Ladies party hard!! {Evento para las feminas del foro}

Ahora todo había acabado, la tormenta había pasado, ya no había maldición que romper y mi hijo había despertado de aquel sueño profundo que había caído por culpa de la tarta que Regina me había regalado al anunciarle que me iba... Era una tarta envenenada y Henry había comido un trozo, pero aquello ya había pasado y mi hijo ya estaba a salvo y tenía claro que mantendría a Henry alejado de Regina, al menos por un tiempo, hasta asegurarme de que no era un peligro para nadie de mi entorno.

Pero lo importante del asunto de aquella noche era otro, Mary Margaret, mi madre, conocida también como Blancanieves, y yo habíamos hablado con las chicas del pueblo para celebrar el fin de la maldición. La celebración consistía en festejarlo en el apartamento de mi madre y mío, con lo cual había tenido que llevar a Henry con alguien que no participará en la fiesta, obviamente con Regina no, así que había dejado a mi hijo con Julianne, ya que ella no iba asistir a la fiesta, y David, mi padre, Se había ido a pasar la noche fuera.

Eran las 8:30 de la tarde, mi madre y yo nos habíamos pasado la tarde adecuando el pequeño apartamento para que todas cupiéramos en el salón. Una vez adecuado y decorado, yo me había puesto hacer tacos y crepes, mientras Mary Margaret se puso a poner todo lo relacionado del picoteo, patatas, olivas, canapés, sobre la mesa. Cuando ya todo estuvo listo miré a mi madre con una pequeña sonrisa y dije:- Voy a vestirme, no tardo- Dicho aquello fui arriba, me dí una ducha rapida, ya que tenía la sensación de que necesitaba una y me distraería un poco. Salí de la ducha y miré el vestido que aquella misma mañana había ido a comprarme con Henry, era algo tonto arreglarse tanto para estar en casa, pero como la idea era también salir después de cenar y cantar, había que ir apechugando. Así que me sequé el pelo y me lo recogí en un alto moño y elegante y con cuidado de no estropear el peinado me coloqué el [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], me maquillé un poco y cuando estuve lista, bajé al salón, a esperar que llegarán el resto.

Al romperse la maldición, pude recordar mi pasado. Ya no sufría aquella amnesia de la que me diagnosticaron, una amnesia que en realidad era producto de la maldición. En realidad mi nombre era Mulan, Mulan Hua. Por ello tenía aquella espada, la espada era una reliquia de la familia. Mientras la peineta era la que mi madre me dio también herencia del a familia Hua, para mi presentación con la casamentera. Ahora recordaba esos momentos, en los que todo me iba mal hasta que conseguí devolverle el honor sustituyendo a mi padre en la guerra. Debía de volver un día de estos a la tienda de Mr.Gold para recuperar los. Había recordado quien era, pero no cambiaría para nada mis sentimientos hacia Archie, ya que le seguía amando con locura.

Era agradable no soló el hecho de recordar, si no tambien el conocer a gente maravillosa que habitaba en este pueblo. Acababa de salir de la tienda de ropa del pueblo, me había costado elejir un modelo. Pero mi en el fondo tanto Mei como Mulan eramos coquetas, así que con el vestido en la bolsa recién comprado volví a casa.
Aquella mañana había hecho galletas chinas de la suerte, sería muy divertido para la fiesta. Quería colaborar con algo, así que las tenia preparadas en una caja con cariño.

Me fui a dar un baño de espuma para relajarme y pensar sobre todo lo sucedido ultimamente. Era agradable el calor de la bañera y el tacto de la espuma, estas cosas no las tenía en mi mundo. Podía apreciar mejor mi nueva vida. Salí del baño echando me unas gotitas de perfume, y preparándome para la ocasión. Una vez estuve lista con mi [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]. Cogí mi bolso y la caja de galletas para encaminarme al apartamento de Mary Margaret y Emma. La fiesta prometía así que camine con mucha ilusión.

Al llegar hasta al apartamento, llame a la puerta.

Hacía unos días que la maldición había sido rota. Y me preguntaba, si no hubiese sido mejor para mí que yo hubiese seguido siendo Aysha. Después de todo, mi vida como Megara, era peor que la que había tenido en aquel pueblo. Ser fotógrafa, vivir aislada, y sentir aquella necesidad de estar junto a aquel hombre, eran misterios que yo no tenía claros, hasta que recordé que aquel hombre era Hades. No me había librado de él ni en ese mundo. Seguía todo siendo igual, por lo menos, siendo Aysha, simplemente no tenía aquel conocimiento, por lo que era un poco más feliz que en aquellos días.
Definitivamente, estaba resentida con la salvadora, por haberme liberado de aquel bonito sueño, comparado con lo que me esperaba. En el momento en que todo cambió, todo cobró sentido. La medalla, aquel símbolo de mi vida relacionada con los dioses, y aquel misterioso ticket, que la acompañaba, que simulaba la venta de mi alma a alguien más poderoso. En el instante, en que todo volvió a mí, me senté, tomé aquella petaca que guardaba, y dí un trago. No sabía cuanto tiempo llevaba a que whisky encerrado en aquel metal, pero me sirvió para no pensar demasiado. Si por mí hubiese sido en aquel momento, hubiese abandonado Storybrooke, pero necesitaba respuestas. ¿Cómo, porqué? y ¿cuándo? Respuestas a preguntas, que aún no eran más concretas que aquellas pocas palabras con interrogaciones finales.

