Esther[Selennaya A. Greene]

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Aquellos que temen a los dioses son sabios, a fin de cuentas a todos solía enloquecernos nuestro propio poder. Y yo no era una excepción. Mientras andaba por aquellos pasillos, los niños se apartaban a mi paso. Podía sentir el terror atravesar sus cuerpos y una risa cruel, casi inconsciente emanaba de mis labios. Adoraba el miedo, me alimentaba de él. Y me embriagaba.

Todos eran idiotas, todos y cada uno de los que se encontraban allí. Hadas y niños por igual. A cada paso que daba, su miedo y su odio me daban más fuerza. Podría destrozar el orfanato con tan sólo chasquear los dedos, y sería gracias a los que vivían en él. Pero me detuvo el pensar en mis hijas, les había prometido que no haría esas cosas.

No obstante, eso no me impidió espantar a todos y cada uno de los niños que había en el parque con la imagen del hombre del saco. Aunque decir que los había espantados a todos sería prematuro. Una se quedó en un columpio, moviéndose adelante y atrás, como si no acabase de ver lo que acababa de pasar.

_ ¿A ti no te da miedo que te arrastren al infierno?_ pregunté, de nuevo con mi forma habitual.

Como pájaros en bandas , los niños salían despavoridos del lugar. Rodearon el culumpio sin mirar atrás. Algo , o alguien les acechaba. Algo que la muchacha , Esther no había percibido. La oscuridad del convento no la asustaba , a los demás si , mientras ella se mecía cual niña siempre en la oscuridad de la noche.
Sus piés tocaron la nieve blanca frenando de golpe el columpio , y desvió su mirada a la nueva presencia que se le había aprecido. Una pregunta , tan solo una pregunta bastó para arrancar la más terrorificas de las sonrisas de la pequeña.
Habían venido adoptarla , eso lo sabia , pero nunca pensó que iniciaria la conversiación con esas palabras. Ella sabía lo que era un infierno. Lo sabía , había vivido en el desde que nació , en su cuerpo. Su maldito cuerpo que no crecía , no se hacía mujer. Convivía con ello haciendo de tripas corazón aprobechando de manera sutil los poderes de una niña.
Parpadeó dos veces mirándola , sabía que con ella no sería fácil ser una niña y había algo en ella que le parecía inquietante.
Le dió la mano en señal de respuesta , sin hablar , levántandose totalmente del columpio , y la dedicó una de sus sonrisas bondadosas. Tenía que esperar a saber que juego se emprendía con ella , pues sabía que después de la ruptura de la maldición las cosas no serían lo mismo....
Había personas nuevas , seres ... magia , brujas... dolor... Todo ahora era diferente y Esther ya no solo luchaba con humanos débiles , si no con lo más profundo de la Tierra... cosas que para ella eran totalmente desconocidas.

Esa niña era diferente. Incluso dudaba que se tratase de una niña. Sus pensamientos no eran los de una niña. Y no pude dejar de mirar con extrañeza su aura oscura, que no cuadraba en absoluto con el de una niña. Asumí que había un misterio en ella que había que desentrañar. Me acerqué y le acaricié el cabello, gesto que me daba muchos más datos que simplemente mirarla.

_ Recoge tus cosas. Te vienes a mi casa conmigo, sea ese tu deseo o no. Voy a enseñarte a comportarte y vas a respetar mis normas. ¿Está claro?_ No esperé respuesta, porque de hecho no la quería. Ella no tendría voz ni voto en ninguna de mis desiciones, y eso pensaba dejarselo claro en aquel mismo instante._ Te espero aquí. Tienes veinte minutos para recogerlo todo. Si te dejas algo no volveremos a buscarlo.

Le clavé una mirada dura, mientras en mis ojos literalmente se dibujaba la escena del horror. Su aura podía ser oscura, pero tenía claro que iba a meter a aquella niña en cintura, de una manera o de otra. La sometería a mis deseos, aunque no usase mis poderes mentales para ello.

