{Dos corazones unidos en uno} - {James}

El mundo en el que nos tocaba vivir ahora se me hacía aún extraño. Cosas simples como las máquinas que usaban me resultaban aterradoras. La tostadora me dio un monumental susto la primera vez que la vi, aunque reconocía que las tostadas con mantequilla estaban muy buenas. Me encontraba en el jardín, sintiéndome ridículo, cuando la escuché salir.

Ella, sin embargo, estaba imponente y eso era innegable. Su vestido le seguía dejando parecer una princesa, mientras que yo me sentía como un vagabundo con mis prendas que aunque muy cómodas sentía que no me favorecían en nada. La rodeé con los brazos y besé tiernamente sus labios. Esos labios que me habían arrebatado durante tantos años.

_ No es justo que tú estés tan guapa y que yo esté... bueno, así._ Le confesé, sintiéndome mal por ello. Ella insistía en que yo me vistiese de aquella manera, porque estando en aquel mundo me sentía un tanto fuera de lugar. Sin embargo, tenía que adaptarme _ ¿Seguro que no puedo usar los ropajes con los que vine? En nuestro reino eran lo más elegante que uno podía encontrar.

Ariadne hacía que todo fuese fácil. Era realmente dulce y encantadora, y siempre sabía que decir. Aunque una parte de mí iba a extrañar el vestir como en nuestro reino, y estaba segura de que, en realidad, ella también. Pero teníamos que adaptarnos a las circunstancias. Y a decir verdad, lo que me importaba era estar con ella, y saber que estaba bien, que estábamos juntos. No necesitaba nada más, aunque mi ego me dijese lo contrario.

_ No digas esas cosas o voy a empezar a creérmelas, cariño._ Le dije, mientras alzaba una ceja. Sabía que ella me querría estuviese como estuviese, al igual que yo hacía con ella. Era preciosa, y por mucho que vistiese con una bolsa de patatas, iba a seguir siéndolo. La besé otra vez, con suavidad._ Algo me dice que me van a encantar esos recordatorios.

Ariadne sabía como llegar hasta mí, eso estaba claro. Tenía asumido que iba a vestir de aquel modo, pero eso no era necesariamente malo ya que al menos me encontraba cómodo. Algunas de las prendas que llevaba antiguamente eran mucho menos flexibles que aquellas. La tomé en volandas y deposité otro beso sobre sus labios. Sentía que nunca me cansaría de aquella sensación.

_ ¿Cuál es vuestra idea para esta tarde, mi lady?

Lo cierto es que tenía cierto plan para aquella tarde. Pero no era algo que quisiera compartir con ella, no aún. Era una sorpresa muy especial que había preparado sólo para ella. Comencé a andar y la llevé al salón, sentándola suavemente en el sofá, como si tocar el suelo pudiese hacerle daño. Desde el primer momento siempre me había parecido muy delicada, y la había tratado como tal.

_ Lo cierto es que había planeado quedarnos en casa y ver una película, nada más._ Murmuré, acurrucándola sobre mí. Me gustaba sentir que la estaba protegiendo, que cuidaba de ella. Aunque muchas veces era al revés. Cuando Arciria me había noqueado, lo único que me ayudó a luchar a contra la inconsciencia, había sido pensar en ella._ Podríamos pedir que nos trajeran algo de comer. Tengo curiosidad por... ¿Cómo dijiste que se llamaba? La pizza.

En este nuevo mundo había muchos alimentos que me eran totalomente desconocidos. Algunos despertaban mi curiosidad, y tenía tiempo de sobra para probar la gastronomía americana, aunque desde luego no tenía el menor inconveniente en que fuese Ariadne quien me ilustrase en ese aspecto pues, a fin de cuentas, hacía exactamente lo mismo con todos los demás.

Teléfono. Tardé un rato en darme cuenta de que se trataba de aquel trasto por el que se podían establecer comunicaciones. La primera vez que lo escuché sonar me llevé un buen susto, dado que no me esperaba aquello, definitivamente. Jugué con los dedos mientras la esperaba y me trajo una bebida. Di un trago y sonreí un poco, mientras la miraba.

_ En nuestro reino no teníamos que preocuparnos de esas cosas, que yo recuerde._ Dije, en una burla de desafío. Bien es cierto que en nuestro reino había otras muchas cosas que hacer, y eso nos mantenía ocupados como para quemar aquellas calorías que en este mundo podían llegar a acumularse, todo un peligro para lo que nos convenía._ Lo cierto es que he estado algo aburrido aquí solo, pero no se me ocurre qué hacer cuando estás fuera. No me apetece deambular por la ciudad sin rumbo.