Recibí aquella invitación a una salida de chicas, para celebrar que la maldición había sido rota. NO estaba contenta, eso estaba claro, que no iba a tener la mejor sonrisa, cierto, pero debía integrarme. O eso me decía mi subconsciente. Nunca había sido una mujer con amigos, Jamás había tenido más que los que había hecho en Storybrooke. Solían odiarla, señalarla con el dedo, pues había sido la causante de muchos de los destrozos en las vidas de los demás, y pro ello, nunca tenía alguien íntimo en quién confiar.
No esperaba encontrar nada concreto esa noche, y mucho menos divertirse, pero quizás si pillar una buena borrachera, fue por ello por lo que abrió una botella de vino, mientras observaba su armario. Juraría que no recordaba el 70% de aquella ropa, pues como Aysha, siempre vestía con pantalones y jerséis, pero Megara era más femenina, sus atributos eran su medio de persuasión. Por ello cogió aquello que más le recordaba a su vida en la tierra de la magia. Al mirarse en el espejo, no pudo evitar pensar que [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] le hacían volver a ser Meg, la borde y solitaria Meg. Tras esto, la botella de vino volvió a su mano para terminar relamiendo hasta la última gota de aquel manjar.
Subió a sus tacones y se lanzó a caminar por la calle hasta aquel piso, donde se celebraba la fiesta. Parecía que no era la única esperando para entrar Mulán estaba allí.

No me podía creer que la maldición se hubiera roto, y que al hacerlo hubiese recuperado esos recuerdos que ni siquiera sabía que tenía, era todo demasiado abrumador y extraño para mi, me había pasado los últimos días recluida en casa pensando en ello, por una parte me gustaba, era una princesa joder y eso era bueno ¿no?, pero por otra parte me gustaba mi vida como Danielle, tenía dinero, estaba estudiando una carrera que me gustaba, me divertía, salía de fiesta, y hacía lo que quería casi siempre al menos. Pero sabía que eso iba a cambiar, y eso lo supe en cuanto supe que era Giselle. Pero iba a salir adelante, eso seguro, y si quería seguir adelante, tendría que salir del escondite y refugio que me proporcionaba mi casa, iría a la fiesta que se organizaba para chicas en casa de Emma Swan.

Salí de mi cama por la mañana algo soñolienta, pero con ganas de salir esa noche y pasármelo bien, pasé el día entero pensando en que podría llevar puesto para la fiesta, al final me decidí por [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] vestido que llevaba tantísimo tiempo colgado en el armario, sin usar, había sido una de mis muchas compras compulsivas, y al verlo me dí cuenta de que con él podía parecer una princesa de verdad, así que pensar eso me dio la fuerza de voluntad que necesitaba en ese momento, para salir a la calle e ir a casa de Emma y Blanca.
Me dirigí hacia la casa andando, ya que no había mucho camino y al llegar a la entrada vi como Megara, anteriormente conocida como mi amiga Aysha entraba al apartamento.

Al fin era ella misma...era Yuki, con sus recuerdos, los problemas que la acechaban y todo aquello que volvía a su mente tras 28 años siendo otra persona, aunque no por completo. En parte, su otra personalidad llamada Nagano, no era tan diferente a la suya...incluso se atrevería a decir que eran como dos gotas de agua, excepto por pequeños detalles que no se iba ni molestar en contar. Ser de nuevo ella era agradable, como la brisa del viento que recorría su pelo y le daba cierto frescor en las mejillas ahora que paseaba hasta la que recordaba como Nagano que era su hogar. Entró en casa y dejó la ropa tirada por el suelo; una costumbre que había adoptado y ahora no se la podía quitar de encima ni con agua hirviendo. Con cierta prisa se metió dentro del cuarto de baño, abriendo el grifo de la ducha con el agua al máximo de temperatura para así aliviar el frescor de su cuerpo. Adoraba la nieve, eso sin dudarlo. Por algo su lugar preferido en FTL eran el reino de donde provenía, un lugar en el que todos los días nevaba. Pero aquí todo era muy distinto, y a pesar de ser mas resistente al frío, lo sentía de igual manera. En su cuerpo incorpóreo no notaria siquiera una ventisca; aunque siendo sincera, en el fondo adoraba volver a tener un cuerpo físico.

Poco después de que la maldición se rompiese gracias a la salvadora, aunque Yuki preferia llamarla "La mujer de las mil cazadoras", en honor a que siempre que la había visto, llevaba puesta una cazadora, recibió un correo donde le invitaban a una fiesta. ¿Eran tan suicidas que planeaban invitar a una asesina? Una completa locura, pero...¿no es este mundo, a su manera una locura? Durante estos dias no sintió ningún ansia de aniquilar a nadie, basicamente por dos motivos...primero, la magia aquí era impredecible. Y dos, por una vez la felicidad, o al menos ese era el sentimiento al que le recordaba por lo que estaba pasando esos instantes, la invadía en cierta manera. Por supuesto seguía siendo antisocial, irónica y con cierto tono borde, pero algo había cambiado en ella. Ante todo esto, guardó la invitación y decidió que salir a pasar un buen rato era un lujo del que hace años que no disfrutaba.