Las monjas del convento custodiaban a los niños. Se aseguraban de dar a los niños unos padres perfectos, no era fácil adoptar a ningun pequeño de el convento. Cuando la pequeña obedeció, tardó menos de 15 minutos en hacerlo todo. Tenía su maleta llena de cosas , y sus cuadros con sus dibujos grotescos. La habían proporcionado un móvil para estar en contacto con su evolución en su nuevo hogar.
Esther volvió con un rostro más dulce que de costumbre. Sonrió a su nueva madre y dijo de manera inocente:

- No me he olvidado de nada- Orgullosa de no olvidarse nada , la dio la mano sin vacilar.
Todo lo que más deseaba en ese momento era salir del convento. Estaba contenta por un lado , por que tendrá madre , y seguramente un padre atractivo al que abrazar y sentirse protegida.

Me sorprendió que se mostrara tan obediente a pesar de tener ese aura de tinieblas a su alrededor. Sin embargo no iba a perderla de vista. Ese aura de tinieblas no debía tomarse a la ligera, igual que la hilera de sus pensamientos, propios de un adulto en lugar de de una niña. Sus palabras y su sonrisa no me engañaban. Mucho menos cuando al coger mi mano sentí un escalofrío.

_ Veo que has entendido el mensaje. Buena chica._ dije, haciendo aparecer en mis manos una piruleta bastante grande, que le entregué. Nos desvanecimos del orfanato con el sonido de un trueno y al llegar a casa le solté la mano y tomé asiento en uno de los espaciosos sofás de los que disponía._ Bienvenida a tu nuevo hogar. Hay una habitación libre en el pasillo a la izquierda, esa será tu habitación. ¿Alguna pregunta?

Se suponía que estaba tratando de ser suave con ella, pero no me estaba saliendo muy bien. Yo era una mujer de naturaleza fuerte, siempre lo había sido. Aunque Selennaya me había enseñado que sabía ser dulce, y por eso conseguí hacer el esfuerzo de acercarme a ella y estrecharla entre mis brazos, sintiendo su calor.

Esther no habló ni durante el viaje , ni en ningún momento. Tan solo obedecía. Era parte del patrón de conducta que tenía ante nuevos padres. En este caso , solo una madre era la que cuidaría de ella.
Por el pasillo , la pequeña avanzó a pasos cortos.
Con una sonrisa se fue dirigiendo a su cuarto mientras la miraba con una sonrisa que mostró junto con una dulce negación ante la pregunta de si tenía alguna duda.
No la tenía. Había estado con muchas madres , aunque ahora era diferente , no tenía miedo a nada. La mente humana y los trastornos psicológicos eran más fuerte aun que cualquier cosa , más fuerte si quiera que la magia.
Abrió el pomo de su cuarto despacio , como para mirar como eran sus aposentos y se dio la vuelta mirándola.
- ¿ Tienes más hijos?- Su mirada se tornó fría , pues a Ely no le gustaba compartir su vida con más niños cuando tenía madre- Apenas sé datos de la madre que me ha adoptado, y me encantaría ser tu hija y que nos lleváramos muy bien.- Su voz se tornó dulce como la de una niña de su edad, sin embargo aun con esa voz no se podía evitar ver un matiz de extrañez en su sonido , como si algo más se ocultara dentro.

Era una niña realmente extraña, y me costaba sintonizar con sus pensamientos. Había algo turbio en todos ellos, que me daba la impresión de que alguien le había hecho mucho daño. Era algo que ya había visto antes múltiples veces. La acompañé cuando se dirigió a la habitación que le había indicado.

_ Lo cierto es que tengo otras dos hijas, pero son muy mayores y ya tienen sus propias vidas. Me sentía sola en esta gran casa vacía..._ le revolví el cabello. Me gustaba que fuese tan oscura y tétrica, pues se parecía a mí. _ Mi nombre es Discordia, antes era profesora de filosofía, pero ya no tengo la necesidad de trabajar...

La mantuve cerca de mí, alimentándome de su halo oscuro. ¿Le daría eso paz? Lo cierto es que no estaba segura, pero a mí me fortalecía. Sabía que tramaba algo en secreto, pero no era la única. Por el momento, podríamos tratarnos cordialmente, porque yo quería realmente que nos quisiéramos a pesar de todo.

