[NNJ] Stars Untill the End (Gente marcada en el post principal)

Seguía sintiendo que algo se le escapaba de las manos. Sentía que, aparte de que aquel no era su lugar, por mucho que hubiese encontrado a su madre le faltaba algo por saber, cómo si hubiese llegado allí por una buena razón. No entendía cómo podía seguir siendo una niña, si ya había podido recordar todo lo que había pasado desde la boda.
Al ver que su madre emprendía la marcha no pudo hacer más que seguirla, como la había seguido desde el momento en que sus caminos habían vuelto a cruzarse. Caminaba mucho más rápido de lo que las cortar piernecillas de la zíngara le permitían, y se había visto obligada a correr.

Cuando por fin se detuvieron, Alexandra se encontró con alguien a quien conocía bien, su hermana Stelle. Y con la mujer que la había estado persiguiendo. Asustada, se refugió tras su madre, con la esperanza de que aquella mujer bruja no la viese y no quisiese hacerle más daño del que ya había causado. Por mucho que ya supiese quien era, seguía teniendo sentimientos infantiles, y no podía evitar sentir miedo de Sheryanna. Fijó la vista en Stelle, que extrañamente parecía resplandecer, y lo mismo le pareció de su madre.

Escuchaba hablar a su madre, y en el momento en que se pegó a la muchacha rubia, la niña se quedó completamente al descubierto. No pudo evitar clavar la mirada en el suelo, esperando que la bruja sólo hiciese caso a las palabras de Selennaya. Sabía que podía ser más fuerte, y cuando se lo propuso, no pudo sino clavar sus grandes ojos verdes en los ojos llenos de maldad de la bruja. Se acercó con paso decidido a su madre y la cogió de la mano. Sabía que con ella y su hermana podía estar segura.

Había recuperado sus recuerdos y con ellos, un pensamiento. "Aquel era el momento". Era consciente que poco o nada podía hacer con su cuerpo de niño frágil, pero no podía quedarse de brazos cruzados. Esta vez no. Porque se alzaba ante él la posibilidad de ser valiente, compensar por el error que había cometido al no cuidar como debía a la Salvadora. Sabía que, posiblemente, saliera herido o peor, muerto, de aquella confrontación, pero si había de hacerlo, lo haría combatiendo y, tal vez, su padre Gepetto podría enorgullecerse por fin de él.

Sabía que Stelle lo estaba protegiendo todavía. La muchacha que acababa de conocer se había establecido como su guardiana, tal vez por el aspecto que August todavía presentaba. Él no tenía poderes, y no sabía cómo defenderse de aquella lucha, pero, sin duda, no era el único allí de pie. En el bosque se habían reunido más habitantes dispuestos a hacer frente a la amenaza. Aquella gente era su gente, a la que también había fallado de algún modo, pero verlos allí- unos todavía con aspecto aniñado y otros adultos- unidos para preservar su hogar y a sus vecinos le infundió fuerzas. Estaría preparado para lo que fuese a ocurrir. Millones de cosas se le pasaron por la cabeza al niño de madera mientras seguía a la gente hacia el bosque; Cora, Regina, su hermana o incluso el propio Oscuro. ¿Quién podría haber urdido tal hechizo? Alguien poderoso, sin duda. Sin embargo, la persona que se encontró allí no fue ninguna de las anteriores.

La mujer, la enemiga, hablaba y August no tenía idea de quien era, pero en sus palabras había tanto odio como pena. Sólo quería ser feliz, como todos en realidad. De algún modo, Pinocho sentía cierta empatía con ella. "Es sólo alguien creyendo hacer lo correcto". O luchando por su felicidad, pero de la manera errónea.

Lo primero que hizo cuando Stelle quedó convertida en piedra fue ir tras ella. Sabía que era inútil. La miró, toda petrificada, y acto seguido lanzó una mirada furiosa a la mujer responsable de aquello.
-Acaba con esto de una vez -prorrumpió con su voz infantil, todavía cerca de la Stelle de piedra-Si lo que quieres es ser feliz, puedes serlo aquí, en Storybrooke. Se puede empezar de cero, pero deshaz esto. -y casi sonó como una amenaza.