Salió del baño envuelta en una toalla azul y se dirigió a su habitación, dejando pisadas mojadas y gotas varias por el suelo. Ahora no era lo que importaba. Al entrar en la habitación fué directa al armario. Tras elegir un [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] que le venia como anillo al dedo, se arregló el pelo, terminando por dejarlo suelto con ciertas ondulaciones. Se echó al hombro su pequeña bandolera y con la bicicleta acudió a la dirección escrita en la invitación. Estaba algo nerviosa porque...¿como actuaria la gente al verla entrar? Sus recuerdos falsos y los verdaderos se entremezclaban, y mas de un encontronazo con alguna de las invitadas habria tenido...no esperaba que fuese su mejor entrada. Vió a gente pasar, por lo que hizo lo mismo y se animó a entrar, no sin antes tocar a la puerta, algo que le costó hacer.

Esperanza. La ruptura de la maldición me había dado esperanza y me había devuelto mi vida. Había vuelto a cazar y a alimentarme, es cierto. Pero también había recuperado a mi marido, y a mi hija. Aunque Discordia no estaba particularmente feliz con esa parte del cambio, estaba aprendiendo a manejarla con facilidad. Jefferson, Grace y yo llevábamos varios días sin salir de la casa donde él había vivido aquellos años. Éramos felices, y eso era lo que más deseaba en el mundo. Por eso me costó tanto aceptar ir a aquella fiesta, a pesar de que tenía ganas de ver a las chicas ahora que la maldición se había roto, especialmente a Roja, a la que tenía que dar las gracias por todo lo que había hecho por mí Es por ello que me vestí con mi habitual cuero negro, me puse mi sombrero favorito y salí de la mansión acelerando el paso, después de asegurarme de que llevaba la petaca bien sujeta, para evitar más inconvenientes.

El piso de Blancanieves no se comparaba al castillo que tenía en el reino encantado. Siendo otra princesa, quizás se volvería completamente loca. Pero ella estaba claro que se adaptaría a la nueva vida que le tocaba. Esperaba que no estuviese resentida conmigo por haber ayudado inconscientemente a Regina a Lanzar la maldición, o al menos que las cosas que hice por ella antes lo compensaran. Aunque en el fondo, lo que realmente esperaba es que ella no lo supiese.

_ Bonita casa, princesa. ¿Alguien me va a invitar a entrar o voy a tener que quedarme observándola desde fuera toda la noche?_ Pregunté, porque ahora que tenía mi condición de nuevo, si no me daba paso, intentar entrar sería exactamente igual que la idea de atravesar un muro de ladrillo, aunque lo cierto es que estaba segura de que con el muro tendría bastante más suerte._ Prometo que no voy a morder a nadie, estoy rehabilitada.

Todo había terminado. Aquellos 28 años de dolor, rabia, y confusiones de personalidad, habían terminado. Ya no estaba separada de los suyos. Ya sabía quién era. Sabía lo que sentía, y a quién quería. ¡La maldición estaba rota! Y, ¿qué mejor para celebrarlo que una fiesta solo para chicas? Necesitaban hablar de un montón de cosas, intercambiar información. Habían estado sin hablar demasiado tiempo. Al menos, sabiendo quiénes eran, y al menos, Blanca, estaba dispuesta a recuperar el tiempo perdido.

Había ayudado a Emma -a la que aún le costaba llamar hija-, con todos los preparativos de la casa. Había llorado de emoción ante el reencuentro. Todos los sacrificios habían llegado a su fin. Ayudó con la comida y la bebida, ya que tenía que ser todo absolutamente perfecto. Al igual que las fiestas en su castillo. Perfectas. Cuando la informó de que iba a vestirse, asintió brevemente, y se quedó unos minutos más terminando de dar los últimos retoques a todo aquello; centro de mesa, cocina, colocaciones para que todas pudieran entrar... Que no creía que pasaran mucho tiempo allí dentro, pero ella era una mujer precavida. Pasados unos minutos, caminó hacia su habitación, buscando algo que ponerse. La verdad, era que su estilo cuando era Mary Margaret no se asemejaba en absoluto con el que tenía ella siendo Blanca, pero le gustaba.

Encontró un vestido en el fondo del armario, incluso con etiqueta y plástico aún, y lo observó, fascinada.
-Es perfecto...-Fue lo único que consiguió murmurar antes de desprenderse de toda la ropa que llevaba, encaramarse en unas medias color carne, y enfundarse en aquel vestido del que había quedado enamorada. Buscó entre sus zapatos, todos aquellos que pasaban desapercibidos, algo que encajase con aquel vestido, y al encontrar unos pequeños tacones que parecían adecuados, se enfundó en ellos.
Seguidamente, fue al baño. En unos quince minutos, estaba lista, tras peinar su pelo corto, y adecentar su rostro con un poco de maquillaje.