_ ¿Te enseño a maquillarte, pequeña?

Lo que le pasaba a Esther , era que quería crecer. Lo deseaba en el fondo. Durante todo el tiempo tenía que soportar tener una imagen de niña y su mente crecía demasiado rápido. Había veces , cuando estaba sola que se maquillaba y se desmaquillaba después , deseando ser mayor.
Despacio se sentó enfrente del espejo después de escuchar sus palabras.Sabía maquillarse , pero de igual modo que a veces no sabía ser una niña , se dejó maquillar regalando una sonrisa.
Se miró en el espejo recordando y asumiendo las razones de sus actos pasados , no con las familias, si no con Ely... y por primera vez en la vida se le pasó por la mente pedir perdón. Pero enseguida apartó eso de su mente.
Quería disfrutar , quería de pronto allí sentada viendo su expresión y admirando la belleza de la adulta , quería por un momento aprender a ser una niña disfrutando de ello . Y se dejó hacer cerrando los ojos como si fuera a empezar por sus ojos a pintarla.
Nadie la había enseñado en realidad a ser adulta , por que nadie sabía que lo era, y de pequeña tampoco lo hizo... apenas disfrutó .
Cuando le dijeron que sus padres morirían sintió que era la manera de matar a un niño, chocando con la realidad, era muy cría cuando murieron , y más adelante predijo un incendio... y una maldición que realmente no era la culpa de la Bruja que se lo dijo.
Los hechos los entendería después, el hecho de no poder controlar el futuro o el pasado , o los actos . Todo eso le llevo a matar.
Había destrozado familias, se había encaprichado de hombres, por que lo que realmente ella quería era ser una mujer. Como Discordia por ejemplo , aunque tuviera que vivir toda su vida.
Empezó a sentirlo sencillamente , empezó a sentir que estaba tal vez equivocada y sus ojos se empezaron a llenarse de lágrimas , las cuales no dejó salir por no mostrarse débil.

- Enseñame...-

Solo dijo eso. La miró y esta vez su sonrisa era de alguien cansado , tal vez , su nueva madre se diera cuenta .

Sentí el hilo de sus pensamientos, esta vez claros, nítidos. Y por un momento quise cruzarle la cara cuando vi que ella era la que había matado a Ely. Aún la recordaba, a veces, aunque no como lo había hecho con Shadow. Quería una vida feliz, para mí y para ella. Quizás pudiese ayudarla.

_ ¿Quieres que te enseñe a maquillarte... o que te enseñe a ser adulta?_ La miré a los ojos con una clara muestra de que lo sabía. Pero también le mostré que no estaba enfadada. Ahora la entendía, entendía sus tinieblas. Y entendía cómo hacerlas desaparecer._ Si eres una buena chica puedo hacer muchas cosas por ti. ¿Sabes?

Cogí el lápiz de ojos y continué, sin dejar de mostrarle mi apoyo. Apliqué un poco de colorete y pintalabios en esos labios infantiles. Pero eran sus ojos lo que delataban la edad que realmente tenía. Cogí su rostro entre mis manos y hablé en un susurro, con calma.

_ Yo puedo hacer que las manecillas empiecen a correr. Puedo hacer que empieces a crecer...

Se giró despacio, la miró a los ojos y se sincero como si algo cayera desplomándose, como si su cuerpo pesara tanto como su edad.
-Quiero ser lo que soy si.- En cierta manera quería y deseaba crecer, ante la palabras de su madre adoptiva no pudo evitar sonreír.-
De pronto se sintió a gusto dejándose maquillar , se miró al espejo orgullosa de parecer mayor y lentamente se quitó los lazos de su cuello y sus muñecas.
-No debo usar esto en tu hogar entonces- Sonrió satisfecha apoyándose en su cuerpo de espaldas mientras miraba al espejo y cogió su mano.
- Necesito que me guardes el secreto.- Entornó los ojos de pronto con malicia , como si ahora ella fuera su confidente

Pude ver el dolor en cada uno de sus gestos, la pena que tanto tiempo la había acompañado. Había una mujer madura atrapada en ese cuerpo al que con tanto mimo estaba maquillando. Coloqué unas líneas alrededor de sus ojos, y la peiné ahora que ya no llevaba esas coletas infantiles. Se parecía a mí, a decir verdad. Pero eso me gustaba, a fin de cuentas la adoptaba para que fuese mi niña.

