Entre la espesura [Skias]

Ninguna barrera podría detenerme. Cuando me proponía algo, lo conseguía, a fin de cuentas, la suerte me acompañaba siempre. Es por ello que cuando provoqué aquella explosión y atravesé el mismo tejido del cosmos, tal como en su día había visto hacer a aquel sombrero de copa. Cuando llegamos a aquel bosque, dicha lanza se hizo añicos. Incluso mi suerte tenía un límite. Aunque, de todos modos no pensaba volver, no sin ella. El caballo relinchó, como presintiendo peligro, y yo me coloqué bien el yelmo.

La armadura negra no era un inconveniente para mí. En el fondo era absurdo llevarla, puesto que con el peto me bastaría, pero era más un símbolo que algo útil. Noté una presencia, familiar. Era difuso, pero creí que se trataba de Anzu, la sensación era similar. Espoleé el caballo y me adentré en aquel bosque, siguiendo aquel rastro. Di un salto con el animal pasando por encima de la mujer. Al caer, hice un quiebro que probablemente fuese imposible para una persona común con aquella armadura, bajé del caballo y quedé frente a la joven, mirándola a través de mi yelmo. No se trataba de Anzu.

_ El caballero negro, aunque supongo que eso es algo que ya sabéis. ¿O me equivoco?_ Conocía a aquella mujer. Aunque nunca antes me había dado cuenta de que su esencia me recordase a Anzu. Quizá nunca había estado lo bastante cerca como para percibirlo. O quizá, se trataba de una treta, aunque esa última opción la dudaba, pues ella no conocía mi verdadera identidad._ A fin de cuentas, vos sois Lady Morgana.

No temía a Morgana. Si lo hiciese, probablemente hubiese llevado la mano a la empuñadura de mi espada. Pero no era necesario. Levanté la visera de mi yelmo para observarla. Aguacero, mi caballo, normalmente rehuía el contacto de los extraños. Eso me hacía suponer que no me había equivocado. Morgana estaba relacionada con Anzu de alguna manera. Aunque eso no significaba que pudiese ayudarme a encontrarla.

_ Estoy en este reino en busca de una persona._ Dije, cruzándome de brazos, produciendo un sonido metálico. Eso era lo malo de la armadura, que mandaba el sigilo a paseo. Aunque ser el caballero negro solía implicar un espectáculo más que el sigilo. Sabía que no podía fiarme de Morgana, pero por otro lado, no sabía absolutamente nada del mundo en el que me encontraba._ Estoy buscando a una mujer llamada Anzu.

Ya había aceptado, hacía muchos años, que ella no querría saber nada de mí. Sin embargo, no podía evitar preocuparme por ella y por cómo sería su vida. Yo la había condenado a una eternidad como vampiresa, y sabía que nunca me lo perdonaría.

La gente no se equivocaba con respecto a Morgana. Apenas habíamos cruzado dos palabras y ya parecía querer ponerme en contra del sombrerero. Pero si esos eran sus planes, estaba equivocada. Yo no ambicionaba ya, un objetivo que sabía que no podía alcanzar. Al contrario, me había hecho ilusión saber que tenía una hija. Recordaba con atención sus palabras. Siempre había ansiado ser madre, y yo le había impedido cumplir aquel sueño. Ahora, se había hecho realidad. Si conocía a Anzu, y creía conocerla, podía creer que, realmente, sería muy feliz.

_ ¿Vomitar? ¿Por qué? Le ha llevado mucho tiempo, pero parece que al fin, Anzu ha cumplido su sueño. Yo me alegro por ella._ Era la única mujer a la que había amado durante mi vida, y sin embargo, la herida ya se había cerrado. tres mil años le daban tiempo a uno para pensar y aclarar sus ideas._ ¿Un genio y una vampiresa? En lo que he vivido he visto cosas bastante más raras. He aprendido a no juzgar.

Me apoyé en un árbol y la miré. Podía ver a una persona frustrada, como yo lo había sido durante muchos años. La frustración y la rabia eran muy malas consejeras. Casi tanto como la desesperación. Ojalá hubiese tenido tiempo para pensar en lo que estaba pasando antes de condenar a Anzu.

Sus palabras no hacían más que confirmar mis sospechas. Estaba unida a Anzu, mágicamente, por un linaje de generaciones pero que, sin embargo, no había escapado a mis sentidos. Me quité el yelmo y la miré. Ya había visto aquella pasión en más de una ocasión. Me provocó una sonrisa que no pude contener. Sí, aquella jugada parecía propia de la Anzu que había surgido de mis propios errores. A fin de cuentas buscaba tener una hija, y lo había hecho a su propia y retorcida manera.

