A revelation in the light of day [Emma Swan]

Emma Swan era el nombre que todo el mundo repetía desde hacía unas semanas. Decían que era forastera, algo extraño si tenemos en cuenta que en Storybrooke no se recibían a demasiados turistas a diario. Tal vez por eso su llegada representaba todo un alboroto en el tranquilo pueblo. Y en especial, para la alcaldesa, quien no estaba rebosante de alegría por un futuro aumento de ingresos para su querido pueblo, precisamente.

No era el primer encuentro que Archie Hopper tenía con la rubia. De hecho, su primera reunión fue un tanto rara y absurda, sobretodo por el influjo que Regina Mills ejercía sobre el psicólogo. Pero eso ya se acabó. Archie Hopper supo poner a Regina Mills en su lugar. El psicólogo estaba hastiado de las constantes idas y venidas de la alcaldesa, y del control que ejercía sobre él. "Siempre haré lo correcto", le había dicho. Y eso pensaba hacer; empezando por ayudar en todo lo que pudiese a Emma Swan y a su hijo Henry.

Habían quedado sobre las dos en Granny's, para hablar sobre Henry. El muchacho estaba covencido en creerse esa historia disparatada sobre cuentos de hadas, brujas malvadas y maldiciones. Tanto Emma como él estaban preocupados. Para Archie, Henry era algo así como su protegido. Y no era porque no sintiera lo mismo por todos sus pacientes, pero Henry Mills era el más pequeño, y por tanto, el que más afecto le despertaba. Archie conocía a Emma, y sabía que ella sólo velaba por el bien del niño, algo que no estaba del todo seguro con respecto a Regina.
-¿Le sirvo algo, señor Hopper? -la mirada coqueta y el movimiento de pestañas de Ruby distrajo al psicólogo de sus pensamientos
-Esto... sí, sí. Un café, por favor. -respondió, algo nervioso por los constantes filtreos de la camarera.
-Ahora mismo -concluyó con un guiño de ojos que sólo sirvió para que a Archie se pusiera rojo. Cuando Ruby se fue, Archie volvió a mirar el reloj. Las dos menos cinco. Emma Swan no tardaría en aparecer.

Efectivamente, Emma Swan no tardó en aparecer por la puerta del Granny's. Iba ataviada con su cazadora roja y unos vaqueros oscuros, como siempre. Con paso decidido, se sentó al lado del psicólogo. El "antiguo" Archie, tal vez, se hubiera alejado, pues no quería que nadie lo viera con la nueva forastera. Más bien, no quería que Regina lo viera con la forastera. Pero Regina ya era parte del pasado.

Archie Hopper quería enmendar sus errores, aquellos que había cometido por orden y mandato de la alcaldesa. Y no se le ocurrió mejor forma que prestando su ayuda a Emma en todo lo que necesitase. Algo le decía que la rubia de Boston iba a cambiar las cosas, pero para bien. Era una sensación que no se podía quitar de la cabeza desde que Henry le contase aquella disparatada historias de cuentos, reinas malvadas y la salvadora. Que Emma Swan fuese o no la última esperanza para los finales felices no podía asegurarlo, pero tal vez... Tal vez el niño tenía razón en algo. Y ese algo es que por fín alguien le estaba poniendo las cosas claras a Regina Mills. ¿Significaba eso que era algo bueno o malo? Archie prefería pensar lo primero.

-Buenas tardes, Emma. He traído lo que me pediste -repuso, mientras daba un sorbo a su café, que aún estaba caliente. Con un gesto de su mano, Archie Hopper sacó el expediente de Henry Mills de su cartera de cuero-. Esto no es demasiado legal, pero creo que lo necesitarás para echarle un vistazo más detenidamente -comentó. Los expedientes de sus pacientes normalmente eran cosa confidencial. Pero en aquel caso podía hacer una excepción, más teniendo en cuenta de que Emma era la madre biológica de Henry-. Espero que te sirva de algo. ¿Regina ha vuelto a hacer de las suyas últimamente? -inquirió, más bien refiriéndose a si habían tenido otro encontronazo.

Muchas veces en la vida se toman decisiones equivocadas. Bien sabía Archie Hopper de eso. Una de esas decisiones para él fue acatar a Regina Mills en todo lo que le pedía. Sí. El ser humano comete errores, muchos, a lo largo del camino. Pero, por fortuna, el ser humano también tiene el poder de solventar esos errores; compensar, de alguna forma, al karma, o al Dios o a los dioses, a quién quiera que estuviese allí arriba. Archie Hopper esperaba que, entregar ese expediente a Emma Swan fuese el inicio de su buen camino, de hacer lo correcto.

Escuchó la conversación de la rubia mientras removía la cucharilla del café con parsimonia. No, no es que Archie Hopper fuera un cotilla, pero él más que nadie sabía de las zalamerías y la doble cara de Regina Mills, y sólo esperaba, si no ayudar a Emma, sí escucharla. Después de todo, era eso a lo que se dedicaba, ¿no?