_ Aquí puedes ser tú misma, no tienes que esconder lo que eres. Es triste que no puedas ser tú misma en la casa en la que vives. ¿No crees?_ Terminé de maquillarla y le mostré el espejo, donde su reflejo estaba despampanante, y parecía una chica mayor, todo lo que su rostro permitía, desde luego._ Necesitaré algo de tiempo para encontrar el hechizo que te permitirá crecer. ¿Podrás esperar un poco más, verdad?

Me habló de que quería que guardase su secreto y yo lo entendí. Probablemente tenía miedo de las consecuencias de revelar la verdad. Habría gente que podría tomárselo muy mal, yo comprendía lo que era sentir el mal muy en el fondo del corazón.

_ No temas, tus secretos están a salvo conmigo.

Esther se sentía tranquila. Como nunca había estado , pues jamás había confiado ese secreto tan grande que tenía en su interior y que le agolpaba el pecho. Sonrió a su madre de nuevo, y suspiró ante el comentario de ella.
- Tendrás que pagar por el hechizo, y no quiero crear más problemas de los que...pueda ocasionar.-

Por primera vez en mucho tiempo su sinceridad , su voz adulta se asomaban por el espejo como rayos de luz , con timidez por lo extraña que estaba. Le gustaba mirarse , verse de esa manera. Se subió a la silla poniéndose a la altura de Discordia, sonrió y se tiró un beso a si misma mientras se ponía de lado para mirarse.
-Tu maquillaje me gusta, gracias- La dio un beso en la mejilla despacio y después devolvió la mirada a su reflejo ladeando la sonrisa.

Ahora se estaba preocupando por mí, y eso me conmovía. Me iba a ocupar de que se sintiese todo lo adulta posible, para que se percatase de que su cuerpo no importaba en lo más mínimo. A pesar de todo quería hacerla feliz. Acababa de entrar por la puerta, pero ya la sentía parte de mi vida.

_ No te preocupes, los dioses no solemos tener que pagar por nuestra magia. Encontraré el modo, cielo._ Nos observé a las dos en el espejo. La besé en la mejilla. La veía mucho más radiante, y su halo de tinieblas_ Estás preciosa cariño, como una verdadera chica mayor. ¿Es como quieres que te trate ahora?

Me sería difícil pero lo intentaría si era su deseo. Yo quería que fuese feliz ante todo. Le acaricié el cabello oscuro que tan hermoso era. Ella no tenía nada, podría hacerla eterna cuando alcanzase la edad que deseaba, igual que Zandra había sido.

Se sintió satisfecha tras la situación que se acababa de dar, sonrió de nuevo dedicando una mirada a su nueva madre.
- Quiero que me trates como lo que soy, una mujer adulta- Se miró al espejo de reojo ,si , ahora si parecía una adulta , lo que era en realidad. Suspiró ante ella mientras se sentaba en la cama.
- ¿ Comenzamos por algo sencillo como tomar una copa?.
Extrañaba tomar una copa , cuando lo hacía era siempre a escondidas de las miradas de los mayores. Ellos no lo comprendían, no entendían , si lo viesen se llevaría una reprimenda.Para Ely el poder mostrarse como era en su casa era un gran alivio en realidad.
No se imaginaba como era crecer, tampoco se lo había planteado en realidad.Le parecía cuioso como se había creado una maldición para detener el tiempo y mantenerse joven , cuando ella misma si deseaba crecer por otra parte, al menos de manera natural.
Sabía que eso tardaría ,que su mente crecería en sabiduría , y su cuerpo seguiría siendo así.

