[NNJ] Do you want to scream? (Marcados en el post principal)

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Mi hechizo se había roto, por lo que mi disfraz ya no procedía. Tenía claro que aún en sus cuerpos infantiles, iban a echarse sobre mí. ¿Por que iba a molestarme siquiera en fingir que no sabía nada de la maldición? Aunque no la hubiese lanzado todos supondrían que había sido yo. A fin de cuentas, todos los héroes necesitaban un villano. Y yo había sustituido a mi hermana en ese papel desde que había llegado.

En cualquier caso, mi plan había salido bien. Había tenido tiempo suficiente como para desarrollarlo, y que se rompiese la maldición unos días antes de lo previsto tan sólo era un contratiempo menor. Busqué un banco y me senté, pues sabía que tarde o temprano iban a aparecer los desdichados que había maldito para clamar venganza. Pero a fin de cuentas, aunque quisiera, no podría romper su maldición. Yo no dominaba el tipo de magia requerida. Magia blanca, para ser precisos.

Es más, quería ver sus rostros cuando lo supieran. ¿Y por qué hacerles esperar? Les ahorraría el tener que buscarme. Alcé la mano y un relámpago ascendió, se acumuló y estalló, provocando un sonido de estallido muy desagradable en una parodia de un fuego artificial.

_ Que empiece la fiesta...

Lo que Maléfica acababa de hacer era completamente predecible, es más, era una reacción que tenía más que calculada. Se podría decir que tenía una cuñada muy caliente, en más de un sentido. Pero si esperaba que ardiese lo tenía claro. Me había sometido a llamaradas más intensas que esas, me habían marcado con acero que parecía sacado del mismo infierno, y si no me quedaban rastros de aquello, era porque me había arrancado la piel yo misma. No, estaba claro que Mallory no me daba ningún miedo.

_ ¿Alguna además de que tu magia no puede hacerme nada, quieres decir?_ Hice un movimiento con la mano, y las llamas cayeron al suelo, y cuando digo que cayeron, es que se convirtieron en témpanos de hielo, que al caer al suelo se hicieron añicos._ No es contigo con quien quiero hablar. Así que ahórrate toda la verborrea que tenías pensada, porque no me interesa. La única persona con la que quiero compensar es con mi hermana. De modo que si no las has traído, puedes darte la vuelta.

Hablé con tono decidido, calmado. No tenía interés alguno en perder mis opciones con mi hermana, y estaba claro que matar a su esposa no iba a servir para nada en nuestra relación fraternal. Iba a ganarme su sitio a mi lado, de un modo u otro. Pasaría por encima de quien fuese necesario, aunque eso tuviese que ser en sentido literal.

Decir que estaba furioso era quedarse bastante corto. Andaba por el pueblo con la espada desenvainada, y lo único que me retenía en la idea de cortarle la cabeza en cuanto la viese era lo que Ari podría llegar a pensar de aquel gesto. Pero estaba claro que era algo que se merecía, y que el resto no se diese cuenta no significaba que no llevase razón. Aunque cuando llegué, me di cuenta de que no era el único que tenía pensado aquello. Y por poco había llegado tarde a semejante espectáculo.

Sin embargo, me precipité al pensar que las llamas iban a acabar con ella, y toqué a Ari en el hombro para indicarle que podía mirar. Arciria se había deshecho de aquel ataque con tal facilidad y tanta calma que casi parecía que le resultaba natural, que no se estaba esforzando en lo más mínimo. Y entonces entendí algo que me había estado preguntando desde que llegué.

Cuando había estado en el mundo oscuro, me había visto rodeado de monstruos tan  poderosos que intentar atacarlos con mi espada resultaba incluso cómico. Arciria había sobrevivido allí toda su vida, y ahora entendía que el único modo de derrotar a los monstruos es convertirse en uno de ellos, al menos en lo que se refiere a poder.

_ Creo que no va a ser tan fácil como Mallory pensaba

En mi mente tenía un debate interior sobre todo lo que estaba pasando, pero sabía en el fondo que lo más justo era ayudar a esa gente. Adultos que regresaron a su niñez, pero bien sabía que muchos de ellos desearían regresar a su forma adulta. Por mucho que lo desease esto no era ni sería Neverland, por ello lo mejor que podía hacer era ayudarles. Algún día regresaría, pero mientras no podía dejar que nadie se interpusiera en mi camino. No podía dejar a Wendy desprotegida por si ocurría algo mientras no estuviese, me quede pensativo unos segundos. Al momento se me ocurrió una idea, tome del interior de mi camiseta un pequeño saquito de cuero que llevaba como colgante. En cuyo interior aguardaba polvo de hada, ya era el ultimo que guardaba en mi escondite secreto en el bosque. Antes de marcharme, se lo entregue a Wendy junto un tímido beso en la mejilla.
-Wendy, no salgas de casa para nada. Yo regresare muy pronto, te lo prometo-No me perdonaría por nada del mundo que le ocurriera nada.

Deje la mansión de la reina Clarion para enfrentarme al nuevo problema de Storybrooke. Mientras volaba un relámpago hizo que parece en seco en mitad del cielo, aquel sonido podría haber sido bastante desagradable para algunos pero para mi era la señal de donde debía de ir. Por suerte no quedaba muy lejos de donde estaba por lo que no tarde en llegar volando.