Finalmente, salió del cuarto con sus [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] y se preparó como una de las anfitrionas de la fiesta. No tardaban las chicas en llegar. Y sintió un gran regocijo en su interior; todo volvía a ser como antes. La primera fue Mulán, a la que abrió y recibió con un gran abrazo. Le tenía un grandísimo aprecio. La seguía Meg, tan guapa y.. griega, como siempre. Tras ella, llegó Giselle, que dejó a Blanca abrumada con su elegancia que tanto la caracterizaba; Yuki iba preciosa, y le pareció divertido y gratificante verla por allí, ya que había tendido sus dudas de que apareciera.

Iba a empezar a hablar al verlas a todas allí, pero al escuchar la puerta, se volvió con una sonrisa dispuesta a abrir; y al escuchar la voz de Anzu, tragó saliva. Pero, había escuchado sus palabras. No pensaba hacer nada, y seguramente, ella también necesitase divertirse.
Con la sonrisa de nuevo dibujada en su cara, abrió la puerta, e hizo una pequeña reverencia, como antaño.
-Bienvenida.

Ya había terminado todo. La maldición se había roto y todos recordábamos de nuevo quienes éramos. Pero yo tenía sentimientos contradictorios, por una parte me alegraba recordar quien era, ya que miraba hacia atrás y Ruby no podía ser más distinta de mi. Pero no era mala persona, solo algo descarriada. Aunque cuando me puse a inspeccionar el vestuario se me cayó el alma a los pies. Lo único que me gustaba era que el color predominante era el rojo. Lo que más me gustaba de Ruby es que ella no había matado a nadie, no pesaba nada sobre ella y no recordaba haber matado a su amor. Yo si, después de veintiocho años volvía a cargar con esa losa, una losa con la que nadie tendría que cargar. Ahora que la magia había llegado a Storybrooke también me preocupaba con creces recuperar mi caperuza, no la encontraba por ningún lugar. Aún no debía empezar a preocuparme y lo que tenía que hacer era confiar en mi. Yo sé controlarme, puedo controlar al lobo, si vuelvo a creer que yo no soy la loba tendría que comenzar de nuevo y la gente correría peligro... y no estaba dispuesta a que nadie corriese la misma suerte que Peter. Ya quisiera yo que mi historia fuera como la muestra la gente de este mundo.


Emma lo había logrado, con el amor más puro del mundo, el amor de una madre a su hijo, la hija de mi mejor amiga, la niña a la que en teoría debería haber visto crecer, nos había salvado a todos, inconsciente de que algunos teníamos mucho que querer olvidar. Pero en definitiva, me alegro de haberme recuperado a mi misma. Estaba plantada delante del armario recorriéndolo de arriba a bajo. Examinando cada prenda e intentando encontrar algo decente que ponerme aquella noche. De lo que más escandalizada estaba era del vestuario que había llevado durante tantos años. En alguna que otra prenda me entró la risa y otras merecían ir directamente a una hoguera. Finalmente me decidí por un vestido negro con las mangas largas y la falda por encima de la rodilla. Dejé mi melena color chocolate suelta y me maquillé lo justo y necesario.

Aquella noche las mujeres nos íbamos de juerga. Noche de chicas. Pese a mi malestar por la vuelta de tan horribles recuerdos a mi mente esa noche pensaba pasarlo genial. Muchas veces cuando venían a la cafetería aun sin saber nada las chicas habíamos hablado de salir una noche. Y después de todo ¿que mejor manera de celebrar que ya volvíamos a ser nosotras mismas que con una noche de cena, karaoke y copas? Estaba emocionada. Salí hacia la casa de Mary Margaret, Blanca. La mujer sin la cual no habría podido sobrevivir. Una de las personas a la que más quería. Cuando llegué estaban ahí ya Danielle, Nagano, Mei, Bella, a la que había conocido hacía muy poco tiempo pero que se había convertido en una gran amiga para mi... y mi Shadow. Una mujer con la que había compartido muchísimas cosas. Una gran persona.

-¡¡Ya estoy aquí!! -saludé entrando detrás de Bella. Con un humor jovial. El carácter y la actitud que debería tomar a partir de ahora... incluso con mis recuerdos. Repartí abrazos a todo el mundo. Si por algo podía caracterizárseme era por ser tan cariñosa. Cuando abracé a Shadow le guiñé un ojo, había oído su chiste desde la escalera. Sinceramente, la había echado de menos. Y luego abracé a Blanca. Nunca podría dejar de agradecerle todo lo que hizo por mi. -Sienta bien volver a sentirse uno mismo -dije con una sonrisa.

Al llegar al apartamento de Mary Margaret y Emma, me encontre al poco con Megara aqui llamada Aisha, al poco rato vinieron más chicas las cuales no conocía pero les sonreí. Esta noche iba a ser divertida, era momento de olvidar los malos recuerdos de lo que habiamos pasado hasta el momento. Tenía la sensación de que esta calama no duraria mucho, no quería pensar mal. Pero el hecho de que la magia hubiera vuelto y siguieramos en este mundo me hacía estar en guardía. Pero por el momento era algo que estaba en mi cabeza, era momento de dejar las preocupaciones y de divertirse. Cada chica iba muy elegante, todas parecian muy simpaticas. Me preguntaba cual sería la historia de cada una.

