadores y princesas un osito y como no mi cuaderno con un bolígrafo de colores.
Conmigo no iban a tener problemas, me gustaba ir al colegio y estudiar bastante y era bastante organizado; lo que se dice un verdadero empollón pero no de los pedantes, casi siempre llegaba al convento con heridas en las rodillas de haber estado rebozándome por el suelo y no se por que me daba que lo mismo iba tener una compañera en batallas.
Había oído que las abuelas eran unas cocineras compulsivas y unas fanáticas de coser y estaba deseando comprobarlo ¡jerseys nuevos y bufandas! Era algo que me encantaba.
- Las abuelas saben coser ¿No? – Hice un gesto enseñando mi jersey roto-
Me levanté y con la mirada busque a aquella persona que estábamos buscando siempre sonriendo.

Cuando escuché las palabras del pequeño mostrándome el jersey rasgado me eché a reír sin poder parar, me había puesto roja de tanto reírme, no me esperaba esa contestación por parte del niño, me pilló con la guardia baja. Miré a Pablo y sonreí -Claro que saben coser renacuajo -le revolví la melena cariñosamente -Saben coser y también hacen el mejor chocolate caliente del mundo, también cuentan cuentos antes de ir a la cama y lo saben todo -abrí los ojos bastante para dar más énfasis a lo que acababa de decir, lo cierto es que por mucho que me peleara con ella estaba orgullosa de tener la abuela que tenía y lo afortunada que era por tener una abuela.

-La abuelita hace jerseys de lana cuando tiene un rato libre y los hace muy calentitos -miré al niño y lo abracé, al principio puede que me pareciera una locura ¿qué pintaban una señora mayor y la loca de su nieta con un niño pequeño? Pero ahora que veía a Pablo me alegraba muchísimo de haber accedido a la petición de la madre superiora.

-Vivimos en un piso acogedor arriba de la cafetería que llevamos, tu habitación aún no está arreglada -me levanté para ir hacia donde estarían la abuelita y la madre superiora terminando los trámites pero a paso calmado, para poder ir con tranquilidad. -estuvimos pensándolo mucho y decidimos que lo mejor era esperar a que tú eligieras.

No sabía si estaba soñando o era cierto que alguien me había acogido en su familia, y esta era una familia muy especial.Estaba ilusionado, tendría que elegir mi propia habitación. Desde fuera siempre me había imaginado como sería aquél Hostal y había visto alguna vez a "La abuelita" servir cafés y a Rubi atender las mesas , pero todo muy de lejos, ahora mi familia era verdaderamente guay,estaba realmente contento con un hormigueo en los pies y en las manos y una sonrisa de oreja a oreja,como tenía que ser.
Me podría imaginar que se sentía teniendo una abuela , en el cole había una niña que lo describía casi todos los días , me contaba que le hacía la mejor comida del mundo y le dejaba dormir hasta tarde , y que cuando llegaba triste por alguna razón siempre siempre era su abuela quien le cuidaba, y en Rubi lo veía , era algo especial algo que solo sabían dotar las abuelas a sus nietos, como un secreto que solo los ancianos saben, di la mano a Rubi.
-¡ Pues vamos ya! Eso de elegir habitación parece divertido- Le dije pegando un salto de alegría levantándome de el banco.