Una mujer adulta. Y deseaba tomar una copa. Quise quitar de mi mente la idea de que aquello parecía una cita. Mi corazón estaba tocado después de lo que había ocurrido con Ely, y no quería ver fantasmas que no existían, nunca mejor dicho. Coloqué la mano en posición horizontal, soplé y apareció una bandeja con dos copas de vino. Cogí la mía y le ofrecí la suya, sonriendo.

_ ¿Te gusta el tinto? Si quieres puedo ofrecerte blanco, o cualquier otra cosa. Tú sólo pide por esa boquita..._ le dije, sin dejar de sonreír. Si realmente fuese una niña, probablemente la estaría malcriando. Pero Esther era adulta, por lo que eso era algo por lo que no me tenía que preocupar. Quería que se sintiese cómoda, amada. Había pasado por mucho y ahora merecía algo mejor._ También podemos buscarte algo de ropa... más acorde para una señorita.

Normalmente no hacían ropa de su talla acorde a lo que ella querría, pero con un sólo chasquido de dedos podría dárselo. Cuando sonreía se me encogía el corazón, y latía más deprisa. Lo cierto es que estaba preocupada porque no sabía qué me estaba pasado.

Era la primera vez que contaba su secreto. La primera vez que Esther era aceptada y podía campar a sus anchas como quien dice.
La idea de vestido le encantó , y no dudó en aceptar.
-Normalmente , me he hecho arreglos , es decir , se coser. Y si un tinto estaría genial-  Se podía decir que la niña-mujer estaba satisfecha con su nueva relación de amistad que se había creado. Y se sentía bastante más tranquila que hace un momento.
Sonrió al pensar por un momento , que iría con zapatos de tacón por la casa y vestidos ajustados y en la calle sería una niña de nuevo, era algo extraño que estaba deseando hacer.
Lentamente se quitó los zapatos y bajó sus calcetines blancos que llegaban hasta la rodilla.

- Aquí tienes un perfecto 35- Eso tal vez era lo que menos le importaba.Estiró sus dedos y sonrió. Lo que más le molestaba era la ropa, que era un suplicio encontrar , no le quedaba otra que coser.

Un tacón del 35, desde luego eso era poco común, pero podía conseguirlo, igual que podía conseguir los vestidos. Pero dudaba que eso, realmente, fuese lo que la hiciese sentirse feliz. Lo que realmente la haría sentirse bien sería la libertad de ser ella misma, de no tener que esconderse. Yo sabía muy bien lo que era eso. O más bien, Selennaya lo sabía.

_ A tu salud._ le dije, llevándome la copa a los labios y dando un trago. No sería la primera vez que trataba con alguien que no era lo que parecía. Ni por un momento me escandalicé al verla beber. Aunque suponía que el alcohol debía hacer mucho efecto en ese cuerpo tan pequeño, por lo que no podía dejarla beber demasiado, o los demás lo notarían._ Unos pies muy bonitos, la verdad.

Sonreí y le besé el pie que me tendía. Mis instintos eran más fuertes que yo, y por ello tardé un segundo en darme cuenta de lo que acababa de hacer, ante lo que me retracté de inmediato. ¿Qué diablos me estaba pasando?

Le gustaba  que la trataran como una mujer. Lo era en realidad. Envidiaba a las mujeres que podían tenerlo todo o casi todo, un hombre , un hogar... una familia.
Pero el dolor de no tenerlo , le había hecho cometer errores. Errores de los cuales por un lado se estaba arrepintiendo.

Se miró los pies con una amplia sonrisa , y jugo con ellos.

- Son pies de Gheisa , dicen- De pronto Discordia besó su pie como de la nada , y la niña los encogió , más bien por que no solía ser besada nunca y menos por una mujer , cosa que tampoco le agradaba- Son de bebé- alzó una ceja mientras se terminaba de quitar el calcetín- ¿ Crees que tendrás unos tacones de este número?-

Movió los dedos en tono infantil de pronto , aun que no quisiera , siempre terminaba haciendo eso de manera inconsciente , era la costumbre de andar como una niña.

