Perdido en las tinieblas. (Odette)

Banda Sonora

Los recuerdos eran confusos. Recordaba el palacio y la bestia. Y el dolor que había sentido cuando aquella garra me había atravesado el pecho. Me había sentido morir, y había visto mi vida pasar por delante de mis ojos. Debo reconocer que lo que vi no me había gustado en absoluto. Visto desde fuera, la verdad es que era un cretino.

Abrí los ojos y me encontré tirado en mitad del bosque. ¿Donde estaba? No tenía ni la más mínima idea. De hecho, debo decir que no había estado tan perdido en toda mi vida. Y, dado que aún estaba aturdido, no iba a orientarme con facilidad. Además, no tardé en sentir un retortijón de hambre, que me dejó claro que debía llevar más tiempo dormido del que pensaba.

Estaba desarmado, y mis ropas no eran precisamente las más adecuadas para andar por el campo. Estaba vestido para un funeral, y por descontado, no llevaba ni un triste cuchillo encima. Si bien, y para mi sorpresa, encontré un arco y un carcaj cerca de donde me encontraba. Los tomé y enfoqué en dirección a la orilla de un lago, en el que observaba beber a un grupo de cisnes. Tensé el arco, dispuesto a tensar la flecha, acertar, y llenar el estómago con una de aquellas hermosas criaturas.

Observé atónito lo que estaba ocurriendo ante mis ojos. Uno de los cisnes se había transformado en una mujer ante mis propios ojos. Aunque me había enfrentado a los gigantes, puedo decir que aquello me sorprendió. No creía que aquella joven fuese una bruja. Si hubiese sido un hombre, probablemente le habría atravesado el corazón si dudarlo. Pero era una joven preciosa, y si jugaba bien mis cartas podría conseguir quitarle ese vestido tan bonito.

_ Desconocía la situación, señorita. Si he de ser franco, tan sólo buscaba algo que llevarme al estómago. Llevo perdido unos cuantos días._ No sabía si era del todo cierto, pero como desconocía el tiempo que llevaba realmente fuera, no me preocupé por aclararlo. Y de todos modos mi estómago indicó mis intenciones por mí, rugiendo sonoramente._ No, lo cierto es que mi intención es cazar algo para poder comer, amable señora.

Aunque la comida ahora para mí ha pasado a un segundo plano. Prefería a la jovencita que tenía delante, aunque lo cierto es que necesitaría descubrir lo que necesitaba para llevarla por mi terreno, y así, a pesar de estar completamente perdido, poder tener una dama con la que yacer.

Entonces el menú iba a ser una lata, a decir verdad. Pero estaba hambriento y podía hacer una excepción a mi carnívoro repertorio habitual para recuperar fuerzas. Algo podría cazar después, cuando tuviese el estómago lleno y la concentración. Tenía el arco que había aparecido, y aunque no disponía de mi espada, estaba seguro de que algo podría sacar en claro de aquella situación.

_ Bueno querida, todo se andará. ¿Crees que con ese mensaje como publicidad vas a conseguir que alguien se fije en ti? Un hombre que no teme al compromiso es más difícil de encontrar que una mujer que se transforma en cisne._ Le indiqué, sentándome a la mesa y sirviéndome algunas verduras. La verdad es que todos tenían buena pinta._ Pero como quieras, no te tocaré.

Cuando me preguntó por el mundo exterior, no supe qué decirle. Yo vivía en palacio y lo poco que sabía de mi reino era que estaba en horas flacas y por ello querían organizar un asunto con el rey Midas. Tampoco es que me preocupasen mucho las vidas ajenas, aunque lo de quedarme maldito como un cisne por toda la eternidad me tiraba para atrás.

No pude evitar reírme ante su comentario. Desde luego se puede considerar que era un repelente bastante efectivo, que casi me había hecho salir corriendo. Confieso que de no ser por el hambre que tenía, quizás me lo habría pensado mejor y habría huido. Pero ahora agradecía no haberlo hecho. Y no tan sólo por el hecho de la comida que estaba recibiendo.

_ Sí, me gustan los retos. Pero debo confesar que no os creo. Apostaría a que me estáis mintiendo._ Dije, cruzándome de brazos. ¿Que si me estaba mintiendo? La verdad es que no tenía la menor idea, pero si era así, estaba seguro de que con esas palabras la delataría. Había algo en sus ojos, marca de un tormento propio de alguien que se encontraba solo. Recordaba haberlo visto antes._ Disculpadme, mas no conozco a ningún brujo. ¿Qué ganaría enfrentándome con él? ¿Tiene riquezas, a caso?