Al entrar a casa de Mary Margaret y Emma no pude evitar abrazar a Blancanieves, le tenía mucho cariño. En el otro mundo despues de la guerra me había trasladado a su reino. Le tenia mucho aprecio, era tan buena persona y tan dulce. Le salude con ternura y una gran abrazo. Me alegraba que ella y James estarían de nuevo juntos. Formaban una gran pareja.
-¡Buenas noches Mary Margaret, Emma! He traido unas galletas de la buena suerte, que he hecho esta mañana-les dije entregandoles la caja que había traido. Podía ser divertido comerlas y ver que nota nos tocaba a cada una. -Muchas gracias por invitarme a la fiesta, es un honor poder estar aqui.- les confese con una sonrisa. Me preguntaba si los chicos del pueblo se habrían puesto a celebgrarlo por su parte y si Archie estaría con ellos.

Escuche una voz que me sonó familiar, familiarde cuando vivia en el otro mundo. Al mirar ví que era Bella, era una chica maravillosa. Me preguntaba si se acordaría de mí, fuía saludarla:
-¡Buenas noches Bella! ¿que tal estas? Estas preciosa, bueno todas lo estais.
Entonces llego Ruby con la alegría que traia siempre, la mira con mucho cariño y no dude en abrazarla.
-¡Rubyyyyyyyyy! Me alegra mucho verte.- le dije emocionada-Es cierto, es agradable haber dejado la "amnesia". Ya por fin puedo respirar tranquila ya que ahora se que la amnesia que sufría era cosa de la maldición.-dije medio bromeando y riendo, la verdad es que me sentía mucho mejor.
Era agradable estar aqui, algunas las conocía por el mundo magico a otras en cambio las concocia de Storybrooke o ambos. Pero era ocasión de conocer nuevas amigas, estar un rato con las que tenía y poder desmelenarse un poco.
A las que no conocía me presente con mis dos nombres, era un lio presentarse por que no sabía ya que nombre debía usar.
-¡Buenas noches!, me llamo Mulan aunque por aqui conocida como Mei-les dije con alegría

El hecho de que la maldición se hubiera roto, me alegraba. Sobre todo porque ya sabía de donde venía la espada que colgaba en mi estudio. Y porque sentía un escalofrió cada vez que pasaba al lado de Regina. Me sentía aliviada al saber que ahora cada uno de nosotros pudiera ser uno mismo. Aun así, sabía que Regina podía ser peligrosa, así que teníamos andar con cuidado. Suspirando, termine de arreglarme el cabello y me mire por una última vez en el espejo de mi departamento, asegurándome que él [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] me quedara bien. Sonriendo para mí misma, agarre mi bolso y me encamine hacia el apartamento de Blancanieves y su hija, esperando no estar demasiado tarde. Al llegar toque el timbre y sonreí nerviosamente, cuando abrieron la puerta.

-Perdón por llegar tarde, tuve que encontrar alguien con el que mi hermanito se quedara .-explique. La verdad no sabía cómo reaccionar. No conocía a casi nadie de aquí, excepto claro a Mulan.
Y aunque odiaba admitirlo, pero casi nunca había hablado con alguien, antes de que la maldijo se rompiera.

Respiró hondo. Siempre hacía lo mismo cuando se veía forzada ante un compromiso social. Poca gente había allí que conociese realmente, Shadow, aquella chica del bosque y su sombrero; Danielle, no la conocía en el mundo mágico, pero había sido su mejor amiga en Storybrooke, durante 28 años; Y bueno Ruby, la camarera de Grannie´s a la que iba a por su capuccino cada mañana. Si se paraba a pensar un poco, había sido capaz de relacionarse con las personas aquí, en este nuevo mundo, pero no estaba segura de que eso fuese a seguir así después de que se descubriese todo el pastel. Pero aquella noche decidió que sería mejor no pensar.

Al entrar sonrió a la gente que había por allí, creía que era de buena educación, y aunque era borde y poco cortés, la educación de la primera impresión la llevaba a rajatabla. Definitivamente, no era muy fan del contacto humano. -Gracias pro la invitación-adjuntó, -He traído algo- dijo mientras levantaba una pequeña caja rectangular que llevaba cogida de una cuerda. Una botella de vino. Esperaba no haber puesto la botella vacía que se había bebido antes de ir y que estaba junto a la llena, sería un poco embarazoso. Se deducía que no era la típica borde, pues se había encargado en cierta manera, de tener un humor más relajado.

Observó a todo el mundo, iban muy elegantes. No había visto a a mayoría de estas personas en el mundo mágico, pues cuando Meg no estaba en el bosque buscando a algún tipo de ser para aprovecharse de él, estaba en el inframundo con su jefe, al que tanto detestaba. Al recordar esto, suspiró de nuevo intentando tranquilizarse, el volver a aquella ruina le hacía sentirse impotente ante su libertad de nuevo. Volvía aquel resentimiento, aquella necesidad que le hacía ser una encadenada de su inocencia. Ahora era diferente, era ella le que se aprovechaba de la inocencia. Cualquiera diría que era malvada, pero en el fondo no era más que una chica asustada.