Al llegar pude observar a Arciria, como no, seguramente aquella mujer era la responsable de aquello como la ultima vez. De una voltereta en el cielo aparecí junto a la gente, no me perdería por nada aquella pelea. Mi vida necesitaba acción, era algo que estaba perdiendo pero esto me revitalizaba. Levitando en el cielo saque mi daga y susurre a Arciria:
-Así, que ¿te gusta jugar?, pues juguemos- dije en tono desafiante amenazandole con la daga.-me parece que ya has llevado esto un poco lejos, ¿no crees?

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Dentro de mi corazón ya no queda miedo, sólo confianza, tranquilidad. Sabía exactamente lo que tenía que hacer. No podía permitir que Maléfica hiciese lo que estaba pensando, porque de lo contrario, sabría que no quedaría ninguna esperanza para Arciria. Yo sabía que podía salvarse, que aún tenía esperanza. Quise subir al coche, pero estaba más que claro que no iba a poder llegar a los pedales. Tendría que usar la magia. Aunque, por extraño que pareciese, ya no me sentía tan culpable por ello.

La escena no tenía desperdicio. Mi esposa ya había hecho la primera intentona, pero había fracasado, tal como yo había previsto. Peter Pan también hizo acto de presencia, y empecé a escuchar a mi hermana murmurar un conjuro que, según calculaba no podía ser nada bueno para el chico volador. No podía permitirlo. Corrí todo lo rápido que mis cortas piernas me lo permitieron, y me puse en medio. Cualquier conjuro que Arciria lanzase tendría que pasar por mí.

_ ¡Basta! No tienes que hacer esto, y tú lo sabes._ Le dije, con total claridad. Yo había visto la luz al final del túnel, y me negaba a pensar en la posibilidad de que ella no pudiese. Tenía corazón, yo lo sabía, lo había visto. Y me lo corroboró ver como bajaba su mano y paraba de recitar._ Es mi afecto lo que quieres. ¿No es así? Pues rompe esta maldición, libéranos.

De pronto note como todo volvía a mi mente, pude recordar todo. Algo sucedió la boda de Regina y Mallory que hizo que retornaríamos a la infancia y que perdiéramos los recuerdos que teníamos. Antes de hacer nada, pude ver que seguía siendo un niño. Me imaginaba que el estado de Elizabeth sería similar al mio no obstante fui a ver como se encontraba.

Suspire al ver que se encontraba bien, le sonreí al abrazarla:
-Me parece que nuestro viaje a través del tiempo tiene una explicación lógica-reí alegremente, si ocurría algo extraño era cosa de magia. O al menos así funcionaban las cosas en Storybrooke.- ¿quien crees que ha podido hacernos esto?- pregunte algo más serio.  De pronto pude ver un resplandor por la ventana y se escucho un sonido bastante desagradable. Mire a Elizabeth, no quería que nada le sucediese, pero el no poder tenerla a mi lado tampoco me calmaría, ya que no sabría como se encontraba.

Tome las manos de Elizabeth entre las mías y le propuse:
-¿que te parece si vamos a ver que es lo que esta sucediendo?-tenia mucha curiosidad, sobre todo de descubrir como romper aquel hechizo. Ya fui un niño una vez, era hora de retomar nuestras vidas donde las dejemos.

Aquello iba a acabar. No pensaba permitir que aquel conflicto perdurase más tiempo. Todos estábamos sufriendo, y yo, al ver a los ojos de Arciria sabía que lo único que necesitaba era cariño. Era igual que yo. Deseaba su final feliz. Quería tener una familia. Y creía que aquel era el único modo de lograrlo. Cuando Mallory lanzó tantas murallas sobre mí no pude evitar sonreír. Mi esposa sólo quería protegerme, eso lo tenía claro. Pero sabía que no serviría de nada quedarme en casa cuando era la única que podía acabar con esto. Más aún, tenía claro que Arciria no me haría ningún daño.

_ Mallory, no puedo quedarme en casa y dejar que os matéis la una a la otra. No soportaría que eso pasase. Arciria está equivocada, como yo lo estaba. Y Luchando no vamos a solucionar nada._ Mis palabras habrían podido perder algo de peso por mi apariencia, pero no me importó. Eran tan ciertas como las habría dicho con mi verdadera apariencia y quería que fueran tomadas en cuenta. Sonreí a mi esposa, le di un beso en la mejilla, y me volví hacia mi hermana, extendiendo la mano._ Rompe este hechizo y te daré una oportunidad. Podrás venir conmigo. Te demostraré que no tienes que hacer estas cosas para que te quiera.

Parecía que Arciria iba a decir algo, pero simplemente suspiró y observé como una nevada de copos dorados comenzaba a caer. Uno de ellos me rozó la nariz y noté como el calor invadía mi cuerpo. No fue doloroso, al contrario. Fue agradable, a la par que extraño. Noté como la ropa se me iba quedando estrecha, como mi cuerpo iba recuperando su forma. Era una sensación cálida y húmeda, como estar en la bañera, como si mi piel realmente estuviese mojada. Aferré mis harapos a mi piel para que no me viesen y mis ojos se cruzaron con los de mi gemela, que parecía abstraída, observándonos a todos.

_ Gracias Arciria. Te juro que no olvidaré esto._ Le prometí. Me sentía especialmente sensible en aquellos momentos. Sabía que Arciria podía cambiar y lucharía por ello. Ella sonrió un tanto y se dio la vuelta. Sabía que no tardaría en volver a saber de ella. Le había hecho una promesa que pensaba cumplir, la ayudaría a cambiar. Pero antes no pude evitar ser un tanto egoísta y acercarme a mi esposa para darle un largo beso en los labios._ Vamos a casa... ya te he hecho esperar demasiado por nuestra noche de bodas.