No tenía intención de no enfrentarme a nadie si no era necesario. A decir verdad, lo que quería era regresar a mi palacio y dormir en mi cama. Aunque si regresaba cubierto de oro, era más que probable que acabase con los problemas que atormentaban a mi padre, y así quizás dejaría de molestarme con ese asunto.

Banda sonora 1 Banda sonora 2

Mentiría si dijese que me había parado a escuchar las historias de la gente durante mi vida. Pero en este caso no pude evitarlo. La forma en que le temblaba la voz al hablar, el sufrimiento que parecía estar sintiendo. ¿Cuántos años llevaba sufriendo aquel tormento? Me sorprendí dándome cuenta de que aquello me importaba. No me gustaba ver a esa joven llorar.

_ Basta... tranquila..._ Le susurré, levantándome y apartando la lágrima que le recorría el rostro. ¿Cuánto tiempo debía haber pasado sin que nadie la mirase a los ojos, sin que nadie la abrazara? Me recordaba a los cuentos que la doncella me contaba cuando era pequeño. Nunca había creído en cuentos de hadas, pero aquella historia parecía ser uno de ellos._ Solucionaremos esto. ¿De acuerdo? Derrotaré al brujo y podrás volver a casa.

Quería decirme a mí mismo que aquello lo hacía tan sólo por el dinero que iba a conseguir con ello, el que no había podido conseguir por derrotar al dragón. Sin embargo, no dejaba de pensar en que era horrible ver a aquella chica atormentada. ¿Acaso la recompensa que realmente estaba buscando no era el dinero? ¿Acaso lo que ansiaba era verla sonreír?

Ella se equivocaba, o al menos, eso era lo que creía yo. Mi principal objetivo era la recompensa económica que sacaría de todo aquello. Sin embargo, una parte de mí me susurraba otras cosas. Y cuando me abrazó, me estremecí. Había algo en sus ojos que no había visto jamás. Tenían un poder que cautivaba mi propia mirada, y me impedía apartar la vista.

_ Bueno, eso no lo sabes, querida. Yo en tu lugar no las tendría todas conmigo._ Le dije, tratando de quitarle hierro al asunto. Pero lo cierto es que yo era un guerrero, no un héroe. No me importaba nada salvo la gloria y el dinero. Siempre había sido así, y dudaba que fuese a cambiar así sin más. O al menos no lo dudaba mientras ella no me clavase la mirada de esa manera._ Tendré cuidado con el brujo, no te preocupes.

Podría derrotar a cualquier criatura que se colocase ante mí, eso lo sabía. Pero su preocupación era enternecedora, a fin de cuentas. A pesar de todo, necesitaba pertrechos, y no iba a conseguirlos en aquel lago, en el que tan sólo habitaban cisnes.

_ ¿No sabrás donde puedo conseguir una espada, pues?

Su preocupación me conmovía más de lo que yo habría esperado. Pero yo tenía claro que iba a hacer lo que se me había pedido, aunque ya no estaba del todo seguro de por qué lo estaba haciendo. ¿Era realmente por el dinero, o acaso por la mirada de aquella joven encantadora? Si me paraba a pensar en ello, quizás la respuesta no me gustaría.

_ Jamás rehuyo un desafío, y este no va a ser el primero de ellos. Le derrotaré con las mismas armas que ha estado coleccionando durante estos años._ Se veía el brillo guerrero en mis ojos, propio de mis andanzas. Contaba con mi talento y mi suerte para aquel desafío, igual que lo había hecho con todos los anteriores._ Llévame donde he de estar y revolveré el asunto.

Para mí ese era otro día en la oficina. Mi propuesta había sido originalmente derrotar al dragón para ganar la fortuna del rey midas, pero podía igualmente encargarme de este asunto y, al resolverlo, volver a mi casa victorioso y al mismo tiempo temido por todos.

Me enfrentaba a un desafió importante, y no podía quitarle la importancia que tenía. El brujo generaba un terror importante en la chica que me había llevado hasta aquel castillo. A pesar de todo tenía intención de ganar, el brujo no me daba miedo. Escogí una espada y observé la armadura que ella acarició. Eso me dijo algo que no esperaba. Ella, sinceramente, quería que yo ganase.

_ Me he dado cuenta de que aún no sé tu nombre, señorita._ Dije, mientras me metía dentro de aquella armadura. era ligera y manejable, por lo que, en caso de correr, no tendría problemas graves para hacerlo. Podía notar lo preocupada que ella estaba, y eso alteraba mi perspectiva ante lo que hacer cuando terminase el combate. No quería que le pasase nada a Odette._ El mío es Sigfrido.

No era cierto ni tampoco falso. Sigfrido era mi segundo nombre, uno que jamás utilizaba porque lo odiaba. Pero no quería que ella me juzgara por la reputación que el príncipe James tenía, la de mujeriego y avaricioso. Que lo era, o al menos eso creía, pero estaba claro que no iba a tardar en confesar. Cuando tuviese mi botín por supuesto.

