Dolor gratuito [Aysha M. Zisis]

Caminé con desgana hasta los límites del pueblo. Cada día me sentía más vacío y cansado, y todo era culpa de aquellos niños que había adoptado. Yo no estaba hecho para ser padre, me llenaba de cansancio e ira, y aquello me hacía sentir bien, me hacía sentir vivo.
Sabía que jamás les pondría una mano encima a aquellos niños, pero en el fondo quería que fuesen como yo, aunque sin las deudas al Señor Gold.
Los instintos humanos le podía, por ello había citado a Aysha a las afueras del bosque, porque tenía algo importante que hablar con ella, ya que ella desconocía la triple paternidad que acababa de estrenar.
Saqué mi móvil y miré la hora, desesperado. Tenía ganas de jugar con alguien, de jugar a hacer sufrir a alguien, pero aún no había encontrado a ese alguien. Evidentemente Aysha no era.
Pensé en todos aquellos adolescentes que se congregaban cada mañana a las puertas del instituto, confesando a sus amigos y amigas sus problemas personales que para ellos significaban un mundo. Ojalá pudiesen ellos sufrir, aquello me haría infinitamente feliz.
Volví a consultar la hora, Aysha se retrasaba.

Llegaba tarde, como siempre, esta vez me había propuesto llegar temprano, pero ese día sin duda no iba a ser la excepción. Mis pasos eran lo más rápidos posibles, mi pulso se aceleraba a medida que la velocidad aumentaba, no llegaba a correr pero iba más rápido que el resto de ciudadanos, o eso creía yo, porque no había mucha vida en ese momento a mi alrededor.

"Owen me va a matar" evidentemente no lo pensaba literalmente, pero se había retrasado. El sueño la venció mientras veía las noticias, para ella este era el programa más aburrido de todos. Si a esto le sumamos que no había dormido adecuadamente la pasada noche... la tardanza era inminente. Cuando estaba cerca del punto de encuentro. Una ráfaga de viento voló su sombrero y tuvo que salir corriendo detrás de él. "No te vayas" pero rápidamente lo alcanzó. Por suerte no había tenido que retroceder mucho.

Instintivamente echó a correr pues ya había perdido bastante tiempo y no le gustaba retrasarse, aunque no pudiese evitarlo. Odiaba que la gente la estubiese esperando, igualmente que ella odiaba esperar. Owen no se merecía aquello, se estaba portando bien con ella.
-Lo siento, me quedé dormida, mi sombrero se voló... se ha juntado todo.- Dijo cuando finalmente llegó corriendo junto a Owen. Se agachó un poco intentando relajar la respiración, pues hablaba entrecortada. No se podía decir que no había corrido. Puso su mano en su corazón pues parecía que se le iba a salir. Finalmente había llegado a su destino.

Intenté comportame de forma cruel con ella, pero no me salía. Aysha era la única persona capaz de hacerme sacar lo mejor de mí, que, a decir verdad, tampoco es mucho.
Tenía ganas de apretarla contra mí y besarla, algo que nunca había hecho, al menos con ella, y que eso me hiciese sentir vivo aunque fuese por un nimio y fugaz instante.
-Aysha, tengo que comentarte algo que muy probablemente no te guste. No me pegues, porque seguramente eso me pondrá bastante. Allá va... Tengo tres hijos. Pero, tranquila, son adoptivos.

No intenté ni siquiera bajar la mirada. Tenía que saber que lo malicioso que había en mí quería hacerse con ella, muchas veces. No pretendía que mis hijos tuvieran una madre, seguramente eso les haría salirse de mi plan, que fuesen maliciosos y crueles como fui yo en la infancia.
Pero había algo en Aysha que me hacía querer ser feliz con alguien por una vez, algo que evidentemente no quería que pasase. Siempre había sido así, y nadie, ni siquiera aquella mujer tan hermosa me haría cambiar de opinión.

-¿Y bien? No te estoy pidiendo que te comprometas conmigo y esos niños. Sólo quería que lo supieras por si alguna vez visitas mi casa y te encuentras con tres mocosos de 5, 6 y 7 años.

Sabía que Owen no era una persona, buena por naturaleza, pero no sabía como ni porqué siempre terminaba con alguien como él. Nunca había estado con un hombre, que no la hubiese amado y no le hubiese causado ningún daño. Lo único que todo terminaba siempre mal. Era una chica sin alma, con poca fuerza de voluntad, y que se encontraba atrapada en su propio mundo. Un mundo guiado por las elecciones de los demás y por su propia soledad.
A pesar de todo, creía en las personas, y en su poder de cambio, pero nunca había observado algo así en nadie. Esperaba verlo algún día. Ella no quería héroes en su vida, solo personas sinceras con las que charlar y le dieran un poco de ese cariño que tanto le hacía falta. Y en ocasiones deseaba que fuese él, era una de las pocas personas que tenía confianza, a pesar de su personalidad.