Cuando vio a Danille allí no puedo evitar sonreír, definitivamente iba a ser su mejor compañía aquella noche, pero quién sabía si el resto de chicas podían verla como una chica normal y no como la que vagabundeaba por el bosque destruyendo planes. Se acercó a la rubia. -¿Cuántos centímetros traes hoy?- Le saludó refiriéndose a sus tacones. Danielle, y sus famosos tacones, todo o diferente a Aysha y sus botas o sandalias.

Escuchó a Mulán presentarse, había oído hablar de ella en los dos mundos pero nunca había tenido el gusto de conocerla, y si eran ciertas las historias que había escuchado, eran parecidas, pero a la vez bastante diferentes. - Yo soy Aysha, o Megara, según prefiráis- Dijo imitando sus pasos, con su voz misteriosa que siempre la acompañaba. Era coqueta y ocultaba un secreto muy grande, tal, que dirigía su vida.

No pudo evitar observar a Shadow de lejos, aquella chica del sombrero. Se preguntaba si seguía teniéndolo, si seguía usándolo, ahora que la magia había vuelto.¿Podía hacer aparecer cualquier cosa como aquella vez? SE acercó a ella sin poder evitarlo, necesitaba respuestas.-Volvemos a encontrarnos-Comentó a forma de saludo.

Eris... Discordia... Selennaya. Tantos nombres, que ahora no significaban nada. Si fuese por ella, en aquellos momentos bastaría con el último. Lo había destrozado todo, la casa parecía haber sido abandonada hacía mucho tiempo, aunque en realidad sólo hubiese hecho todo aquello con una única explosión de pura rabia divina. Era realmente irónico, porque al romperse la maldición no me sentía como Discordia. A decir verdad, me sentía más como Selennaya que nunca. Estaba sola, y vacía por dentro. La ruptura de la maldición no había cambiado algo. Selennaya seguía enamorada de Shadow Shayker, y ese amor me estaba quemando por dentro. ¿Cómo se atrevía a rechazarme? ¿Cómo podía preferir a ese sombrerero pirado? ¿Acaso él tenía algo que yo no?

Pensé que no iba a volver a salir de aquella casa cuando llegó la invitación.. Noche de chicas. Quizás era eso lo que necesitaba, conocer a otra mujer para quitarme a Shadow de la cabeza. A los mortales les funcionaba. ¿Por qué no a mí? Aunque algo me tiró para atrás, sin duda. Aquella nota la había escrito Shadow, lo que significaba que estaría allí. Si bien, eso significaba que querría verme. ¿Habría cambiado de parecer? ¿Acaso esperaba que le demostrase que era mejor que su sombrerero? Podía serlo, y esta noche iba a quedar complacida con mi muestra de ello.

Abrí el armario rompiendo las puertas sin desearlo, y busqué entre mis prendas, hasta encontrar algo que me sirviese. Si quería atraer a Shadow ahora que volvía a ser un vampiro, sin duda era debía vestir de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], el color de la sangre que tantos impulsos despertaba en ella. Aparecí cerca del apartamento con un relámpago, cuyo trueno debieron haber oído en el interior, aunque ciertamente no era ese mi objetivo. Era una diosa y no era mi estilo aparecer silenciosamente y pedir permiso para hacer las cosas.

_ Buenas tardes_ Saludé al entrar en la casa. Mis ojos buscaron de inmediato a Shadow, y la encontraron rápidamente, a ella y a Alexandra. El mundo que había tenido en Storybrooke resumido en dos de las tres personas que me habían importado. Mi mayor deseo era poder abrazarlas allí mismo, quererlas de nuevo. Pero no podía, no con nuestros recuerdos. Me sentía tremendamente fuera de lugar, pues no conocía realmente a nadie en aquella sala, aparte de a Mégara, pero no quería hablar de nuestro trato. ¿Por qué me había llamado Shadow? ¿Que deseaba de mí?_ Espero no molestar...

Aquello era una locura, la mayor que había cometido en toda mi vida, si cabe. Pero le había prometido a Ava que lo haría y ya no había marcha atrás. Aferraba con firmeza la lasaña que había preparado, aunque ni toda la lasaña del mundo podría cambiar lo que yo había hecho. Aunque quizás, aquello que había traído y que guardaba a buen recaudo en uno de mi bolso fuese un comienzo y diese a entender que había cambiado. Ava debía estar sorprendida de que me atreviese a hacer esto por ella, pues incluso yo misma lo estaba, y pensaba llegar hasta el final con ello. El [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] seguía siendo definitivamente mi color, y por ello llevaba uno de mis habituales trajes oscuros. Mientras subía las escaleras al piso superior sentía que mi corazón se aceleraba. Estaba entrando directamente en la boca del lobo y lo sabía bien, pero a pesar de ello una promesa era una promesa, por lo que avancé hasta entrar en la casa. Y al hacerlo noté como las miradas se clavaban en mí. Pude sentir todo el resentimiento que cargaba el ambiente y estuve a punto de salir corriendo, pero no lo hice, tuve valor e hice aquello que había decidido hacer. Dejé la lasaña sobre la mesa y me dirigí directamente hacia la persona a la que había venido a hablar.