Odette aún tenía dudas, y su preocupación por mí estaba empezando a enternecerme. Sin embargo había ido con una razón clara, y no pensaba echarme atrás. Estaba seguro de mi victoria, costase lo que costase. Hacía girar la espada a la espera de que el brujo llegase. Y a pesar de todo, no confiaba en las palabras de Odette, y seguía temiendo por su seguridad.

_ Odette, no quiero que veas esto._ Le dije, mientras adoptaba la posición de guardia. Pasase lo que pasase, no quería que viese el sangriento espectáculo que aquel combate supondría. Yo no era una persona particularmente limpia en combate. Me gustaba la sangre y el brujo no iba a librarse de mi acero, en especial teniendo que asegurarme de tener que matarlo._ Márchate al lago, nos veremos allí.

Mi mirada fue clara. No iba a arriesgarme a que sufriera o se traumatizara con lo que iba a pasar. A estas alturas reconocía que me preocupaba mucho por ella y lo que le pudiese suceder. Pero no creía estar enamorado. Ese sentimiento para mí no existía.

El combate me había dejado agotado, pero finalmente había salido victorioso, triunfal. Me despojé de la armadura y, manchado de sangre, abandoné aquel castillo y descendí por el mismo camino por el que Odette me había traído, en dirección al lago. La encontré allí, con una preocupación que se palpaba en el aire. Era una imagen triste, pero que iba a cambiar.

Me acerqué con cuidado y la rodeé por la cintura. Supe de inmediato que le iba a dar una alegría al verme con vida, porque además había derrotado al mago, y roto su maldición. Ahora sería libre, y podría ir donde desease. Al fin, y de una vez por todas, aquella jovencita de aspecto tan frágil iba a tener un nuevo destino. Y ya no iba a negarme a mí mismo la realidad más tiempo. Quería que ese destino fuese a mi lado.

_ Le he derrotado Odette. He roto la maldición._ susurré, mirándola a los ojos. Esos ojos claros y profundos como el lago en el que nos veíamos reflejados en aquel momento. Le rodeé el rostro con las manos y uní mis labios a los suyos durante unos segundos. Aquel era un beso suave, casto. Muy distinto a los que solía dar. Pero Odette parecía una muñeca de porcelana que requería tales atenciones._ Lo conseguimos... lo hemos conseguido juntos.

Banda sonora
Iba a decir unas palabras, pero me sentí interrumpido cuando me cayó algo en el hombro. Un copo de nieve. Y tras él, le siguieron otros tantos. Era una nevada suave, más agradable que molesta, que parecía augurar lo que yo mismo quería decir. La atraje hacia mí y la rodeé con los brazos, cerrando los ojos ante sus palabras.

_ Yo también te quiero Odette. Pero he de pedirte que no me llames Sigfrido. Es mi segundo nombre... En realidad me llamo James._ Susurré, mirando sus ojos, que me tenían atrapado una vez más. Ninguna otra mujer me había hecho sentir de aquella manera._ Cuanto deseo es estar contigo. Y todo lo que ello conlleva. Nunca nadie se había preocupado por mí como tú lo has hecho.

Le tomé la mano, y la miré a los ojos, dándole otro suave beso. Mi amor por ella era real, ahora lo sabía. Había tratado de evitarlo, pero el amor era caprichoso y no podía pasarse por alto aunque lo intentases. Parecía que todas las historias que me habían contado hacía tiempo eran ciertos.

Había triunfado sobre la adversidad, y mi premio era mejor de lo que habría llegado a soñar o esperar. Amaba a la princesa, y eso era algo que no podría negar aunque hubiese querido. La besé de nuevo cuando me confesó que había sido el único, y sonreí, rodeándola con los brazos. No pensaba dejar que nadie más la tocase nunca más.

_ Parece ser que la tenías. Estaba errado, lo confieso._ Le dije, mientras me quitaba algunos copos de nieve de mi atuendo, pues iba a terminar calado hasta los huesos y eso era algo que no me apetecía en lo más mínimo. Ella, sin embargo, parecía feliz de estar calada hasta los huesos, porque nuestro amor había roto su maldición, y el brujo había perecido._ No tengo nada que ofrecerte salvo a mí mismo. Y espero que eso baste para ser el único con derecho a besarte.

No me quedaba nada. Mi reino y mi trono se habían esfumado, como si de una cortina de humo se tratase. No había visto la fragilidad que esas cosas tenían, y ahora me veía ante algo que parecía duradero, y no pensaba tirarlo por la borda. Junto a Odette, podría ser feliz.