_ Resulta un tanto irónico que te haga vomitar alguien a quien te pareces tanto. No te haces una idea, de hecho._ Dije, mirándola de arriba a abajo. Conocía a Regina, la reina, y era fácil ver el parecido familiar. Anzu había usado la magia para crearse su propia familia, y no parecía haber conseguido el resultado que esperaba._ Aunque supongo que eso sería meterme donde no me llaman. Aunque, por otra parte, eso es algo que nunca me ha frenado.

Cuando me dijo que intentaba luchar contra la oscuridad que habitaba en su corazón, no supe si creerla, pues no me producía buenas vibraciones, aunque quizás sí que lo estuviera intentando. Tenía mis dudas, y por ello, prefería no ahondar en el tema. Si lo estaba intentando, no sería un buen ejemplo. Y si, por contra, no era así, sería perder mi tiempo.

_ Parece que la verdad no te conforta, Morgana. Temo ser pájaro de mal agüero._ Dije, mientras seguía observándola. Tenía la mente bloqueada, cerrada a cal y canto. Mala señal. Nadie escondía un secreto con tanto ahínco si no era valioso, o peligroso. Pero decidí fingir que había pasado ese detalle por alto, ya que no tenía ganas de entrar en un conflicto abierto. No era bueno buscarse enemigos nada más llegar._ Digo lo que veo, nada más. Eres libre de creerme o no.

Me hizo gracia el truco de la nariz, era más una novatada que una amenaza. La recuperé y, en un acto instintivo, comprobé que todo estaba en orden, a pesar de saber que así sería. No era precisamente un novato en lo que a la magia se refería. No obstante, me acababa de retar, y no solía rechazar los desafíos que se me ponían delante. No sería la primera vez que había sacado algo en claro de un reto.

_ Hasta ahora no he tenido demasiados problemas con eso. La suerte suele estar de mi lado cuando las cosas se tuercen._ Dije, mostrándole una mirada de desafío. Si quisiera, podría averiguar todo lo que ocultaba, claro que aquello tenía consecuencias y, por el momento al menos._ Por cierto, prefiero Skias. Caballero negro es... no sé... ¿Un poco largo, no crees?

Me resultaba cómica su actitud defensiva. Su alarde de poder era innecesario, yo ya sabía la magia que tenía. A pesar de todo debía confesar que no solía ver como los ojos de una bruja cambiaban de color al usar su magia, aquel gesto, de hecho parecía más propio de mi raza, si extrapolábamos el dorado por el rojo, por supuesto. A pesar de todo, aquella bruja enfadada era lo más divertido que me había pasado en mucho tiempo. Un poco triste, teniendo en cuenta mi suerte.

_ Ten cuidado, Morgana, voy a empezar a pensar que mi nariz te gusta. Esa malsana obsesión no puede ser buena._ Le dije, al tiempo que la recuperaba. Aguacero empezaba a ponerse nervioso. No le gustaba que me molestasen, y se preguntaba por qué no le mandaba darle una coz a aquella insensata._ Es una pena... a él no suele caerle bien la gente a la que disgusto.

Aguacero relinchó, conforme con mis palabras. Durante los últimos años, aquel caballo había sido mi único verdadero amigo, y éramos un equipo. Aguacero se apartó de Morgana y vino hacia mí. Le acaricié la crin y volví a subirme a la silla. No había por qué alargar aquella conversación más de la necesario.

_ Supongo que hemos terminado. ¿No es cierto?

Con todo, la conversación con Morgana había sido muy reveladora. Además, hacía tiempo que no me tomaba la despreocupación de hablar con alguien de aquella manera tan desenfadada. Aunque a este paso iba a perder mi nariz definitivamente y era una parte de mi anatomía que no quería perder. De hecho, prefería que mi cuerpo siguiese entero si es que me daban a elegir.

_ Nunca subestimes un viejo truco de niños, Morgana. Puedes arrepentirte. Puedes salvarte la vida más de una vez. O dejar a más de una persona pensando... Como sobre esa moneda que llevas tras la oreja._ Dije, al tiempo que sujetaba las riendas. Tenía que buscar prendas nuevas, un establo y averiguar más sobre aquel reino que probablemente poco o nada se parecía al nuestro._ Espero que la próxima vez que nos veamos, mi nariz esté a salvo.

Espoleé el caballo y me adentré en el bosque, camino de la ciudad. Había mucho por conocer, por explorar e investigar. Y yo era la clase de persona que no se sentía conforme si no averiguaba cuanto fuese posible.

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