_ Blancanieves... He venido a acabar con esto... de una vez por todas..._ Las palabras no salieron como a mí me hubiese gustado, y parecían más una amenaza que lo que realmente quería que significasen. Su mirada me hacía sentir intimidante, como siempre lo había hecho. Pero ya no podía serlo, no después de mi promesa._ Me equivoqué, de todas las maneras posibles, una detrás de otra. Y quiero que sepas que me rindo, y que te pido disculpas a pesar de que no espero perdón de ninguna de las maneras. Pensé que alcanzaría mi felicidad si te privaba de la tuya, si los privaba a todos de ella. Mi hechizo me demostró lo contrario. Ya es tiempo de que madure y deje de perseguirte. Es tiempo de que te deje ser feliz, tal como quería cuando nos conocimos.

Pero lo que había traído aquella noche no era para Blancanieves, era para la otra persona a la que había considerado mi enemiga. Las palabras no eran algo significativo, se las llevaba el viento y podían ser falsas. Eran los actos los que demostraban el carácter de una persona, su voluntad y sus verdaderos deseos. Y Emma Swan iba a ver que le ofrecía una ofrenda de paz significativa, y aunque no fuese a perdonarme jamás, estaba segura de que aquello no desaparecería de su memoria.

_ Y en cuanto a ti, Emma... tal como me he prometido, seré sincera. Desde el momento en que te conocí te ganaste mi desprecio más profundo. Muchas veces soñé con matarte, y me has hecho pasar el más terrible de los sucesos que he vivido durante toda mi existencia. Pero también es cierto que te debo dos cosas muy importantes, y por ello he traído algo que creo que debe pasar por tus manos. Algo que robé hace tiempo, y que es tiempo de que sea devuelto. Algo que espero signifique tanto para ti como creo que lo hará._ Mi voz se había quebrado, mientras buscaba en mi bolso y le tendía a Emma el objeto que durante tantos años había guardado a buen recaudo_ No voy a necesitar robar la voluntad de nadie nunca más. Y es tiempo de que Graham recupere la suya.

La caja de madera cambió de manos, y con ella el valioso corazón que contenía. Aquella era mi última baza, mi última arma alejada de mi magia. Si estaba indefensa cuando había entrado ahora lo estaba del todo. Y lo más conveniente era que saliese de allí cuanto antes, por lo que me dirigí hacia la puerta, aunque estaba tensa porque no dejaba de esperar que algo me golpease de lleno y me dejase inconsciente.

Todo aquello le parecía maravilloso. Adoraba que todas estuviesen juntas allí, recordando al fin quiénes eran. Cuando Ruby llegó, de tiró a sus brazos. Su mejor amiga estaba allí, había vuelto, y lo peor de todo era que siempre le había tenido frente a sus narices, y ni si quiera podía haberla reconocido. Su tacto era tan reconfortante como lo había sido todos aquellos días en Fairytale Land, cuando solo la tenía a ella. a Roja. Sonrió para sus adentros, incapaz de hacer cualquier otra cosa sin llegar a emocionarse, y al escucharla, exteriorizó aquella sonrisa tan blanca como su propio nombre.
-Sienta demasiado bien volver a tenerte cerca. -Murmuró en su hombro, antes de separarse, y mirarla con tanta adulación como le era posible. Estaba allí, estaba a salvo, y era lo que le importaba.

Saludó también al resto de recién llegadas, con gran cariño hacia Bella y Mulán, y con abrazos más cariñosos de lo que quizá debería hacia todas las demás. Tenía una presión en el pecho, pero en absoluto mala. Una presión que le recordaba que todo aquello era real, y que al fin habían vuelto a sus vidas anteriores; tenían todas un final feliz por delante, y ese solo era el principio.
Agradeció con más que ternura los obsequios que las chicas se habían molestado en traer, y justo, cuando iba a dirigirse hacia Emma, su hija, para decirle cuan perfecto era todo aquello, apareció Regina.

Ante todo, se sintió sorprendida, y confusa al verla allí. No sintió rabia, ni odio; la conocía demasiado bien, y aunque se negase a mostrarlo, sabía que en su interior, era una buena persona. O al menos, eso era lo que había querido creer.
La vio acercarse hacia su figura tras dejar la lasaña sobre el mostrador de su apartamento, y la miró, impertérrita, aunque con una tenue luz de esperanza en su mirada. No había podido ir hasta allí solo para amenazarla de muerte. No otra vez.
Y entonces la escuchó, y todo para ella comenzó a calmarse. Ni si quiera se había percatado de que estaba conteniendo el aliento hasta que lo soltó de golpe, emocionada, al oírla. Todo se había acabado. Y algo le decía en su interior, que ésta vez, podía confiar en ella. Antes de que se volviera hacia su hija, pudo decir algo, desde lo más profundo de su puro corazón.
-Todos tenemos derecho a equivocarnos, Regina. Y yo fui la primera en hacerlo. -Se acercó con paso lento hacia ella, aunque no temía nada; por primera vez en 28 años sentía tranquilidad al cruzarse con la alcaldesa. - Acepto tus disculpas, ahora que tenemos una segunda oportunidad. Y agradezco que hayas venido. Sabía que en tu interior, seguías siendo bondadosa. Nunca dudé de ello. -Y sin saber si sería lo correcto o no, terminó acercándose a ella, para abrazarla, con tranquilidad, naturalidad, y quizá, melancolía.