Ante la noticia de los críos arqueó una ceja, era lo que menos se esperaba de él, aun la sorprendía, aún así no pudo evitar reir levemente ante la parte de no me pegues.-Vaya... no me lo esperaba... No se imaginaba a su querido amigo con hijos. No se imaginaba cuál podía ser el futuro de aquellos niños, pero le creía capaz de cuidarlos bien.- Ya sabes, que no soy muy fan de las pequeñas criaturas, pero... si necesitas ayuda solo llámame. Los niños, no era algo que le apasionara. Era algo que sólo le parecía bien para divertirse un rato, pero no para tener propios. - Y ¿cómo ha sido esto?- se apoyó contra un árbol y se recolocó aquel sombrero. Era sin duda lo que menos se esperaba.

La respuesta de Aysha me dejó con la boca abierta. Sabía que a ella no le gustaban los niños, y yo no pretendía que de un momento a otro quisiese ser madre por arte de magia, pero si era capaz de dejar sus rencores un momento, estaba seguro de que podría echarme una mano.
Estaba loco, no era la primera vez que lo pensaba, ya que sólo a mí se me ocurre adoptar a tres niños teniendo las cuentas a rojo, como de costumbre. Tenía miedo, bueno, miedo no, más bien estaba acojonado de pedirle más dinero a Gold. No quería acabar con una pierna de menos, aquel bastón me imponía demasiado.
Tampoco quería soltarle a Aysha mis problemas económicos así por las buenas, necesitaba algo de que hablar con ella antes de decirle que necesitaba dinero para mí y los niños.
"Cásate conmigo, Aysha. Sé la madre de aquellos tres mocosos... ¡Calla idiota! Este no eres tú, tú no la quieres, no quieres casarte con ella, quieres tirártela y que te dé dinero para que puedas "sacar adelante" a tu mierda de familia nueva y espantosa. Por el amor de quien sea, Owen, estás cada vez más loco".

-Aysha, lo que quiero decirte es que ahora mismo tengo ciertos problemas. El negocio va de culo, cuesta abajo y sin frenos, y sólo a alguien tan jodidamente loco como yo se le ocurre adoptar a tres mocosos en estos momentos tan jodidamente malos. Necesito ayuda, Aysha. Ayuda psiquiátrica lo primero, me estoy volviendo más loco, y nadie me echa una mano. Soy un apestado en esta mierda de pueblo. Ayúdame, Aysha, no sé a quién más puedo pedírselo.

Aysha no solía pensar en más que en sí misma, en raras ocasiones ayudaba a los demás. Ni siquiera cedía parte de su dinero como fotógrafa a nadie, lo solía almacenar y guardar, nunca sabía que podía ocurrir en su vida. Había estado llena de sorpresas, de ocasiones malas y presuntuosas guiadas nada más que por su propia ceguera y soledad. Todo lo realizaba sola, sin ayuda de nadie, ¿por qué tendría ella que ayudar a los demás? No era mala, solo estaba desencantada con la vida.

Las palabras de Owen de cierta forma le rompieron el corazón, ella no lo consideraba un apestado, bueno ella tampoco era muy bien recibida en ocasiones. Sabía que en el fondo tanto él como ella, tenían un corazón, no sabía si bueno, pero lo tenían. Lo abrazó. No era alguien que hiciese ese tipo de cosas, abrazar gente, es más en ocasiones ni se atrevía a tocarlas. Pero aquel muchacho podía con ella en seguidas ocasiones. Nunca antes le había abrazado, es más podía jurar que hacía unos tres años que no abrazaba a nadie y recordó lo cálido que podía ser aquello. Tras esto volvió a apoyarse en su árbol, mientras hablaba -Económicamente, sabes que te puedo ayudar y no pondré pegas, considera eso un problema menos.- Aunque vivía en un pequeño apartamento, tenía una buena cuenta de ahorros, de todo lo que había ido ganando o robando en su juventud. -Pero no entiendo por qué necesitas un siquiatra, la verdad.- Solía ser sincera, y aquello era su primer pensamiento en esos instantes. No lo consideraba un loco, o quizás era ella la que tendría el problema de ver las cosas según las leyes de su mundo.