Afortunadamente Esther pareció pasar por alto lo que había hecho y siguió hablando sobre sus pies. Quería unos tacones. Me puse en pie y me dirigí a mi armario, buscando unos tacones rojos de aguja que ya no me ponía. Se los mostré, y con un pestañeo los reduje hasta el tamaño de su pie, de modo que pareciesen hechos a medida.

_ Aquí los tienes, unos tacones del 35, listos para ti. Disfrútalos._ Le dije, poniéndole unos calcetines más finos y calzándoselos con cuidado. Nadie había fabricado zapatos de tal talla en ese país, y estaba segura de que jamás había vestido calzado como aquel._ Pero ya te advierto que andar con tacones es muy difícil. ¿Lo has hecho antes?

Me imaginaba que no. Si acaso con tacones que no eran de su talla, y por narices tendría que haberse caído al llevarlos. Tendría que enseñarla a llevarlos, aunque no le veía mucho sentido a llevar tacones si no era para lucirse ante los demás.

A tal altura , ella , la pequeña mujer no pudo dejar de sonreír. Como agradecimiento besó la mejilla de su nueva madre. Estaba en el fondo agradecida. Y tenía planes desde luego de hacer uso de aquellos tacones. Se miró dándose una vuelta despacio aguantando el equilibrio.
-Parezco una mujer ¿ verdad?- Dijo tocándose el pelo despacio desviando la mirada a su nueva madre.
Por un momento la nostalgia se apoderó de ella. Su verdadera madre no había tenido ni tiempo para enseñarla la mayoría de las cosas. Alcanzó un pie sobre el otro , como una equilibrista , sin dejar de sonreír.No era una sonrisa forzada. Era real. Sentirse casi a la altura de una mujer le hacía sentirse un poco más llena tal vez. La cogió de la mano despacio para apoyarse y tratar de no caerse.
- Gracias por esto...- 
Lo estaba , y luchaba con uñas y dientes de sentirse un poco vulnerable. Nunca le había pasado , nunca un regalo , unos zapatos , un beso...O tal vez si, una vez lo tuvo. Antes de que le arrebataran a su familia , ella era así. No le importaba aguardar su edad si su familia estaba allí . Pero el fuego lo arrasó todo. Y parte de ella murió.
Esther Williams aborrecía la magia , la maldad en realidad. Sin embargo se había convertido en todo lo que ella detestaba de una bruja. La sensación de matar le había provocado en su momento un placer  intrínseco. Y estaba ahí. Se tambaleó cayendo sin querer entre sus brazos. Y ahí se quedó , como una hormiga. Como un ser sin nacer que buscaba un útero donde sentir calor. Se quedó callada y escuchó su corazón , el de su madre. Hasta que se formaran uno solo. No quiso moverse, no de ese modo.
Ahí estaba esa parte cubierta , esa soledad que las llamas había chamuscado. Pero le quedaba otra que no se podía superar con tacones. Amar y ser correspondida.

Esther era mi niña, mi consentida, y sabía que en el fondo aquello estaba mal, que terminaría por malcriarla. Pero no podía evitarlo, pues mi deseo era verla feliz, contenta y en paz. Había sufrido mucho y eso era algo que nadie se merecía. Si hubiese tenido que pasar mi eternidad como una niña probablemente también me habría enfadado con todo el mundo.

_ No, no pareces una mujer. Eres una mujer. Son cosas distintas._ Susurré, acariciando su cabello, rodeándola con mis brazos. Sentí su pulso contra el mío, como se sincronizaban de un modo que yo no alcanzaba a entender. Los humanos eran increíbles, en más de un sentido. Aunque nunca sabría decir el por qué._ Yo me ocuparé de todo, cielo. No te inquietes.

Ese sería el primer día de nuestra nueva vida juntas, como madre e hija. Y nadie me iba a quitar eso, pues era todo lo que me quedaba. Le acariciaba el cabello, mientras me juraba a mí misma que la mimaría, que la cuidaría, durante el resto de su vida.