Ahora sí; todo aquella agonía, había terminado.

Reí abrazada a Blanca después de lo que me había dicho al oído. Ruby estuvo veintiocho años sirviéndole café con indiferencia mientras que en el fondo de aquella muchacha en el que estaba atrapada sin poder recordar quien era algo gritaba que esa maestra de escuela tan inocente y buena fue mi mejor amiga, la única que me aceptó aún habiendo visto las atrocidades que era capaz de hacer. Sentí un pinchazo en el corazón ante el recuerdo de una noche que me perseguiría durante mucho, mucho tiempo. -Lo mismo digo Blanca, no hay nada como poder volver a estar aquí y más aún teniéndote cerca

En ese momento entró Regina, me quedé muy cerca de Blanca en ese momento deseé que fuera luna llena por si la cosa se complicaba y tenía que atacar a la malvada mujer que nos había hecho aquello, por mi me daba igual, tenía muchos recuerdos que estaban mejor en el olvido, pero lo que había hecho con Blanca no tenía nombre, ella acababa de tener una hija, después de todo lo que sufrieron ella y Charming para poder estar juntos cuando por fin empezaban a vivir había llegado la maldición y también estaba el asunto del corazón de Graham, el Cazador, un hombre al que consideraba mi hermano, algo que inconscientemente había llevado a mi yo maldita a cuidar del sheriff como tal.

Aún sabiendo que en mi forma humana no era tan fuerte como en mi forma lupina estaba alerta, preparada para cualquier cosa y por supuesto tenía pensado verme las caras con ella para ayudar a Graham. Mis ojos la miraron con agresividad dejando entrever un destello amarillo, propio de mi condición. Pero para mi sorpresa la Reina Malvada llegó con una lasaña y con un corazón en el bolso. Me quedé mirando la escena atónita. Regina se sentía arrepentida, pero ella nunca llegará a comprender lo que fue ver esos ojos vacíos de vida, ese lobo privado de libertad. No hay nada más cruel que eso.

Me dirigí hacia Emma y contemplé el corazón en la caja, rojo, brillante, palpitante... sin duda alguna deseoso de volver a latir en el pecho de su dueño. Luego miré a Regina y mi expresión pasó de la agresividad a una sonrisa tibia. -Lo que has hecho te honra, Regina. -volví a mirar a Emma con cariño -Ahora solo tienes que devolvérselo a su legítimo dueño

La fiesta se estaba llenando de gente que apenas conocía de nada o simplemente no conocía. De todas formas salude a todas las que veía y me presentaba ante ellas, siempre venía bien conocer gente nueva. Blanca y Emma eran unas buenas anfitrionas y todo estaba tan bien decorado, era todo un honor poder asistir a esta fiesta. Al ver a Oriana, recorde aquella vez que la conocí en Fairytailland. Era toda una mujer y una gran guerrera, por ello la respetaba bastante. La abrace al verla, aunque me preguntaba si no sería la unica que apenas conocía a nadie. Al momento llego Ari, que traia dulces, al parecer no nos faltaría comida ya que todas ahbiamos traido un poco de todo. Nos vendría bien para estar fuertes una vez saliesemos de fiesta. Fuía abrazar a Ari:
-No te preocupes, más vale tarde que nunca-bromeé entre risas- a ella le había cogido cariño antes de que la maldición se rompiera, ahora que recordaba quien era podía presentame a ella con mi nombre real. Al ver a Lexie acercarse a nosotras la abrace con mucho cariño, le tenía tanto cariño, era una de mis mejores amigas antes de que se rompiese la maldición y por supuesto ahora.
-Lexie!!!! Tu si que estas hermosa, pareces una modelo .-le dije con mucho cariño y entusiamos al abrazarla.

Decidí presentarle a Ari, aunque no sabía si su nombre era el mismo real y el de Storybrooke. Lexie se adelanto a ello, eso me ayudo bastante.
-Yo soy Mulan, es raro presentarse de nuevo con nuestro autentico nombre- dije bromeando entre risas, aunque era verdad, era dificil asimilar que nuestros nombres que habiamos usado no eran reales.
Todo estaba saliendo tan bien, mis amigas eran maravillosas, el poder reencontarme de nuevo con Oriana, con Blanca, con Bella y mis nuevas amigas ...era todo lo que se podía pedir en este mundo. El estar junto a Blanca y Bella era como si el tiempo no hubiera pasado y siguieramos en nuestro mundo.

Al entrar Regina, no deje de quitarle ojo ya que no me fiaba y menos cuando se acerco a Blanca. Aunque no ocurrio nada y pude seguir con las chicas. Esa mujer era la responsable de que estaríamos aqui, me preguntaba si habría cambiado realmente. Volví a la charla con Esmeralda y con Ari:
-Chicas, me parece que esta noche vais a deslumbrar cuando salgamos- les comente con cariño, ya que ambas estaban hermosas. Aunque no podía dejar de preocuparme por Blanca, por suerte estaba acompañaba de Emma y ella era toda una guerrera, nos lo había demostrado al romper la maldición.