Y acabar siendo confundido con mi hermano, o peor, reconocido. Tuve ciertos problemas con el gigante cuando me lo encontré, algo que entendía, porque yo mismo me lo había buscado con el asunto de Jaqueline y las judías. Un recuerdo que no me gustaba traer de vuelta.

Ariadne me embriagaba con su monería, era imposible no querer abrazarla todo el tiempo. Casi me dio rabia que se levantase a buscar la pizza y se apartase de mi lado. Pero cuando volvió me dio un beso y yo la correspondí, era imposible contestarle de otro modo. Era dulce y cariñosa, todo el tiempo. La cogí de la mano y la miré a los ojos.

_ Supongo que podría buscarme algún trabajo. Aunque ahora no quería hablar de eso._ Dije, mientras la rodeaba con los brazos. Llevaba toda la mañana esperando hacer algo y no quería retrasarlo más tiempo del necesario._ Preferiría hablar sobre nuestra relación. Hay algo de lo que deberíamos hablar desde hace mucho tiempo. Me he cansado de postergarlo.

Jugué con su cabello, mirándola a los ojos, esos profundos ojos claros que me embelesaban, Desde el primer momento me habían atrapado y eso no había cambiado. Además, dudaba que en algún momento fuesen a hacerlo. Y por eso lo que quería decirle se me antojaba tan importante.

Ella intuía lo que iba a decirle, estaba claro por el modo en que se había arrojado a mis brazos. Tendría que dejar la pizza para más tarde, pero eso era lo de menos. Sabía que mis palabras ensancharían la sonrisa que veía en aquellos labios, y eso era lo que más ansiaba en el mundo, ver a mi amada feliz. Era lo que me había mantenido vivo todos aquellos años mientras los seres de las tinieblas me mantenía preso.

_ Ha pasado tanto tiempo que lo cierto es que nuestros planes para entonces han tenido que sufrir demasiados cambios. Pero hay algo que me gustaría que se mantuviese inalterable._ Cogí sus manos y se las besé tiernamente, mientras hacía una pausa y cogía fuerzas para lo que venía._ Aún quiero hacer honor a la promesa que te hice. Sigo queriendo casarme contigo más que nada en el mundo. Y no necesito preguntártelo para saber que tú también quieres. Creo que tenemos que fijar una fecha para nuestro acontecimiento.

La rodeé con los brazos y besé sus labios afectuosamente. La quería, y deseaba más que nada que fuese feliz, y que estuviésemos juntos siempre. Además, y no por ello menos importante, llevaba esperando mucho tiempo para consumar mi amor por ella. Creía que ya habíamos esperando suficiente los dos.

Ariadne sabía como llevar a mi corazón con facilidad, y sus palabras no hacían más que enternecerme. Íbamos a estar juntos para siempre, pues nos lo habíamos ganado después de todo por lo que habíamos tenido que pasar. Veintiocho años separados, veintiocho años pensando en ella, en lo que la echaba de menos, y ella siendo incapaz de recordarme.

_ No sé qué temías, pensaba que ya tenías claro mis sentimientos por ti._ Le dije, mientras la miraba a los ojos, aunque los cerré cuando me dio aquel beso que yo correspondí. No me separé de ella hasta que sentí que me quedaba sin aire._ ¿Una semana después de la boda de Regina? ¿Y voy a tener que esperar tanto? No es justo.

Le di un golpecito en la nariz y cogí un trozo de la pizza, que ya empezaba a enfriarse. Sabía que no era muy elegante ponerse con esto después de la situación que teníamos, pero lo cierto es que me moría de hambre y no quería que se me sonase el estómago, porque pensaba que eso sería incluso peor.

Era propio de las princesas, y de cualquier mujer en general. Querían pensar cada detalle sobre su boda, cada pequeño gesto, cada plato, cada vaso. Eso era algo que la mayoría de los hombres no entendíamos. Sólo esperaba que no se pusiese expectativas tan altas que fuese imposible cumplirlas para las personas encargadas de dicho asunto. A mí no me importaba particularmente como fuese, siempre que al terminar ambos llevásemos nuestros anillos.

_ Está bien, supongo que puedo esperar unos días más si me lo pides. ¿Qué son comparados con los veintiocho años que ya he tenido que esperar?_ Dije, mientras me entretenía jugando con el cabello dorado de mi princesa. Odette sabía como llenar el vacío que siempre habia habido en mi corazón, y yo no pensaba renunciar a eso, ni en esta vida ni en la siguiente si es que la había._ Sólo esperemos que haya más contratiempos esta vez.

Como otra maldición que la apartase de mi lado. Aunque... ¿Cuántas posibilidades había de eso? Probablemente más de las que había pensado teniendo en cuenta lo mucho que Arciria se estaba divirtiendo a nuestras espaldas. De haberlo sabido probablemente no habría pensado en ello con tanta ligereza, y habría estado más atento a lo que se nos venía encima.