-Regina es muy temperamental. Pero es una mujer inteligente, también. Espero que dentro de poco se de cuenta de que su actitud no es la mejor. Y de que Henry no puede criarse en un ambiente así -o la alcaldesa cambiaba, o todos estarían muy fastidiados, hasta el punto de hacer a Emma Swan persona non grata en Storybrooke.
-Bueno, igual. Si necesitas ayuda con ella, no dude en pedírmela si lo necesita. He lidiado con ella bastantes veces, y ya no voy a dejarme engañar más. Como ve, no es la única a la que Regina Mills le ha puesto contra la espada y la pared -suspiró. Sí. Regina Mills era una mujer muy inteligente, sólo que Archie Hopper no sabía si eso era bueno o malo; ¿le daría por reflexionar, o, por el contrario, buscaría más formas inimaginables de hacer la vida imposible a cada uno de los habitantes de Storybrooke?

Archie Hopper sabía que si Regina se enteraba de lo que estaba haciendo a sus espaldas, no tardaría en averiguar la forma más rápida de arruinar su reputación como psicoanalista. Pero eso era algo con lo que Archie podía lidiar, con lo que debía lidiar. Nadie dijo que aquello fuera a ser fácil, y, aunque por lo que al psicólogo respectaba, no le gustaba demasiado meterse en asuntos turbios, esta vez era necesario. Alguien debía pararle los pies a la alcaldesa, para hacerla meditar sobre su actitud.
Regina Mills proyectaba una personalidad y un carácter fuertes, eso no era nada malo en opinión de Archie, y más teniendo en cuenta el cargo que ostentaba, debía ser exigente. Pero una cosa era eso, y otra muy distinta era pretender tener a todos los ciudadanos al son que ella quisiera.

Emma Swan también tenía carácter. Era una muchacha valiente, que no se dejaba amedrentar por Regina Mills. Algo digno de admiración, en opinión de Archie. Había despertado sus simpatías, y por eso se había decidido a prestarle su ayuda, aún a pesar de lo que le podía costar. Pero como quien dice, quién no arriesga, no gana. Y eso es lo que estaban haciendo Emma y Archie, porque en esa situación, quien más salía perdiendo era Henry.
-Regina tiene atemorizados a todo el pueblo. Entiendo que tenga que proyectar una imagen fuerte e independiente, su trabajo se lo exige. Pero lo que no puedo entender es que tenga que controlar todo lo que pasa en este pueblo. Es casi como... casi como si fuera la reina de estas tierras o algo parecido -comentó, y se le vino a la memoria la fantasiosa y extraña historia de Henry. Tal vez el chico no estaba loco, tal vez simplemente se había inventado esa farsa como salvoconducto a su situación-. Esto es por Henry. Regina tiene que entender que es una situación violenta para él. Y que si ella no cambia de actitud, Henry seguirá viéndola como la mala de la película. Es... esto no es bueno para él -dijo muy serio, clavando la mirada en la de Emma-. Se lo cuento porque quiero que sepa que también me hago cargo de su hijo. Es sólo un niño, y hay que protegerlo.

Archie Hopper sabía que Emma Swan no tenía miedo a Regina. Algo que agradecía y admiraba en ella. Pro fín, las cosas estaban cambiando. Y Archie se atrevería a decir que para mejor. Storybrooke no era un pueblo que recibiese visitas de demasiados turistas (por no decir, de ninguno), y la llegada de Emma había supuesto todo un alboroto. Pero ya no era sólo eso; en el pueblo eran de sobra conocidos los enfrentamientos entre la forastera y la alcaldesa. Y todo por un motivo; Henry. Archie sabía, como psicólogo que era del niño, que él prefería a Emma. Es más, había puesto a su madre adoptiva en el puesto de la Malvada Bruja en su recreación particular de los cuentos. Archie, claro está, era Pepito Grillo. La opinión del psicólogo respecto a ésto era que tenía que ir con cuidado con él; no era bueno romper de golpe el mundo de fantasía en el que Henry se había sumido. Archie sabía que el niño había creado ese mundo como un salvoconducto de su situación actual. Si situación cambiaba para mejor, llegaría un momento en el que Henry no necesitaría de esas fantasías y admitiría que todo era falso. Pero para eso era necesario que la alcaldesa cambiase su punto de vista.

-Sé todo lo que has hecho por este niño desde que llegaste, Emma. Y es cierto, Henry es el más perjudicado. Quizá deberías ir a hablar con Regina. Poner las cartas sobre la mesa. En cualquier caso, hagas lo que hagas, tendrás mi apoyo. Mis días como perro faldero de Regina se han terminado. Puedes contar conmigo -y la primera muestra de ese apoyo era la entrega del expediente- Espero que esto te sirva de algo. No olvides devolverlo cuanto antes, si Regina se enterase... -comentó por lo bajini. Después echó un vistazo a su reloj de pulsera. Se había hecho tarde, y Archie tenía que atender a sus pacientes de las 4- Bueno, Emma. Ha sido un placer. Si necesitas cualquier cosa, ya sabes dónde estoy. Ahora he de marcharme, tengo un paciente a las 4.

Cogió el paragüas (ese del que nunca se separaba) y se colocó la bufanda que le había regalado Mei.
-Que tengas un buen día -asintió con la cabeza, y se despidió de Emma, así como de Ruby la camarera, que justo venía a retirar las tazas de café usadas.