Todo había sucedido muy rápido. Había recuperado sus recuerdos adultos mientras estaban en la biblioteca. Mei le había dicho que iría a su apartamento a buscar la espada. Archie no quería dejarla sola, pero sabía que ella sabría cuidarse por sí misma. Ya le había demostrado en numerosas ocasiones que era una mujer -bueno, niña por el momento- fuerte. Así que el pelirrojo puso rumbo al bosque, siguiendo a un par de niños como él que se acercaban allí. Parecía que la batalla final tendría lugar en aquellos parájeres. Confiaba en que Mulán regresase pronto.

La confrontación ya había empezado. No conocía a la mujer que parecía llevar la voz cantante. El pelirrojo cerró los ojos cuando lo que parecía ser una especie de bola de energía fue arrojada hacia una de las que allí había, convirtiéndola en estatua de piedra. Siguió impresionado cuando escuchó desde allí una voz conocida; Pinocho. Pinocho había vuelto, en forma de niño como todos, tal como Pepito lo había conocido hacía tanto tiempo.

Archie buscó con la mirada a Mei, hasta que la encontró y se movió sigilosamente hacia donde ella estaba, portando el arma que era mucho más grande que ella misma.
-¿Estás bien? -inquirió con rostro preocupado, entre susurros.

Todo lo que estaba ocurriendo a su alrededor parecía pasar demasiado rápido. No había tenido tiempo suficiente de pensar con claridad lo que fuera que le pasase a aquella bruja por la mente, porque su hermana Stelle se adelantó. Lexie siempre había sabido que Stelle era un poco impetuosa, pero siempre esperó que aquello no le trajese malas consecuencias. Y, como habitualmente estaba en cuánto a magia y deidades, estaba equivocada.
Al ver cómo Sheryanna convertía a su hermana en piedra, Lexie sintió que algo se rompía dentro de ella. Hecha un mar de lágrimas, se arrodilló junto a la pétrea Stelle, como si eso fuese a servir de algo en particular.

La gente seguía llegando y diciendo sus propias conclusiones sobre lo que allí pasaba, aunque la mayor parte de ellos estaban equivocados, y al enfrentarse a aquella hechicera estaban cometiendo un error. No quería hacer caso a los demás, quería saber la manera de salvar a su hermana y a su madre de aquella extraña mujer, hasta que sus ojos toparon con alguien más que conocido. Una niña, de aparentemente su edad, de rasgos asiáticos y mirada sincera. Supo entonces que se trataba de Mei. Intentó hacerle un gesto con la mano para que ella y Archie se marchasen, para que no pusieran sus vidas en peligro, pero fue en vano. Porque lo que nunca pensó fue que quien fuese a dar un paso al frente fuese su propia madre.

Al escuchar sus palabras, Lexie se sintió más sola de lo que se había sentido nunca. Su madre, la que la había protegido de la magia de aquella mujer, se unía a la bruja y dejaba solas a Lexie y a sus hermanas. "¿Por qué?", fue todo lo que alcanzó a pensar. La rabia le nublaba el pensamiento, las palabras nunca dichas se agolpaban en su garganta haciéndole sentir que se ahogaba. Pero se levantó, y con la vista fija en los malvados ojos de Sheryanna, habló.

-Mamá, no lo hagas. Mira lo que le ha hecho a Stelle, a tu propia hija. Piensa en lo que podría hacernos a Zandramas y a mí. ¿Estás segura de que es eso lo que quieres? Porque si para ser feliz tienes que estar con ella, adelante. El amor ni se compra ni se vende, se da, se regala, y se hace altruistamente. Siempre se dice que cuando se quiere a una persona hay que dejarla ir, no atarla a ti de forma egoísta. Discordia, madre, espero que realmente sea eso lo que te haga feliz

Apenas podía creer lo que había dicho, pero todo era cierto. Quizá parecería algo demasiado pensado y rebuscado, una estrategia para que Discordia se diese cuenta de que Sheryanna la quería para mal, pero nunca había sido su intención dar esa impresión. Lo que realmente había querido era que su madre fuese feliz después de todo lo que le había pasado, aunque tuviese que dejar atrás a sus hijas.
Lexie, con los ojos rojos y doloridos por el llanto, volvió a sentarse en el suelo y se abrazó a su pétrea hermana, no sabía si esperando una respuesta o simplemente que algo hiciese que Stelle volviera con ella.